?Duele menos la muerte de un amigo que la de un familiar?
El impacto del fallecimiento de una amistad depende del v¨ªnculo que ten¨ªamos con esa persona, pero la huella puede ser profunda y revolver la concepci¨®n de nuestra propia vida y muerte
Un d¨ªa recibes la noticia. Silvia, Diana, ?scar o Sonia han fallecido. ¡°?C¨®mo? Si fuimos juntos al colegio, si tiene mi edad, si estuvimos cenando hace nada¡ ?Seguro?¡±. El shock hace dudar de si uno ha entendido bien. Cuando se trata de una muerte inesperada, el impacto resulta a¨²n m¨¢s desgarrador. No es infrecuente preguntarse por qu¨¦ le ha sucedido a ¨¦l o ella y no a uno mismo. El duelo lleva a la confrontaci¨®n de la realidad de nuestra propia muerte. Implica replantearse el sentido de la existencia y pone a prueba las creencias filos¨®ficas o religiosas de cada cual. La sensaci¨®n de injusticia ?aumenta cuando se trata de alguien joven. Tambi¨¦n la sensaci¨®n de miedo o de angustia. Quiz¨¢s la desaparici¨®n de esa vida hace que, de repente, uno sienta m¨¢s presi¨®n por aprovechar la vida propia.
El fallecimiento de un amigo es considerado menos doliente que el de un familiar, pero depender¨¢ del tipo de v¨ªnculo que se haya establecido con esa persona o lo que signifique para cada cual. A veces, un dolor sin parentesco se hace igual de inc¨®modo y profundo. Harold Ivan Smith es un autor especialista en duelo. En su libro Grieving the Death of a Friend (Duelo por la muerte de un amigo) describe que perder a un amigo supone tener que decir adi¨®s a lo m¨¢s placentero y sincero de la vida para muchas personas. El desequilibrio vital puede dejar una huella duradera. Este autor habla de la necesidad de reconocer el da?o que causa dicha p¨¦rdida. Lo ideal es disponer de un tiempo y espacio de recogimiento para integrar lo sucedido. La prevalencia de emociones negativas de ira y de rabia puede alterar la rutina durante un tiempo. Es importante dejarse cuidar por el resto de los amigos o por la familia. Hablar, a su vez, con la familia del amigo fallecido para recordar lo que ha significado para uno facilita el desahogo. Lo mismo que hablar con los propios amigos para que todos puedan expresar c¨®mo se sienten. Es importante decir adi¨®s. Al igual que se incorporan nuevos amigos a la vida, hay que despedirlos. Los rituales se han dise?ado para exteriorizar y compartir el dolor, aunque las fuerzas flaqueen. En ellos se refuerzan los v¨ªnculos y se recuerda que el tiempo pasa, aunque no lo notemos. El tejido de afectos que esa persona construy¨® es lo que m¨¢s consuela. Mientras se va procesando lo sucedido, toca actuar. Lo primero es comunicar la muerte a otros. Cuesta elegir las palabras correctas y transmitir el mensaje. La incredulidad se extiende.
Hay personas que se sienten inc¨®modas en estas situaciones dolorosas. Los expertos recomiendan que, si se duda sobre c¨®mo actuar, es mejor no hablar demasiado y limitarse a abrazar o a llorar la p¨¦rdida.
Independientemente del significado que cada persona otorgue a la muerte, es inevitable sentir tristeza y pena por los momentos que uno mismo y los dem¨¢s ya no podr¨¢n compartir con ¨¦l o ella. Impacta caer en la cuenta de que el proyecto de vida que se ha construido en a?os de amistad o incluso desde la ni?ez forma, de repente, parte del pasado. En palabras del psicoanalista ingl¨¦s John Bowlby, ¡°la p¨¦rdida es una de las experiencias m¨¢s dolorosas que un ser humano puede sufrir. No solo por lo que se experimenta, sino tambi¨¦n por lo que es ser testigo¡±. Durante el acto de despedida pueden aparecer tambi¨¦n sentimientos de culpa por no haber pasado m¨¢s tiempo junto a esa persona, o de responsabilidad respecto a los familiares a los que se ha de cuidar.
En el silencio de la ausencia, ayuda revivir las an¨¦cdotas vividas junto a esa persona y repasar su trayectoria, que puede ser parecida o diferente a la de uno. Y agradecer lo que le haya inspirado y aportado a uno mismo. Es mejor focalizarse en los instantes felices y evitar reforzar momentos traum¨¢ticos. Hay a quien les ayuda escribir un libro de recuerdos o lanzar una cadena de correos electr¨®nicos con an¨¦cdotas que puedan leer, por ejemplo, los hijos de la persona fallecida en un futuro. A otros les protege subliminar el dolor en actividades creativas como, por ejemplo, pintar.
Elisabeth K¨¹bler-Ross es una figura de referencia en el ¨¢mbito del abordaje del duelo. En su libro Sobre el duelo y el dolor habla de las reacciones comunes a la p¨¦rdida. Remarca que no hay una forma ¨²nica de vivirlo. Nuestro duelo es tan propio como nuestra vida. Las etapas son reacciones a sentimientos que pueden durar minutos u horas mientras fluctuamos de una a otra. Ella define cinco etapas: negaci¨®n, ira, negociaci¨®n, depresi¨®n y aceptaci¨®n. De alguna manera, el atravesar dichas fases se parece a lo que Ana Mar¨ªa Matute retrata en su c¨¦lebre cuento El ni?o al que se le muri¨® el amigo. Gestionar el dolor est¨¢ relacionado con el proceso de madurar.
El autor mexicano Juan Villoro describe en su libro El v¨¦rtigo horizontal una escena en la que se despide a un fallecido: ¡°El entorno alud¨ªa a los descomunales esfuerzos que, a trav¨¦s de los siglos, la especie ha hecho para sobrellevar el inevitable ultraje de la muerte. En ese clima, Juli¨¢n dijo: ¡®?Puede el dolor borrar las alegr¨ªas procuradas por quien desaparece?¡±. Como dice este pasaje, la memoria de las alegr¨ªas ayudar¨¢ a sobrellevar los momentos de ausencia. El v¨ªnculo de la amistad se antepondr¨¢ siempre al desconsuelo. Por eso hay que cultivarla a diario.
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