La oraci¨®n de Baba Sy: c¨®mo el dj senegal¨¦s rescata la memoria de los africanos que mueren tratando de llegar a Europa
El tambi¨¦n productor musical y activista ha creado a un ¡®alter ego¡¯ llamado Pasaporteman, concebido como ¡°el Superman de la di¨¢spora africana¡±
¡°Lo primero que pierde un africano en cuanto llega a Europa es su cultura¡±, nos cuenta Baba Sy, dj, productor musical y activista senegal¨¦s residente en Barcelona. A cambio, a?ade, ¡°recibe un carrito de supermercado para que se dedique a recoger chatarra. Y eso es todo lo que la gente ve. El carro y al hombre de piel negra que lo empuja. El chatarrero que viene de muy lejos, el buscavidas, el extra?o, la amenaza¡±. Sy insiste en que los que cruzan el Estrecho o el brazo de mar que separa Senegal, el S¨¢hara y Mauritania de las islas Canarias son individuos dignos, ¡°con su identidad, sus valores, su inteligencia, sus cualidades y sus principios¡±. Gente, muy a menudo, bien formada, con inquietudes y, adem¨¢s, ¡°aut¨¦nticos guerreros, porque el salto a Europa es una terrible prueba, tanto f¨ªsica como psicol¨®gica, que te obliga a enfrentarte no solo al mar, sino tambi¨¦n a m¨²ltiples peligros y a tus miedos¡±.
?l es un producto m¨¢s de esa di¨¢spora, pero tambi¨¦n, seg¨²n asume con naturalidad, ¡°un privilegiado¡±. Despu¨¦s de todo, no tuvo que afrontar el atroz viaje inici¨¢tico a trav¨¦s de redes migratorias clandestinas, que cuesta la vida a alrededor de 1.300 africanos cada a?o. Sy, de etnia fulani, nacido en la ciudad industrial de Thi¨¨s en 1986 y criado en Dakar, lleg¨® a Canarias a bordo de un avi¨®n con el cambio de siglo, poco despu¨¦s de cumplir 14 a?os. En el archipi¨¦lago se reuni¨® con su madre, pudo completar sus estudios, jug¨® al f¨²tbol con cierto ¨¦xito en varios clubes locales, trabaj¨® en empresas de automoci¨®n, cafeter¨ªas y tiendas, y empez¨® a probar suerte en el mundo de la m¨²sica.
En 2005, tras un corto periodo con sus hermanos en Mallorca, recal¨® en Barcelona. En su nueva ciudad de adopci¨®n conseguir¨ªa muy pronto abrirse paso como dj, con unas inquietas y desprejuiciadas sesiones en la sala Razzmatazz (a menudo, en compa?¨ªa del selector Miquel P¨¤mies, primo de una de las estrellas de la escena local, DJ Buenri) que hoy recuerda como su aut¨¦ntico bautismo de fuego en las cabinas. Por entonces, la escena electr¨®nica de la capital catalana era un monocultivo de la electr¨®nica g¨¦lida de inspiraci¨®n alemana. ?l se trajo en el zurr¨®n el inter¨¦s por el hip hop senegal¨¦s e internacional, el jungle, el drum and bass, el UK garage, la electr¨®nica afrolatina y, en general, casi cualquier sonido que integrase una cierta dosis de polirritmia africana. M¨¢s que perforar t¨ªmpanos y dislocar caderas, se propuso desde el principio divulgar los sonidos del ?frica urbana, mestiza y contempor¨¢nea, un ecosistema cultural y humano ¡°que poco tiene que ver con esa ?frica de postal ex¨®tica que muchos europeos imaginan¡±.
Sy nos recibe en la nave industrial de FOC, el centro cultural autogestionado del barrio barcelon¨¦s de la Marina del Prat Vermell, entre el mar, la monta?a de Montju?c y el pol¨ªgono industrial y log¨ªstico de Zona Franca. En este espacio, compartido con la escuela experimental de artes Choro y la galer¨ªa independiente Cordova, tiene su sede Jokkoo, el proyecto de dinamizaci¨®n y activismo antirracista que Sy y la dj catalana de origen senegal¨¦s Maguette Dieng fundaron en 2017. Hoy, el colectivo cuenta con seis miembros de perfiles complementarios, hijos todos del ¨¦xodo. Aqu¨ª organizan, seg¨²n cuenta Baba, ¡°talleres de producci¨®n musical y de eventos, conciertos y sesiones de dj experimentales y minoritarios (arte marginal, como nos gusta llamarlo), charlas, performances¡ De todo¡±. Han participado tambi¨¦n en las fiestas del barrio, en actividades participativas orientadas a adolescentes, ancianos o reci¨¦n llegados, as¨ª como en las jornadas de arte independiente que Choro organiza en el cercano centro juvenil La B¨¤scula. Sy muestra el amplio espacio central di¨¢fano, conocido como ¡°la Playa¡± y parecido a un hangar de aviaci¨®n, en el que toman cuerpo sus iniciativas m¨¢s audaces: ¡°Cualquier idea que no tenga cabida en un club convencional, pero tal vez s¨ª en galer¨ªas alternativas y espacios como el Macba o La Casa Encendida (en Madrid), con los que colaboramos habitualmente, pasa primero por este sitio, que es nuestro laboratorio y nuestra incubadora de proyectos. Nos gusta que est¨¦ en un barrio perif¨¦rico, popular y con una oferta cultural m¨¢s bien escasa. Mejor intentar crear comunidad en un entorno as¨ª que en un lugar en el que ya tienen de todo¡±.
Sy nos invita a compartir un agua de jengibre en el altillo en que ha instalado su despacho, una habitaci¨®n donde el graznido de las gaviotas se mezcla con los temas del proyecto musical paralelo del que quiere hablarnos, su nuevo alter ego, Pasaporteman. Se trata, seg¨²n cuenta, de ¡°un concepto y un personaje¡± concebido como ¡°el Superman de la di¨¢spora africana¡±. Un redentor, un justiciero empe?ado en preservar la memoria ¡°de los que mueren casi a diario en el dif¨ªcil tr¨¢nsito a Europa¡±, y que van a parar a ese par de gigantescas fosas comunes en que se est¨¢n convirtiendo el oc¨¦ano Atl¨¢ntico y el desierto mauritano y saharaui. A Sy, un hombre cordial y emp¨¢tico, que se expresa en un m¨¢s que correcto castellano con suave acento canario salpicado de palabras en franc¨¦s, ingl¨¦s y wolof, se le estrangula la voz cuando hace referencia a esta cat¨¢strofe cotidiana: ¡°Si los cad¨¢veres de nuestros predecesores, tra¨ªdos por la fuerza en los siglos del comercio de esclavos o empujados a emigrar en los ¨²ltimos a?os por la necesidad y el expolio que sigue padeciendo ?frica, flotasen en ese tramo del Atl¨¢ntico que separa Senegal de Canarias, formar¨ªan un puente que permitir¨ªa a los africanos entrar en la Uni¨®n Europea andando¡±.
Bajo el paraguas de Pasaporteman, la m¨¢s comprometida de sus identidades art¨ªsticas alternativas (tiene alguna otra, como DEER, m¨¢s centrada en la electr¨®nica experimental de amplio espectro), ha dedicado sendos temas a los ¡°cementerios del mar¡± y los ¡°cementerios de arena¡± y un tercero al ¡°cementerio de la cultura¡±, que condena a los que sobreviven a la traves¨ªa a perder su identidad y sus ra¨ªces. Parte de la m¨²sica que escuchamos mientras su autor explica el concepto pertenece a esta ¨²ltima sesi¨®n, una poderosa letan¨ªa vanguardista que enlaza, sobre una tenue base r¨ªtmica y mel¨®dica, los sonidos captados por Sy durante sus ¨²ltimas vacaciones en Dakar, empezando por la llamada a la plegaria de los muecines. Es una oraci¨®n f¨²nebre dedicada tanto a los que mueren como a los que ven sepultadas sus ilusiones.
Europa, seg¨²n concluye Baba, es un islote de prosperidad material en un mundo que agoniza. Y ha optado por blindarse para no compartir su opulencia y sus privilegios: ¡°El de la inmigraci¨®n masiva es un problema complejo, lo asumo. No s¨¦ c¨®mo podr¨ªa resolverse. Tal vez ayudar¨ªa a paliarlo una pol¨ªtica seria de contrataci¨®n en origen, porque Europa necesita y va a seguir necesitando inmigrantes. Y es muy ego¨ªsta y muy mezquino pretender que vengan jug¨¢ndose la vida para ser tratados a continuaci¨®n como ciudadanos de segunda, sin apenas derechos, padeciendo la explotaci¨®n laboral y bajo riesgo de expulsi¨®n continua. Que los traigan aqu¨ª con un sueldo razonable, buenas condiciones laborales y un visado de seis meses que se pueda prorrogar en el caso de que todo vaya bien y ellos quieran quedarse. Tambi¨¦n considero necesaria una ayuda efectiva al desarrollo, no un simple pacto de intereses que enriquezca a¨²n m¨¢s a las ¨¦lites africanas corruptas y perjudique a los ciudadanos, como ocurre, por ejemplo, con los acuerdos pesqueros entre mi pa¨ªs y la Uni¨®n Europea¡±.
Una vez m¨¢s, admite que ¨¦l tuvo suerte, ya que pudo regularizar su situaci¨®n en Espa?a sin m¨¢s peajes que un calvario burocr¨¢tico de varios meses. Pero tambi¨¦n le toc¨® padecer el reverso oscuro de la inmigraci¨®n africana en el primer mundo: ¡°M¨¢s que un rechazo racista violento, he sufrido el doble rasero de una sociedad que practica la exclusi¨®n sistem¨¢tica. Cobrar un m¨ªsero sueldo de 30.000 pesetas mensuales cuando tus compa?eros blancos cobran 75.000 por hacer el mismo trabajo, tener que quedarme a acabar la faena cuando todos los dem¨¢s se hab¨ªan ido porque mi situaci¨®n era m¨¢s precaria que la suya y se me exig¨ªa el doble de esfuerzo si quer¨ªa conservar mi empleo. No me quejo, es lo que me toc¨® vivir y tambi¨¦n he encontrado a personas honestas que me han dado oportunidades y me han tratado dignamente sin que les importase el color de mi piel. Otros lo han pasado mucho peor que yo. Pero lo que me parece inaceptable es que se diga que los que vinimos de fuera lo tenemos m¨¢s f¨¢cil que la poblaci¨®n nativa o que se nos eche la culpa de casi todo lo que va mal en Espa?a¡±.
Pasaporteman es un proyecto que Sy define como ¡°radical y muy pol¨ªtico¡±, porque resulta imposible, en su opini¨®n, refugiarse en la moderaci¨®n y la asepsia ideol¨®gica cuando la materia prima de la que te nutres es un problema urgente y candente. En el tema dedicado a los cementerios del mar, Sy recoge testimonios de ¡°madres, hermanas y esposas¡± de los que se dejaron la vida en la traves¨ªa atl¨¢ntica y hoy ¡°alimentan a los peces¡±. M¨¢s cruda a¨²n es su visi¨®n de los cementerios de arena. De ese desierto al que van a parar algunos de los migrantes en pleno tr¨¢nsito detenidos por la polic¨ªa de Marruecos o el resto de cancerberos a sueldo que se est¨¢n encargando de proteger los accesos a la fortaleza de la Europa comunitaria: ¡°Ya ni siquiera los devuelven a sus pa¨ªses de origen. Los abandonan en el desierto sin alimentos ni recursos de ning¨²n tipo. Muchos de ellos mueren. En ese tema se explica c¨®mo las v¨ªctimas de esta terrible injusticia acaban envueltas en mortajas de granos de arena. Y c¨®mo algunas part¨ªculas de su carne y sus huesos descompuestos acaban llegando a Europa cuando sopla el viento del S¨¢hara, de manera que a los europeos les acaban entrando por la boca. Ning¨²n europeo es vegano. Todos se han alimentado en alguna ocasi¨®n de la carne de los migrantes africanos abandonados en el desierto¡±.
La pista que recoge las oraciones de los que est¨¢n a punto de perder su cultura dio pie a una performance realizada en colaboraci¨®n con Cordova y presentada por vez primera en S?lmon, Festival de Artes Vivas de Barcelona. Para la ocasi¨®n, Sy invit¨® a ¡°dos profesionales de la lucha senegalesa, un deporte tradicional muy popular en el pa¨ªs y bastante similar a la lucha canaria¡±. Iluminados por un ¨²nico foco, procedente de un carro de supermercado suspendido en el aire, los luchadores se enzarzaron en un combate ritual que consiste en unos pases de baile, una fase de tanteo y, por fin, ese duelo que Sy concibi¨® como una met¨¢fora visual del enfrentamiento con la naturaleza y el azar de los que deciden emprender la gran traves¨ªa: ¡°Part¨ª de esa imagen, dos cuerpos entrelazados, dos hombres realizando un esfuerzo f¨ªsico muy intenso, en estrecha conexi¨®n con sus cuerpos, sus mentes y su cultura, y lo convert¨ª en un concepto visual que creo que ilustra esa idea de tr¨¢nsito de un mundo a otro, con su esperanza y sus riesgos¡±.
Un esfuerzo herc¨²leo que puede conducir a una vida tal vez mejor, pero tambi¨¦n a una cierta melancol¨ªa: ¡°Siento que los africanos que nos hemos instalado en Europa tenemos la responsabilidad de tejer redes de intercambio. Conservar el contacto con nuestras ra¨ªces, darlas a conocer, contribuir a que mejore la imagen del continente. Y tambi¨¦n compartir con nuestras comunidades de origen la experiencia de haber vivido aqu¨ª y aprendido a hacer las cosas de otra manera. Esa es la esencia de Jokkoo, de Pasaporteman y de casi todo lo que hago¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.