Gracias
Vargas Llosa ha opinado mucho. Y ha cambiado a veces de opini¨®n, lo cual por otra parte demuestra que est¨¢ vivo

Hace unos d¨ªas particip¨¦ en el Instituto Cervantes en una serie de encuentros en torno a Mario Vargas Llosa titulados El fuego de la imaginaci¨®n, que es como se llama el ¨²ltimo libro del Nobel, un precioso volumen que re¨²ne sus art¨ªcu?los de cr¨ªtica literaria, tallados palabra a palabra con esa cabeza de diamante que siempre tuvo. En mi mesa redonda estaban los escritores H¨¦ctor Abad, colombiano, y Ra¨²l Tola y Renato Cisneros, peruanos. Al final, Ra¨²l nos pregunt¨® si consider¨¢bamos a Vargas Llosa un referente. Por supuesto que s¨ª, dijimos todos. En mi generaci¨®n, que creci¨® en los finales del franquismo, el boom latinoamericano lo fue todo. Las dictaduras da?an profundamente el tejido cultural de un pa¨ªs, de manera que, salvo excepciones, en mi adolescencia apenas le¨ªamos autores contempor¨¢neos espa?oles. Y entonces llegaron ellos. Con 19 a?os le¨ª Cien a?os de soledad, de Garc¨ªa M¨¢rquez, y Conversaci¨®n en La Catedral, de Vargas Llosa, dos obras colosales que me reventaron la cabeza. De pronto comprend¨ª que la mejor literatura del momento, la m¨¢s moderna, original, potente, hermosa, arriesgada y ambiciosa, se estaba haciendo en mi lengua. Fue una revelaci¨®n cegadora que me abri¨® las puertas del mundo. Parte de lo que soy como persona y mucho de lo que soy como escritora se lo debo a ellos.
Eso dije en el Cervantes, m¨¢s o menos. Pero luego me qued¨¦ pensando y creo que a Mario le debo m¨¢s cosas. Escribo ahora esto y me r¨ªo porque recuerdo un ir¨®nico comentario de Vargas Llosa de hace mucho tiempo: se?al¨® que, cada vez que alguien iba a decir en p¨²blico algo bueno sobre ¨¦l, antes siempre se apresuraba a declarar: ¡°Aunque no comparto sus ideas¡¡±. Ten¨ªa raz¨®n; era y es un latiguillo inevitable con el que supongo que esperan que su tribu los perdone por alabar al enemigo. Y es que las tribus ideol¨®gicas pesan mucho en este pa¨ªs tan sectario. De hecho, me parece que uno de los grandes conceptos que m¨¢s estrepitosamente traicionamos es la palabra tolerancia. Nos hacemos unos l¨ªos tremendos con la tolerancia. En primer lugar, porque no todas las ideas son tolerables, como, por ejemplo, una alabanza de la pedofilia. Pero, sobre todo, porque cuando hablamos de tolerancia normalmente nos estamos refiriendo a la de los otros con nuestras ideas. Ahora bien, tolerar nosotros las ideas contrarias a las nuestras¡ Hasta ah¨ª pod¨ªamos llegar. Venga, adm¨ªtelo, haz un ejercicio de introspecci¨®n y ver¨¢s lo que nos repatea tolerar a quien opina distinto. Y no me refiero a darle la raz¨®n, sino a algo tan simple como dejarle hablar y no considerarle de inmediato un imb¨¦cil, un traidor, un aprovechado, un dogm¨¢tico. Ay, es dif¨ªcil, s¨ª. A m¨ª me cuesta.
El caso es que Vargas Llosa ha opinado mucho. Y ha cambiado a veces de opini¨®n, lo cual por otra parte demuestra que est¨¢ vivo. Adem¨¢s, siempre ha sido un gran polemista. Para discutir sus ideas, cosa que os¨¦ hacer en un par de entrevistas, ten¨ªas que prepararte los argumentos muy bien y aun as¨ª sol¨ªa destrozarte. Pero lo que m¨¢s me gusta de ¨¦l es su autenticidad intelectual. Ese temple de acero para decir lo que de verdad piensa, aunque tenga que pagar por ello enormes precios. Cuando rompi¨® con la revoluci¨®n cubana perdi¨® el apoyo del mandarinato cultural mundial, que por entonces estaba alineado con Fidel. Es decir, rompi¨® con sus pares, con la gente que m¨¢s pod¨ªa entenderle y ayudarlo. Se sali¨® de la tribu y qued¨® se?alado como leproso, aunque, en este tema, el tiempo le dio toda la raz¨®n: el castrismo es un horror.
Como la edad suele hacernos m¨¢s vehementes, sigue siendo alguien que mancha: de ah¨ª el latiguillo machac¨®n que antes mencion¨¦. Pero para m¨ª ha sido un modelo de honestidad intelectual y de coraje. Me ha ense?ado a luchar por mis convicciones aunque sea perjudicial hacerlo (un pensamiento independiente es un lugar desolado y ventoso). Adem¨¢s, gracias a ¨¦l he desarrollado un poquito de verdadera tolerancia, porque, ?saben qu¨¦? en efecto, los dos pensamos muy distinto, y eso no impide que le admire y le respete. En fin, Vargas Llosa me lleva algunos a?os y todos empezamos a estar bastante mayores. Y aunque, como dicen en La Celestina, ¡°nadie es tan viejo como para no vivir un d¨ªa m¨¢s ni tan joven como para no morir hoy¡±, no quer¨ªa dejar pasar m¨¢s tiempo sin darle p¨²blicamente las gracias.
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