Cuando Barcelona ten¨ªa m¨¢s de 160 cines
Carlos Mir escribe sobre la ciudad cinematogr¨¢fica que conoci¨® en los a?os 50 y 60
ABC, Adriano, Aristos, Alc¨¢zar, Alexandra, Aribau, Astoria, Alexis, Aquitania, Arcadia, Ars¡ En los a?os sesenta del siglo pasado hab¨ªa casi una trentena de cines en Barcelona cuyo nombre empezaba por A. Esta curiosidad de la toponimia cinematogr¨¢fica de la ciudad se deb¨ªa a la astucia, muy evidente, de los exhibidores para ocupar los primeros renglones de las carteleras. De estos cines y de otros 133 habla, con distinto detenimiento, el libro de Carlos Mir Los cines de mi vida, editado por Comanegra y el Ayuntamiento de Barcelona, en catal¨¢n y castellano. Y la mayor¨ªa no eran cines peque?os. Hab¨ªa bomboneras como el Alexis, el cine m¨¢s diminuto con 143 localidades, pero no era dif¨ªcil encontrar salas con m¨¢s de mil plazas hasta llegar al Urgel, en el que te recib¨ªan 1.800 butacas, cifras impensables para el humilde parque de minisalas de nuestros d¨ªas.
Carlos Mir (1948) es un veterano periodista cinematogr¨¢fico. Que su madre rompiera aguas en el Astoria puede leerse como el anticipo de un sino del que no pod¨ªa escabullirse. ¡°Nac¨ª en una familia cin¨¦fila. Desde peque?o, cada domingo ¨ªbamos a un cine. Ten¨ªa que ser de estreno porque mi padre no quer¨ªa agobios, prefer¨ªa las sesiones numeradas, y, obviamente, ten¨ªa que ser apta. Los jueves iba con mi madre o mi t¨ªa o m¨¢s familia a un cine de doble programa. Mi t¨ªa me dejaba escoger las pel¨ªculas y si ten¨ªamos que ir a un cine del Raval, esos de pulgas y pajilleras, pues se iba. En casa, nada de deportes. No he chutado una pelota en mi vida¡±. Con el bagaje de haberse pateado desde los cines m¨¢s lustrosos a las salas de barrio, ha escrito ahora este libro que cubre dos d¨¦cadas (1950-1970). En su presentaci¨®n, en La Casa del Libro de Rambla Catalunya, donde anta?o hubo el Alc¨¢zar, Mir dijo que lo termina en 1970 porque quer¨ªa un libro apto para todos los p¨²blicos. El sabr¨¢. Y es que el libro, adem¨¢s de recoger los datos t¨¦cnicos de una bibliograf¨ªa que le precede ¨C¡±los trabajos de Juan Muns¨® Cab¨²s, ¡°la Biblia del tema¡±, Jordi Torras, Roberto Lahuerta y Manuel Cusachs- comenta las pel¨ªculas que vio y las emociones que le despertaron. Es una biograf¨ªa sentimental.
En aquella ¨¦poca hab¨ªa acomodadores, una o dos cortinas en la pantalla y, en algunos casos, una carteler¨ªa llamativa. ¡°Recuerdo casos particularmente grandiosos, como las enormes efigies de Rams¨¦s y Mois¨¦s en el Coliseum cuando hizo Los diez mandamientos. En el Capitol, con Tarz¨¢n de los monos te encontrabas animales del zoo en el vest¨ªbulo. En el Alc¨¢zar, para Los siete magn¨ªficos, montaron una caseta de tiro¡±. Y este esmero solo tiene una explicaci¨®n: los cines de estreno ten¨ªan en exclusiva las pel¨ªculas y un t¨ªtulo de ¨¦xito pod¨ªa estar meses en una sala. ¡°Por eso pod¨ªa decirse: ?Has visto la del Windsor?. No hab¨ªa otro cine que hiciera su pel¨ªcula. El Windsor, por ejemplo, ten¨ªa la exclusiva de la Metro. En el Alexandra programaban mucho cine europeo. West Side Story estuvo casi dos a?os en exclusiva en el Aribau. Cuando se cumpli¨® el primero, el actor George Chakiris vino a Barcelona para agradecer al p¨²blico la acogida. Y uno de mis recuerdos m¨¢s persistente es el haber visto, a los 13 a?os, en el Adriano Los 400 golpes. Ah¨ª descubr¨ª que hab¨ªa otro tipo de cine que no era el que nos propon¨ªa Hollywood. La llegada del Arte y Ensayo fue un gran cambio. Empez¨® el Publi en el 67. Era una oferta en versi¨®n original que sorteaba parcialmente la censura de la ¨¦poca y tuvo mucho ¨¦xito. Adem¨¢s, la gente del C¨ªrculo A, con Jaume Figueras, sab¨ªa hacer las cosas: sesiones golfas, a cinco duros, publicidad creativa¡¡±
En los a?os cincuenta la industria del cine empez¨® a olerse que la penetraci¨®n de la televisi¨®n le ser¨ªa da?ina y busc¨® la alternativa m¨¢s obvia a la peque?a pantalla, aumentar la superficie de la suya. El Cinerama lleg¨® a Barcelona en 1958, en el Nuevo del Paralelo. Usaba tres proyectores sincronizados. Dur¨® poco. No hab¨ªa pel¨ªculas. Otras salas como el Florida, se llamaron Cinerama sin serlo. Ten¨ªan una pantalla grande, pero no tanto, y no empleaban tres proyectores. ¡°La industria dio muchos nombres al formato de pantalla grande. Cinemascope, Todd-AO, Vistavisi¨®n, Panavisi¨®n¡ Tambi¨¦n hubo otros inventos como el Sensorround, que hac¨ªa temblar las butacas del Bosque. El 3D, que llegar¨ªa en el 53, ten¨ªa los mismos prop¨®sitos ¡ Ya m¨¢s tarde, en el 81, el cineasta John Waters, con el fin de hacer ¡°m¨¢s apestoso¡± el cine, propuso el Odorama. Polyester era un filme con Divine. Al espectador se le daba un cart¨®n con n¨²meros a la entrada y cuando aparec¨ªa una cifra en la pel¨ªcula, el p¨²blico deb¨ªa raspar y oler. Las escenas ol¨ªan a v¨®mito, a mierda, a flores¡±. Pero todo eso no sirvi¨® de nada. La crisis del cine la provocar¨¢, sobre todo, el v¨ªdeo. ¡°Era dif¨ªcil combatir la posibilidad de llevarte a casa Rebeca o Ninotchka¡±.
Y lleg¨® el cierre de cines. Incendios nunca explicados como el del F¨¦mina. Conversiones como el Aristos, ahora la discoteca Luz de Gas. O ya en la agon¨ªa, las intentonas de sobrevivir como salas porno. ¡°El Avenida de la Luz se inaugur¨® con el Pato Donald y su ¨²ltima sesi¨®n, como sala X, fue con El placer entre las nalgas. Si Disney lo supiera¡¡±.
Mir es un personaje muy querido en la comunidad cin¨¦fila. Del 89 al 95 tuvo un bar. ¡°Eran 40 metros cuadrados muy cinematogr¨¢ficos. Por la decoraci¨®n y porque desfilaba toda la profesi¨®n que se hab¨ªa quedado sin Bocaccio y el Bikini. Lo cerr¨¦ porque era una vida muy esclava¡±. Mir interviene en la serie documental sobre la vida de Terenci Moix. A Mir no le parece mal la serie. ¡°La hab¨¦is criticado porque no habla del Terenci escritor y es verdad, pero el otro Terenci, el de la vida glamurosa, con sus amores y tristezas, est¨¢ bien explicado¡±. Mir fue uno de sus grandes amigos y pareja epis¨®dica que lo rescat¨® de un hundimiento sentimental. Terenci le dedic¨® su novela No digas que fue un sue?o. Puso: ¡°A Carlos Mir y Andreu, por su ayuda¡±.
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