Alca?ices, el pueblo de Zamora donde hay tantas nancys como personas
Este municipio de un millar de habitantes acoge un museo de estas mu?ecas creado por una coleccionista aficionada
Las mu?ecas de Famosa se dirigen al portal de Esperanza Ramos desde hace 23 a?os. La barcelonesa de origen zamorano acumula unos mil ejemplares de la m¨ªtica figura femenina Nancy en una nave de Alca?ices (Zamora, 1.000 habitantes) convertida en museo para exponer las piezas, algunas ¨²nicas. Miles de ojos de pl¨¢stico con largas pesta?as, pelo lacio, suaves telas y mirada perdida vigilan al visitante desde unas vitrinas de cristal donde su due?a las custodia con mimo. El espacio lleva abierto un a?o y por ¨¦l han pasado cientos de aficionados a estas mu?ecas, s¨ªmbolo de infancias lejanas de recuerdo presente. ¡°Mi prioridad no son las nancys, no he hecho ninguna locura y siempre he tenido claro que son un capricho¡±, explica Ramos ante su tesoro.
Unas parras cargadas de uvas a¨²n por engordar preceden al cartel de ¡°Nancyclopedia¡±, t¨ªtulo de los cuatro libros escritos por la coleccionista sobre su afici¨®n, colocado ante el templo del juguete en esa vieja carpinter¨ªa remodelada. Al lado, una era con pacas de paja. Esperanza Ramos y su marido, Jos¨¦ Luis Vera, ambos de 60 a?os, abren la puerta del lugar, dominado por los colores pastel y cajas y cajas rosas, originales, con mu?ecas que nunca salieron de ellas ni fueron agarradas por dedos infantiles. Otras permanecen de pie, etiquetadas seg¨²n el modelo y sus caracter¨ªsticas, en el escaparate de cristal fabricado por cristaleros y carpinteros zamoranos tras mucho buscar. Cada una luce una vestimenta, ropita diversa para la Nancy Mundial 82, la Nancy en la ¨®pera, de comuni¨®n, oriental, de monja, con trajes regionales o incluso con mascarilla en las ediciones m¨¢s modernas.
La propietaria sonr¨ªe ante su galer¨ªa de Alca?ices, patria chica de sus padres antes de emigrar a Catalu?a y de censo humano similar al suyo de pl¨¢stico. Necesitaron dos camiones tras acumular cientos de mu?ecas en su piso de Barcelona. ¡°Es un sue?o cumplido, lo traje a Zamora porque en Barcelona hay muchas m¨¢s cosas¡±, relata. El matrimonio viaja a la provincia en verano y administra frecuentes visitas de otros aficionados o coleccionistas entusiasmados ante este crisol de delicias infantiles fabricadas por Famosa. Al fondo, unos cuantos Madelman, objeto de deseo de su marido.
La afici¨®n brot¨® tras el trauma que sufri¨® la adolescente Esperanza al ver que su madre hab¨ªa regalado sus mu?ecas al dejar de jugar con ellas. Solo sobrevivieron unos trajecitos y Ramos pens¨® en que su hija disfrutara como ella en el futuro. Ten¨ªa entonces 17 a?os e invirti¨® en la Nancy Disco los ahorros obtenidos como canguro de ni?os. Poco a poco fue comprando m¨¢s y visti¨¦ndolas con los m¨²ltiples complementos de una marca que vend¨ªa un mill¨®n de mu?ecas anuales.
¡ª?Y tu hija jugaba con ellas?
¡ªNo, era m¨¢s de beb¨¦s y mi hijo se encaprich¨® de una barbie que ve¨ªa en la guarder¨ªa. Le compramos una, pero no la us¨® nunca. No coleccionan nada, cuando tengan 40 a?os se dar¨¢n cuenta¡ª, detalla Ramos. Su esposo a?ade: ¡°?Os arrepentir¨¦is!¡±.
A falta de acogida juvenil, pasi¨®n adulta. La mujer sigui¨® comprando ejemplares en mercadillos, ferias de coleccionismo o en las primeras tiendas virtuales, asegura, sin dislates econ¨®micos y priorizando la educaci¨®n o necesidades de sus hijos. Ramos no se atreve a calcular la inversi¨®n, pero Vera desgrana el procedimiento: ¡°Todo depende de la oferta y la demanda y la locura del coleccionista, mucha gente no lo comprende. Algunas valen 1.500 euros, pero a los coleccionistas no nos gusta hablar de dinero¡±. ?l trabajaba como profesor y ella en el ¨¢mbito sanitario mientras peinaban el mercado y buscaban oportunidades; las mu?ecas puestas hoy a la venta cuestan unos 25 euros, 65 los modelos especiales, mucho m¨¢s que cuando se compraban durante d¨¦cadas en pesetas.
El fen¨®meno Barbie, con la pel¨ªcula arrasando en los cines, los deja fr¨ªos. El hombre rechaza verla por la ¡°estrategia de Mattel para comerse a sus competidores¡± mientras ella confiesa cierto inter¨¦s. Si hiciesen una versi¨®n espa?ola de Nancy, bromean, ir¨ªan de cabeza. La pareja protesta porque no han encontrado apoyo del Ayuntamiento de Alca?ices, de la Diputaci¨®n zamorana ni de la Junta de Castilla y Le¨®n. Mientras, sigue llegando p¨²blico desde Catalu?a, Madrid, Galicia o Euskadi. ¡°?Hay gente que se planta sin avisar, tenemos tel¨¦fonos para concertar citas!¡±, indican, algo moscas porque muchas personas dejaban 50 c¨¦ntimos cuando les ped¨ªan ¡°la voluntad¡± para financiar los gastos de seguridad, vigilancia o infraestructura.
Las reacciones de los visitantes asombran a Vera: ¡°?Hay gente que se pasa dos horas, otros chillan y entran en trance, otras lloran delante de las mu?ecas que tuvieron de peque?as!¡±. Ramos evoca c¨®mo una mujer con autismo sonri¨® al ver las pulcras figuras y habl¨® felizmente con ella: ¡°Hay quien peregrina a Santiago y quien peregrina aqu¨ª¡±. Los sustos los dan las vibraciones de los camiones en la carretera y los desmayos provocados en las mu?ecas, de nuevo puestas en pie para el p¨²blico. El libro de visitas, de caligraf¨ªas adultas o infantiles, rimbombantes o tr¨¦mulas, refleja el cari?o popular. ¡°Muchas gracias por preservar los recuerdos de nuestra infancia¡±, escribi¨® una mujer. En las primeras p¨¢ginas, al poco de abrir el museo, la dedicatoria de su hija, Natalia, ahora de misi¨®n solidaria en Uganda. La letra redonda y fina de la joven ensalza el esfuerzo de sus progenitores y el ¡°sue?o¡± cumplido de su madre. La joven remata con un perentorio: ¡°Yo todo lo que sea sacar cosas de casa¡ lo apruebo, jeje¡±.
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