Treinta a?os contando ¡®Las mil y una noches¡¯
Cuando doy charlas en los institutos suelo decir a los estudiantes que se atrevan a ser lo que de verdad desean
Una maldici¨®n del siglo XVIII augura la muerte para aquel que lea la totalidad de Las mil y una noches, ese libro-universo escrito por muchas manos an¨®nimas (varias de mujer, sin duda alguna) a lo largo de un milenio. Como es natural, con semejante origen el texto es ca¨®tico y hay distintas versiones con m¨¢s o menos cuentos. En 1835 se public¨® lo que hoy se llama el corpus ZER, que delimita m¨¢s o menos el libro oficial. Son unas 3.000 p¨¢ginas de apretada letra: tardas en leerlo todo, desde luego. Yo lo hice hace muchos a?os y sigo vivita y coleando.
Acabo de conocer a otra persona que tambi¨¦n ha completado la lectura, y que, por a?adidura, ha dedicado su vida a contar las 1.001 noches del libro, una a una, todos los martes. Lo hace en un peque?o local de Madrid, la Taberna Alabanda. Empez¨® el 6 de marzo de 2012, de modo que lleva 10 a?os, 4 meses y 4 semanas d¨¢ndole a la lengua. Va por la noche 371. Vi su actuaci¨®n hace unos d¨ªas y es un narrador formidable: embelesa y divierte. Le quedan por delante unos 20 a?os para acabar el libro. Como tiene 44, terminar¨¢ m¨¢s o menos para la jubilaci¨®n. Ya lo dije antes: es el proyecto de una vida.
?Y c¨®mo desemboca uno en algo tan ingenioso y estrafalario? H¨¦ctor Uri¨¦n naci¨® en Madrid, se crio en ?vila y estudi¨® Biolog¨ªa y Bioqu¨ªmica en Salamanca. Un d¨ªa de 1996 se salt¨® una clase y vio por casualidad a la narradora oral Eugenia Manzanera en la plaza Mayor. H¨¦ctor, que era un amante del teatro, qued¨® impresionado con el espect¨¢culo. Tanto le impact¨® que se puso a investigar, se enter¨® de que ten¨ªa mucho que ver con la comedia del arte italiana y empez¨® a actuar en caf¨¦s con un m¨²sico mientras segu¨ªa estudiando. Hubiera bastado que no hubiera hecho novillos ese d¨ªa para que el H¨¦ctor de hoy no existiera: el azar nos hace y nos deshace.
El tiempo pas¨®, H¨¦ctor se licenci¨® y se fue a trabajar de lo suyo, primero en Londres en un laboratorio farmac¨¦utico y luego en Suecia. En 2004 regres¨® a Espa?a a hacer el doctorado, y retom¨® sus narraciones, pero en diciembre de 2005 decidi¨® abandonar la far¨¢ndula para siempre y concentrarse en sus estudios. Tres meses despu¨¦s tuvo una bronca con un profesor y vio la luz. Llam¨® a sus padres a ?vila: ¡°Dejo la tesis y me voy a dedicar a contar cuentos por los bares¡±. Los pobres padres se presentaron en Salamanca al d¨ªa siguiente, pero la decisi¨®n estaba tomada.
Cuando doy charlas en los institutos suelo decir a los estudiantes que se atrevan a ser lo que de verdad desean y que no se rindan ante los consejos utilitarios del entorno. Si quieren ser, pongamos, dibujantes de c¨®mic, que se dediquen a ello. Pero han de estudiar hasta saberlo todo sobre el c¨®mic, han de trabajar 12 horas al d¨ªa y aspirar a ser los mejores. Eso hizo H¨¦ctor: se fue a Italia a estudiar y no ha dejado de crecer y evolucionar. Sus Mil y una noches nacieron del miedo a contar cosas distintas en cada espect¨¢culo, en vez de protegerse con un texto cien veces repetido. El riesgo es un reto y, si se asume, un gran aprendizaje. Para poder hacer algo as¨ª, H¨¦ctor desarroll¨® una depurada t¨¦cnica (ha publicado tres libros de teor¨ªa de la narraci¨®n, da clases, talleres) que consiste en conseguir dominar la estructura, el p¨²blico, la memoria deformante (los peque?os cambios que todos introducimos en un relato oral) y el atractor, que es un t¨¦rmino de la f¨ªsica ca¨®tica que describe c¨®mo los movimientos ca¨®ticos tienden a crear formas repetitivas, como el p¨¦ndulo electromagn¨¦tico, que dibuja la misma forma aunque no pasa dos veces por el mismo lugar. H¨¦ctor, en fin, es capaz de descubrir esas repeticiones ocultas que son el alma de un relato.
Contar martes tras martes Las mil y una noches le da para vivir. Pero, sobre todo, me parece que le da por qu¨¦ vivir. Creo que la maldici¨®n del siglo XVIII era un enga?o y que en realidad pretend¨ªa ocultar que este libro no da la muerte, sino la vida, como se la daba a Sherezade. El arte protege, y dedicarnos a lo que de verdad deseamos llena nuestro ef¨ªmero tiempo de tanto sentido que casi nos parece rozar la eternidad. Este es mi ¨²ltimo art¨ªculo antes de vacaciones; hasta septiembre, amigos. Que vuestras quietas noches de verano sean as¨ª de bellas, as¨ª de intensas y de necesarias como las m¨¢gicas noches de Sherezade y H¨¦ctor.
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