La larga huida de Isatu
Esta es la historia de una mujer de Sierra Leona que lleg¨® a Espa?a en un viaje de m¨¢s de 4.000 kil¨®metros y cuatro a?os para salvar a su hija de la ablaci¨®n
Cuando Isatu sonr¨ªe lo hace con una risa eterna que se contagia a toda la cara, menos a sus ojos. La mirada de Isatu es dura y triste. Con 31 a?os carga con el peso de un viaje de tres a?os y siete meses que la llev¨® de Sierra Leona a Sevilla a pie, en coche y en patera. Una huida que inici¨® para alcanzar su libertad como mujer y madre, pero, sobre todo, para proteger de la ablaci¨®n a su hija Nala, de 15 a?os, y alejar de las tradiciones ancestrales del clan de su marido a su hijo Karim, de cinco. Isatu consigui¨® llegar con sus hijos -ambos con nombres supuestos- hasta Marruecos, pero all¨ª el plan se torci¨®. La noche en que embarcar¨ªan en la patera que les llevar¨ªa a Espa?a, Nala, acab¨® cruzando sola el Estrecho. Su madre y su hermano quedaron atr¨¢s, en un bosque marroqu¨ª. Ha pasado un a?o hasta que han podido volver a estar juntos.
Isatu quiere contar su historia para despojarse de la carga del recuerdo y servir de ejemplo a otras mujeres. ¡°Mi experiencia no es solo m¨ªa. Hay muchas africanas que est¨¢n sufriendo, que no se atreven a contar por lo que han pasado, que se han quedado en el camino o que aceptan su destino con sumisi¨®n¡±, cuenta sentada en un banco a la orilla trianera del Guadalquivir. El ¨¦xodo hacia la libertad de Isatu es un camino de rebeld¨ªa contra el maltrato f¨ªsico y psicol¨®gico de su marido; de alerta y obstinaci¨®n durante el trayecto por Guinea, Mal¨ª, Argelia y Marruecos, donde esquiv¨® la trata y los abusos. Ahora le mueve la esperanza de dar a Nala un futuro distinto al que estaba abocada. ¡°Antes de iniciar este camino no sab¨ªa que era tan fuerte. He aprendido que mi fuerza est¨¢ en mi coraz¨®n y en mis ideales¡±, afirma.
Cuando Isatu ten¨ªa ocho a?os le practicaron la ablaci¨®n. ¡°Ese es el episodio m¨¢s doloroso de mi vida¡±, asegura. En 2003, con 15 a?os, la obligaron a casarse un desconocido de 28 a?os. ¡°Yo quer¨ªa seguir estudiando y cada vez que volv¨ªa del colegio o hac¨ªa algo por mi cuenta me pegaba, sobre todo en los ojos¡±, explica. El maltrato se extendi¨® a sus hijos y lo impon¨ªa toda la familia paterna. ¡°Cuando me ve¨ªa llorar, mi madre me dec¨ªa que no pod¨ªa hacer nada porque era una mujer africana y en ?frica las mujeres no tienen derechos¡±. En sus partos, Isatu sufri¨® violencia obstetricia provocada por las secuelas de la ablaci¨®n. Cuando Nala cumpli¨® dos a?os, la suegra de Isatu le practic¨® la primera parte de la circuncisi¨®n genital femenina a sus espaldas.
El marido falleci¨® en 2015 e Isatu decidi¨® huir. Le obligaban ahora a casarse con el hermano del difunto y no estaba dispuesta a aceptarlo. ¡°Ten¨ªa muy claro que ten¨ªa que salir de all¨ª, no quer¨ªa que a mi hija le pasara lo mismo que a m¨ª y que a mi hijo lo iniciaran en el clan¡±, explica. Ocult¨® los papeles de compra de un terreno de su pareja y vendi¨® las tierras para emprender su fuga.
De los 4.630 kil¨®metros de peregrinaci¨®n por ?frica, el trayecto por Argelia, donde permaneci¨® seis meses, fue el m¨¢s duro. "Si una mujer no ten¨ªa dinero, la ¨²nica opci¨®n eran los abusos y violaciones¡±. Los tuareg, la polic¨ªa¡ Todos trataban de quedarse con los objetos de valor que ten¨ªan. ¡°Escond¨ª el dinero en los pa?ales de Karim. All¨ª no miraban¡±, cuenta con su sonrisa encendida. Evit¨® todas las agresiones pagando.
En el camino no se hacen amigos. Isatu no pod¨ªa confiar en nadie y nadie la ayud¨®. El a?o y medio que permaneci¨® en Marruecos durmi¨® casi cada d¨ªa a la intemperie en el bosque. Asegura que la polic¨ªa los captur¨® y los traslad¨® a la frontera con Mauritania en varias ocasiones. Las mismas que deshicieron ese trayecto de dos d¨ªas en coche, a pie.
Una noche de noviembre de 2018, ya sin dinero, intentaron colarse entre un grupo de migrantes que iba a embarcarse para cruzar el Estrecho. Pero apareci¨® la polic¨ªa y todo se complic¨®. ¡°Karim y yo nos quedamos descolgados de mi hija¡±, recuerda. "Un hombre me puso un cuchillo en la garganta para que no la llamara y delatara a los que hab¨ªan escapado¡±, a?ade. Esa noche ella pens¨® que hab¨ªa perdido a Nala para siempre. La peque?a, sin embargo, consigui¨® cruzar el Estrecho y fue acogida en un centro de menores de la provincia de Sevilla. Una semana despu¨¦s, la educadora social de la ni?a contact¨® con ella y pudieron hablar semanalmente.
El 17 de enero de 2019, despu¨¦s de 10 horas en el mar, un barco de Salvamento Mar¨ªtimo rescat¨® la patera en la que iba Isatu, siempre con un pie dentro del agua y Karim en su pecho, y otras 76 personas. ¡°All¨ª s¨ª que cre¨ª que mor¨ªamos y me desesper¨¦ pensando que no hab¨ªa servido para nada el viaje¡±, afirma.
La odisea de la reunificaci¨®n
Nada m¨¢s llegar a tierra en M¨¢laga, Isatu avis¨® de que ten¨ªa a otra hija en el pa¨ªs, pero no sab¨ªa d¨®nde. Ella y su hijo fueron derivados a un centro de primera acogida en Sig¨¹enza gestionado por la ONG Accem. Mientras estaba haciendo la entrevista son¨® su tel¨¦fono. Era Nala. ¡°Era la primera vez que hablaba con ella desde que estaba en Espa?a¡±, cuenta Isatu. De Sig¨¹enza fue trasladada a otro centro en Albacete. Si el trayecto por el norte de ?frica fue duro, el periplo hasta la reunificaci¨®n tampoco fue f¨¢cil.
La polic¨ªa de Madrid y de Albacete sospechaba que Isatu quer¨ªa contactar con su hija para introducirla en una red de trata. ¡°El interrogatorio fue uno de los m¨¢s duros a los que jam¨¢s ha asistido uno de nuestros compa?eros¡±, cuenta Susana Larios, una de las t¨¦cnicas de Accem en Sevilla. ¡°No llores mam¨¢, estamos aqu¨ª, lo hemos conseguido¡±, le dijo su hija la primera vez que se abrazaron.
Desde diciembre del a?o pasado, casi un a?o despu¨¦s de su llegada a Espa?a, los tres viven juntos en la capital andaluza. Nala toma un tren y un autob¨²s todos los d¨ªas para ir al instituto y sue?a con ser traductora; Karim va al colegio e Isatu acude a clases de espa?ol para acelerar su acceso a la universidad y terminar su carrera de Enfermer¨ªa. El 18 de septiembre est¨¢ marcado en rojo en el calendario, ser¨¢ el d¨ªa de su entrevista para avanzar en su petici¨®n de asilo.
Isatu asegura que ahora es feliz, pero teme que la familia de su marido reclame a sus hijos. ¡°All¨ª, cuando una mujer es entregada a un hombre, ya no vale nada y los hijos son de ¨¦l. Me tranquiliza que en Espa?a hay un Estado de derecho¡±, indica. Pero esa fuerza que ha descubierto en su camino puede con ese miedo: ¡°Espero que Nala sea m¨¢s fuerte que yo, porque ella tiene el ejemplo de su madre. He sido una guerrera por ella, para que no estuviera destinada a tener mi vida", dice. Su hija lo sabe. En su cuarto del centro de acogida ten¨ªa un dibujo en el que hab¨ªa escrito: ¡°Mi madre es mi s¨²per hero¨ªna y mi hermano, Batman¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.