Los ¡®Caravaggios¡¯ perdidos (y dudosos) del genio lombardo
Con unas 80 obras reconocidas, fue un pintor prol¨ªfico que vio desaparecer sus cuadros entre desastres naturales, olvidos y atribuciones err¨®neas
N¨¢poles. Es la tarde del 26 de julio de 1805. La bah¨ªa oscurece tranquila. El Vesubio lleva casi 2.000 a?os sin reclamar su parte del volc¨¢n perdida. El calendario descuenta el D¨ªa de Santa Ana. Un temblor y todo cambia. La tierra se abre igual que loza cuarteada y un terremoto derrumba parte de la ciudad. ¡°De s¨²bito se levant¨® un viento fresco y vehemente, que se volvi¨® m¨¢s violento y fuerte hasta tornarse arremolinado; y le acompa?¨® un estruendo espantoso¡±, escribe Giuseppe Saverio (1746-1825), historiador napolitano. Debemos imaginar un instante de silencio absoluto y despu¨¦s el estr¨¦pito del espanto. Vidas perdidas, construcciones, tesoros.
En el centro de la ciudad, la espl¨¦ndida iglesia de Sant¡¯Anna dei Lombardi, fundada en 1441, apenas aguanta. Desaparecen tres cuadros de Caravaggio encargados en 1607 por el comerciante de B¨¦rgamo Alfonso Fenaroli. Una Resurrecci¨®n de Cristo, un San Francisco y un San Juan Bautista. La historiadora Mia Cinotti estimaba, en su monograf¨ªa Caravaggio (Bolis Edizioni, 1991), que las obras extraviadas del genio lombardo rondaban las 74. Cuatro, al menos, fueron encargadas por virreyes o nobles espa?oles en N¨¢poles. Es la ciudad donde se pierden los mejores cuadros. En una producci¨®n reconocida de unas 80 telas.
Todo amante del arte sue?a con el milagro de que surja un lienzo. ¡°Las otras obras desaparecidas ¡ªjunto a las de Sant¡¯Anna¡ª que considero relevantes o, al menos, estimulan mi imaginaci¨®n, por las amplias reflexiones que se trasladan a la pintura del momento, son un San Jer¨®nimo escuchando las trompetas del Juicio Final, pintado para [el noble napolitano] Girolamo Mastrillo, y un Lavatorio de pies destinado al virrey de Benavente, que quiz¨¢ inspir¨® a los grandes pintores Sellitto y Caracciolo¡±, desgrana Giuseppe Porzio, una eminencia en el maestro y profesor de la Universidad di Napoli L¡¯Orientale.
S¨ª, Caravaggio fue el primer cineasta de la historia por sus pinturas como escenas, el devenir de sus cuadros son secuencias de su tragedia: muere con 39 a?os, en 1610, de malaria, en una playa infectada de mosquitos, camino de Roma, donde le aguardaba la gracia papal tras asesinar al proxeneta Ranuccio Tomassoni. Quiz¨¢ fue una manera de dejar de sufrir. Porque sus telas han sido robadas (Malta consigui¨® en 1984 recuperar un San Jer¨®nimo escribiendo tras dos a?os desaparecida, aunque nada se sabe de La Natividad palermitana arrancada en 1969 del oratorio de San Lorenzo), mal atribuidas u orilladas durante siglos (La decapitaci¨®n de san Juan Bautista, Colecciones Reales) cuando eran excepcionales.
Queda lejos aquel chico lombardo que tard¨® en mostrar su inmenso talento y que, desesperado, vend¨ªa retratos de hombres ilustres (estaban de moda) en Roma por cuatro peniques cada uno, y pintaba hasta tres diarios. Nada ha aparecido. Ni tampoco los retratos que regal¨® al prior tras su estancia en el hospital de Santa Maria della Consolazione y que se llev¨® a Sevilla. ?Continuar¨¢n all¨ª?
Claro, ha aparecido el Ecce Homo madrile?o, aunque apenas trae calma en su otra vida. ¡°Que el cuadro lo exponga el Prado no significa que sea de Caravaggio, aunque la decisi¨®n del museo, que considero inapropiada, podr¨ªa hacer creer que la atribuci¨®n resulta compartida sin dudas por todos los cr¨ªticos internacionales¡±, lamenta Nicola Spinosa, gran experto en pintura napolitana. ¡°Y no a?adir¨¦ m¨¢s¡ Salvo recordar que cada cinco o diez a?os se descubre un nuevo cuadro con el apoyo de comerciantes y estudiosos interesados¡±. ¡°?Pobre Caravaggio!¡±, exclama. El maestro vivi¨® y pint¨® sobre un terremoto.
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