La batalla generacional de las bodegas de Baltan¨¢s contra el calimocho
El pueblo con m¨¢s galer¨ªas y lagares subterr¨¢neos de Espa?a impulsa su tradici¨®n frente al desinter¨¦s juvenil
Suenan coplas andaluzas y pol¨ªticas en la bodega de Teodoro Tabar¨¦s, en Baltan¨¢s, en Palencia. Un reproductor musical canturrea tonadillas entre las monsergas poselectorales que proclama el televisor ante la pachorra del palentino en ese remanso de paz y vino. El volumen de cada aparato depende del inter¨¦s que le despierten. Hoy, y a menudo, gana la m¨²sica frente a las cantinelas partidistas. Cuesti¨®n de elecciones. ¡°Aqu¨ª paso consulta en verano de diez a dos, aunque este a?o estoy mal de la pr¨®stata y no puedo beber vino, sino cerveza cerocero¡±, proclama el hombre en la salita antes de invitar a bajar a su bodega, una de las 374 subterr¨¢neas que convierten al pueblo en el lugar espa?ol con m¨¢s galer¨ªas bajo tierra. Baltan¨¢s se ha volcado en mantener su tradici¨®n mientras lamenta c¨®mo los j¨®venes modernos huyen de agachar el lomo en la vendimia y prefieren el vino de cart¨®n para calimocho.
El conocido como barrio de bodegas de Baltan¨¢s (1.200 habitantes) regala una mezcla entre curiosos atra¨ªdos por este Bien de Inter¨¦s Cultural y aut¨®ctonos que cuidan de su templo de la mejor manera: d¨¢ndole uso. Vicente Picado, de 75 a?os, ha citado a su cuadrilla en la suya para comer cangrejos del r¨ªo Pisuerga con salsa de tomate de huerto, picar queso de ovejas palentinas, calibrar el picante del chorizo casero de jabal¨ª y caballo y darle tientos al vino que preparan campa?a tras campa?a. Pobre de quien rechace participar de los manjares de la comarca del Cerrato.
La gaseosa rebaja el dionisiaco contenido de las botellas para paladares noveles mientras el grupo relata las desventuras de la vendimia de hoy en d¨ªa. ¡°Los chavales pasan ol¨ªmpicamente del tema con el calimocho y la mierda esa del tinto de verano¡±, refunfu?a Picado, y asienten Julio del R¨ªo y Jos¨¦ Luis Iglesias, de 70 y 71 a?os. Ambos lideran la asociaci¨®n local, fundada hace tres a?os para exhibir al mundo ese conjunto de seis niveles subterr¨¢neos y 374 bocas, en su mayor¨ªa bien atendidas porque el pueblo reivindica el valor de su patrimonio: ¡°Nos lo echamos a la espalda, tenemos una edad y hemos visto el trabajo de restauraci¨®n¡±. Hace unas semanas acudieron unos toreros cordobeses, recuerda Picado, ¡°y se quedaron apijotados¡±. ¡°?No sab¨¦is lo que ten¨¦is!¡±, exclamaron los andaluces, asombrados como el grupo que acompa?a a Mila Espino, de 56 a?os, gu¨ªa del patrimonio de su patria chica: ¡°Me encanta dar a conocer mi pueblo, es ¨²nico en el mundo¡±. Entre la Diputaci¨®n, la Junta de Castilla y Le¨®n, el apoyo del Ayuntamiento y campa?as de micromecenazgo han conseguido fondos, junto con aportaciones propias, para poner a Baltan¨¢s en el mapa enol¨®gico m¨¢s all¨¢ del humor¨ªstico: de all¨ª procede Borja P¨¦rez, el creador de la ¨¢cida serie Qu¨¦ vida m¨¢s triste, t¨ªtulo vaticinador del sentir local ante el declive de la tradici¨®n.
Los baltanasiegos pasean entre los pinochos, como all¨ª conocen a las chimeneas, con las bodegas m¨¢s viejas datadas en 1543. Las habladur¨ªas dicen que el arquitecto Antoni Gaud¨ª se inspir¨® en estas construcciones para su obra; otras voces contempor¨¢neas asemejan el conjunto a las viviendas de los peque?os hobbits de El Se?or de los Anillos. El caso es que en muchas hay que agachar la cocorota para descender t¨¦rmica y geol¨®gicamente hacia esas amplias salas, a veces separadas por apenas medio metro de pared con su c¨¢mara vecina. ¡°?C¨®mo lo har¨ªan?¡±, reflexionan sobre las ma?as centenarias para meter olmos de 12 metros de largo como viga para sostener los techos y conformar los lagares que tanta uva han acogido, cosechas incalculables en los buenos tiempos. Apenas hay 15 grados en pasillos donde sus ancestros grabaron con muescas o cuentas calculando las cosechas, y la uva ha te?ido de morado los almacenes de piedra donde se vert¨ªa oto?o tras oto?o. Al fondo, el tinto.
¡°Antes todo lo que ves era vi?edo¡±, se?alan desde lo alto del otero a una lontananza donde apenas quedan vides y reina el cereal. La rentabilidad econ¨®mica manda y la despoblaci¨®n remata. Ha pasado m¨¢s de medio siglo desde su infancia, cuando los chiquillos celebraban la vendimia porque se cancelaban las clases para ponerlos a ayudar, hasta estos tiempos donde apenas restan 20 bodegas operativas. Cada vez quedan menos manos ajadas de recolectar las cepas y ri?ones exigidos entre majuelos. Los j¨®venes pasan de pisar uva y ceden a sus padres el peso de la tradici¨®n. Ana Santamar¨ªa y Jos¨¦ Barbero, de 54 y 55 a?os, producen anualmente unos 800 litros de tinto ¡°o lo que salga¡± para mantener la costumbre familiar glosada al menos en 1821, seg¨²n un grabado en un muro. ¡°?Antes era una fiesta, aunque menudo castigo trabajar ma?ana y tarde!¡±, evocan. Sus hijos, ya mayorcitos, no disfrutan aplastando racimos ni catan los caldos. De nuevo citan al enemigo: ¡°Son m¨¢s de calimocho¡±.
La modernidad tambi¨¦n ha entrado en esas bodegas hist¨®ricas. La de Jos¨¦ Luis Iglesias pertenece a un proyecto del Centro Superior de Investigaciones Cient¨ªficas y mide en tiempo real la humedad y las condiciones del espacio. All¨ª tambi¨¦n conserva premios de campeonatos locales de petanca, tanga, rana y dem¨¢s juegos populares, la verdadera Champions League de los pueblos castellanos. El aut¨¦ntico premio, una vez demostrado el valor hist¨®rico y enotur¨ªstico de Baltan¨¢s, pasa por los chavales entretenidos en un cercano parque para patines: que bajen a las bodegas para algo m¨¢s que hacer botell¨®n con la dichosa bebida que trae del h¨ªgado a sus mayores.
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