El Rif se vac¨ªa sin esperanza ante el atraso del norte de Marruecos
Seis a?os despu¨¦s del aplastamiento de las revueltas sociales del Hirak, miles de j¨®venes de la regi¨®n han emigrado clandestinamente. M¨¢s de 5.000 personas han alcanzado en patera las costas del sur de Espa?a en lo que va de a?o
Usama, de 25 a?os, y Mohamed, de 26, observan desde la playa de Suani, en plena bah¨ªa de Alhucemas, el horizonte donde se oculta Motril, en la costa granadina, a unas 12 horas de navegaci¨®n en patera en l¨ªnea recta. All¨ª les aguarda Marwan, de 20 a?os, el menor de cinco hermanos que hace unos meses atraves¨® el mar de Albor¨¢n en una moto acu¨¢tica en menos de cinco horas. Declinan revelar su apellido. Usama es economista y Mohamed, maestro repostero, pero solo han encontrado hasta ahora trabajos espor¨¢dicos en la regi¨®n del Rif.
¡°Nos reuniremos con nuestro hermano peque?o en cuanto sea posible. Aqu¨ª ya hemos perdido la esperanza. La pol¨ªtica de Marruecos en el Rif nos empuja a emigrar¡±, alega Usama mientras ambos empiezan a desmantelar el chiringuito playero que ha dado de comer a toda la familia durante el verano, sirviendo t¨¦ a la menta, limonada o sardinas a la brasa. Al oeste de la playa se divisa como un espejismo que emerge entre las aguas el pe?¨®n de Alhucemas, un islote espa?ol desde hace casi cinco siglos situado a apenas 700 metros de la costa y que cuenta con una base militar permanente.
Mohamed lo intent¨® hace dos a?os en una de las grandes barcas llamadas buleteras, que pescan en mar abierto en aguas internacionales, pero fue interceptado por las fuerzas de seguridad marroqu¨ªes. Las patrulleras han cerrado el paso en el mar de Albor¨¢n a m¨¢s de dos centenares de personas en pateras este verano, casi todos marroqu¨ªes, seg¨²n datos oficiosos. La vigilancia policial tambi¨¦n ha constatado la salida de decenas de embarcaciones que luego quedaron abandonadas tras el rescate de sus ocupantes, lo que apunta a que una cifra muy superior de migrantes irregulares consigui¨® alcanzar las costas espa?olas. En lo que va de a?o, especialmente entre mayo y mediados de septiembre, m¨¢s de 5.000 migrantes irregulares cruzaron el mar de Albor¨¢n, de acuerdo a cifras oficiales consultadas por EL PA?S.
Ni Mohamed ni Usama han podido reunir los 10.000 o 12.000 euros exigidos por los llamados organizadores para subir a bordo de una de las grandes motoras Phantom, usadas habitualmente por nacotraficantes que ahora se lucran con el tr¨¢fico de seres humanos. Cubren en menos de tres horas los cerca de 200 kil¨®metros que distan entre esas costas rife?as y las de M¨¢laga, Granada o Almer¨ªa. ¡°Queremos formar una familia, tener hijos, pero no ser¨¢ aqu¨ª, en Marruecos¡±, coinciden ambos hermanos mientras menean la cabeza con resignaci¨®n. ¡°Todos nuestros amigos piensan igual que nosotros¡±.
Mohamed Majjaoui, presidente de la secci¨®n de Alhucemas de la Asociaci¨®n Marroqu¨ª de Derechos Humanos (AMDH), pas¨® m¨¢s de tres a?os en la c¨¢rcel tras las masivas revueltas sociales del Hirak en el Rif, de las que fue uno de sus principales dirigentes entre 2016 y 2017. Fue indultado por el rey cuando a¨²n le quedaba por cumplir casi la mitad de su condena. ¡°El Estado no ha hecho casi nada por el Rif. Aqu¨ª no tenemos un hospital oncol¨®gico. Las carreteras son del siglo XIX: lleva unas cuatro horas y media recorrer los 230 kil¨®metros que separan Tetu¨¢n de Alhucemas, y otras dos horas m¨¢s hasta Nador, a un centenar de kil¨®metros¡±, desgrana un largo memorial de agravios en inversiones este maestro de primaria de 51 a?os.
Las revueltas del Rif (parte del Protectorado espa?ol durante m¨¢s de cuatro d¨¦cadas) que siguieron a la independencia de Marruecos en 1956; el olvido al que el rey Has¨¢n II someti¨® esta regi¨®n del norte, el acercamiento pol¨ªtico emprendido por Mohamed VI en sus primeros a?os de reinado... ¡°No conocemos nuestra historia. Nos han impuesto una narrativa desde el Estado y han alzado una barrera ante nosotros, a pesar de la reforma constitucional aprobada en 2011 tras el Movimiento 20 Febrero (protestas de la primavera ¨¢rabe en Marruecos)¡±.
Majjaoui considera que tras el fin de las revueltas sociales del Hirak ¡°los j¨®venes ya no ven un futuro seguro en el Rif¡±. Frente al desarrollo de T¨¢nger y Tetu¨¢n en las ¨²ltimas d¨¦cadas, dice observar el creciente abandono de Alhucemas, con 60.000 habitantes en la capital rife?a y 240.000 en el resto de la provincia. ¡°Las propias familias les piden a sus hijos que se vayan, aunque atravesar el mar sea a veces cuesti¨®n de vida o muerte¡±, sostiene.
Razones socioecon¨®micas e identitarias
¡°Existe una combinaci¨®n de factores socioecon¨®micos, pero tambi¨¦n identitarios, que empujan a los j¨®venes del Rif hacia las grandes ciudades de Marruecos y especialmente hacia los pa¨ªses de la UE a trav¨¦s de la emigraci¨®n irregular¡±, advierte Mohamed Hamji, profesor de la Universidad Sidi Mohamed Ben Abdel¨¢ de Fez. ¡°El Gobierno marroqu¨ª ha acelerado los proyectos de inversi¨®n en el Rif despu¨¦s del Hirak. Sin embargo, la regi¨®n necesita mejorar sus infraestructuras: una red de carreteras m¨¢s completa, la ampliaci¨®n de los puertos y la creaci¨®n de zonas industriales¡±, concluye en un intercambio de mensajes.
Bader, de 26 a?os, trabaja en la playa de Quemado, en pleno centro de Alhucemas, donde alquila hamacas y parasoles. Su empleo sin papeles, con un salario de 550 euros al mes, de los que la mitad se van en pagar el alquiler de una vivienda, se ha extinguido en septiembre. ¡°La patera es la ¨²nica soluci¨®n, si consigo ahorrar entre 2.000 y 6.000 euros¡±. A su lado, Hamza, de 19 a?os, relata que intent¨® acanzar las costas andaluzas el pasado abril, en una patera solidaria comprada entre nueve personas a raz¨®n de 2.000 euros cada una, excepto el marinero que iba a pilotarla, que viajaba gratis. ¡°Nos sentimos estafados. La barca fue interceptada por la gendarmer¨ªa poco despu¨¦s de que nos ech¨¢ramos a la mar¡±, recuerda. ¡°Pero si encontrase un organizador de confianza, ahora mismo me embarcaba otra vez hacia Espa?a¡±, confiesa.
¡°La presencia del rey Mohamed VI este verano en Alhucemas ha reforzado la vigilancia¡±, precisa Jalid Zeituni, de 50 a?os, analista sobre inmigraci¨®n en el Rif en una terraza del puerto deportivo de Alhucemas mientras contempla c¨®mo el ferri con destino a Motril se dispone a partir. ¡°Oficialmente, la Marina y la Gendarmer¨ªa han interceptado a 223 migrantes ilegales en los meses de julio y agosto. Salen de playas como Suani, cerca del aeropuerto de Alhucemas, o de Ajdir, pr¨®xima a la capital provincial¡±, detalla.
De la tradici¨®n de la peque?a patera cooperativa, pagada entre todos sus ocupantes, que hac¨ªa m¨¢s arriesgado el trayecto hacia Espa?a, se ha pasado a las buleteras, embarcaciones para la pesca del pez espada con capacidad para hasta 80 pasajeros, hasta llegar a las grandes motoras en las que hay que pagar m¨¢s de 10.000 euros por persona. ¡°Ahora se embarcan hasta los titulados universitarios. Todos tienen apuntado n¨²mero de tel¨¦fono de Salvamento Mar¨ªtimo en Espa?a. En cuanto llegan a aguas internacionale y han burlado la vigilancia de las patrulleras marroqu¨ªes, llaman para pedir auxilio y esperan a ser rescatados y conducidos a puertos espa?oles, tras abandonar las embarcaciones en la mayor parte de los casos¡±, revela.
Se estima que un millar de subasaharianos se ocultan en los alrededores de Alhucemas a la espera de poder abordar una patera, pero desde la tragedia de la valla de Melilla en 2022 su presencia en el Rif es cada vez m¨¢s marginal. Apenas se dejan ver, salvo algunas mujeres que mendigan junto con sus hijos en sem¨¢foros de las afueras de la ciudad para poder comprar comida. Junto a ellos se ocultan tambi¨¦n marroqu¨ªes candidatos a la migraci¨®n irregular procedentes del centro y el sur del pa¨ªs. ¡°Las autoridades saben muy bien d¨®nde se encuentran¡±, asegura este experto local, ¡°pero les dejan en paz mientras no se suban a una embarcaci¨®n¡±.
Tras la emigraci¨®n desde el Rif se observa una confluencia de razones, econ¨®micas, pero tambi¨¦n pol¨ªticas, sociales y culturales, argumenta la profesora de la Universidad de Salamanca ?ngela Su¨¢rez Collado. ¡°El desarrollo econ¨®mico ha estado condicionado por el car¨¢cter monta?oso de su orograf¨ªa y la ausencia de un plan de desarrollo integral y efectivo. Hasta principios de la d¨¦cada de 2000, las pol¨ªticas p¨²blicas tuvieron un d¨¦bil impacto en la econom¨ªa regional, que se nutre de las remesas de la emigraci¨®n, el cultivo y comercializaci¨®n de hach¨ªs y (hasta 2018-2020) del contrabando con Ceuta y Melilla¡±, analiza la autora de la tesis doctoral El movimiento amazigh (bereber) en el Rif: identidad, cultura y pol¨ªtica.
¡°Desde la represi¨®n del Hirak ha habido un claro aumento en las salidas hacia el exterior. La vitalidad de la sociedad civil ha desaparecido. La realidad del Rif hoy d¨ªa es la de una poblaci¨®n asfixiada econ¨®mica y pol¨ªticamente¡±, sintetiza su estudio, ¡°y el retorno de los migrantes parece improbable mientras siga la misma situaci¨®n¡±. Reconoce que con Mohamed VI el norte del pa¨ªs se vio beneficiado con obras de infraestructura. En el caso de la provincia de Alhucemas, tras el terremoto de 2004, se lanz¨® un programa de reconstrucci¨®n que fue criticado por sectores de la sociedad civil. Mientras el eje T¨¢nger-Tetu¨¢n y la provincia de Nador han conseguido consolidarse como polos econ¨®micos del norte, subraya Su¨¢rez Collado, la inversi¨®n del Estado en Alhucemas se ha centrado principalmente en el desarrollo de proyectos tur¨ªsticos, que han sido vistos como ¡°pan para hoy y hambre para ma?ana¡±.
En el barrio pesquero El Mirador, en Alhucemas, los vecinos se re¨²nen al atardecer en el caf¨¦ de Chakir el Majruf, de 37 a?os, presidente de la Asociaci¨®n para el Desarrollo del Rif, un exdirigente del Hirak que pag¨® con m¨¢s de tres a?os de prisi¨®n su participaci¨®n en la revuelta. ¡°No esgrimimos armas, solo ideas, pero nos castigaron con dureza¡±, recuerda con un gesto de desencanto. ¡°Creo que mi futuro ya no est¨¢ en Marruecos y que es m¨¢s seguro subirse a una patera¡±, afirma, mientras quienes le acompa?an con un t¨¦ a la menta asienten en una mesa de la azotea del caf¨¦ desde la que se divisa el mar.
Uno de ellos es Mustafa Iamracha, de 36 a?os, que se gana la vida como vigilante de seguridad a tiempo parcial a cambio de un salario de unos 200 euros mensuales. ¡°Mi hermano est¨¢ ahora en Almer¨ªa. Intent¨® cruzar el mar seis veces en cinco a?os hasta que lo logr¨®¡±. Otros relatan experiencias parecidas. De un hijo. De un vecino. ¡°No es una elecci¨®n, sino nuestro ¨²nico destino,¡±, zanja el due?o del caf¨¦ mientras se?ala hacia al norte. ¡°Hemos nacido en el Rif, en Alhucemas, para acabar en Espa?a¡±.
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