La literatura se va de copas en ¡®All¨ª donde nos encontramos¡¯
El escritor Gonzalo Torn¨¦ compila, en tiempos de restricciones y pasaportes sanitarios, 27 fragmentos de la historia de las letras universales marcados por brindis, reuniones y abrazos
La lectura constituye un extra?o cruce entre el aislamiento y la reuni¨®n. Por otro lado, si los personajes literarios no dejan de ser versiones concentradas de las vidas de los lectores, estos dos ¨²ltimos a?os les han permitido asistir, por delegaci¨®n, a los espacios abiertos o cerrados donde ellos s¨ª se han reunido y celebrado en el papel. A partir de esos dos presupuestos, y en el contexto de una vida real donde las restricciones pand¨¦micas han impedido el encuentro f¨ªsico entre las personas o lo acotan con salvoconductos sanitarios, no hab¨ªa de pasar demasiado tiempo para que un lector y escritor de la sensibilidad de Gonzalo Torn¨¦ hiciera acopio de brindis, reuniones y abrazos en las letras universales en 27 fragmentos de otros tantos autores de la literatura cl¨¢sica y moderna. Y as¨ª se ha conformado All¨ª donde nos encontramos (Temas de Hoy).
El ¨¢gora griega en la Lis¨ªstrata de Arist¨®fanes, la taberna en el canto goliardo del Carmina Burana, la venta confundida con un castillo por el protagonista del Quijote de Cervantes, la densa Posada del Chorro del Moby Dick de Melville o la accidentada Almirante Benbow de La isla del tesoro de Stevenson, el elegante sal¨®n de la se?ora Musgrove en la Persuasi¨®n de Jane Austen o la taberna de Pica Lagartos en la Luces de Bohemia de Valle-Incl¨¢n son algunos de los escenarios escogidos por el autor de A?os felices y El coraz¨®n de la fiesta. ¡°La lectura aparenta aislamiento, pero pocas actividades tienen tanto retorno social como ella: tras coger un libro uno vuelve m¨¢s maduro a la vida social, se crean muchos tipos de relaciones, como se ve en bibliotecas, clubs de lectura, librer¨ªas...¡±, argumenta Torn¨¦ como el primero de los juegos que quiere plantear al lector.
La segunda propuesta para quien se acerque a All¨ª donde nos encontramos es que ¡°si bien no es un manual, es un buen bestiario de lo que se puede hacer en espacios p¨²blicos¡±. Hay un tercer nivel de lectura: los textos no siguen el orden cronol¨®gico de su aparici¨®n en la historia de la literatura, sino que ¡°est¨¢n puestos por tonos de g¨¦nero o intenciones de abordar el tema, con m¨¢s de un pasadizo secreto entre ellos¡±, asegura el compilador. Es el caso antag¨®nico de la composici¨®n po¨¦tica de Rimbaud En la Taberna Verde, de corte humor¨ªstico y desenfado y sensual, con el terriblemente triste Callos a la manera de Oporto de Pessoa, que ofrece un matiz emocional m¨¢s cercano al tampoco muy recomendable compa?ero de francachelas de Kafka y su El castillo. Todos ellos muy alejados en lo estructural del Enrique IV de Shakespeare, donde la taberna cargada de barricas no deja de ser teatro dentro del teatro. Por no hablar del tono directamente ensay¨ªstico de Gil de Biedma que luce en Revista de bares, apuntes de escenarios que fueron de la Barcelona de la Gauche Divine.
Otro sutil engarce lo pueden proporcionar, en lo musical, el alegre goliardo con la canci¨®n Acordarnos, de Manolo Mart¨ªnez, que cierra el volumen. Esa letra m¨¢s eleg¨ªaca del grupo Astrud es uno de los tres ¨²nicos textos que se recogen de autores vivos. Los otros dos son el de Anna Pacheco, con el relato Los saludos, que figura entre el articulista Larra de El caf¨¦ y Catulo, y el de Miqui Otero, A ver si nos vemos, precedido por el Rabelais de Gargant¨²a y Pantagruel y dos antes de Un ¨¢rbol. Una roca. Una nube, de Carson McCullers.
¡°He perdido habilidades sociales tras tanto tiempo teletrabajando y encerrada sin salir a hablar con otras personas¡±, admite la celebrada autora de Listas, guapas, limpias. Esa incomodidad rezuma su texto que, bajo el influjo de una frase de Mart¨ªn Gaite que no se sacaba de la cabeza (¡°Hay una necesidad mal repartida de hablar y escuchar en el mundo¡±), expone el choque entre ¡°las interacciones predominantes hoy como el whatsapp, que son conversaciones diferidas porque andamos en estos canales siempre a destiempo, con el bar, que es el encontrarse en el mismo tiempo y lugar¡±.
Admite Pacheco que en el bar ¡°yo soy personaje de mirar, ver qu¨¦ hacen los otros¡±, de constatar, enumera, ¡°abismos, tristezas y alegr¨ªas¡± y tambi¨¦n verificar ¡°c¨®mo se desintegran personas¡±. As¨ª, claro, se desconcentra: ¡°Nunca he logrado escribir nada en una cafeter¨ªa¡±. Est¨¢ pues en sinton¨ªa, al parecer, con Otero: ¡°Al bar se va para ser lo menos productivo posible, se va a estar, a perder el tiempo, a aburrirte; eso s¨ª, ah¨ª he pensado mucho, que es una manera de escribir¡±. El padre de Sim¨®n entiende esos espacios como ¡°parlamentos alternativos, tambi¨¦n como confesionarios donde explicar un sue?o sin que te detengan, como s¨®lo pasa en el psicoanalista¡±. Est¨¢ tambi¨¦n sostiene, ¡°la sensaci¨®n de formar parte de una familia de adopci¨®n, un escenario donde tambi¨¦n jugamos un rol¡±.
Torn¨¦, reconoce, es todo lo contrario de sus invitados: ¡°Todo lo escribo en un bar¡ y a mano¡±, por lo que, con la pandemia cov¨ªdica, dej¨® de escribir. De ah¨ª que la presentaci¨®n del libro fuera en la animada y concurrida La bodega d¡¯en Rafel de Barcelona, techo bajo de madera, azulejos por arrimaderos, botellas en las paredes y mir¨ªadas de tapas de toda la vida, como el local mismo. Escenario id¨®neo para un volumen sobre la reuni¨®n y donde encontrarse, pero con futuro en entredicho por la pr¨®xima jubilaci¨®n del tabernero. Signo de los tiempos.
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