La par¨¢bola de Lucas P¨¦rez, el chico de barrio que volvi¨® a casa para rescatar al D¨¦por
El jugador tom¨® una decisi¨®n ins¨®lita: dejar a su club de Primera, el C¨¢diz, para jugar dos categor¨ªas por debajo con el equipo de su ciudad. Renunci¨® a un contrato millonario. Su reto es devolverlo a la m¨¢xima categor¨ªa. A Coru?a lo idolatra. Volvemos con ¨¦l al barrio donde todo empez¨®
Un joven de poco m¨¢s de 30 a?os acerca la cara al portal de un edificio de viviendas de barrio. Viste ropa deportiva y lleva un corte de pelo degradado con la raya al lado a machete. Con las manos en las sienes hace pantalla para tratar de ver el interior. Al momento llega una se?ora, llave en mano y, sin mediar saludo, le habla como si fuera familia: ¡°Lucas, bienvenido a casa otra vez, nuestra casa. Estamos felices, sobre todo los que te conocemos desde que eras un beb¨¦¡±. Lucas P¨¦rez incorpora la mirada como un ni?o al que han sorprendido espiando a sus vecinos, ajeno al hecho de que, probablemente, hoy es el hombre m¨¢s famoso de la ciudad. Sonr¨ªe y sigue paseando por el lugar donde creci¨®. ¡°Qu¨¦ recuerdos¡±, casi suspira mientras le echa otro vistazo al portal. ¡°Aqu¨ª no nos dejaban jugar con el bal¨®n. Enseguida bajaba alg¨²n vecino y nos rega?aba¡±.
Monelos es un barrio obrero de A Coru?a cuya espina dorsal est¨¢ formada por una hilera de ocho edificios de 14 pisos conocidos como las torres de los marineros. All¨ª se criaron miles de ni?os nacidos en los a?os setenta y ochenta, en un escenario protot¨ªpico de la ¨¦poca: bloques sim¨¦tricos, enjambres de chavales jugando al f¨²tbol en soportales y descampados y una animada vida social en los bares y comercios. Y, tambi¨¦n, mucha droga en el ambiente: ¡°Esta plaza antes ten¨ªa efectos especiales¡±, dice P¨¦rez al pasar por un lugar hoy totalmente cambiado. Un supermercado con aparcamiento, un centro c¨ªvico y una biblioteca ocupan el solar donde aparcaba el bus de la metadona, que ¨¦l recuerda ver mientras jugaba con sus amigos. En vez de un pedregal con charcos eternos, hoy se levanta un parque infantil con suelo de goma. Por ning¨²n lado asoman porter¨ªas improvisadas ni hordas de ni?os corriendo tras un bal¨®n, tal y como suced¨ªa en aquellos tempranos a?os noventa. El que m¨¢s corr¨ªa, el que m¨¢s gritaba, el que m¨¢s quer¨ªa la pelota era el mismo que hoy va saludando aqu¨ª y all¨¢. O Neno de Monelos.
Lucas P¨¦rez (A Coru?a, 34 a?os) so?aba con ser futbolista del equipo de su ciudad, el de la camiseta de rayas blancas y azules que sol¨ªa llevar desde peque?o. El Deportivo, un equipo con larga y sinuosa historia, viv¨ªa por entonces su ¨¦poca de mayor gloria: era un habitual de las competiciones europeas; en 1995 gan¨® su primera Copa del Rey y su primera Supercopa, y en el a?o 2000 se convirti¨® en el noveno campe¨®n de Liga ¡ªy ¨²ltimo hasta hoy¡ª de la historia. Aquellos hitos los vivi¨® el Lucas ni?o en la grada de Riazor, el estadio del D¨¦por. Como si fuera una pel¨ªcula, una par¨¢bola de superaci¨®n, ¨¦l logr¨® saltar de la tribuna al c¨¦sped. Elegido entre un mill¨®n, el chaval de Monelos alcanz¨® el f¨²tbol profesional. Aunque para ello tuvo que vencer las tribulaciones familiares no elegidas, y luego conocer los caminos m¨¢s oscuros del deporte, pistolas y sobres de dinero mediante (el presidente del club ucranio donde jug¨® negoci¨® su salario con un arma sobre la mesa y pagaba a sus jugadores con fajos de billetes. Si consideraba que rend¨ªan menos, el fajo adelgazaba).
Deslumbr¨® y jug¨® la Champions con un grande de la Liga inglesa ¡ªel Arsenal¡ª, gan¨® t¨ªtulos, regres¨® a Espa?a ¡ªpas¨® por el Alav¨¦s, el Elche y el C¨¢diz¡ª y, con 34 a?os, goleando en la ¨¦lite y en plena forma, tom¨® el pasado mes de diciembre una decisi¨®n impensable: dej¨® todo, ofertas millonarias y contratos de Primera Divisi¨®n, para irse a cumplir un sue?o: volver al Deportivo. Pero no a aquel que le cautiv¨® en la edad de enamorar a un ni?o futbolero, sino a un D¨¦por que transita por el barro de la Primera Federaci¨®n (tercera categor¨ªa) desde hace tres temporadas, resacoso de aquellos ¨¦xitos de hace dos d¨¦cadas. ¡°Yo no vengo a la tercera divisi¨®n, vengo al Deportivo¡±, dijo en su presentaci¨®n a principios de enero. ¡°Y vengo a ayudar¡±, repite a sus vecinos m¨¢s de 20 a?os despu¨¦s, convertido en ¨ªdolo, en las calles del barrio donde creci¨®.
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¡°No pod¨ªa imaginar que iba a tener tanta repercusi¨®n¡±. La noticia del regreso a casa de Lucas P¨¦rez desat¨® una tormenta de atenci¨®n futbol¨ªstica global, amplificada por una coincidencia suma en un deporte convertido hace tiempo en un negocio sin coraz¨®n: ocurri¨® la misma semana en que un club de Arabia Saud¨ª anunci¨® la llegada de Cristiano Ronaldo por una ficha de 200 millones de euros al a?o. El Deportivo tiene todav¨ªa una fila de medios internacionales aguardando para entrevistar al protagonista del cuento contra el f¨²tbol moderno. Hace dos meses, P¨¦rez estaba marcando goles en Primera Divisi¨®n. Su equipo, el C¨¢diz, le acerc¨® una oferta de ampliaci¨®n de contrato por dos millones de euros netos. Pero el jugador lo rechaz¨® y se reuni¨® con el presidente del club gaditano, Manuel Vizca¨ªno, para hacerle un inusual ruego: ¡°Deja que me vaya al Deportivo¡±. La petici¨®n llevaba impl¨ªcito renunciar a (mucho) dinero, bajar dos categor¨ªas y, encima, poner medio mill¨®n del propio bolsillo del futbolista para ayudar a costear un fichaje inalcanzable para un equipo de Primera Federaci¨®n, por m¨¢s que tenga trofeos en las vitrinas y est¨¦ respaldado por Abanca, propietario actual del club coru?¨¦s. Vizca¨ªno termin¨® aceptando. ¡°?C¨®mo le voy a decir que no a un jugador que me pide volver a casa?¡±, explicar¨ªa despu¨¦s. Los propios hinchas del C¨¢diz, encantados con el rendimiento del delantero coru?¨¦s, comprendieron su deseo.
No lo entend¨ªa tanto su c¨ªrculo m¨¢s pr¨®ximo: ¡°?C¨®mo vas a irte de Primera?¡±, le dec¨ªa su representante e ¨ªntimo amigo, Loren, que trat¨® de que entrara en raz¨®n: ¡°Todav¨ªa te quedan unos a?os en Primera. Ya tendr¨¢s tiempo de ir al D¨¦por¡±. No hubo manera. ¡°Apost¨¦ por volver¡±, cuenta P¨¦rez sacando palabras de las entra?as. ¡°Yo, cuando salgo de Riazor, me voy a mi sof¨¢, pero al sof¨¢ de verdad de mi casa. En los otros lugares donde jugu¨¦ me iba a un sof¨¢, s¨ª, pero no en el que yo crec¨ª. Donde uno se cr¨ªa es especial para toda la vida, es una esencia ¨²nica¡±.
En realidad llevaba a?os queriendo regresar a casa. Hasta jugando en el Arsenal de Londres, la cumbre de su carrera, martilleaba la cabeza de su representante. ¡°Se quer¨ªa ir, se quer¨ªa ir. Mi D¨¦por, mi D¨¦por, mi D¨¦por¡ Todo el d¨ªa con eso. Siempre mi D¨¦por¡±, cuenta Loren. El 30 de diciembre jug¨® su ¨²ltimo partido con el C¨¢diz. Y marc¨® el gol del empate. Al salir del vestuario se encontr¨® al presidente. No se dijeron nada, solo se dieron un abrazo. Horas despu¨¦s estaba en A Coru?a y era presentado a lo grande. Unas 7.000 personas ¡ªalgunos dicen que varios miles m¨¢s¡ª se reunieron un d¨ªa entre semana para recibir a O Neno de Monelos. Parec¨ªa una de aquellas puestas de largo de los jugadores brasile?os que tra¨ªa el hist¨®rico presidente Augusto C¨¦sar Lendoiro a Riazor y que tambi¨¦n vivi¨® in situ el propio Lucas de ni?o, hace ya un cuarto de siglo.
¡°Nos sent¨¢bamos a comer pipas y so?ar con ser futbolistas¡±, dice P¨¦rez mientras sigue paseando por Monelos. ¡°Esa imagen, y no el dinero, era la que me rondaba para decidir si dejaba Primera Divisi¨®n o no. Recordar aquello y pensar: ?qu¨¦ har¨ªa aquel ni?o de ocho a?os que so?aba con llegar a Primera si ahora le digo que lo abandona porque quiere? T¨² hablas contigo mismo y te preguntas: quer¨ªas marcarle goles al Bar?a y al Madrid, estar en la Selecci¨®n. ?Se consigue estando en Primera RFEF? No, claro que no, por eso me hizo dudar. Pero yo he renunciado a todo eso para estar en paz conmigo mismo. ?Cu¨¢l es mi ¨²ltimo reto? El de todos los deportivistas, pero en mi caso jugando en el campo: ascender y volver. La vida del futbolista es muy corta y todos queremos que nos recuerden. Si yo al retirarme consigo que el D¨¦por vuelva a Primera y que los ni?os en la calle me reconozcan por eso, entonces mi decisi¨®n ya queda ah¨ª para toda la vida¡±.
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Lucas acaba de ser padre por primera vez. Y cada menci¨®n hacia su hijo reci¨¦n nacido remite a su propia vida, en la que hubo de tomar decisiones sin referencias adultas desde cr¨ªo. Todo es comparaci¨®n involuntaria con aquello que no tuvo. ¡°Yo me crie con mis abuelos por parte de padre, que trabajaba en alta mar, embarcado en el Gran Sol. Por parte materna la familia era muy desestructurada, por culpa de la droga. Mi madre era drogadicta y me abandon¨®. Nunca m¨¢s supe de ella. Solo se me present¨® una vez, cuando yo ya estaba en el D¨¦por, pero para m¨ª mi madre realmente fue mi abuela. Ella muri¨®, como mi abuelo, cuando yo era adolescente¡±, cuenta P¨¦rez, sin poder evitar que asomen las l¨¢grimas.
Para entonces, aquel chaval con la competitividad en la mirada ya hab¨ªa iniciado un camino de trotamundos con el f¨²tbol, cocinando a golpes una carrera fruct¨ªfera y trufada de quiebres, igual que su propio f¨²tbol. Aquel delantero zurdo y el¨¦ctrico que despuntaba en el club Victoria, un cl¨¢sico coru?¨¦s, y m¨¢s tarde en los juveniles del Arteixo, no llam¨®, sin embargo, la atenci¨®n de las categor¨ªas inferiores del D¨¦por, m¨¢s proclive a pagar talento for¨¢neo. En cambio, apareci¨® el Alav¨¦s y lo reclut¨® para su cantera. Tard¨® unos meses en volver a Galicia. Un regreso duro: P¨¦rez todav¨ªa era un juvenil, pero sin casa, familia ni red de apoyo, tuvo que tomar decisiones de adulto. La familia de su amigo Iv¨¢n lo acogi¨® y le dio un techo mientras se ganaba el pan en el modesto club ?rdenes. Entrenaba, peleaba y marcaba goles en campos embarrados sin plan B. Apostaba todo a un objetivo: convertirse en futbolista profesional. ¡°Mentalidad de tibur¨®n¡±, lo define el propio Lucas. Iv¨¢n y ¨¦l est¨¢n unidos desde entonces como hermanos.
La grieta de oportunidad la abri¨® el Atl¨¦tico de Madrid B. Se col¨® P¨¦rez por ella y de ah¨ª salt¨® al Rayo Vallecano un a?o despu¨¦s, donde lleg¨® a debutar en el primer equipo. Uno de sus compa?eros en aquella alineaci¨®n era Lorenzo Rom¨¢n, Loren, ahora su representante, socio, amigo y padrino de su hijo. Su otro hermano. Y cuando P¨¦rez, un chico que se qued¨® sin nadie antes de la mayor¨ªa de edad, dice ¡°hermano¡± es que es hermano. ¡°Yo, o todo o nada. Para lo bueno y para lo malo soy as¨ª¡±, afirma. Loren sonr¨ªe y asiente. P¨¦rez es todo pasi¨®n alimentada por una vida de pelea. Hasta su forma de hablar, de expresarse, es intensa, clara, cargada de sentimiento. Huye de frases hechas y clich¨¦s de futbolista. Se emociona, r¨ªe, gesticula y envuelve todo con un inconfundible acento coru?¨¦s, se?a de identidad de los barrios de la ciudad que, como un cord¨®n umbilical, lo ha mantenido siempre conectado a su origen.
Los impagos de los Ruiz-Mateos en el Rayo Vallecano lo empujaron a Ucrania, su primera oportunidad como profesional, en 2011. Un obrero del f¨²tbol. All¨ª vivi¨® situaciones surrealistas. ¡°El presidente nos llamaba a su despacho cada mes para pagarnos con un sobre lleno de billetes. Si consideraba que no hab¨ªas jugado bien, te quitaba un 30%. Todo con una pistola encima de la mesa. Hab¨ªa meses que no nos pagaba. Yo un d¨ªa me plant¨¦ y no fui a entrenar. Curiosamente, luego me llam¨® de madrugada y me dijo que fuera a su despacho a cobrar todo lo que me deb¨ªa. Si no lo hac¨ªa, no ver¨ªa m¨¢s el dinero¡±.
Pese a todo, en el entorno r¨ªspido del Karpaty Lviv, P¨¦rez descoll¨® y se consolid¨® como futbolista. Por eso lo vino a buscar el presidente del PAOK de Sal¨®nica griego, y pronto se convirti¨® en uno de los mejores jugadores de la Liga de ese pa¨ªs. En una secuencia recurrente en su carrera, solamente lo pudieron retener un a?o porque vino a llamar a la puerta el club de su vida: el D¨¦por, por entonces en Primera Divisi¨®n. Como un pr¨®logo de lo que luego vendr¨ªa, P¨¦rez renunci¨® a casi un mill¨®n de euros que le ofrec¨ªa el PAOK para vestirse, por primera vez, la blanquiazul a cambio de 150.000 euros por a?o. En A Coru?a jug¨® dos temporadas a gran altura y mantuvo al equipo en la ¨¦lite, lo que lo llev¨® a fichar por el Arsenal, uno de los grandes de la Premier League, donde gan¨® dos t¨ªtulos. ¡°Viv¨ª la salvaci¨®n del D¨¦por y gan¨¦ la FA Cup [el trofeo con m¨¢s tradici¨®n de Inglaterra], y te puedo asegurar que fue mucho mejor la salvaci¨®n del D¨¦por¡±, rememora con gesto serio, dejando claro que no es una exageraci¨®n. Loren, su representante, completa: ¡°Ni entonces quer¨ªa irse de aqu¨ª. Lleg¨® el Arsenal y me dec¨ªa: ¡®Arregla la forma de que pueda renovar, no quiero irme de Coru?a¡¯. Pero en Londres pon¨ªan 20 millones. Fue el D¨¦por el que le dijo que necesitaban venderlo¡±.
Regres¨® una temporada m¨¢s tarde a Riazor, la 2017-2018, la m¨¢s amarga de su carrera en su propia casa, al descender a Segunda. Se march¨® al West Ham, luego al Alav¨¦s y al Elche, y finalmente al C¨¢diz, pero nunca se lleg¨® a ir del todo: ¡°Desde mi marcha del Alav¨¦s yo quer¨ªa ya volver a casa, pero no se puede dar y sigo. Pero las ganas ya estaban ah¨ª¡±. Finalmente, lo hizo con 34 a?os y sin haber jugado como profesional en otra categor¨ªa que no fuera Primera Divisi¨®n. Ahora bajaba dos escalones por sentimiento. P¨¦rez recuerda c¨®mo el presidente del C¨¢diz lo pic¨® en su orgullo hasta el ¨²ltimo minuto. ¡°Vuelve si tienes huevos¡¯, me dijo mientras conduc¨ªa hacia A Coru?a. Me quer¨ªa pegar en el ego, me conoce bien¡±.
¡°Lucas ha sido siempre as¨ª, un volc¨¢n de sentimiento que lo hace tomar decisiones controvertidas¡±, cuenta Loren. Lucas y Loren tienen hoy una agencia de representaci¨®n y forman parte de la organizaci¨®n de la Kings League, junto a Piqu¨¦ e Ibai Llanos, adem¨¢s de otros negocios. Uno de ellos, en el centro de A Coru?a, es una tienda de zapatillas que acaba de abrir con su amigo Iv¨¢n. Lucas ha sabido diversificar lo que el f¨²tbol le ha dado. No ha dejado pasar ni una de las oportunidades con las que so?aba de ni?o, cuando ni siquiera ten¨ªa un techo. Sus c¨®digos de lealtad son los de la calle, firmes y empapados en emoci¨®n. Los c¨®digos de alguien que defini¨® los momentos m¨¢s importantes de su vida en soledad y ahora se rodea de amigos.
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¡°Vamos, Peke, que te tiemblan los brazos¡±. La competitividad que desprende la voz desgarrada de P¨¦rez flota incluso en escenas de ocio y amistad como esta: un torneo informal de tiros libres en la canasta de su tienda de zapatillas. Participan algunos j¨®venes de la ciudad, seis jugadores de la plantilla del D¨¦por (entre ellos el canterano Yeremay Hern¨¢ndez, Peke, que se afana en encestar) y el due?o de la tienda, que no es otro que Lucas P¨¦rez. Su voz retumba entre la m¨²sica del DJ y las risas de los chavales. Hace unas semanas que lleg¨® al vestuario y parece tener el mando ya de la caseta. ¡°Es un l¨ªder en todo¡±, dice un empleado del club. ¡°Desde que lleg¨® hemos visto c¨®mo los m¨¢s j¨®venes del equipo miran hacia ¨¦l como un referente. Algunos han cambiado h¨¢bitos: ahora van al gimnasio despu¨¦s de los entrenamientos cuando antes no lo pisaban¡±.
Su magnetismo trasciende el vestuario, como se puede comprobar en la calle. A Coru?a es un lugar de paseo, y el futbolista, que vive en el punto m¨¢s c¨¦ntrico de la ciudad, es asaltado por j¨®venes y mayores all¨¢ donde va, sea el paseo Mar¨ªtimo, la Marina o la plaza de Pontevedra, donde se ubica la sede del club. ¡°El primer partido lo tuvimos que sacar del campo escondido en otro coche, como un beatle, porque no hab¨ªa manera de poder salir de la gente que hab¨ªa¡±, comenta entre risas otro empleado. Es el D¨¦por un caso at¨ªpico: despu¨¦s de tres a?os en la tercera categor¨ªa jugando contra el Guijuelo, el Calahorra o el San Fernando, cuenta con casi 25.000 socios ¡ªel 10% de la poblaci¨®n de la ciudad¡ª y un promedio de edad cada vez m¨¢s bajo en la hinchada, que a cada partido coloca a Riazor entre los estadios con m¨¢s asistencia de todas las divisiones espa?olas.
La llegada de P¨¦rez ha revolucionado a los m¨¢s j¨®venes, por m¨¢s que sorprenda al propio futbolista: ¡°Vienen ni?os que ni siquiera me vieron jugar a m¨ª en la etapa anterior, es incre¨ªble¡±. As¨ª se comprueba en cuanto sale del coche antes del partido contra el M¨¦rida, el quinto desde su llegada. Esta vez no aumentar¨¢ su cuenta de goles, en ese momento cuatro, pero el D¨¦por vencer¨¢ y se colocar¨¢ en tercera posici¨®n, a dos puntos del liderato que otorga el ascenso directo a Segunda. El partido se resuelve en el ¨²ltimo instante del descuento, gracias a un penalti que le hacen, precisamente, a Peke. Lucas agarra la pelota, pero se la cede a Quiles, el otro delantero del equipo encargado de lanzar los penaltis antes de la llegada de Lucas. Gol, festejo abrumador en las gradas y rugido de alegr¨ªa de Lucas P¨¦rez. Verlo celebrar un gol, verlo pelear una pelota o tirar un desmarque es ver su realidad vital. La vida no le regal¨® ni medio metro. ?l tampoco piensa hacerlo mientras siga jugando. Pura competitividad.
El equipo gana y tambi¨¦n lo hace el club. Haciendo n¨²meros gordos, en la entidad creen que al terminar la temporada se habr¨¢ amortizado el dinero invertido en su fichaje (medio mill¨®n de euros pagado al C¨¢diz m¨¢s una ficha de 150.000 euros), entre patrocinios y venta de camisetas, un bien preciado estos d¨ªas en A Coru?a. Ah¨ª tambi¨¦n se revela que el Deportivo es un club especial, con ventas superiores a muchos equipos de Primera Divisi¨®n. Antes del partido del M¨¦rida la plancha con el dorsal n¨²mero 7 y el nombre de P¨¦rez hace su ¨²ltimo trabajo del d¨ªa en la Deportienda: no hay m¨¢s camisetas disponibles hasta que llegue el nuevo pedido de la marca que viste al equipo.
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En la calle Real de A Coru?a se celebra un coloquio del medio local Riazor.org a auditorio completo. La mayor¨ªa de los asistentes son ni?os y j¨®venes. Al terminar una hora de entrevista sobre f¨²tbol, pero tambi¨¦n sobre streamers y videojuegos ¡ªotras pasiones de Lucas¡ª, llega la consabida cola de fans para fotos, v¨ªdeos y abrazos: ¡°?Me firmas este papel, Lucas? Voy a tatuarme tu aut¨®grafo¡±, le sorprende un adolescente. A lo que el futbolista contesta: ¡°?Pero qu¨¦ haces, hombre, no te lo tat¨²es, que luego te arrepientes!¡±.
La personalidad de P¨¦rez, que en ciertos momentos trajo pol¨¦mica en A Coru?a tras el descenso a Segunda Divisi¨®n en 2018 (parte de la hinchada lo responsabiliz¨® e incluso apareci¨® una pintada, ¡°Lucas P¨¦rez, vete ya¡±, en su casa), cobra ahora tintes did¨¢cticos con los aficionados m¨¢s j¨®venes. Para quien lo conoci¨® en ¨¦pocas anteriores, el Lucas de 34 a?os es igual de hiperactivo que siempre, pero tiene un talante pedag¨®gico que antes no mostraba, como si fuera un reverso del espejo en el que se refleja una vida complicada: ¡°Cuando eres ni?o no eres consciente de lo que hacen los padres o los abuelos por ti, por eso me da rabia pensar en ellos¡±. Y vuelve a emocionarse. ¡°El f¨²tbol es maravilloso, para m¨ª ha sido la universidad. Irte a los 15 a?os a lavarte los calzoncillos en Vitoria, o irte a Ucrania solo¡ Por eso hay que valorar a esa gente que trabaja en las categor¨ªas inferiores, esa burbuja que ahora protege a los chavales. Luego saldr¨¢n futbolistas o no, pero educan a la persona, eso es lo m¨¢s importante¡±. Y vuelta al espejo: ¡°A mi hijo le dir¨ªa que sea feliz, que haga lo que considere persiguiendo lo que le guste hasta el final, porque nosotros lo vamos a apoyar. A m¨ª el f¨²tbol me salv¨®, pero es que no ten¨ªa plan B¡±.
Todo cuento tiene su final y el de Lucas P¨¦rez, en su pensamiento, solo es uno: ascender con el D¨¦por. ¡°Es el reto m¨¢s importante de mi vida¡±, dice. Ser¨ªa un cierre a la altura del torbellino que ha causado su vuelta, y que en Monelos es solo un eco de las noticias que cada poco llegaban de ¨¦l, estuviese donde estuviese.
En su visita al barrio, poco antes de irse, se le acerca una jubilada con un carrito de la compra. Con cara de emoci¨®n, la mujer se frena a un par de metros del jugador, como quien se detiene ante una aparici¨®n.
¡ª?Lucas! ?Sabes qui¨¦n soy? Soy Rosa, de la torre 6.
¡ªYa caigo, sigues igual de guapa que siempre.
¡ªCari?o, mete ben de goles, ?que temos que subir a Primeira!
¡ªOjal¨¢, que Dios te oiga.
Lucas se despide y se hace unas ¨²ltimas fotos con ni?os rezagados. Camina hacia el aparcamiento que hoy ocupa el solar donde, cuando era cr¨ªo, observaba la furgoneta de la metadona y corr¨ªa tras la pelota. Gira una ¨²ltima vez la cabeza y mira el tercer piso de la torre donde creci¨®, qui¨¦n sabe si recordando a su abuela que, asomada a esa ventana, le ordenaba que dejara el bal¨®n y subiera a cenar. Un vecino vocifera desde el otro lado de la plaza: ¡°?Lucas!¡±. Parece que no le salen las palabras, as¨ª que lo condensa todo en otro grito: ¡°?Gracias!¡±.
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