Universo Chillida: buceamos en su archivo personal para dar la dimensi¨®n del intelectual en su centenario
El 10 de enero se cumplen 100 a?os del nacimiento en San Sebasti¨¢n de Eduardo Chillida, uno de los grandes de la escultura mundial y creador imprescindible en el arte espa?ol del siglo XX. Sus cartas, fotograf¨ªas y manuscritos son testimonio de su amistad con los grandes artistas y pensadores europeos
Dejando atr¨¢s la playa de Ondarreta y enfilando la esquina ¨²ltima de San Sebasti¨¢n, tras cruzarse con lotes invariables de surferos, ciclistas, paseantes y korrikalaris, uno se planta en las rocas donde se incrustan los tres hierros gigantes que conforman el Peine del viento. A Eduardo Chillida siempre le gust¨® decir que su obra m¨¢s importante por lo colosal, lo complejo y lo enigm¨¢tico era el Elogio del horizonte (1990), que corona el cerro de Santa Catalina, en Gij¨®n, 500 toneladas de hormig¨®n asomadas al acantilado cant¨¢brico. Al menos, mientras esperaba la resoluci¨®n del que era y hoy sigue siendo su gran proyecto nunca realizado: el vaciado de la monta?a sagrada de Tindaya, en Fuerteventura, para instalar all¨ª dentro una suerte de catedral pagana en forma de cubo de 50 metros de alto por 50 de ancho. Proyecto maldito debido al papeleo burocr¨¢tico y sobre todo al rechazo de movimientos ecologistas de la isla. Aunque los designios del se?or y de la pol¨ªtica son, como es sabido, inescrutables, as¨ª que no se descarta un ¡°continuar¨¢¡±.
Pero volvamos a ese universo conceptual y creativo que habla del espacio, el tiempo, el silencio, el horizonte, el l¨ªmite, la materia y la gravedad que es el Peine, escultura marina a la vez rec¨®ndita y cercana. Y que, seg¨²n su autor, es ¡°la soluci¨®n a una ecuaci¨®n que en lugar de n¨²meros tiene elementos: el mar, el viento, los acantilados, el horizonte y la luz¡±. Chillida empez¨® a pensarla en 1951 y la instal¨® en aquellas rocas en 1977. Un artista sin prisas. Ha pasado casi medio siglo y ya hace tiempo que aqu¨ª el hierro se confunde con la piedra gracias al ¨®xido resbalando por las moles p¨¦treas bajo el constante azote del oleaje. El escenario nunca dej¨® de cambiar, siempre fue otro, y sigue si¨¦ndolo cada d¨ªa, en lo que es la demostraci¨®n perfecta de uno de los mensajes preferidos de su autor: ¡°Yo no represento, pregunto¡±. La materia como devenir. O, dicho de otro modo: ¡°M¨¢s vale ciento volando que p¨¢jaro en mano¡±.
Las sensaciones que provoca la contemplaci¨®n del conjunto escult¨®rico-arquitect¨®nico que ejecutaron al un¨ªsono Chillida y el arquitecto donostiarra Luis Pe?a Ganchegui y, si elevamos un poco la mirada, la visi¨®n tambi¨¦n de Intz-Enea ¡ªla casa familiar de los Chillida en la falda del monte Igueldo¡ª, o un paseo bajo la lluvia por el parque de esculturas al aire libre de Chillida-Leku en Hernani, o el repaso hist¨®rico a las monograf¨ªas y cat¨¢logos que muestran sus moles de hormig¨®n, acero y granito desperdigadas por ciudades de medio mundo, o la visi¨®n intimista de sus obras de reducido formato, de sus lurras (tierras), de sus gravitaciones en papel, de sus alabastros, de sus peque?os hierros o de sus dibujos, sirven ahora a modo de celebraci¨®n. La del centenario de Eduardo Chillida (San Sebasti¨¢n, 1924-2002), que se cumple el 10 de enero y que supondr¨¢ todo un despliegue de novedades editoriales, exposiciones, pel¨ªculas, homenajes y actos acad¨¦micos. Entre los primeros figuran en primer lugar una nueva edici¨®n de los Escritos del escultor, as¨ª como la cuarta entrega del cat¨¢logo razonado de su obra, proyecto monumental de 2.000 p¨¢ginas en cinco vol¨²menes a cargo de su hijo Ignacio y de Alberto Cobo, editado el pasado mes de marzo como proleg¨®meno del centenario (Editorial Nerea). En cuanto a las exposiciones, 2024 y 2025 vivir¨¢n una aut¨¦ntica fiebre de Chillida, con 14 muestras en lugares como San Sebasti¨¢n, Valladolid, Avil¨¦s, Bilbao, Mah¨®n, Getaria, Santiago de Chile, K¨¹nzelsau (Alemania) y San Diego (EE UU).
Otra posibilidad de conmemorar al creador donostiarra, uno de los artistas esenciales en el panorama escult¨®rico del siglo XX en el ¨¢mbito mundial, es bucear en su archivo personal. Y acceder a su correspondencia con los artistas, los escritores y los fil¨®sofos que lo acompa?aron, y a sus dedicatorias de amistad escritas en esas may¨²sculas suyas personales e intransferibles, dise?adas y maquetadas como si fueran peque?as joyas bibliogr¨¢ficas; y a sus fotograf¨ªas con familiares, colegas, galeristas y amigos.
El conjunto de documentos se encuentra depositado en las dependencias de Chillida-Leku y constituye un testimonio inestimable no solo de las relaciones personales del escultor y dibujante, sino tambi¨¦n ¡ªy sobre todo¡ª de c¨®mo estas influyeron en su concepci¨®n de la obra de arte, siempre cambiante merced a un permanente culto al asombro, la curiosidad, el inconformismo y la duda como profesiones de fe. Y a la espiritualidad, ya que hablamos de fe: ¡°Creo en Dios. Tengo fe. Dios me la dio. La raz¨®n quiso quit¨¢rmela en muchas ocasiones, pero no lo consigui¨® (¡) Hay espacios a los que la raz¨®n no llega. Estos espacios son solo accesibles para la percepci¨®n, la intuici¨®n y la fe, esa hermosa e inexplicable locura¡± (Eduardo Chillida. Escritos. Editorial La F¨¢brica).
El cap¨ªtulo fotogr¨¢fico del archivo constituye una aut¨¦ntica galer¨ªa iconogr¨¢fica de la cultura del siglo XX. Por ella desfilan, junto al artista, grandes personalidades a las que frecuent¨® con asiduidad, pensadores como Heidegger o Cioran, poetas como Jorge Guill¨¦n o Clara Jan¨¦s, coleccionistas y galeristas de post¨ªn como su amigo Aim¨¦ ?Maeght, artistas como Calder, Chagall, Braque, Giacometti, Mir¨®, Wifredo Lam, Jorge Oteiza¡, incluida la fotograf¨ªa del c¨¦lebre abrazo de reconciliaci¨®n entre los dos artistas en presencia de la esposa de Chillida, Pilar Belzunce, tras a?os de enemistad personal y creativa (conocido como el abrazo de Zabalaga, en 1997).
Y hablando de Pilar Belzunce, su compa?era de viaje durante 60 a?os: una de las cartas quiz¨¢ m¨¢s comprometidas y decisivas que escribi¨® nunca Eduardo Chillida, y que forma parte del archivo, se la envi¨® a ella desde Madrid en noviembre de 1945. Dec¨ªa as¨ª: ¡°Mi querid¨ªsima Pili: antes de nada, te advierto que leas esta carta con detenimiento y pensando bien en lo que en ella te digo, ya que es de suma importancia para ambos. Ya sabes, pues hemos hablado alguna vez de ello, que la carrera que sigo no me gusta o mejor dicho que no siento vocaci¨®n por ella; sabes asimismo la gran afici¨®n que siento por las artes pl¨¢sticas, afici¨®n que se ha acrecentado enormemente en los ¨²ltimos meses; todo esto te lo digo para que comprendas por qu¨¦ he decidido abandonar la carrera de Arquitectura y dedicarme al arte. No pienses que obro precipitadamente, o que no he pensado en el alcance que tiene lo que voy a hacer; todo lo prefiero a pasarme la vida entera lament¨¢ndome de haber equivocado mi camino, y sufriendo al pensar por qu¨¦ no segu¨ª mi vocaci¨®n (¡) Siguiendo el camino del arte, raro ser¨¢ que tenga nunca dos reales; esto ya sabes que no es problema para m¨ª, que estoy convencido de que el dinero no lo es todo¡±.
Uno de los peque?os tesoros de este conjunto documental son las im¨¢genes de 1969 en San Galo (Suiza) en compa?¨ªa de Martin Heidegger durante la sesi¨®n de firma del libro que publicaron de forma conjunta, El arte y el espacio, un texto del pensador alem¨¢n ilustrado por Chillida con siete litocollages. Sentado ante un gran ventanal que va a dar a las tierras campas de Zabalaga (la finca que Eduardo Chillida y Pilar Belzunce compraron en 1983 y donde inaugurar¨ªan el Museo Chillida-Leku en 2000), Ignacio Chillida, hijo del artista y viejo colaborador suyo en el taller de grabado, rememora as¨ª el encuentro de su padre con el autor de El ser y el tiempo: ¡°La cosa no vino de aita, sino de Heidegger, fue ¨¦l quien dijo que quer¨ªa hacer algo en colaboraci¨®n con Chillida. Los editores de Erker-Presse quer¨ªan un libro grande, de esos espectaculares, pero mi padre les dijo: ¡®Bueno, vamos a hablar con Heidegger y le vamos a preguntar en qu¨¦ formato suele escribir ¨¦l sus textos. Y Heidegger les contest¨® que en papeles tama?o cuartilla. Y mi padre les dijo a los editores: ¡®Pues aqu¨ª no hay discusi¨®n¡¯. Y se tuvieron que conformar¡±.
Su colaboraci¨®n con el fil¨®sofo alem¨¢n no ser¨ªa, por supuesto, la ¨²nica de este estilo. Cuatro a?os despu¨¦s, en 1973, Chillida ejecutar¨¢ 16 xilograf¨ªas para ilustrar M¨¢s all¨¢, poema integrado en el libro C¨¢ntico, obra cumbre del que fuera otra de sus grandes amistades, el poeta Jorge Guill¨¦n, a quien hab¨ªa conocido en Harvard en 1971. Su verso ¡°Lo profundo es el aire¡± dar¨ªa lugar a una serie de esculturas en alabastro por parte de Chillida, especialmente la que se instal¨® en 1982 en Valladolid, Lo profundo es el aire. Homenaje a Jorge Guill¨¦n, como tributo a su amigo. El poeta Jos¨¦ ?ngel Valente ser¨ªa otro de los escritores que unir¨ªan sus textos a las ilustraciones del artista, y viceversa.
Especialmente estrecha fue la relaci¨®n de Eduardo Chillida con el fil¨®sofo Emil Cioran. En una de las cartas que le dirige el autor de Breviario de los vencidos, este le invita a comer en su casa de la calle l¡¯Od¨¦on de Par¨ªs: ¡°Le aviso, ser¨¢ un almuerzo asc¨¦tico, excepto el vino, que est¨¢ aqu¨ª esper¨¢ndole desde hace a?os¡±. En otra, el pensador rumano afincado en la capital francesa le comenta su reciente viaje a San Sebasti¨¢n, lamentando no haber tenido tiempo para visitarle: ¡°Hab¨ªa quedado con mi amigo Savater y con unos amigos suyos¡ y ya no pude ir, pero s¨ª fui a admirar tu combate con el viento y el mar y tu forma de provocar el infinito¡± (se refiere al Peine del viento).
Kosme de Bara?ano es uno de los mayores expertos en la obra de Eduardo Chillida, adem¨¢s de amigo suyo, autor de numerosos textos sobre ¨¦l y comisario de alguna de sus grandes exposiciones. Explica as¨ª el cruce de caminos conceptuales entre el pensamiento y la creaci¨®n art¨ªstica dentro de la trayectoria de Chillida: ¡°Es un escultor, no un fil¨®sofo, pero el arte es una forma de pensamiento, y es cierto que ¨¦l transmite mensajes que son captados por los fil¨®sofos, en primer lugar por el gran pensador franc¨¦s de los a?os cincuenta Gaston Bachelard. ?l se da cuenta de que el mensaje que est¨¢ escribiendo sobre el espacio se encuentra directamente en la obra de Chillida. Y ya en los sesenta es el Heidegger que escribe El arte y el espacio quien le pide a su editor suizo que la obra que acompa?e a sus escritos sea la de Chillida. Es decir, lo que hay es como una modulaci¨®n de frecuencia entre grandes pensadores y un gran artista en un momento determinado¡±.
De Bara?ano considera la obra del autor de Rumor de l¨ªmites como uno de los grandes corpus art¨ªsticos del siglo XX: ¡°En ese siglo hay una nueva escultura que abre Brancusi, con la que la obra vuelve a la tierra, a crecer desde la tierra, como ocurre con los monolitos de piedra. Hay otra que vuelve al aire, la de Calder y sus m¨®viles. Hay un tercer tipo de escultura que es la de Giacometti, que la reduce al trazo m¨¢s m¨ªnimo. Y hay una cuarta, que vuelve a la forma cl¨¢sica pero desde una nueva concepci¨®n espacial y matem¨¢tica, que es la de Chillida¡±. Y, al mismo tiempo, lamenta el trato que se le ha dado tradicionalmente a su trayectoria: ¡°No se le ha hecho justicia, hemos tenido en casa a uno de los grandes y por desgracia no ha sido reconocido. La primera retrospectiva que se le dedica en su ciudad natal la hago yo en 1992 en el palacio de Miramar de San Sebasti¨¢n¡ y la primera retrospectiva que se le hab¨ªa hecho en el mundo hab¨ªa sido 26 a?os antes, en el Museo de Houston en 1966. Veintis¨¦is a?os de retraso¡±.
Otra de las relaciones personales m¨¢s ins¨®litas que deja traslucir el Archivo Chillida es la que sostuvo con la poeta Clara Jan¨¦s. Veinte a?os transcurrieron desde que el escultor y la escritora ¡ªa quienes un¨ªa la obsesi¨®n por la cuesti¨®n del l¨ªmite y el espacio¡ª empezaron a hablar sobre la posibilidad de un libro a dos manos. La indetenible quietud. En torno a Eduardo Chillida (Ediciones Siruela) vio finalmente la luz en 1998 y fue presentado en el Museo Reina Sof¨ªa. Entre medias, dos d¨¦cadas de cartas, encuentros, conversaciones y requerimientos.
Pero pocas correas de transmisi¨®n afectivas tan intensas como la que se establec¨ªa entre Chillida y Joan Mir¨®. ¡°Eran muy muy cercanos¡±, recuerda Ignacio Chillida. ¡°Mir¨® era como un ni?o, lo fue siempre, hasta su muerte, y eso, claro, se trasluce en su obra. Sol¨ªa escribir a mi padre para pedirle opini¨®n sobre tal o cual obra que hubiese hecho, para pedirle opini¨®n sobre asuntos pol¨ªticos, para cualquier cosa¡ Mucha gente no lo sabe, pero mi padre, cuando prohibieron instalar Lugar de encuentros III (popularmente conocida como La sirena varada) en el paseo de la Castellana de Madrid, le regal¨® la escultura a Joan Mir¨®, y la colocaron en la entrada de la Fundaci¨®n Mir¨® de Barcelona. Estuvo all¨ª como dos a?os, y cuando al fin dieron el permiso, Mir¨®, sin que mi padre se atreviera a ped¨ªrselo, la devolvi¨®. O sea, que en realidad Joan Mir¨® regal¨® La sirena varada a la ciudad de Madrid¡±.
Mireia Massagu¨¦, directora del Museo Chillida-Leku, considera que la profunda inquietud intelectual de Eduardo Chillida reflejada en todos estos documentos del archivo influy¨® directamente en su obra: ¡°Esa inquietud le fue abriendo muchas puertas, como la posibilidad de ir a Par¨ªs, primero, y la de conocer a los que ser¨ªan sus galeristas, los Maeght, y a tantos grandes artistas, despu¨¦s. Era alguien que se hac¨ªa preguntas incesantemente, que le¨ªa much¨ªsimo y que se interesaba por todo, pero adem¨¢s era una persona superintuitiva que ¡ªcomo muchos grandes artistas¡ª se dejaba llevar por una pulsi¨®n interna, siguiendo un camino que sabe que va a encontrar. Y lo encuentra. Eso es la intuici¨®n¡±.
Pero no solo de arte y pensamiento vive el Archivo Chillida, ni solo de alabastro, hormig¨®n, madera y hierro vivi¨® su protagonista. Su compromiso ¨¦tico y est¨¦tico se alarg¨® a veces a lo que ¨¦l interpretaba como compromiso ciudadano. Y as¨ª, surgen varias cartas con el trasfondo de espinosas cuestiones materializadas en tres misivas, una de ellas dirigida en mayo de 1977 al entonces rey Juan Carlos: ¡°Los presos pol¨ªticos vascos que a¨²n quedan en la c¨¢rcel son considerados por una gran mayor¨ªa de nuestro pueblo como hombres que han luchado contra una opresi¨®n intolerable ejercida por el Estado [¡] Creo que ser¨ªa de gran importancia que V. M. pudiera ver con ojos de vasco el problema de la amnist¨ªa total¡±. Dos d¨¦cadas m¨¢s tarde, en 1996, Chillida se dirige a ETA pidiendo la liberaci¨®n del empresario Jos¨¦ Mar¨ªa Aldaya, secuestrado por los terroristas durante casi un a?o: ¡°Demostrarnos que sois capaces de hacer una buena acci¨®n. Soltar a Aldaia y colaborar para buscar la paz para todos¡±. El a?o siguiente, 1997, escribe de nuevo a la banda criminal para reclamar la liberaci¨®n de Miguel ?ngel Blanco: ¡°Vuestra actitud est¨¢ da?ando a este pueblo y a cualquier hombre bien nacido. Soltar a Miguel ?ngel y que entre todos seamos capaces de arreglar en paz y di¨¢logo todos los problemas¡±. Chillida fue miembro de la primera comisi¨®n gestora proamnist¨ªa, hasta diciembre de 1977, y dise?¨® el logotipo de la organizaci¨®n. Posteriormente, declarar¨ªa no haber estado nunca de acuerdo con ETA y calific¨® de ¡°locura¡± su actividad terrorista en tiempos de democracia. En 1994, en el transcurso de un encuentro con su hija Susana recogido en el libro Eduardo Chillida. Conversaciones, le dir¨ªa lo siguiente: ¡°He hecho cosas que despu¨¦s se ha demostrado que no eran lo que yo pensaba. He apoyado movimientos de los que despu¨¦s me he tenido que retirar¡±.
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