Un espa?ol lleva 14 meses preso en Marruecos por compartir v¨ªdeos de las protestas del Rif
Zouhir Ainaaissa fue detenido al desembarcar en el pa¨ªs con su familia para veranear, cuatro a?os despu¨¦s de los hechos, y condenado por injurias
F¨¢tima acaba de regresar de visitar a su marido en la c¨¢rcel de Mohammed¨ªa, a 20 kil¨®metros de Casablanca. Sus hijas, de cinco y tres a?os, acaban de regresar de visitar a su padre a su puesto de trabajo, una especie de f¨¢brica u oficina con la fachada pintada de rosa. ¡°Les he dicho que ha tenido que irse fuera a trabajar¡±, cuenta la mujer. La mentira no tiene que ver con la verg¨¹enza por el delito cometido, sino con la necesidad de proteger a las peque?as de situaciones que, tal vez, no pueden asimilar. Zouhir Ainaaissa, ciudadano espa?ol nacido en Marruecos, cumple una pena de dos a?os de c¨¢rcel por compartir noticias y v¨ªdeos en Facebook sobre las protestas del Rif en 2017. Lleva ya 14 meses entre rejas y ha pedido, por ahora sin ¨¦xito, cumplir la pena en Espa?a.
Zouhir, de 35 a?os, vive desde que era ni?o en Catalu?a. Sus padres abandonaron la regi¨®n del Rif de la que son originarios y se instalaron en Montesquiu (Barcelona), un pueblo de unos 1.000 habitantes de la Catalu?a interior. De aqu¨ª no se ha movido. Cuando conoci¨® a F¨¢tima, la atrajo al pueblo, donde se ganan la vida y han formado una familia. Los dos trabajan en la misma empresa: ella es administrativa, ¨¦l, t¨¦cnico frigorista. Pese a su encarcelamiento, el puesto de trabajo ¡°le estar¨¢ esperando¡±, seg¨²n le ha prometido el jefe a F¨¢tima.
La empat¨ªa del empresario es una muestra del cari?o que los vecinos de Montesquiu sienten por Zouhir y su familia. Sus padres hab¨ªan participado en las llamadas ¡°parejas ling¨¹¨ªsticas¡±, que permit¨ªan a locales y reci¨¦n llegados mantener encuentros para fomentar el aprendizaje de la lengua catalana. El alcalde, Carles Colomo, recuerda tambi¨¦n la implicaci¨®n de los Ainaaissa en las fiestas del pueblo y c¨®mo en las cal?otades populares guardaban para ellos ¡°unos cortes de pollo¡±. El Ayuntamiento ha aprobado, por unanimidad, una moci¨®n para pedir su liberaci¨®n y su regreso a casa y denuncia que ha sido v¨ªctima de un ataque a la libertad de expresi¨®n.
La apacible vida familiar se rompi¨® durante las vacaciones de 2022. ¡°Est¨¢bamos pensando d¨®nde ir, si quedarnos por aqu¨ª o viajar a Marruecos. Llev¨¢bamos mucho tiempo sin ir. Al final, nos decidimos¡±, explica F¨¢tima. Viajaron hasta el sur de la pen¨ªnsula y se desplazaron en ferry con las dos ni?as. Cuando desembarcaron en Nador, la noche del 8 de agosto, la polic¨ªa se llev¨® detenido a Zouhir sin explicarle por qu¨¦. No lo sab¨ªa (no pod¨ªa saberlo), pero las autoridades hab¨ªan dictado contra ¨¦l una orden de busca y captura por hechos ocurridos cuatro a?os antes.
En la primavera de 2017, estallaron intensas protestas en el Rif (norte de Marruecos) protagonizadas por j¨®venes, hartos de la falta de oportunidades. Ni las remesas enviadas por los migrantes desde Europa ni el cultivo de hach¨ªs que enriqueci¨® a unos pocos hab¨ªan mejorado sus condiciones de vida. Las movilizaciones fueron duramente reprimidas por la monarqu¨ªa alau¨ª, pero los v¨ªdeos de lo acontecido en ciudades como Alhucemas se difundieron en redes sociales. Desde su domicilio en Montesquiu, Zouhir comparti¨® en su perfil de Facebook (ya en 2018) algunos de esos v¨ªdeos y noticias.
El celo de Marruecos ante cualquier movimiento de tintes autonomistas o separatistas es extremo. Y su capacidad de vigilancia ha quedado probada a trav¨¦s de la utilizaci¨®n de sistemas como Pegasus, el software israel¨ª para el espionaje a trav¨¦s de tel¨¦fonos m¨®viles. El caso de Zouhir demuestra tambi¨¦n que el r¨¦gimen monitorea con eficacia las redes sociales, incluso de ciudadanos que viven desde hace d¨¦cadas en el extranjero y que, como ¨¦l, ya solo usan el pasaporte espa?ol. ¡°Zouhir comparti¨® esos v¨ªdeos en Espa?a, pero el C¨®digo Penal marroqu¨ª permite perseguir hechos delictivos cometidos fuera del pa¨ªs bajo una ¨²nica f¨®rmula, la de la amenaza a la seguridad nacional¡±, cuenta Marc Serra, abogado de la familia que, con muchas dificultades, est¨¢ tratando de que el hombre cumpla lo que le resta de pena en Espa?a.
Cumplir la pena en Espa?a
Zouhir fue condenado a dos a?os de c¨¢rcel y al pago de una multa de 10.000 dirhams (unos 1.000 euros) por un delito de injurias a la bandera y los s¨ªmbolos del Reino e instigaci¨®n a cometer esos actos a trav¨¦s de medios electr¨®nicos. En los hechos probados de la sentencia se recoge ¨²nicamente que difundi¨® los v¨ªdeos de la protesta del Rif. Nada m¨¢s, ni siquiera dejaba comentarios en esas publicaciones. ¡°Cuando amainaron las protestas, dej¨® de compartir publicaciones, su Facebook estaba inactivo¡±, cuenta F¨¢tima, que qued¨® en shock por una detenci¨®n que ha alterado la vida familiar. El hombre fue condenado en primera instancia y en apelaci¨®n con una celeridad que ya querr¨ªa la justicia espa?ola. Lleva ya 14 meses en prisi¨®n porque, en Marruecos, las penas se cumplen casi en su integridad.
El abogado (y Montesquiu con ¨¦l) est¨¢ tratando de que la familia vuelva a reunirse lo m¨¢s pronto posible. El pasado febrero se abri¨® un expediente para que, como ciudadano espa?ol, pueda cumplir la pena en una c¨¢rcel catalana. La petici¨®n no ha sido todav¨ªa resuelta, mientras pasa el tiempo y se acercan los dos a?os de prisi¨®n. La comunicaci¨®n no es f¨¢cil y siempre es indirecta, a trav¨¦s del consulado o la embajada espa?ola. ¡°Desconocemos por completo el estado del procedimiento. Cumple los requisitos, porque tiene nacionalidad espa?ola y ha pagado la multa. Pero parece que la Fiscal¨ªa tiene que pronunciarse a¨²n. No avanzamos¡±, lamenta el abogado. En paralelo, Zouhir ha solicitado tambi¨¦n su puesta en libertad provisional.
Desde su celda de Mohammedia, una prisi¨®n pintada de color de rosa y donde las medidas de seguridad son m¨¢s laxas, Zouhir apenas puede comunicarse con los suyos. Cuenta con el apoyo de un hermano que vive en Marruecos. Pero no puede recibir cartas de su mujer o dibujos de sus hijas. F¨¢tima ha podido ir a verle este a?o en tres ocasiones; la ¨²ltima, esta misma semana. ¡°Le he visto bien. Aguantando, pero bien¡±. Las visitas son cortas y algo decepcionantes porque, a diferencia de Espa?a, no hay salas de vis a vis, solo un recinto enorme donde est¨¢n el resto de presos: para las ni?as, los compa?eros de trabajo de un pap¨¢ que ya lleva demasiado tiempo fuera de casa y al que tienen, cuenta F¨¢tima, muchas ganas de tener de vuelta en casa.
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