El adi¨®s en plenitud de Elton John en Barcelona
El cantante impresion¨® en el Palau Sant Jordi en el primero de sus dos conciertos de despedida
Era una despedida, pero fue una juerga, comedida juerga, no imaginemos lo imposible, considerando que la generaci¨®n protagonista, la llamada de los boomers, era la ungida. La estrella ten¨ªa encima m¨¢s piedras brillantes que una bisuter¨ªa, en especial en la espalda de su frac, igual que en sus gafas, rosadas bajo un peluqu¨ªn nada exagerado peinado a raya. S¨ª, era un Elton John comedido considerando sus usos, y en el Palau Sant Jordi, en el primero de sus dos conciertos de despedida en Espa?a, el color lo dej¨® para una pantalla que cerraba el escenario por detr¨¢s y tambi¨¦n discurr¨ªa hacia el frente haciendo un ¨¢ngulo de algo m¨¢s de 45?. Los m¨²sicos, tan veteranos como el propio Elton, su banda favorita dijo, en muchos casos compa?eros de batalla de cuando Elton a¨²n no tiraba de sus imaginativos tup¨¦s, ocupaban unos fosos que dejaban para Elton y su piano el protagonismo de la boca del escenario. Y para sus canciones, y para su voz, y para enmarcar con el colorido de una noche que pese a ser de despedida no quer¨ªa dejar l¨¢grimas. Elton, el artista que nos ha dicho que los artistas no pueden ser tan anodinos como quienes los escuchan, ya no volver¨¢ a iluminar escenarios. Quedar¨¢n sus discos y los recuerdos de sus conciertos.
Esta gira de despedida arranc¨® en 2018, la trunc¨® la pandemia y luego se reemprendi¨®. Y son las mismas las canciones que la han hecho brillar desde el primer d¨ªa. Sin cambio alguno. ?Para qu¨¦?, debe pensar Elton, satisfecho con temas que tachonaron de ¨¦xitos los a?os setenta y una parte de los ochenta, ¨²ltima d¨¦cada presente en el repertorio. Y as¨ª comenz¨® con Bennie And The Jets, y ya en ese tema, incitando la complicidad del respetable, 16.000 personas, las luces del recinto se encendieron como diciendo¡aprovechen, es la ¨²ltima vez. En quinta posici¨®n son¨® Tiny Dancer, y aunque los agudos ya quedan lejos, Elton dej¨® claro que la voz ah¨ª sigue, poderosa. Hab¨ªa saludado rutinario, ya se sabe, Barcelona muy contento bien y tal, y tras Have Mercy On The Criminal lleg¨® ese Rocket Man que tambi¨¦n descarg¨® de a?os a la audiencia. Una canci¨®n soberbia, como muchas de Elton, de ah¨ª la dataci¨®n de su elecci¨®n de repertorio, inm¨®vil por casi incuestionable -bien, todos echaron en falta alguna, se da por sentado-; una canci¨®n que agit¨® las gafas con lucecitas que muchas personas compraron dentro del recinto para acompa?ar las refulgencias de Elton. Su voz, llevada hacia los tonos graves y entonaciones c¨®modas, redonde¨® la estampa c¨®smica que la pantalla proyectaba a un recinto que ya comenz¨® a encender los m¨®viles. El cielo en el escenario, estrellitas en las gradas y en la platea. Todo casi como entonces, con arreglos similares y un Elton que en absoluto parec¨ªa f¨ªsicamente tener sus casi 76 a?os, prueba inequ¨ªvoca de que los retoques faciales s¨®lo se perciben como los biso?¨¦s, cuando son muy chapuceros. Y para dar rango la pieza, pas¨® por escena en versi¨®n larga, para que todo el mundo se luciera, Elton y su piano los primeros.
El ramillete de ¨¦xitos no por esperado fue menos impactante. Tener en un repertorio piezas como Levon, con sus arreglos de orquesta digital, ese dueto medio f¨²nebre, medio emotivo que conforman Candle In The Wind, s¨®lo a piano y voz con Marylin en pantalla y Funeral For a Friend, abierto con el sonido siniestro de un viento acompa?ado en pantalla por nubes de tormenta y truenos, con Elton ya de blanco y con gafas de montura azul oscuro y reflejos brillantes, desliz¨¢ndose por escena junto a su piano, plantaron la actuaci¨®n en el meridiano. Como siempre Elton simp¨¢tico, pel¨ªn auto par¨®dico, caminando por el ancho escenario con la soltura del Pato Donald y silabeando algunos pasajes de sus fraseos al piano, fue el mejor Elton para decir que uno m¨¢s marcha, como han hecho Serrat, quiz¨¢s el Springsteen de estadio y quien sabe si en breve Bob Dylan. Un ocaso de gigantes que s¨®lo suelen ser irrepetibles para quienes los vivieron de primera mano cuando la m¨²sica es, como todo en la vida, intenso, extremadamente vital, enormemente trascendente: esos a?os en los que todo deja huella. Ese Elton que se vio en el Sant Jordi incluso pareci¨® m¨¢s plet¨®rico que en visitas anteriores, un estupendo ¨²ltimo regalo, esperanzador ¨²ltimo recuerdo, una muestra de orgullo generacional muy bien comprendida en la platea.
Tras la severidad de Funeral For A Friend y el delta euforizante de su desembocadura Love Lies Bleeding el concierto mostr¨® en pantalla a un Elton juvenil mientras sonaba Don¡¯t Let The Sun Go Down N Me, para luego ir virando hacia tonalidades menos trascendentes y ligeras, antesala del tramo rockero y contagioso que explot¨® con The Bitch Is Black, I¡¯m Still Standind, Cocodrile Rock y Saturday Night¡¯s Alright For Fighting. Pura diversi¨®n, luces encendidas, p¨²blico en pie, m¨¢s im¨¢genes retrospectivas de Elton en pantalla, un homenaje a la m¨²sica de siempre, a esas canciones desenvueltas y juveniles que no por acumular a?os dejan de evocar sentimientos sin manosear. Canciones de siempre en manos de quienes llevan toda la vida toc¨¢ndolas, disfrutando y haciendo disfrutar con ellas. La puesta al d¨ªa, bailable y petarda, con el bombo a paso de baile de Cold Heart abri¨® los bises, con Elton en bat¨ªn rosa, bises rematados con Your Song, lagrimitas de ternura, y la alegre Goodbye Yellow Brick Road que cerr¨® la noche. Elton march¨® satisfecho. Hasta el mes de julio seguir¨¢ disfrutando de sus ¨²ltimos conciertos. Y si todos son como este primero de Barcelona, dejar¨¢ un gran sabor de boca, el de un veterano que sabe cuando ha de dejar de repetir canciones que escribi¨® hace muchas d¨¦cadas y que merecen reverdecer cuando se dice adi¨®s. Y cantarlo en forma.
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