Fallece en Barcelona a los 99 a?os Jorge de Pallej¨¢, autor de ¡®Simba¡¯ y cofundador de Adena con F¨¦lix Rodr¨ªguez de la Fuente
Ex cazador reconvertido en conservacionista y escritor, hombre de enorme carisma, deja textos cl¨¢sicos sobre la naturaleza, el viaje y la aventura, y un recuerdo irreemplazable
Ha fallecido Jorge de Pallej¨¢ y la noticia de su desaparici¨®n, adem¨¢s de provocar una inmensa pena a los que lo conoc¨ªamos, evoca la imagen de un viejo y majestuoso elefante llegando por fin a ese legendario cementerio que describ¨ªan las antiguas novelas y pel¨ªculas de aventuras africanas que tanto le gustaban. Es f¨¢cil imaginar al ex cazador ¡ªarrepentido y convertido en activo conservacionista¡ª doblando la patricia cerviz, vencido por la edad pero nunca derrotado por la vida, para descansar entre los poderosos huesos, trompas y colmillos, hermanado con los que una vez fueron sus presas y luego amados y admirados iconos de la fauna salvaje.
Jorge de Pallej¨¢, que anta?o recorri¨® los grandes espacios de la selva y la sabana fiado a su brazo, su rifle y su valor (luego lo hizo empu?ando una c¨¢mara y en defensa de los animales), se ha adentrado en el territorio del que no se regresa encabezando un ¨²ltimo safari. Hasta el final mantuvo esa figura estilizada de apuesto hombre de acci¨®n y de mundo, de gentleman y aventurero, que le hac¨ªa parecer un white hunter de pel¨ªcula y que ped¨ªa sahariana y sombrero con tira de piel de leopardo, como si fuera un Selous, un John Hunter, un Finch Hatton, un Allan Quatermain o un Stewart Granger: como te reir¨ªas ¡ªcon esa risa tuya de gavil¨¢n¡ª, con la comparaci¨®n, Jorge.
Pallej¨¢, al que le preocupaba (sobre todo por no perder la dignidad) y le intrigaba el tr¨¢nsito postrero, ha muerto pl¨¢cidamente el viernes en Barcelona a los 99 a?os (el 23 de enero hubiera cumplido los cien) con el don de haber tenido una vida buena, muy buena, sana, acomodada y larga, y la desgracia de haber visto partir antes a algunos de sus seres m¨¢s queridos (su esposa Vanessa y su hija mayor Roc¨ªo) y a buena parte de sus amigos. Deja un recuerdo irremplazable en los que le sobrevivimos y en varias generaciones de lectores que aprendieron en sus libros devenidos aut¨¦nticos cl¨¢sicos como Simba (1960), Al sur del lago Chad (1957), y Los b¨²falos del Okavango (1966, todos ellos en Juventud) a amar ?frica, la aventura y la vida salvaje.
Fue un gran cazador y un cazador entusiasta en una ¨¦poca en que abatir un elefante o matar un le¨®n (cuando hab¨ªa que ir a pie y te jugabas la vida) no estaba mal visto sino al contrario. Y supo cambiar de opini¨®n y refundarse como defensor de los animales. Como San Pablo (con el que probablemente no le un¨ªan nada m¨¢s que eso y la condici¨®n de viajero) se cay¨® muchas veces del caballo (era un apasionado jinete, su ¨²ltima ca¨ªda fue ya nonagenario). Pero cuando abri¨® los ojos al arrepentimiento de una vida de cazador fue una vez al fijarlos en los preciosos de un leopardo al que acaba de matar. Descubri¨® con dolor, dec¨ªa, que los animales eran mucho m¨¢s interesantes y bellos vivos.
?l hubiera querido que lo record¨¢ramos mucho menos como el hombre de relatos de cacer¨ªas (y no digamos de trofeos cineg¨¦ticos, que los ten¨ªa, e impresionantes), que como el conservacionista. Y sobre todo hubiera deseado que lo record¨¢ramos como escritor de buena literatura, la m¨¢xima obsesi¨®n de su vida. Deseaba que se le valorara como autor de novelas, g¨¦nero que frecuent¨® una y otra vez, desde El despertar, con la que lleg¨® a la final del Premio Nadal en 1969 hasta los thrillers de corte policiaco Martina (2020, con sorprendentes pasiones y toques er¨®ticos para un maduro de 96 a?os) y Carola (2021). A punto de cumplir cien a?os, segu¨ªa empe?ado en escribir su gran novela.
Entre su producci¨®n, adem¨¢s de sus libros cl¨¢sicos mencionados, el libro de cuentos, relatos y recuerdos Los hijos de Cam (Sirpus, 2012), la novela de ambiente africano Tres amigos y el azar (Universo de Letras, 2013) y sus numerosos relatos y art¨ªculos en Trofeo y otras revistas (sin olvidar unos deliciosos libros para ni?os protagonizados por Tim y Tom), figura de manera se?era el ensayo memorial¨ªstico No matar, la opci¨®n de un cazador, en el que junto a un esbozo biogr¨¢fico narra su conversi¨®n al conservacionismo y su profunda amistad con F¨¦lix Rodr¨ªguez de la Fuente, con el que fund¨® Adena, la rama espa?ola del WWF, y al que acompa?¨® en el viaje a los Llanos venezolanos para rodar los famosos cap¨ªtulos de El hombre y la tierra.
Amaba a los perros con el amor de los que han compartido con ellos largos paseos por el campo y ten¨ªa unas tortugas en el amplio jard¨ªn de su casa en Pedralbes, en la zona alta barcelonesa. Le encantaban las motos y las disfrutaba: hasta ya mayor hac¨ªa expediciones por el desierto del Sahara con sus hijos y los amigos de estos, demostrando una resistencia asombrosa. ?vido lector (veneraba a Thesiger y a Jim Corbett y fue a la India a seguir los pasos de este), los libros eran otra de sus pasiones y reuni¨® una importante biblioteca con valiosos vol¨²menes de historias de cacer¨ªas (algunos de los cuales prestaba generosamente sabiendo que no se los devolver¨ªamos: ?ojal¨¢ pudiera devolverte, Jorge, el Rowland Ward¡¯s Records of Big Game!, en el que sales dos veces).
Hombre de orden (pese a un lado hedonista y definitivamente gamberro, y un enorme sentido del humor, ¡°me he divertido mucho¡±, aseguraba), pod¨ªa ser algo quisquilloso y pose¨ªa el sentido natural de la autoridad de los nacidos en la p¨²rpura social y econ¨®mica. Miembro de la gran burgues¨ªa y aristocracia catalanas (el padre jugaba a polo con Alfonso XIII), abogado, empresario y terrateniente, la memoria de Pallej¨¢ guardaba recuerdos como la huida de la familia de Catalu?a durante la Guerra Civil, amenazados por los milicianos, el servicio diplom¨¢tico del padre para el cuartel general de Burgos o el del hermano mayor en el tercio de requet¨¦s primero y luego como piloto de caza en la escuadrilla de Joaqu¨ªn Garc¨ªa-Morato. El t¨ªo de Pallej¨¢, Jos¨¦ Mar¨ªa de Pallej¨¢ Ferrer Vidal ya hab¨ªa sido cazador de caza mayor y publicado en 1932 un libro cl¨¢sico Sobre la pista de los animales salvajes, en el que contaba sus experiencias en ?frica Oriental y que influy¨® mucho a Jorge.
Ten¨ªa un lado de profunda conciencia social: fue presidente de Aspace y desarroll¨® los centros para personas con par¨¢lisis cerebral (como su hija) y una de sus m¨¢s hermosas aventuras fue llevar personalmente una ambulancia de Bombay a Bangalore para la fundaci¨®n Vicente Ferrer. ¡°Lo realmente importante en la vida es lo que haces por los dem¨¢s¡±, dec¨ªa.
Sentarse a hablar con Jorge de Pallej¨¢ era una delicia. Contaba las an¨¦cdotas m¨¢s extraordinarias. Historias de elefantes, b¨²falos, tigres y serpientes, de parajes salvajes y trances peligrosos. Mit¨®mano irredento, recordaba haber conocido a grandes gu¨ªas de safari, y a William Holden en 1959 en el Norfolk de Nairobi. Tambi¨¦n haberse sentado encima de una v¨ªbora y haber trabado amistad con un encantador de serpientes marroqu¨ª, Omar. A m¨ª lo que m¨¢s me gustaba es cuando explicaba la ocasi¨®n en que se perdieron el y su gu¨ªa local en el Chad cazando elefantes y el hombre le solt¨®: ¡°Monsieur, on va morir¡±, o sea aqu¨ª palmamos, jefe. Dudo que la Dinesen contara las cosas mejor. La ¨²ltima vez, en su casa, ya muy cascado, bebimos el oporto que le llev¨¦ y comimos unos chocolates mientras habl¨¢bamos de libros. En un momento de la conversaci¨®n mir¨® entre apenado y fastidiado hacia el jard¨ªn, donde hab¨ªa ca¨ªdo la noche, y dijo como para s¨ª mismo: ¡°Me habr¨¢ quedado por ver el tigre del Amur y la pantera de las nieves¡±. Y lanz¨® un suspiro que, de encontrarnos junto a una fogata en el Serengueti, hubieran contestado a coro los leones.
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