Mario Vargas Llosa: ¡°No me arrepiento de nada¡±
El escritor hispanoperuano y premio Nobel recibe a ¡®El Pa¨ªs Semanal¡¯ en su casa de Madrid y se confiesa sobre la literatura y la vida, a punto de ingresar en la Academia Francesa
El escritor Mario Vargas Llosa (Arequipa, Per¨², 86 a?os), premio Nobel de Literatura, recibe en una casa de espacios enormes, luz y libros. Es su famoso refugio de la calle de la Flora en el centro de Madrid, que el autor abandon¨® hace siete a?os para irse a vivir a una casa a¨²n m¨¢s famosa, la de la conocida como reina de corazones Isabel Preysler en Puerta de Hierro, tambi¨¦n en Madrid. ¡°La experiencia se vivi¨® y ya est¨¢. Ya vuelvo a estar aqu¨ª, rodeado de mis libros¡±, dir¨¢ en medio de la entrevista, riendo como si hubiese regresado a ?taca. ¡°No me arrepiento de nada, absolutamente¡±, matiza acto seguido. El escritor de cl¨¢sicos de la literatura universal como La ciudad y los perros, Conversaci¨®n en La Catedral, La casa verde, La guerra del fin del mundo o La fiesta del Chivo est¨¢ de buen humor. Observa que el periodista pide vino y cambia su petici¨®n: ¨¦l tambi¨¦n quiere vino. La conversaci¨®n se alarga una copa m¨¢s, una hora y media en la que responde a todo o casi todo. El jueves 9 de febrero ser¨¢ uno de los d¨ªas m¨¢s importantes en la vida de Mario Vargas Llosa: entrar¨¢ en la Academia Francesa; el primer escritor, desde su fundaci¨®n en 1634 por el cardenal Richelieu, que lo hace sin obra original en lengua francesa. Un hito para quien ten¨ªa Par¨ªs como un sue?o de juventud y Flaubert como un sue?o de estilo.
A los acad¨¦micos franceses los llaman inmortales.
Ser inmortal me parecer¨ªa aburrid¨ªsimo. Ma?ana, pasado, el infinito¡ No, es preferible morirse. Lo m¨¢s tarde posible, pero morirse.
?Piensa en la posteridad?
En la vida lo he hecho. Pienso en mis hijos, en mis nietos. Pero de mis libros no pienso nada.
?De verdad no piensa: ¡®Este libro se va a quedar para siempre, este otro tambi¨¦n¡¯?
Tengo libros que merecer¨ªan sobrevivirme, s¨ª. Conversaci¨®n en La Catedral y La guerra del fin del mundo. Son dos libros en los que trabaj¨¦ much¨ªsimo. Pero yo no pienso en la muerte. ?Qu¨¦ ocurrir¨¢ con mi obra despu¨¦s de muerto? No lo s¨¦, no estoy en esas.
?En qu¨¦ est¨¢?
En nada de eso. Lo que yo detesto es el deterioro. Las ruinas humanas. Es algo terrible, lo peor que podr¨ªa pasarme. Por ejemplo, ahora tengo problemas de memoria. La memoria la tuve siempre muy l¨²cida. Recordaba las cosas, y noto c¨®mo se ha empobrecido. Es inevitable: 86 a?os. Hay cosas que recuerdo m¨¢s que otras, pero¡ Algunos nombres, por ejemplo: veo las caras, pero los nombres se me han perdido.
?Es usted nost¨¢lgico?
Hasta cierto punto. Recuerdo muchas cosas que lamento que se hayan perdido. Por ejemplo, los a?os universitarios. Los recuerdo con gran lucidez. En cambio, para los de inmediatamente despu¨¦s ya entro en una especie de nebulosa. Son como unas nubes que de pronto me recuerdan hechos muy tristes, o muy alegres. Recuerdo de Bolivia al hermano que nos ense?¨® a leer: el hermano Justiniano. Era un viejecito italiano que nos hac¨ªa bailar y nos iba metiendo las letras y las conjunciones. Algo maravilloso, una de las grandes cosas que me han pasado en la vida.
El hecho fundacional de su vida: leer.
El cambio que signific¨®. De pronto entr¨¦ en un mundo que era infinito, a diferencia de Cochabamba, que era una ciudad peque?ita. Pod¨ªa viajar, y viajar en el tiempo, adem¨¢s: ir hacia el futuro, hacia el pasado. Los libros significaban una aventura siempre. Mi madre me hab¨ªa prohibido que leyera un libro que ella ten¨ªa en su velador. Lo recuerdo muy claro: era un libro amarillo con las letras azules, de Pablo Neruda: Veinte poemas de amor y una canci¨®n desesperada. Me acuerdo de unos versos con los que comenzaba el libro: ¡°Mi cuerpo de labriego salvaje te fecunda y hace saltar al hijo del fondo de la tierra¡±. Y entonces yo dec¨ªa: ah¨ª est¨¢ el pecado, pero ?qu¨¦ pecado? No sab¨ªa cu¨¢l era, pero sospechaba que el pecado estaba ah¨ª.
H¨¢bleme de su padre. [Ernesto Vargas, un hombre de car¨¢cter endiablado, acomplejado socialmente, se separ¨® de Dora Llosa, a la que encerraba en casa por sus celos mientras ¨¦l ten¨ªa amantes e hijos, meses antes de que Mario naciese. Hasta los 10 a?os, al ni?o se le hizo creer que su padre hab¨ªa fallecido. A esa edad, sus padres volvieron a estar juntos]
El comienzo con mi padre no fue bueno: descubro que no est¨¢ muerto. No hubo nunca un entendimiento, siempre hubo una enorme tensi¨®n. Digamos que era falta m¨ªa, s¨ª. ?l me hab¨ªa quitado a mi mam¨¢, pero adem¨¢s era un hombre muy r¨ªgido, muy duro. Mi vocaci¨®n literaria fue una manera de resistir su autoridad.
Cuenta en El pez en el agua que a su padre le desconcertaba, en realidad no le gustaba, encontrarse con su nombre ni siquiera en peri¨®dicos como The New York Times.
?l ten¨ªa la idea de que todos los escritores y poetas eran borrachos o maricones: le produc¨ªa verdadero horror. Un hijo que era escritor y se pasaba las noches en esas borracheras espantosas: esa era la idea que ¨¦l ten¨ªa de la vocaci¨®n literaria. Me meti¨® en el Colegio Militar Leoncio Prado porque pens¨® que los militares y la literatura no se llevaban bien. Le sali¨® el tiro por la culata, porque en el Leoncio Prado empec¨¦ a escribir de manera profesional: escrib¨ªa las cartas de muchos militares para sus enamoradas, a las que ellos no sab¨ªan responder. Era muy divertido leer las cartas de ellas para poder contestarlas.
A menudo en sus libros, en sus entrevistas, se le escapa esta observaci¨®n cuando habla de su juventud: ¡°?C¨®mo pude hacer tanto?¡±. No paraba de leer, de escribir, de salir, de viajar. ?Ser¨¢ porque para escritores como usted, la escritura es una actividad casi inconsciente, algo parecido a respirar?
No. En absoluto. Yo sufr¨ªa much¨ªsimo escribiendo y, al mismo tiempo, quer¨ªa mejorar. Mi estilo era muy primitivo. Necesitaba mejorarlo. En el peri¨®dico eso era imposible, porque hab¨ªa que entregar inmediatamente los papeles. Yo he sufrido mucho con el estilo. Y, adem¨¢s, siempre que me sentaba a escribir, me dec¨ªa: tienes que suprimir los adjetivos. Eso es lo importante: que no haya adjetivos.
¡°Yo siempre he procurado poner la prosa al servicio de la historia, y no la historia al servicio de la prosa¡±.
Que los personajes salgan, que vivan por su cuenta. Era muy importante que las personas no obstruyeran el lenguaje y que el lenguaje estuviera al servicio de las personas que viv¨ªan en una novela. Esa fue siempre mi obsesi¨®n. Ahora no, ahora ya no. Pero mi obsesi¨®n cuando escrib¨ªa las primeras novelas era no dar al lenguaje preferencia sobre las actividades de los personajes.
Flaubert.
El gran descubrimiento de mi vida, soy el escritor que soy por ¨¦l. Flaubert hab¨ªa enga?ado a su padre invent¨¢ndose una enfermedad ¡ªdec¨ªa que ve¨ªa luces y se desmayaba¡ª porque su padre quer¨ªa que siguiera una profesi¨®n liberal. El padre era m¨¦dico, director de hospital, y se resign¨® y lo encerr¨® en una casa en un pueblito, Croisset, y all¨ª escribi¨® Madame Bovary. Cinco a?os se demor¨®, escribiendo todos los d¨ªas. Yo¡
Usted¡
Yo pensaba en qu¨¦ sentido ten¨ªa ser escritor en un pa¨ªs como el Per¨², que no ten¨ªa editoriales y en el que hab¨ªa muy pocas librer¨ªas. Por eso so?aba con ir a Francia. Y esto fue muy divertido: llegu¨¦ a Francia y los franceses se hab¨ªan puesto de pronto a leer a los latinoamericanos. Le¨ªan a Borges, a Cort¨¢zar, a Fuentes, y despu¨¦s a Garc¨ªa M¨¢rquez. En Par¨ªs yo empec¨¦ a sentirme un peruano, un latinoamericano, y descubr¨ª que las fronteras eran artificiales: ?qu¨¦ diferenciaba a Per¨² de Colombia o de Bolivia? Nada, absolutamente nada. Hab¨ªa problemas compartidos: los golpes militares, por ejemplo, que hab¨ªan sido la pesadilla de Bol¨ªvar.
?Qu¨¦ hizo nada m¨¢s llegar a Par¨ªs?
La noche que llegu¨¦ compr¨¦, en una librer¨ªa muy famosa, La Joie de Lire (¡®El gozo de leer¡¯), que abr¨ªa hasta las doce, un ejemplar de Madame Bovary. Me pas¨¦ media noche ley¨¦ndolo. Me qued¨¦ deslumbrado con ese lenguaje tan absolutamente exacto, preciso, elegante y al mismo tiempo muy funcional.
?Qu¨¦ le pasaba en Per¨²?
Mi vocaci¨®n fue siempre la de ser un escritor, pero en el Per¨² yo ten¨ªa una gran angustia de la que me sac¨® Sartre. Me abon¨¦ inmediatamente a dos revistas francesas cuando me matricul¨¦ en la Alliance Fran?aise, que fue el mismo a?o que entr¨¦ a la universidad. Sartre era muy fuerte, te convenc¨ªa y te dec¨ªa: t¨² puedes ser de un peque?o pa¨ªs africano donde todo el mundo es analfabeto, sin embargo puedes denunciar eso, escribir sobre eso. Fui muy fiel seguidor de Sartre hasta que le¨ª, ya en los a?os sesenta, que les dec¨ªa a dos escritores africanos: ¡°Ustedes tienen que hacer la revoluci¨®n para luego hacer la literatura¡±. Me pareci¨® una traici¨®n y empec¨¦ a distanciarme de ¨¦l.
No s¨¦ si la palabra es madurar o evolucionar, pero mucha gente que empieza con Sartre acaba m¨¢s cerca de Camus.
S¨ª. Camus no ten¨ªa la formaci¨®n que ten¨ªa Sartre. No hab¨ªa le¨ªdo lo que hab¨ªa le¨ªdo Sartre, pero era mucho m¨¢s realista. Yo lo conoc¨ª. Me dijeron que estaba en uno de los teatros de los grandes bulevares de Par¨ªs, y que a las doce pod¨ªa ir yo. Fui con una revistita que sac¨¢bamos en el Per¨² y que se llamaba Literatura, de muy poquitas p¨¢ginas. Con ¨¦l estaba Mar¨ªa Casares, la gallega. Trat¨¦ de hablarles en franc¨¦s y ¨¦l me contest¨® en espa?ol. Hablamos en espa?ol un ratito y a los pocos meses se muri¨® en accidente de coche. Fue muy simp¨¢tico, muy educado.
Dijo la editora Pilar Reyes de Javier Mar¨ªas, cuando falleci¨® el autor, que si ten¨ªa un primer p¨¢rrafo, ten¨ªa una novela.
A m¨ª me importa mucho saber c¨®mo termina una historia. Y antes de empezar tomo muchas notas, hago esquemas que luego no respeto, pero me sirven. Todo eso en fichas peque?as. Pienso mucho antes de empezar a escribir. Necesito tener claro lo que voy a hacer. Me acuerdo ahora de una tarde en Par¨ªs.
?Qu¨¦ pas¨®?
El primer escritor latinoamericano que conoc¨ª all¨ª fue Cort¨¢zar. Pase¨¢bamos siempre juntos. Un d¨ªa me dijo: ¡°Esta tarde tengo que escribir Rayuela y no s¨¦ qu¨¦ va a pasar¡±. ?A m¨ª me parec¨ªa tan absolutamente incre¨ªble! ¡°?Y qu¨¦ haces? ?Te sientas a la m¨¢quina y¡?¡±, le dije. ¡°S¨ª, yo me siento y empiezo as¨ª, con los dedos, y empieza a funcionar la memoria¡±, respondi¨®. Me qued¨¦ maravillado, ?yo trabajaba tanto antes de empezar a escribir!
Cort¨¢zar.
Los Cort¨¢zar viv¨ªan muy modestamente. Ten¨ªan, nada, unos cuartitos cerca de una plaza. Luego se mudaron al barrio XIV, y ya ten¨ªan un departamento m¨¢s grande. Pero el primero que tuvieron era modest¨ªsimo, claro.
¡°Cuando ¨¦ramos m¨¢s pobres y m¨¢s felices¡±, escribi¨® Hemingway de Par¨ªs.
Yo so?aba con Par¨ªs, ve¨ªa pel¨ªculas francesas en Lima, y le¨ªa, sobre todo le¨ªa, mucho en franc¨¦s. Pero lo m¨¢s importante fue el descubrimiento de Flaubert. Eso a m¨ª me convenci¨® de que hab¨ªa que dedicarse a la literatura como Flaubert: trabajar cada frase, cada palabra, leer en voz alta y sentir que corre el texto, que es deslumbrante. Y, sobre todo, tener horror a los adjetivos.
La hegemon¨ªa del verbo.
As¨ª est¨¢n hechas La ciudad y los perros, La casa verde y Conversaci¨®n en La Catedral. Me da la impresi¨®n de que la primera novela importante que escribo es Conversaci¨®n en La Catedral. Es una novela que salta mucho sobre La ciudad y los perros o sobre La casa verde. M¨¢s s¨®lida, m¨¢s compleja. Va mas all¨¢ de la descripci¨®n de los grandes problemas peruanos.
?C¨®mo se le ocurre?
Hab¨ªa una peque?a fonda a la que fui a recoger un perrito que ten¨ªa que se llamaba Batuque, y entonces vi que dos negros mataban a unos perros a palazos. Los met¨ªan en una bolsa y los golpeaban. Sal¨ª de ah¨ª y me met¨ª en un cafet¨ªn para tomar una cerveza; ese cafet¨ªn se llamaba La Catedral. Ah¨ª se me ocurri¨® la historia de un muchacho que recib¨ªa a un ch¨®fer que ten¨ªa el padre; un muchacho que hab¨ªa practicado el periodismo, y que hab¨ªa descubierto que el padre era maric¨®n, que era algo terrible en el Per¨² de esa ¨¦poca. Ser maric¨®n era la ignominia. El muchacho trata de descubrir si el ch¨®fer se acostaba con su padre. Tienen una relaci¨®n dificil¨ªsima. Y eso es toda la novela, toda, toda. Una conversaci¨®n que va aflorando en los distintos cap¨ªtulos. Me cost¨® mucho trabajo.
?Hab¨ªa algo freudiano ah¨ª?
No, en ese tiempo yo creo que no hab¨ªa le¨ªdo a Freud.
En la novela el chico periodista trata de averiguar si su padre es homosexual. En su vida, el padre del chico periodista sospecha de la sexualidad de su hijo por dedicarse a las letras.
Ah, es posible, s¨ª. No lo confirmaba nunca, pero la duda atormentaba a este muchacho.
Cuando usted public¨® La fiesta del Chivo en el a?o 2000, se le atribuye a Garc¨ªa M¨¢rquez una frase: ¡°Esto no se le hace a un viejo como yo¡±. En el sentido de que ya se cre¨ªa que ustedes dos hab¨ªan dejado atr¨¢s la edad de oro de sus grandes obras.
Fui a la Rep¨²blica Dominicana por primera vez para hacer un documental. Trujillo hab¨ªa muerto asesinado hac¨ªa a?os ya. La gente empezaba a hablar, a contar cosas, y a m¨ª me impresion¨® much¨ªsimo una de esas cosas: que se dijera que los campesinos le regalaban sus hijas a Trujillo. Pens¨¦ que era la exageraci¨®n t¨ªpica latinoamericana. Pero me dediqu¨¦ a preguntar. Conoc¨ª a un secretario que hab¨ªa pertenecido al cuerpo de ¨¦lite que proteg¨ªa a Trujillo. Un dominicano de origen ¨¢rabe, Khalil Hach¨¦. Muy simp¨¢tico, una persona mayor ya, retirado del ej¨¦rcito. Nos hicimos bastante amigos, y le pregunt¨¦: ¡°En estas giras que hac¨ªa Trujillo, ?es verdad que los campesinos le regalaban a sus hijas?¡±, y me dijo: ¡°S¨ª, ?y era un problema para el jefe, porque no sab¨ªa qu¨¦ hacer con ellas: no pod¨ªa devolv¨¦rselas a los padres!¡±.
?Eran ni?as?
?Eran ni?as que los campesinos le regalaban a Trujillo! Ah¨ª decid¨ª escribir la novela de Trujillo. Fueron m¨¢s de tres a?os, tambi¨¦n. Un trabajo terrible. Se hablaba mucho de las cosas sexuales de Trujillo. Trabaj¨¦ yendo y viniendo a la Rep¨²blica Dominicana para ver peri¨®dicos de la ¨¦poca como List¨ªn Diario. Trujillo solo se interesaba por las p¨¢ginas dedicadas a las actividades fr¨ªvolas. No se interesaba nunca por las cosas serias: solo las fiestas, los almuerzos, las comidas, los t¨¦s. Me dijo el director de List¨ªn Diario, un viejecito ya retirado: ¡°Ten¨ªamos grandes dolores de cabeza para adivinar las cosas, porque al distinguido caballero hab¨ªa que quitarle el ¡®distinguido¡¯ cuando ca¨ªa¡±. Entonces: ¡°El se?or Fulano de Tal¡±. As¨ª se enteraban las propias v¨ªctimas que hab¨ªan ca¨ªdo en desgracia: por las p¨¢ginas de sociedad.
Antes, cuando usted hablaba de los adjetivos, pens¨¦ en Garc¨ªa M¨¢rquez, que los utiliza m¨¢s.
Yo fui un gran promotor de Cien a?os de soledad. Escrib¨ª much¨ªsimos textos sobre el libro [uno de ellos, Historia de un deicidio, un ensayo monumental sobre el autor colombiano que tuvo su origen en la tesis que le vali¨® a Vargas Llosa el t¨ªtulo de doctor por la Complutense]. A Garc¨ªa M¨¢rquez, en realidad, lo conoc¨ª a trav¨¦s de cartas. Yo viv¨ªa en Inglaterra, y ¨¦l en M¨¦xico. Nos escribimos. Intentamos escribir una novela sobre la guerra entre Per¨² y Colombia que hab¨ªa ocurrido en la selva amaz¨®nica, en Leticia.
?A cuatro manos?
Quer¨ªamos escribir entre los dos una novela, pero era imposible, porque Garc¨ªa M¨¢rquez sab¨ªa mucho m¨¢s de esa guerra y para m¨ª era muy borrosa. Nos escribimos much¨ªsimas cartas que est¨¢n en Princeton.
Ya en Barcelona se tratan.
Me hubiera quedado en Inglaterra porque me gustaba ense?ar. Pero un d¨ªa Carmen Balcells [agente literaria de Vargas Llosa] lleg¨® y abri¨® la puerta de un patad¨®n con regalos para mis hijos, y me dijo: ¡°Te vas esta misma tarde a Barcelona¡±. Y le digo: ¡°Pero ?est¨¢s loca? ?C¨®mo se te ocurre esto? Tengo dos hijos a los que mantener¡±. Y ella: ¡°Vas a ganar lo que ganas en la universidad si te vas a Barcelona¡±. A Carmen Balcells ten¨ªas que hacerle caso o matarla, porque no hab¨ªa intermedio. Entonces renunci¨¦. Mi jefe de la universidad me dijo: ¡°?Vas a vivir de tus derechos de autor? ?Est¨¢s loco! ?Nadie vive de sus derechos de autor, nadie! ?Si tenemos que pagar para ser publicados!¡±. Entonces dije: ¡°Pues estoy loco, pero es que para quedarme tengo que matar a Carmen Balcells, y estar¨ªa m¨¢s loco a¨²n¡±. Y nos fuimos.
Barcelona.
Viv¨ª all¨ª cinco a?os maravillosos. En Barcelona se produjo, gracias a Carmen Balcells y Carlos Barral, ese reencuentro entre los escritores latinoamericanos y espa?oles que hab¨ªan estado cuarenta a?os d¨¢ndose las espaldas. Las editoriales espa?olas empezaron a publicar a latinoamericanos. Era otra Barcelona. No hab¨ªa independentistas, estaban considerados unos viejecitos a los que nadie hac¨ªa caso. El gran sue?o de los catalanes era la nueva sociedad, la sociedad libre, la democracia. Los espa?oles iban a Barcelona para sentirse europeos. Barcelona ten¨ªa una efervescencia cultural formidable. Todas las grandes editoriales estaban en Barcelona. A m¨ª no se me pasaba por la cabeza que alg¨²n d¨ªa el independentismo fuera, no ya mayoritario, sino tan importante. Me acuerdo de que me qued¨¦ muy impresionado cuando llegaban latinoamericanos ¡ªchicos, chicas, muy j¨®venes¡ª que llegaban como nosotros lleg¨¢bamos antes a Par¨ªs, porque en Barcelona hab¨ªa que estar, hab¨ªa que publicar libros en Barcelona, conseguir que alguna editorial de Barcelona te sacara. Barcelona prendi¨®, tuvo una riqueza internacional muy grande, y fueron latinoamericanos los que llegaban all¨ª. Me impresion¨® much¨ªsimo eso. Trabaj¨¦ tambi¨¦n, escrib¨ª Pantale¨®n y las visitadoras, y no recuerdo ahora qu¨¦ otros libros.
?Por qu¨¦ se va?
Porque al final ya se va todo el mundo. Se va Garc¨ªa M¨¢rquez a M¨¦xico. Y Patricia se queda embarazada. Me preocup¨¦ much¨ªsimo. Nos fuimos al Per¨². Adem¨¢s, mi lenguaje hab¨ªa empezado a perder una cosa peruana, y era lo que yo escrib¨ªa: yo escrib¨ªa peruano. Nos fuimos en barco: fue un viaje maravilloso en el que par¨¢bamos en todas partes.
Le leo un titular de Jaime Bayly en Caretas, de Per¨²: ¡°Pasar¨¢n trescientos a?os antes de que los peruanos tengamos otro genio de la estatura de Vargas Llosa¡±.
Ah, ?s¨ª? ?Eso dice Bayly? Bueno. [r¨ªe]
Va a publicar dentro de dos meses un libro que se titula Los genios.
?Y qui¨¦nes son los genios?
Usted y Garc¨ªa M¨¢rquez.
?Ah, bueno! [r¨ªe] No sab¨ªa.
[El 12 de febrero de 1976, tras llevar tiempo sin verse, Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez fue a saludar a Mario Vargas Llosa en M¨¦xico D. F. y este le dio un violento pu?etazo, el pu?etazo m¨¢s famoso -y misterioso- de la literatura universal: los dos se negaron a hablar nunca de ¨¦l, y desde entonces rompieron su amistad para siempre] ?Qu¨¦ puede llevar a romper una amistad como la que ten¨ªa usted, tan ¨ªntima, de tantos a?os, con Garc¨ªa M¨¢rquez?
Mujeres, simplemente.
Se ha elucubrado tanto. A ver qu¨¦ dice Bayly en el libro.
Ese libro ser¨¢ un mont¨®n de mentiras. Claro, horrible.
Ha tomado partido en numerosas elecciones, en los ¨²ltimos tiempos, casi siempre sin fortuna.
He tomado partido porque esa es la herencia de Sartre, tomar partido siempre. He tomado partido contra el ¨²ltimo presidente de Per¨² que hemos tenido. Le escuch¨¦ decir que hab¨ªa que acabar con la miner¨ªa en el Per¨² para que la cosa ecol¨®gica funcionara mejor. Acabar con la miner¨ªa en el Per¨² es un disparate que no tiene ni pies ni cabeza, porque, si alguna vez el Per¨² va a crecer y a desarrollarse, ser¨¢ a trav¨¦s de la miner¨ªa: las monta?as tienen una fant¨¢stica colecci¨®n de minerales. Dios m¨ªo, este personaje. No me extra?a nada que haya querido dar un golpe de Estado. Este pa¨ªs vot¨® por ¨¦l, pero inmediatamente se arrepinti¨® y trat¨® de sacarlo, y ¨¦l termin¨® intentando dar un golpe de Estado ?sin hablar con los militares, que son los ¨²nicos que saben de golpes de Estado! [r¨ªe]
En 2006 dijo que hab¨ªa publicado, a los 70 a?os, su primera novela de amor, Travesuras de la ni?a mala. ?No es muy tarde?
Hay historias de amor en otras obras, pero secundarias: el grueso de la novela es siempre m¨¢s importante que la historia de amor. Los temas no se dieron.
?C¨®mo sale uno de la tuneladora de la prensa rosa?
No haciendo ninguna declaraci¨®n. Yo no he hecho ninguna sobre Isabel [Preysler, su ¨²ltima pareja]. Y he tenido durante un mes periodistas desde las siete de la ma?ana plantados en el portal. Sal¨ªa a caminar y ya me los encontraba.
Ha vivido unos a?os en la civilizaci¨®n del espect¨¢culo que denunciaba en su ensayo y¡
[R¨ªe] Yo no voy a hablar de Isabel, para nada.
Pero la experiencia¡
La experiencia ha sido magn¨ªfica, pero no literaria. No se puede convertir en una novela, eso.
No se puede aprovechar.
No, para nada. Absolutamente. He terminado una novela sobre la m¨²sica peruana, sobre el vals peruano.
?No cree que un premio Nobel con un personaje de sociedad como Isabel Preysler es un asunto interesante para un escritor?
No, no voy a escribir una novela sobre esto, para nada, ni voy a hablar de ella.
Pero reconozca que esos dos mundos¡
S¨ª, son dos mundos muy distintos, muy separados. Pero bueno. La experiencia se vivi¨® y ya est¨¢, vuelvo a estar en mi casa, rodeado de mis libros.
Le dec¨ªa a Juan Cruz en EL PA?S en 2015: ¡°Qui¨¦n me iba a decir que iba a estar viviendo una gran pasi¨®n y organizando mi vida como si fuera a vivir eternamente¡±.
No voy a hablar de eso [r¨ªe].
?Se arrepiente de algo?
No me arrepiento de nada, absolutamente.
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