El frente sur
Si Argelia recupera viejos reflejos de la guerra fr¨ªa y se suma a la guerra de Putin contra Europa, Marruecos utiliza id¨¦nticas armas para arrimar el ascua a la sardina de su contencioso territorial con Argelia en el S¨¢hara Occidental
Ucrania sufre una b¨¢rbara invasi¨®n militar, pero la guerra que libra contra el ej¨¦rcito de Putin desborda sus fronteras, y se establece en una multiplicidad de frentes, no todos estrictamente b¨¦licos, que alcanzan las lindes meridionales de Europa. Los grifos de la energ¨ªa ¡ªgas y petr¨®leo¡ª, la cosecha de cereales, la fabricaci¨®n y suministro de armamento, los flujos de inmigrantes y la diplomacia internacional componen el entramado b¨¦lico con el que el Kremlin pretende imponer su hegemon¨ªa sobre una Europa que est¨¢ defendi¨¦ndose como puede ante esta guerra de agresi¨®n.
Es un momento de desorden multipolar, en el que todas las potencias, grandes y peque?as, pretenden sacar provecho del retraimiento de Estados Unidos exhibido con la presidencia de Trump y culminado con la brusca retirada de Afganist¨¢n. Toda guerra, como toda crisis, por lamentable que sea, no deja de ser una oportunidad. Las causas humanitarias y los motivos morales pasan a segundo plano para quienes saben sacar dinero y poder de la destrucci¨®n y de la muerte. Son pocos los que faltan a tan siniestra cita. No es el caso de Marruecos y Argelia, pa¨ªses hermanos enconados en una enemistad fundacional, que alimenta los celos y la rivalidad en el aprovechamiento de su proximidad geogr¨¢fica y de sus relaciones con Espa?a y con Europa.
Argelia es el segundo consumidor africano de cereales despu¨¦s de Egipto. Tambi¨¦n es un cliente soberbio en el mercado de armas, solo detr¨¢s de China y de India en la compra a Rusia, el segundo fabricante mundial. Para Europa, su gas y su petr¨®leo son una alternativa al suministro ruso ahora declinante o en trance de anulaci¨®n. Gracias a su joven demograf¨ªa y a su enorme desempleo, en sus manos est¨¢ el arma temible de la inmigraci¨®n, usada pr¨¢cticamente por todos en el sur global.
Si Argelia recupera viejos reflejos de la guerra fr¨ªa y se suma a la guerra de Putin contra Europa, Marruecos utiliza id¨¦nticas armas para arrimar el ascua a la sardina de su contencioso territorial con Argelia en el S¨¢hara Occidental. Lo anunciaron los Acuerdos Abraham promovidos por Trump, que condujeron a la apertura de relaciones diplom¨¢ticas con Israel por parte de varios pa¨ªses ¨¢rabes, tambi¨¦n Marruecos, a costa de palestinos y saharauis. Pegasus, el sistema de espionaje israel¨ª, estaba de por medio y permiti¨® a Rabat su ¨®rdago triunfante sobre el gobierno de Pedro S¨¢nchez, y de carambola el agravio de nunca acabar de Argelia en defensa de la causa saharaui, que es tambi¨¦n la de su salida al Atl¨¢ntico.
La era de la ambig¨¹edad toca a su fin. Cuenta y mucho la presi¨®n de Mosc¨², probablemente insoportable para un r¨¦gimen como el argelino, en el que pesan especialmente los servicios secretos. Sergu¨¦i Lavrov estuvo en Argel a finales de mayo. Se nota su mano en la reciente maniobra argelina. Incluso en los argumentos: la nueva posici¨®n espa?ola sobre el S¨¢hara no es muy nueva y en todo caso no es ileg¨ªtima ni ilegal. Madrid, como antes Berl¨ªn, Par¨ªs y Washington, sostienen como mejor f¨®rmula una autonom¨ªa dentro de Marruecos, pero ni rechazan ni vulneran las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que exigen el consenso de todas las partes, sea para acordar dicha autonom¨ªa, sea para organizar el refer¨¦ndum. Espa?a no es Rusia y el S¨¢hara tampoco es Ucrania.
Nada es inocente en esta historia. La cadena de provocaciones es asombrosa. Tambi¨¦n la torpeza espa?ola. No es f¨¢cil navegar en unas aguas tan turbulentas, pero parecen fuera de dudas la desorientaci¨®n y la debilidad del Gobierno. Si Marruecos consigui¨® destituir a la ministra de Exteriores, Arantxa Gonz¨¢lez Laya, parece claro que Argelia demanda como contrapartida la destituci¨®n de su sucesor, Jos¨¦ Manuel Albares. Tambi¨¦n en este contencioso, hasta ahora tan dom¨¦stico, solo Europa puede sacarnos del aprieto.
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