Las ocupaciones de vivienda, el chabolismo del siglo XXI
Un estudio se?ala que el origen de los dos fen¨®menos es el mismo, la falta de pisos, y equipara las circunstancias y el perfil de sus protagonistas
La ocupaci¨®n de viviendas en la actualidad es la nueva versi¨®n del barraquismo. Lo afirma un informe que ha publicado el Observatorio de Derechos Econ¨®micos Sociales y Culturales (DESC) de Barcelona y que analiza y equipara las causas, el perfil y la realidad de los protagonistas de los dos fen¨®menos. El trabajo se?ala que las sociedades han resuelto de distintas formas la necesidad de techo y que la poblaci¨®n ¡°mal alojada¡± es una constante, con variantes, en cada territorio o momento hist¨®rico. T¨¦cnicamente es ¡°vivienda precaria, informal o insegura¡±, un alojamiento que ¡°no es digno ni adecuado, por motivos legales, constructivos, de seguridad, o estabilidad¡±. Lo eran las chabolas y lo es la ocupaci¨®n por parte de familias, afirman los autores estableciendo paralelismos: c¨®mo llegan sus protagonistas a las dos realidades, la condici¨®n de migrantes de buena parte de ellos, la presencia de intermediarios, el malestar y los problemas de salud que genera la inseguridad habitacional, o la criminalizaci¨®n de los dos colectivos. Y en origen, se?alan, est¨¢ la falta de vivienda digna y de un parque p¨²blico. El trabajo recoge y compara testimonios, actuales y antiguos, de Barcelona y Catalu?a, en situaciones que son extrapolables a otros puntos de Espa?a.
Uno de los autores del informe, Guillem Domingo, investigador y t¨¦cnico de vivienda del Observatorio, argumenta c¨®mo llegaron a establecer el paralelismo. ¡°Tras el estallido de la burbuja del ladrillo en 2008, la lucha por la vivienda y contra los desahucios lleg¨® en 2015 a cuotas de sensibilizaci¨®n muy altas, la sociedad identific¨® el problema, sus responsables y las soluciones¡±, relata. Entre 2007 y 2022 hubo casi 700.000 procesos de ejecuci¨®n hipotecaria, recuerda el trabajo. ¡°Pero tras desahucios, p¨¦rdidas de empleo o situaciones de irregularidad administrativa, una parte de aquellas familias siguen en situaciones ultraprecarias que les llevan a ocupar; una situaci¨®n sobre la que se ha construido un nuevo enemigo p¨²blico que se desdibuja y no tiene cara, no es una mujer o una mujer con menores a cargo¡±, lamenta Domingo. Y a?ade que el fen¨®meno se afronta ¡°con falsas soluciones, como cambiar el c¨®digo penal para desalojar m¨¢s r¨¢pido, pero el problema no desaparece¡±. ¡°Ante la criminalizaci¨®n y los falsos discursos sobre los ocupas¡±, defiende, ¡°vale la pena hacer el paralelismo para tener memoria y saber de d¨®nde venimos¡±. ¡°Nuestras ciudades, Barcelona, Madrid, Valencia o Bilbao se han construido en parte como consecuencia de crisis de vivienda bestiales, con barrios de autoconstrucci¨®n perif¨¦ricos¡±, recuerda.
El informe sit¨²a las causas de las ocupaciones en la crisis del ladrillo y los desahucios; la bolsa de casas vac¨ªas que dejaron; la financiarizaci¨®n del mercado inmobiliario, con hipotecas o paquetes de vivienda que han sido comprados sucesivamente; y la falta de un parque p¨²blico. Y advierte de la falta de cifras oficiales, m¨¢s all¨¢ de datos parciales y desfasados del Institut Cerd¨¤ (el 0,45% del parque estar¨ªa ocupado, 2017) o el Foessa, vinculado a C¨¢ritas (el 0,2% de los hogares principales, 2019). ¡°Contabilizarlo mostrar¨ªa las verg¨¹enzas de las pol¨ªticas de vivienda. Si hay listas de espera en las mesas de emergencia de vivienda o el registro de solicitantes de pisos p¨²blicos, es porque la administraci¨®n no ofrece soluciones¡±, insiste el investigador. ¡°Si hubiera vivienda para realojar a las familias desahuciadas, no comprar¨ªan las llaves de un piso ocupado¡±, concluye.
Testimonios que tienen mucho en com¨²n
Las voces recogidas de personas que han ocupado recientemente en asambleas de entidades como la PAH (la Plataforma de Afectados por la Hipoteca), y los testimonios de antiguos chabolistas de Barcelona compilados en bibliograf¨ªa o documentales tienen mucho en com¨²n. Familias que apalabran viviendas en las que resulta que viven otras familias, una por habitaci¨®n. Migrantes que, d¨¦cadas atr¨¢s, ten¨ªan varios trabajos, pero mal remunerados y no podr¨ªan pagarse un piso; o migrantes actuales que est¨¢n en situaci¨®n irregular y no pueden trabajar legalmente, o tienen contratos de media jornada y nadie les alquila un piso. La falta de suministros como agua o luz en los dos casos. O la decisi¨®n de familias con hijos de pagar comida antes que vivienda. Testimonios que repiten que qu¨¦ m¨¢s quisieran que poder entrar legalmente en un piso y no ser el vecino ocupa; o los que ponen en valor la mano de obra que los barraquistas supusieron para las ciudades y las duras condiciones en las que vivieron. Tambi¨¦n aparece el estigma de quien viv¨ªa en una chabola o ahora ocupando y no lo cuenta en el trabajo o cuando le visita el m¨¦dico.
¡°?Qui¨¦nes ocupan hoy y quienes viv¨ªan en los poblados de barracas en el pasado? Personas con necesidades. Porque no pueden por temas de documentaci¨®n, por temas de dinero¡ si te ves en esta situaci¨®n no es porque quieras¡±, responde uno de los testimonios recabados.
La criminalizaci¨®n de ocupas y chabolistas es otro tema que aborda el informe, con voces actuales y antiguas, sobre el estigma de vivir en estas situaciones a la hora de ir al m¨¦dico o a buscar empleo. ¡°La gente se piensa que eres un caradura¡±, afirma una mujer citada en el informe que vive en un piso ocupado propiedad de Blackstone. El informe se?ala que el grueso de las ocupaciones y desahucios se producen en pisos propiedad de fondos de inversi¨®n. ¡°Vivir en las barracas significaba que te marginaran, como si estuvi¨¦ramos por capricho, porque ¨¦ramos maleantes¡±, narraba una pareja en el documental Barraques, l¡¯altra ciutat.
¡°?C¨®mo puede ser que estemos en las mismas?¡±
Custodia Moreno, activista vecinal del barrio del Carmel de Barcelona, que vivi¨® en una barraca cuando lleg¨® con su familia desde Granada en 1947, se ¡°enciende¡± al ver que ¡°estamos en las mismas, claro que hay paralelismos¡±. ¡°?C¨®mo puede ser?¡±, exclama y lamenta que tampoco las barracas han desaparecido de las ciudades y su extrarradio. Se?ala el asentamiento del barrio de Vallcarca o la favela de Montcada, al lado de Barcelona. Sobre la causa, tambi¨¦n apunta a la misma entonces y ahora: ¡°La falta de vivienda¡±. ¡°Habr¨ªa que hacer un pacto de Estado y vivienda a porrillo, de alquiler¡±. Sobre el perfil migrante de los barraquistas y muchos ocupas, entiende que ahora es peor, ¡°por la falta de regularizaci¨®n¡±. ¡°Entonces ¨¦ramos parias y ten¨ªamos falta de libertad [durante el Franquismo]; pero trabajo hab¨ªa, mal pagado, pero hab¨ªa. ?C¨®mo es posible que ahora lleves diez o 15 a?os aqu¨ª y no tengas papeles?¡±, se indigna. Tambi¨¦n cita los problemas de salud que genera ¡°una situaci¨®n tan irregular como vivir en una barraca o un piso ocupado, no puedes hacer ning¨²n tipo de plan de vida¡±. Y reconoce que entonces como ahora, ¡°o eres muy ¨ªntegro o caes en la picaresca¡±. El informe del Observatori DESC analiza tambi¨¦n la presencia de intermediarios en los poblados chabolistas o en los pisos ocupados. En las barracas hab¨ªa quien vend¨ªa certificados de empadronamiento; en los pisos ocupados hay quien vende las llaves de los pisos. En ambos momentos hist¨®ricos se realquilan habitaciones.
Desde la PAH, una de sus fundadoras y portavoz, Luc¨ªa Delgado afirma que la ocupaci¨®n ¡°es volver al pasado: criminalizar a las personas sin recursos que buscaban un techo, en aqu¨¦l momento lo levantaban con sus manos y ahora se ocupa vivienda vac¨ªa de los bancos¡±. En los dos casos se ataca a las familias ¡°en vez de ir a las causas¡± y se?ala que a los chabolistas, en el pasado, ¡°se les dio soluci¨®n, con vivienda social, pese a las carencias que ten¨ªa¡±, y que la soluci¨®n ahora ¡°es tener vivienda p¨²blica a partir de los pisos vac¨ªos de bancos y fondos buitre¡±.
Puedes seguir a EL PA?S Catalunya en Facebook y Twitter, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.