La palabra jud¨ªo
En castellano la palabra jud¨ªo todav¨ªa puede ser un insulto. Lo sostiene, entre otros, el ¡®Diccionario¡¯ de la RAE
?Qu¨¦ significa ser jud¨ªo? Yo debo serlo: mi madre lo es porque su madre lo fue porque su madre lo fue. As¨ª que soy jud¨ªo, aunque, en la pr¨¢ctica, me define m¨¢s ser escritor o hincha de Boca. Pero lo soy, aun si no termino de saber qu¨¦ es eso. Ser jud¨ªo, dijo alg¨²n jud¨ªo, es preguntarse qu¨¦ significa ser jud¨ªo.
No es, sin duda, una religi¨®n, y esa es su originalidad. Nadie dir¨ªa soy cat¨®lico porque sus antepasados lo fueron. Dir¨ªa, si acaso, soy espa?ol, soy mexicano, soy croata, y cat¨®lico si creyera en su dios. Los jud¨ªos no: para ser uno, alcanza con ser hijo de una. No es una decisi¨®n, es una herencia; no es una creencia, es una tradici¨®n.
Ser jud¨ªo es, para m¨ª, una manera de leer la historia, recordar un recorrido de milenios por todo tipo de vicisitudes, recordar tantos fil¨®sofos y m¨²sicos y sastres y obreros que lo fueron, recordar que a mi bisabuela Gusztawa Rosenberg la asesinaron los alemanes en Treblinka, y recordar con orgullo que los jud¨ªos fueron uno de los muy pocos pueblos que vivieron siglos sin Estado ni reyes ni dinero ni c¨¢rceles. Esa era su distinci¨®n, su diferencia ¡ªque les vali¨® persecuciones y matanzas. Todav¨ªa, en castellano, la palabra jud¨ªo puede ser un insulto. Lo sostiene el Diccionario de la RAE: una de sus acepciones es ¡°persona avariciosa o usurera¡±. Y los se?ores acad¨¦micos la mantienen y muchos hispanoparlantes lo creen. Como se creen, ahora, que jud¨ªo e israel¨ª son sin¨®nimos.
Fue una pena: a mediados del siglo pasado, cuando la masacre super¨® todo lo previsible, la respuesta de algunos jud¨ªos consisti¨® en perder su diferencia, armar un Estado, armarlo, parecerse a los otros. Yo lamento que se haya creado ese pa¨ªs: hubiera sido mejor seguir mezcl¨¢ndonos, movi¨¦ndonos, descreyendo de ej¨¦rcitos y jefes. Pero entonces no parec¨ªa posible, y ahora somos muchos los que lamentamos que Israel ¡ªcomo Ir¨¢n, Arabia, El Salvador¡ª haya sido secuestrado por una camarilla de extrema derecha y que, so pretexto de haber sido v¨ªctimas, haga v¨ªctimas a otros.
Soy jud¨ªo, dec¨ªa. Y eso, pese a lo que suponen muchos ignorantes, no supone que defienda a Israel. Por eso lamento tambi¨¦n que tantos espa?oles y ?americanos se crean ¡ªo pretendan creer¡ª que jud¨ªo e israel¨ª son la misma cosa y, peor, que israel¨ª y Gobierno israel¨ª tambi¨¦n lo son. Son muchos los israel¨ªes y somos muchos los jud¨ªos que no compartimos sus pol¨ªticas ¡ªcomo fueron muchos los norteamericanos que no quisieron pelear contra Vietnam, muchos los espa?oles que no apoyaron los asesinatos franquistas.
Por eso me duele que la violencia del Estado de Israel sirva para refrescar el antisemitismo cl¨¢sico. Me duele, por ejemplo, la ligereza con que tantos periodistas atribuyen el apoyo norteamericano a Israel a un supuesto ¡°lobby jud¨ªo¡±, tan poderoso y rico que obliga al Gobierno de EE UU a defender a sus correligionarios. Es la versi¨®n actual de esa panfleter¨ªa que, durante siglos, pretendi¨® que todos los jud¨ªos eran ricos, avaros, prestamistas rapaces, mentirosos: la vieja ¡°conspiraci¨®n judeo-mas¨®nica¡±, el Diccionario de la RAE. ?No es m¨¢s simple entender que Estados Unidos necesita una avanzada en una de las regiones m¨¢s explosivas del planeta y que por eso sostiene a Israel desde hace casi 80 a?os? ?O que cuando vende inn¨²meras armas a Israel el que gana fortunas es el famoso complejo industrial-militar norteamericano, sus fabricantes de armas ¡ªtodos muy gentiles¡ª, que forman un lobby tanto m¨¢s poderoso que cualquier junta jud¨ªa? ?O que por eso el desdichado presidente Biden sigue perdiendo votos pero no detiene la masacre de Gaza?
Parece que no: que nos resulta m¨¢s familiar hablar de esos ¡°lobbies jud¨ªos¡±, oscuros y siniestros, en la mejor tradici¨®n del antisemitismo europeo. El Gobierno ultra de Netanyahu mata por la misma raz¨®n que muchos otros: para aferrarse a su poder. Es lo que hizo el general Galtieri cuando quiso invadir las Malvinas o el cabo Hitler cuando quiso hacerse con Europa. M¨¢s all¨¢ de que ese hombre sea jud¨ªo o mahometano o hincha de River Plate, lo que importa son sus ambiciones, su pol¨ªtica, su idea del mundo ¡ªque se parece mucho m¨¢s a las de Trump, Orban o Bukele que a las de millones de jud¨ªos.
Yo ¡ªya queda dicho¡ª soy jud¨ªo: no tengo nada que ver con se?ores como Netanyahu, de la misma forma en que soy espa?ol y rechazo a Abascal, argentino y rechazo a Milei. Pero a muchos les conviene mantener la confusi¨®n: que el Gobierno israel¨ª no lo hace por ultraderechista, que lo hace por jud¨ªo. La falacia es el producto de siglos de discriminaci¨®n: ser¨ªa bueno aprovechar esta desgracia para empezar a corregirla.
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