El CSI de los retablos de una Zamora sin feligreses
La investigadora Aurora Galisteo analiza el estado de conservaci¨®n del patrimonio eclesi¨¢stico de las iglesias de las comarcas de Aliste y Alba
Va a comenzar la ceremonia. Los instrumentos se colocan sobre el altar. De un malet¨ªn salen un bistur¨ª, un palo de selfie, una linterna, una c¨¢mara de fotos, hisopos, algod¨®n y peque?as probetas. Detr¨¢s, cerca de los cirios, una escalera. El ¨²nico h¨¢bito que luce Aurora Galisteo, de 32 a?os, son finos guantes de pl¨¢stico morado. La historiadora del Arte, conservadora y restauradora se concentra antes de girarse hacia el retablo de la iglesia de Tolilla (Zamora, ocho habitantes) y encaramarse a los pelda?os. Hay hongos encima de Cristo. La carcoma ha taladrado la pieza de 1650. Las goteras constantes da?an la madera. Recoge un m¨ªnimo fragmento de la pintura y lo guarda con mimo. Pronto extraer¨¢ conclusiones en un laboratorio para su tesis doctoral, por la que ha cambiado Alcorc¨®n (Madrid, 170.000 habitantes) por su pueblo. Desde all¨ª estudia con precisi¨®n forense retablos de la zona e imparte talleres para ense?ar a cuidar este patrimonio religioso.
La joven lleva ocho meses en esta pedan¨ªa de la comarca zamorana de Aliste. All¨ª ha descubierto la tranquilidad, el aire puro que le permite ¡°no moquear¡± y ¡°que las lentillas no se sequen¡± y la dejadez que castiga al legado cultural de estas zonas despobladas. El templo local, que durante a?os le pas¨® desapercibido, cobr¨® relevancia cuando, para su trabajo de fin de grado de Historia del Arte, le encomendaron desgranar una obra, sus alteraciones y posibles restauraciones. ¡°M¨¢s accesible que el retablo del pueblo de mis padres¡¡±, pens¨®, y se lanz¨® a un examen que ha expandido a otros 20 templos de las proximidades.
Ella se ha convertido en la ¨²nica visitante regular de muchos de estos espacios de culto, donde apenas hay misas una vez al mes porque faltan feligreses y curas. El p¨¢rroco de Aliste, Te¨®filo Nieto, atiende 15 parroquias y le da todas las facilidades para su estudio. Las llaves, algunas pesadas y centenarias, las tienen vecinos que se las ceden cuando la investigadora, con contrato predoctoral en la Universidad Complutense de Madrid, llega al lugar para escrutar los conjuntos. En esta ocasi¨®n al menos ha tenido compa?¨ªa entre los g¨¦lidos muros de piedra: un gato se cuela entre los bancos y vigila los trabajos.
¡°La humedad es el gran enemigo de los retablos¡±, asegura la experta, que indica que el cantar¨ªn y buc¨®lico arroyo que corre junto a la iglesia de Tolilla supone un riesgo que se nota en las vigas ennegrecidas y en los l¨ªquenes y hongos que, sin respeto por la fe, viven junto a representaciones del Mes¨ªas o del santoral. La imagen parece m¨¢s propia de un lim¨®n mohoso perdido en un frigor¨ªfico que de patrimonio centenario. ¡°Las flores naturales son muy bonitas para fiestas grandes pero luego se quedan ah¨ª, el agua trae bichos, provoca humedad hacer que la madera se resienta, por eso son mejores las de pl¨¢stico¡±, ejemplifica la madrile?a afincada en Zamora.
Galisteo ha impartido talleres para que ni?os y mayores aprendan a valorar este legado cultural, m¨¢s all¨¢ de su credo, y peque?os cuidados para conservarlo. ¡°Una se?ora se ofendi¨® y se march¨® de uno porque recomend¨¦ velas con pilas y no de cera para evitar incendios¡±, ejemplifica la joven, que, a pesar de todo, agradece la buena disposici¨®n del p¨²blico: ¡°Nunca se hab¨ªan acercado tanto a su retablo¡±.
La ruta la lleva por carreteras angostas hacia aldeas semidespobladas como la cercana Lober (30 vecinos). ¡°Me molesta mucho el elitismo, hay gente que cree ¡®pobre¡¯ este trabajo porque las obras no est¨¢n en museos, pero s¨ª en contacto con el lugar para donde se concibieron¡±, reflexiona mientras ense?a un retablo en un estado algo mejor que el anterior.
El conjunto destaca por sus colores azules y blancos y por tener escrito ¡°H¨ªzose esta obra siendo cura el se?or Don Antonio L¨®pez y Lorenzo. A?o de 1799¡å. Estas inscripciones ayudan mucho a datar la ¨¦poca de cada pieza, pues muchas ni siquiera aparecen en los registros de la di¨®cesis. La especialista se?ala con ojo cr¨ªtico zonas hundidas, da?os estructurales muy peligrosos y partes bajas afectadas por la erosi¨®n y la desatenci¨®n. Hay partes m¨¢s visibles, mientras que otras est¨¢n elevadas o detr¨¢s del retablo y tiene que acceder a ellas subida a una escalera y esgrimiendo el palo selfie o la c¨¢mara para retratar esos aspectos que luego, en casa, escudri?a para diagnosticar los males del conjunto. La irregularidad del suelo, bajo el cual se encuentran tumbas antiqu¨ªsimas, complica el equilibrio.
Rub¨¦n Casas, de 45 a?os, vive en Lober gracias al teletrabajo y valora a la ¡°gente joven con ideas frescas¡± e inter¨¦s en el patrimonio en v¨ªas de ser olvidado. ¡°De ni?o me fascinaban los dibujos del retablo sin caer en el estado del retablo¡±, rememora mientras Galisteo sostiene que hay deterioros ¡°grav¨ªsimos¡± producidos de unos a?os a esta parte, de ah¨ª la importancia de que la di¨®cesis act¨²e y sufrague las carencias antes de que sea tarde. Por el momento, la escasez de fondos no ayuda.
La imagen opuesta se encuentra en la iglesia de San Vitero (450 habitantes). Da gusto ver el retablo, de 1723, recientemente restaurado: la policrom¨ªa dorada brilla, la luz ba?a los componentes remodelados y arriba del todo se aprecian im¨¢genes de Jerusal¨¦n que, hasta antes de las labores, permanec¨ªan cubiertas por mugre. A los lados, otros cuatro retablos ennegrecidos reflejan la diferencia entre unos y otros. ¡°Est¨¢ mal que se diga, pero para los restauradores y conservadores cuanto m¨¢s roto est¨¦ mayor es el reto¡±, admite la investigadora. Maldito desaf¨ªo que ha causado el abandono.
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