El demonio del mediod¨ªa
En un mundo de im¨¢genes fugaces, lo habitual es la atenci¨®n menguante, nutrida con comida mental r¨¢pida
Sorprende que alguien nos sostenga la mirada largo tiempo, que nos escuche con total intensidad. En un mundo de im¨¢genes fugaces, lo habitual es la atenci¨®n menguante, saltarina, nutrida con comida mental r¨¢pida, brincando de la pantalla a la prisa. Sin embargo, no podemos estar pendientes de todo a la vez. El cerebro est¨¢ preparado para pensar conscientemente en una sola cosa, y esta limitaci¨®n fundamental no ha cambiado en miles de a?os. Si le exigimos pasar r¨¢pido de una tarea a otra, sus malabarismos nos provocan una sensaci¨®n de omisi¨®n y de exceso. ?Qu¨¦ me acabas de preguntar? ?Qu¨¦ le¨ª en las redes que me dej¨® inquieta? ?Ha llegado otro mensaje? Hacemos m¨¢s, s¨ª, pero con eficacia decreciente. Todos nuestros logros perdurables han requerido gran dedicaci¨®n: volcarnos en una sola tarea, sin interrupciones, se ha convertido hoy en un acto de rebeld¨ªa.
No estamos solos. Los monjes del cristianismo primitivo, deseosos de ausentarse del mundo para concentrarse en Dios, descubrieron pronto la dificultad de su empe?o. Fueron tal vez los primeros en dar la batalla de la atenci¨®n. El escritor y asceta Juan Casiano, fundador de una importante abad¨ªa en el siglo V, describi¨® en t¨¦rminos psicol¨®gicos muy precisos un problema que obsesionar¨ªa a los te¨®logos medievales: la aced¨ªa. El monje acedioso no consigue controlar su mente ni perseverar en su tarea. Aparta la mirada y su imaginaci¨®n se extrav¨ªa. Exhausto, hambriento, siente ansiedad ¡°y una absurda confusi¨®n se apodera de ¨¦l como una tiniebla repugnante¡±. Los monjes estaban vigilados y, cuando eran sorprendidos en ese estado de distracci¨®n, los consideraban pose¨ªdos. Casiano afirm¨® que esta enfermedad era provocada por los demonios del mediod¨ªa, ya descritos en los textos m¨¢gicos paganos. Diablos distintos a los que nos aterrorizan de noche. Seres malignos que instilan el hast¨ªo y la impaciencia, responsables de la insolaci¨®n, la fiebre y el desasosiego, hermanos de las sirenas que desviaban a los marineros de su ruta con tentadores cantos.
Tal vez intuyendo el inmenso poder del demonio meridiano ¡ªseg¨²n mis conjeturas, ac¨¦rrimo adversario del ¨¢ngel de la siesta¡ª, la fil¨®sofa irlandesa Iris Murdoch construy¨® su ¨¦tica alrededor de la idea de concentraci¨®n como aprendizaje y entrenamiento. Reclamaba ¡°una mirada justa y amorosa, dirigida sobre la realidad individual¡±. Esa ¡°atenci¨®n amorosa¡± implica captar qu¨¦ necesita el otro. No se trata de enunciar una norma y actuar siempre de acuerdo con ella, sino de remediar la sed y la angustia de cada cual en su particularidad. El amor atento ser¨ªa la herramienta moral que nos ayuda a captar la realidad de una persona al orientar la atenci¨®n hacia ella. En su ensayo La idea de perfecci¨®n, Murdoch afirma que cambiar el modo en que miramos afecta instant¨¢neamente a nuestra forma de actuar, tambi¨¦n a nuestros lazos con los dem¨¢s. Y nos revela bellezas inadvertidas.
En una g¨¦lida y ajetreada ma?ana de enero, un hombre empez¨® a tocar el viol¨ªn en los t¨²neles del metro en Washington. A su alrededor se apresuraban m¨¢s de 1.000 personas, rumbo al trabajo. Quien presto? m¨¢s atenci¨®n fue un ni?o de tres a?os. Su madre tiraba del brazo, apurada. La escena se repiti¨® con otros ni?os, y todos los padres, sin excepci¨®n, los forzaron a seguir la marcha. Solo siete personas se detuvieron, as¨ª que el violinista recaudo? apenas 30 d¨®lares. Cuando se hizo silencio, no hubo aplausos. El agobiado gent¨ªo hab¨ªa desperdiciado la oportunidad de escuchar a uno de los mejores m¨²sicos del mundo con un viol¨ªn tasado en millones. Solo unos d¨ªas antes, Joshua Bell hab¨ªa abarrotado un teatro con entradas a precios imposibles. La actuaci¨®n de inc¨®gnito fue organizada por el diario The Washington Post como experimento social. Pretend¨ªan averiguar si percibimos la belleza en momentos de prisa, en lugares sin prestigio. Si nos detenemos a apreciarla, si reconocemos el talento en contextos inesperados. Cuando no reparamos en un don tan rotundo, qu¨¦ m¨¢s estaremos pasando por alto.
Nos define un vol¨¢til entramado de clarividencias y cegueras. Dime lo que atiendes ¡ªentiendes¡ª y te dir¨¦ qui¨¦n eres.
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