Riesgo, dolor y placer: c¨®mo los humanos se aficionaron al picante
En el inicio de la evoluci¨®n, meterse algo en la boca era una ruleta rusa que pod¨ªa conducir a la felicidad o a la muerte. Es el gran reto de la vida: el equilibrio entre el dolor y el deleite.
Silicon Valley, la meca californiana del emprendimiento tecnol¨®gico, recibe gran parte de las inversiones de capital riesgo en Estados Unidos. En las apuestas por las start-ups emergentes, uno de los principales factores a tener en cuenta es el aguante del inversor. B¨¢sicamente, porque el comportamiento vol¨¢til de los mercados y la fragilidad de las ideas innovadoras, con potenciales consecuencias negativas en la inversi¨®n, generan un estr¨¦s inasumible. Lo curioso del asunto es que apostar al rendimiento de un prop¨®sito temerario, que a la par de una promesa de dividendos presagia una exposici¨®n al fracaso, es parte del logro de nuestra especie. Aventurarse a superar la sabana, domesticar el fuego indomable, salvar parajes desconocidos, cruzar mares o lanzarse hacia el horizonte inexplorado han sido acontecimientos cargados de temor y ambici¨®n a partes iguales, indispensables para ser lo que hoy somos. Y ?qui¨¦n nos dice que ese neurotransmisor neuronal llamado anandamida, que contribuye tanto a la motivaci¨®n y la toma de decisiones como a la capacidad de acci¨®n y reacci¨®n en la b¨²squeda de soluciones, no ha tenido un papel en esos episodios?
Hoy vivimos gracias a los esfuerzos de nuestros antecesores m¨¢s audaces. Tras algunas de las m¨¢s alocadas decisiones, filtradas por las fisuras de la sensatez, se han producido las haza?as m¨¢s decisivas de la humanidad. Episodios que han alterado el mundo, al menos el humano, a pesar de proceder de iniciativas en principio imposibles. Tanto es as¨ª que estoy seguro de que el hecho de que el cerebro nos salvaguarde de los recuerdos traum¨¢ticos, enterr¨¢ndolos o matiz¨¢ndolos, y que las sociedades olviden el repertorio de sacrificios que precisa un ¨¦xito con r¨¦ditos futuros est¨¢ detr¨¢s de esa obsesi¨®n por dar pasos al frente y continuar adelante. Precisamente de Palo Alto, de la Universidad de Stanford, partieron las conclusiones de una investigaci¨®n que ven¨ªa a determinar que la atracci¨®n por las conductas de riesgo est¨¢ asociada a un peque?o grupo de neuronas que se encuentran en el n¨²cleo accumbens del enc¨¦falo. Parece ser que en determinadas personas la toma de riesgos suscita una mayor producci¨®n de dopamina y, derivado de ello, se dispara esa satisfacci¨®n que se hermana con la producida por algunas drogas.
Actualmente la inocuidad de lo que se ingiere, es decir, la b¨²squeda de que no siente mal, es la pauta; sin embargo, hasta hace no mucho la norma era lo contrario. Por eso queda la duda de si esa correlaci¨®n entre riesgo y placer es algo as¨ª como un da?o colateral derivado de esta obligaci¨®n de tener que sobreponerse ante la inseguridad inherente a ingerir algo que puede sentar mal o, incluso, matarte. A fin de cuentas, durante un largo periodo de la evoluci¨®n, meterse algo en la boca fue como jugar a la ruleta rusa. Quiz¨¢ esta maniobra de amplificar el aspecto placentero con la finalidad de minimizar los peligros que implica comer est¨¦ tras el afianzamiento de la relaci¨®n placer/riesgo en otras facetas de la vida.
Un caso paradigm¨¢tico es el picante. No se percibe a trav¨¦s de las papilas gustativas como el sabor, sino por medio de receptores del dolor, nociceptores qu¨ªmicos que responden ante est¨ªmulos da?inos. El contrasentido se da en el hecho de que un efecto de fuerte quemaz¨®n, ardor, incluso dolor, viene acompa?ado de una sensaci¨®n placentera. La respuesta a esta situaci¨®n est¨¢ en otra respuesta, la que da el sistema nervioso central tratando de bloquear ese sufrimiento por medio de la liberaci¨®n de analg¨¦sicos como las anandamidas, m¨¢s conocidas como los qu¨ªmicos de la felicidad, que producen una euforia similar a la ocasionada tras el consumo de opi¨¢ceos. El alcance de la anandamida en la motivaci¨®n y el efecto recompensa es tal que induce en algunos individuos a la b¨²squeda intencionada del sufrimiento provocado por la capsaicina de esta familia de solan¨¢ceas picantes. Y esos mecanismos que utiliza el cerebro para neutralizar el dolor, ligados a la experiencia favorable que articula el riesgo controlado, provocan pr¨¢cticas m¨¢s all¨¢ de la gastronom¨ªa. Ah¨ª queda la fascinaci¨®n por las atracciones extremas o por caminar al borde de un precipicio.
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