Tanta soledad
Hay mucha gente que parece madura y normal, pero que en realidad es patol¨®gicamente incapaz de vivir sola
A ra¨ªz del caso de Ana Garc¨ªa Obreg¨®n se ha discutido mucho en estos d¨ªas sobre si el hecho de ser madre en la tercera edad y utilizar los llamados ¡°vientres de alquiler¡± (terrible expresi¨®n, dicho sea de paso) son opciones leg¨ªtimas o, por el contrario, ¨¦ticamente inaceptables. Ambos temas son importantes y merecen ser debatidos en profundidad, pero no es de eso de lo que quiero hablar en este art¨ªculo, sino de una frase que dijo la actriz que me dej¨® bastante consternada: ¡°Nunca volver¨¦ a estar sola¡±. Es obvio que la desgarradora p¨¦rdida de su hijo subyace detr¨¢s de todo esto, pero la compasi¨®n y la comprensi¨®n no evitan que sea una declaraci¨®n tremenda que s¨®lo puede augurar desgracias. En primer lugar para Obreg¨®n, porque la vida nos demuestra una y mil veces que los hijos no te aseguran compa?¨ªa, y que, si has decidido ser madre (ella y otras) con ese fin utilitario, es muy posible que la decepci¨®n sea colosal. Pero terrible tambi¨¦n para todos los ni?os que son tra¨ªdos al mundo como muletas afectivas (cosa que me temo que sucede bastante), porque es el augurio de una vida probablemente asfixiante y de una lucha amarga para poder librarse de ese destino vicario. Es una frase, en fin, que amenaza penas para todos.
Qu¨¦ mal lleva el ser humano la soledad. Somos animales sociales y el aislamiento puede volvernos literalmente locos. Claro que hay varias clases de soledad, desde la existencial, porque frente a nuestro fin estamos solos (aunque creo que debe de ser consolador morir de la mano de alguien), hasta la soledad social extrema, esa especie de muerte en vida que padecen, entre otros, muchos ancianos que se quedan sin nadie. Pero tambi¨¦n existe una soledad positiva que consiste en saber convivir contigo mismo, no temerle al silencio, aprender a escuchar el murmullo de tus propios pensamientos. Y para mi sorpresa he descubierto que hay mucha gente que parece madura y normal, pero que en realidad es patol¨®gicamente incapaz de vivir sola. Lo cual es una inacabable fuente de desgracias, porque, por miedo a la soledad, puedes hacer cosas tan da?inas como emparejarte con una persona horrible, o establecer relaciones de amistad humillantes en las que te arrastras por una migaja de compa?¨ªa, o traer hijos al mundo, en fin, con un planteamiento utilitario disparatado. Nunca he entendido que no se eduque a los ni?os en el aprendizaje de esa necesaria soledad. O sabes vivir solo, o eres un esclavo de tus miedos.
Pero sin duda lo peor es el territorio helado de la soledad social, una pandemia silenciosa que se extiende y extiende como un virus secreto. ¡°La lacra del siglo¡±, la denomin¨® Tetsushi Sakamoto al tomar posesi¨®n de su cargo como ministro de la Soledad, una nueva cartera creada en Jap¨®n en 2021. No es el ¨²nico ministerio de este tipo que hay en el mundo: el primero surgi¨® en 2018 en el Reino Unido, en donde nueve millones de personas viven solas (el 13,7% de la poblaci¨®n).
S¨ª, cada d¨ªa hay m¨¢s viejos que no hablan con nadie durante meses, m¨¢s ciudadanos de todas las edades que sufren un verdadero aislamiento social. Se calcula que una de cada doce personas en el mundo experimenta una soledad no deseada, cosa que puede destruirte: aumenta hasta un 30% el riesgo de mortalidad, por no hablar de la depresi¨®n y el deterioro cognitivo. Un reciente metaan¨¢lisis hecho por la Universidad de S¨ªdney con 57 estudios en 113 pa¨ªses arroja resultados que contradicen nuestros estereotipos: en los pa¨ªses n¨®rdicos es donde menos solitarios hay (2,9% de j¨®venes, 5,3% de ancianos); en donde m¨¢s, en los antiguos pa¨ªses del Este (7,5% y 21,3%, respectivamente). Lo que sugiere que una sociedad democr¨¢tica veterana puede hacer mucho por la cohesi¨®n social y el cuidado de los m¨¢s necesitados. Hace unos meses le¨ª que los supermercados Jumbo de Holanda han puesto en sus centros 200 cajas lentas para aquellas personas que quieran aprovechar la cola del pago para hablar. Qu¨¦ gran cabeza est¨¢ detr¨¢s de esa medida: alguien capaz de mirar y de ver, alguien que ha sabido comprender que hay clientes (muchos de ellos ancianos) cuyo ¨²nico contacto con otras personas se produce cuando van a comprar al supermercado. Y es que hay que estar muy atentos para distinguirlos: los solitarios, sobre todo los viejos, son invisibles. En Espa?a hay dos millones de mayores que viven solos. A ver si aprendemos a mirarlos.
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