Entidades y agricultores de N¨ªjar se?alan al crecimiento de los invernaderos y la falta de vivienda como causas del colapso de Walili
La superficie bajo pl¨¢stico en la comarca almeriense se ha duplicado en los ¨²ltimos 20 a?os, periodo en el que no se han construido zonas residenciales para los trabajadores
Bajo la lluvia y el intenso fr¨ªo, decenas de personas migrantes ve¨ªan este lunes c¨®mo varias m¨¢quinas protegidas por la Guardia Civil y la Polic¨ªa Local de N¨ªjar (Almer¨ªa, 26.126 habitantes) destru¨ªan el poblado chabolista Walili, donde muchos resid¨ªan desde hace varios a?os. ¡°Nadie nos quiere alquilar una habitaci¨®n, la ¨²nica opci¨®n era vivir aqu¨ª¡±, sosten¨ªa Mamadou, joven senegal¨¦s de 25 a?os y vecino del campamento desde 2017. Sus palabras son la clave para entender lo que supone esta demolici¨®n, que es la punta del iceberg de una situaci¨®n que afecta a unos 3.000 migrantes que habitan en alrededor de medio centenar de asentamientos solo en esta comarca almeriense. Son parte de la mano de obra que sostiene el milagro econ¨®mico de los invernaderos, que en esta comarca han duplicado su superficie en 20 a?os, pero las entidades sociales creen que nadie ha reparado en ellos y su precaria situaci¨®n se vuelve invisible desde hace a?os.
¡°La agricultura intensiva se ha desarrollado solo teniendo en cuenta las hect¨¢reas de invernaderos, no los trabajadores que hacen falta para mantener la actividad¡±, afirma Fernando Plaza, enfermero, docente de la Universidad de Almer¨ªa y que ejerce como portavoz de la Asociaci¨®n Pro Derechos Humanos de Andaluc¨ªa (APDHA). ¡°?C¨®mo se pueden crear tanta superficie nueva y que nadie piense en las viviendas necesarias para los empleados?¡±, se pregunta en la misma l¨ªnea Nadia Azougagh, activista del colectivo La Resistencia. Seg¨²n explican ambos, muchos de quienes trabajan bajo el pl¨¢stico y mantienen esta industria no tienen qui¨¦n les alquile un piso. No tienen m¨¢s remedio que malvivir compartiendo colch¨®n en una habitaci¨®n, en garajes donde conviven varias personas o levantando chabolas con madera, cart¨®n y pl¨¢stico en asentamientos como Walili, reducido ya a escombros por la piqueta.
El camino hasta este desalojo arranc¨® en los a?os 90, cuando las primeras personas migrantes llegaron a Almer¨ªa a trabajar en la agricultura. Con el cambio de siglo su n¨²mero aument¨® y su precariedad, tambi¨¦n. En el a?o 2000, tras los disturbios xen¨®fobos de El Ejido, fueron a la huelga para solicitar mejoras en el sector. El paro acab¨® cuando las administraciones ¡ªlocal, regional y estatal¡ª llegaron a un acuerdo para invertir 800 millones de euros en la zona, con especial atenci¨®n al desarrollo de viviendas temporales. ¡°Ninguna de las partes, en realidad, quiso poner en marcha aquel plan. Quien ten¨ªa que dar el dinero no lo hizo, quien deb¨ªa poner el terreno no lo puso, quien iba a empezar la obra no la empez¨®¡±, destaca Plaza.
El documento qued¨® en papel mojado mientras la agricultura intensiva crec¨ªa a pasos agigantados. Los datos de la Junta de Andaluc¨ªa indican que en el t¨¦rmino municipal de N¨ªjar las hect¨¢reas bajo pl¨¢stico se han casi duplicado en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas: de las 3.373 de 2001 a las 6.087 de 2021, como refleja el informe Cartograf¨ªa de invernaderos en Almer¨ªa, Granada y M¨¢laga. A cambio, en este mismo periodo no ha existido ninguna iniciativa p¨²blica de vivienda y apenas ha habido construcciones privadas. Se comprueba en un vistazo r¨¢pido en Idealista: en la zona de San Isidro y Campohermoso ¡ªdonde est¨¢n la mayor¨ªa de asentamientos¡ª apenas hay una vivienda en alquiler y 80 a la venta, la mayor¨ªa con un precio que supera los 100.000 euros.
¡°En zonas agr¨ªcolas como esta hay que impulsar un plan de vivienda p¨²blica. Es la ¨²nica soluci¨®n, pero aqu¨ª hace d¨¦cadas que no se construyen¡±, sostiene Andr¨¦s G¨®ngora, secretario provincial de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), quien subraya que la mano de obra migrante ¡°es imprescindible¡± para el sector. ¡°Sin ellos, no podr¨ªa ser el que es¡±, insiste el almeriense. La ¨²nica iniciativa p¨²blica es la construcci¨®n de 62 viviendas en la barriada Los Nietos, a casi ocho kil¨®metros de Walili, que impulsa la Junta de Andaluc¨ªa con apoyo del Gobierno central, que financian con 1,6 millones de euros el proyecto. ¡°La lucha contra el chabolismo es una competencia municipal¡±, recordaba ayer Alicia Mart¨ªnez, secretaria general de Vivienda de la administraci¨®n andaluza.
All¨ª se mudar¨¢n ¡ªen un plazo de al menos dos meses¡ªalgunos de sus habitantes en r¨¦gimen de alquiler barato. ?Qu¨¦ pasar¨¢ con las otras 3.000 personas que residen en asentamientos como el derribado este lunes? Nadie lo sabe. ¡°A nadie le importa. El ayuntamiento solo quer¨ªa quitar ese porque mancha la imagen tur¨ªstica y de los productos ecol¨®gicos de la zona, pero las condiciones infrahumanas son iguales en todos los campamentos¡±, concluyen subrayan desde la plataforma Derecho a Techo. ¡°Da una imagen que no es la que corresponde a un lugar competitivo en Europa¡±, dec¨ªa hace un a?o la alcaldesa de N¨ªjar, Esperanza P¨¦rez (PSOE), al presentar el proyecto para los 62 pisos, cuando dec¨ªa que el plan es seguir desmantelando asentamientos ¡°si hay colaboraci¨®n institucional¡±.
Apenas un 10% de residentes de Walili son realojados
De los alrededor de 500 residentes de Walili, unos 450 —el 90%— se trasladaron a otros campamentos del entorno los días previos al desalojo. Apenas 50 llegaron el lunes al centro de emergencia promovido por el Ayuntamiento de Níjar en la barriada de Los Grillos, a unos ocho kilómetros al norte del asentamiento. Este martes las entidades sociales que lo gestionan no daban cifras de cuántos habían dormido allí finalmente. “No hemos hecho el recuento”, decían sobre las dos de la tarde. “No están mal aquí, al contrario. El problema fundamental es que el espacio está lejos de sus zonas de trabajo y no tienen medio de trasporte para ir”, explciaba Carmen Domínguez, presidenta de Médicos del Mundo en Andalucía. “Y el empleo es para ellos lo más importante”, subrayaba. Por eso muchos aseguraban que debían buscar otro lugar para dormir más cerca de las fincas donde son empleados.
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