De Felipe Gonz¨¢lez y Fraga a S¨¢nchez y Rajoy: la historia del debate del estado la naci¨®n en seis actos
Cuatro d¨¦cadas de este gran debate parlamentario muestran un clima pol¨ªtico cada vez m¨¢s agrio y algunas discusiones enquistadas en el tiempo
Casi nadie parec¨ªa muy entusiasmado en 1983 con la idea de celebrar un debate parlamentario sobre pol¨ªtica general. Ni siquiera quien lo puso en marcha, Felipe Gonz¨¢lez. ¡°Al principio no le gust¨® demasiado, pero no tuvo m¨¢s remedio que decir que s¨ª¡±, revelar¨ªa a?os despu¨¦s el entonces presidente del Congreso, el tambi¨¦n socialista Gregorio Peces-Barba, al periodista Luis Izquierdo, autor de una tesis doctoral sobre todos los debates hasta 2010. Algunos grupos lo ve¨ªan como un modo de hurtar la discusi¨®n parlamentaria sobre temas sectoriales. El escepticismo alcanzaba a los editorialistas de EL PA?S: ¡°El presidente del Gobierno tiene sobradas ocasiones para hacer llegar su pensamiento a los diputados y a los ciudadanos, y no necesita reservarse para citas solemnes al estilo de los l¨ªderes populistas latinoamericanos¡±, escribieron el 20 de septiembre de ese a?o, tras la primera jornada del nuevo debate que se llam¨® ¡°del estado de la naci¨®n¡±.
Gonz¨¢lez llevaba 10 meses en el Gobierno y a¨²n no hab¨ªa comparecido en el Congreso. Los opositores ya lo tildaban de ¡°reina madre que no desciende a la arena pol¨ªtica¡±, seg¨²n palabras de ¨¦l mismo en su primer discurso ante la C¨¢mara. Cuando Peces-Barba le sugiri¨® emular los debates de pol¨ªtica general del Parlamento brit¨¢nico o del Congreso de EE UU, el presidente no se pudo negar. A Gonz¨¢lez nunca acab¨® de convencerle un formato que le obligaba a discutir con una decena de portavoces y ¡°no se puede manejar con un m¨ªnimo de rigor¡±, como se lamentaba en 1988.
La experiencia ech¨® ra¨ªces y todos los presidentes ¡ªde cuya voluntad depende celebrarlos¡ª han cumplido el ritual de someterse a ese examen parlamentario excepto en a?os electorales. Pedro S¨¢nchez es el ¨²nico que ha acumulado cuatro sin estrenarse a¨²n, amparado primero en la sucesi¨®n de comicios y luego en la emergencia sanitaria. El debate que se inicia este martes ser¨¢ el primero desde 2015 y el 26? desde que Peces-Barba convenci¨® a Gonz¨¢lez. El repaso a la evoluci¨®n de estas cuatro d¨¦cadas muestra c¨®mo el clima pol¨ªtico se ha ido agriando en Espa?a. Y c¨®mo el eco de antiguos discursos sigue resonando en debates actuales.
Fraga en el supermercado. Lo que hacen los diputados de hoy ante S¨¢nchez ya lo hizo Manuel Fraga en el estreno de 1983. El entonces flamante l¨ªder de la oposici¨®n se fue a un supermercado de ¡°clase media¡± y ley¨® ante toda Espa?a c¨®mo hab¨ªan evolucionado desde la llegada de los socialistas al poder los precios del litro de aceite, del ¡°estuche de concentrado de caldo¡±, del ¡°jab¨®n de cocina¡± o del ¡°kilo de arroz en saquitos¡±. La inflaci¨®n volaba al 15%, y Gonz¨¢lez no pod¨ªa aspirar m¨¢s que a reducirla al 12% a final de a?o.
El presidente, que acababa de llevar a los socialistas al poder, ped¨ªa paciencia, porque ¡°cualquier cambio hist¨®rico necesita su ritmo¡±. Apelaba, con argumentos que sucesores suyos repetir¨ªan en situaciones similares, a que el mundo se enfrentaba a ¡°una crisis econ¨®mica como no se hab¨ªa conocido¡±. Y exhib¨ªa sus primeras medidas sociales: la semana laboral de 40 horas, ¡°40 horas despu¨¦s de medio siglo¡±, recalcaba.
Fraga, volc¨¢nico exministro de Franco, era capaz de decir cosas como las que dijo aquel 20 de septiembre a Gonz¨¢lez tras reprocharle el desbocado paro juvenil: ¡°Y no creo que [los j¨®venes] se consuelen pensando que ahora el porro lo tienen m¨¢s f¨¢cil, porque b¨¢sicamente est¨¢ despenalizado, o que si tienen la desgracia de embarazar a una chica, dentro de poco la podr¨¢n hacer abortar¡±. Aun as¨ª, visto desde hoy, el tono de ese primer debate suena versallesco.
Empieza el jaleo. No hay mejor prueba del cambio de clima pol¨ªtico, una d¨¦cada despu¨¦s, que las expresiones que los taqu¨ªgrafos del Congreso incluyen entre par¨¦ntesis para dejar constancia de las incidencias en el Diario de Sesiones. En el de 1983 no se encuentran apenas ¡°rumores¡± o ¡°protestas¡±. En el del 19 de abril de 1994 aparecen por todas partes, incluido un ¡°?qu¨¦ sinverg¨¹enza!¡± dirigido a Gonz¨¢lez por un diputado sin identificar.
La derecha, ya con Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, acariciaba el final de su larga penitencia opositora. Diez meses antes, hab¨ªa sufrido un rev¨¦s, despu¨¦s de que el PSOE, asediado por los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n y otra incipiente crisis econ¨®mica, ganase por sorpresa las elecciones. Todo hab¨ªa empeorado desde entonces. El Gobierno estaba acorralado y el PP no le daba tregua. Uno de los reproches que le dirigi¨® Gonz¨¢lez resulta muy familiar hoy: el bloqueo a la renovaci¨®n de los ¨®rganos constitucionales.
Aznar present¨® un implacable memorial acusatorio, centrado en la corrupci¨®n. A¨²n sin el c¨¦lebre ¡°v¨¢yase, se?or Gonz¨¢lez¡±, que lanzar¨ªa meses despu¨¦s, la conclusi¨®n de su discurso fue id¨¦ntica: ¡°Usted no est¨¢ en condiciones de seguir gobernando¡±. Una de las decenas de preguntas con que Aznar martille¨® a Gonz¨¢lez se la habr¨ªa podido formular a s¨ª mismo a?os despu¨¦s, cuando se destaparon las miserias de su partido: ¡°?Insin¨²a usted que es posible que la corrupci¨®n desfile por delante de su propio despacho sin que usted se entere?¡±.
Por la izquierda, Gonz¨¢lez ten¨ªa enfrente a Julio Anguita en su mejor momento. Fue un duelo duro de fondo, aunque exquisito en las formas. El presidente se lo agradeci¨® al l¨ªder de IU, y este le contest¨® d¨¢ndole la vuelta al refr¨¢n: ¡°Lo valiente no quita lo cort¨¦s¡±. ¡°Hay demasiada crispaci¨®n¡±, remach¨® Anguita.
Borrell y los ¡°derechos devengados¡±. ¡°Tiene la palabra el se?or Borrell Fontelles¡±, anunci¨®, a las 16.05 horas del 12 de mayo de 1998, el presidente del Congreso, Federico Trillo. Y autom¨¢ticamente brotaron los ¡°rumores¡± en la bancada del PP. Lo que sigui¨® fue una ¡°continua algarab¨ªa¡±, en palabras de Trillo. Josep Borrell se paraba a cada poco y protestaba: ¡°Hay una t¨¢ctica preconcebida para impedir el desarrollo de mi discurso¡±.
Tres semanas antes, Borrell hab¨ªa ganado las primarias al aparato oficial del PSOE, y las expectativas de su debut como l¨ªder en el debate del estado de la naci¨®n eran enormes. Aznar se mec¨ªa en el ¨¦xtasis del ¡°Espa?a va bien¡±. Como ahora S¨¢nchez, el l¨ªder popular presum¨ªa de haber acogido en Madrid ¡°el comienzo de una nueva era¡± con la cumbre de la OTAN que por primera vez abr¨ªa la puerta a los pa¨ªses del viejo tel¨®n de acero.
La escandalera del PP descentr¨® a Borrell, que se zambull¨® en una abstrusa discusi¨®n de contabilidad, centrada en denunciar que la Seguridad Social camuflaba sus cuentas contabilizando ¡°deudas incobrables como derechos devengados¡±. Aznar no contestaba, y Borrell volv¨ªa con sus ¡°derechos devengados¡± hasta hacerse ininteligible. El Diario de Sesiones recoge as¨ª su r¨¦plica final:
¡ªSi escuchan ustedes un poco, lo podr¨¢n entender. Se trata de que ustedes est¨¢n computando como derechos devengados papel viejo incobrable que nunca entrar¨¢ como derecho devengado (¡) Se?or¨ªas, ?lo han entendido? (Varios se?ores diputados: ?S¨ª! Risas).
Rajoy desencadenado. Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero estaba exultante entre los calores del 3 de julio de 2007. El presidente socialista promet¨ªa el ¡°pleno empleo¡± para la siguiente legislatura y aseguraba: ¡°En tres a?os seremos el primer pa¨ªs del mundo en red de alta velocidad¡±. El dinero no faltaba y Zapatero se pod¨ªa permitir golpes de efecto como el anuncio de un cheque de 2.500 euros para cada reci¨¦n nacido.
Su borr¨®n era que ETA hab¨ªa roto la tregua y arruinado la apuesta del Gobierno por la negociaci¨®n con un atentado mortal en la terminal 4 de Barajas. Rajoy se arroj¨® hac¨ªa ah¨ª con todo. Algunas de las afirmaciones del que era l¨ªder de la oposici¨®n quedar¨ªan desmentidas por el tiempo, como cuando acus¨®: ¡°Usted sab¨ªa que ETA no pensaba dejar las armas ni disolverse sin conseguir sus objetivos pol¨ªticos, y lo consinti¨®¡±. La otra l¨ªnea de ataque fue el nuevo Estatuto de Catalu?a. Han pasado 15 a?os y el PP de entonces, como el de hoy, ya acusaba al PSOE de ¡°repartir la soberan¨ªa y retorcer la Constituci¨®n¡±.
Zapatero no se reprimi¨® en la r¨¦plica. Arremeti¨® contra el tono ¡°despreciativo, falt¨®n, apocal¨ªptico¡± de Rajoy, a quien culp¨® de haber encabezado la ¡°peor demostraci¨®n de catalanofobia que se recuerda¡±. Por razones contrarias a las del PP, el Estatut tambi¨¦n hab¨ªa incomodado a Zapatero con ERC, cuyo portavoz, Agust¨ª Cerd¨¢, mantuvo un ¨¢spero debate que concluy¨® retando as¨ª al presidente: ¡°?C¨®mo se lo tengo que decir? M¨ªreme a los ojos. No me siento espa?ol¡±.
Rubalcaba de Calcuta. ¡°Se?or¨ªas, 5.965.400¡å. As¨ª empez¨®, el 20 de febrero de 2013, el discurso de un Rajoy ya presidente desde hac¨ªa 14 meses: recitando la cifra de parados. No fueron menos dram¨¢ticas las primeras palabras del l¨ªder socialista, Alfredo P¨¦rez Rubalcaba: ¡°El estado de la naci¨®n es cr¨ªtico¡±. Con la soga al cuello de los mercados y la austeridad alemana, Rajoy se presentaba tras haber incumplido todas las promesas electorales, con subidas de impuestos y recortes sin precedentes. Se excusaba en sus antecesores, que ¡°hicieron mal todo lo que se pod¨ªa hacer mal¡±, y se quitaba responsabilidad: ¡°Se nos critic¨® porque las medidas que adoptamos eran duras, pero no era el Gobierno que las impon¨ªa, sino la ruina que nos amenazaba¡±.
El debate fue intenso sin caer en la bronca. Rubalcaba golpe¨® con los recortes, la reforma laboral ¡ª¡±una m¨¢quina de despidos f¨¢ciles y baratos¡±¡ª y el caso B¨¢rcenas. Rajoy lo dej¨® at¨®nito cuando insinu¨® que era el l¨ªder socialista quien deber¨ªa dimitir: ¡°No voy a pedir su dimisi¨®n porque ya hay quien se la pide dentro¡±. El mismo Rajoy que antes hab¨ªa zarandeado al Gobierno en el que Rubalcaba era vicepresidente se permit¨ªa ahora afearle: ¡°El PP no cuenta en nada con su apoyo¡±. El socialista se rio: ¡°?Si somos Teresa de Calcuta comparado con lo que ustedes hac¨ªan!¡±.
¡°La compa?era Susana¡±. Sin haber entrado a¨²n en el Congreso, la sombra de Pablo Iglesias ya marcaba silueta en el hemiciclo el 24 de febrero de 2015,cuando Rajoy arranc¨® as¨ª su r¨¦plica a Pedro S¨¢nchez: ¡°Usted piensa m¨¢s en el se?or Iglesias que en los problemas de Espa?a¡±.
S¨¢nchez era a¨²n el debutante bendecido por el aparato oficial socialista, que se revolv¨ªa para defender de los ataques de Rajoy a la ¡°compa?era Susana D¨ªaz¡±, luego devenida en n¨¦mesis. Su discurso fue dur¨ªsimo, otra vez con la corrupci¨®n y los recortes como arietes. ¡°Usted se comunica con los espa?oles a trav¨¦s de un plasma y con un delincuente [B¨¢rcenas] a trav¨¦s de SMS¡±, le dijo casi a modo de saludo. Rajoy tampoco era el de dos a?os atr¨¢s. La econom¨ªa remontaba y ¨¦l se jactaba de haber logrado ¡°la cuadratura del c¨ªrculo¡±. El l¨ªder socialista se le quej¨® de la ¡°displicencia¡± con que lo trataba. Pero S¨¢nchez gan¨® el debate, seg¨²n el CIS.
Hace siete a?os, el entonces presidente comentaba el acoso a Ucrania definiendo a Rusia como ¡°socio y vecino principal de la UE¡±. S¨¢nchez y el l¨ªder de IU, Alberto Garz¨®n ¡ªahora ministro de Consumo¡ª machacaban al Ejecutivo por la continua subida de los precios de la luz. Ambos pronunciaron palabras muy parecidas a las que, desde el banco azul, seguramente escuchar¨¢n el martes arrojadas en su contra: ¡°Usted no conoce la calle, no la pisa, no gasta suela de los zapatos¡±.
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