A la espera del diagn¨®stico
Esa especie de tostadora chamuscada acaba de hacerse casi 400.000 kil¨®metros de ida y otros tantos de vuelta para acercarse a la Luna y extraerle dos kilos de tejido de su cara oculta al objeto de llevar a cabo algo parecido a una biopsia. La ¡°tostadora¡± dispon¨ªa de una caja de herramientas que inclu¨ªa, entre otros ¨²tiles, un taladro con el que horad¨® la mejilla de ese rostro furtivo y una pala mec¨¢nica con la que introdujo las muestras en la sonda. Una haza?a, en fin, semejante a la que representa viajar al subconsciente y regresar a la superficie con un trauma reprimido.
Y es que se sabe poco de la parte de atr¨¢s de nuestro sat¨¦lite como usted sabe poco de su espalda: si le mostraran una foto de ella, dudar¨ªa de la identidad del fotografiado.
La Luna es el resultado del choque formidable de dos cuerpos celestes, en principio antag¨®nicos, aunque complementarios a la larga. El Gran Impacto, que es como solemos referirnos al suceso, produjo cantidades industriales de escombros que surcaron el espacio hasta que la gravedad los oblig¨® a unirse para formar esa entidad que tanto juego viene dando a los poetas. El yin yang, como llaman los chinos a la uni¨®n de contrarios, es la madre de todas las dualidades de las que est¨¢ compuesto el universo (interior/exterior; forma/vac¨ªo; duro/blando, etc¨¦tera). Ya conoc¨ªamos el yin lunar, es decir, su parte luminosa. Ahora se trata de estudiar las cicatrices y deseos furtivos del yang para averiguar de d¨®nde venimos. Con ese objeto, la sonda china Chang¡¯e 6 ha tumbado a la Luna en el div¨¢n. Quedamos a la espera del diagn¨®stico.
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