El Museu Martorell de la Ciutadella de Barcelona reabre con muy buenas intenciones y alg¨²n pecado original
El nuevo centro debate su papel, exhibe una gran colecci¨®n de ¡°taxidermia animada¡± y trata cr¨ªticamente la presencia de restos humanos en los museos pero escamotea que tuvo de inquilino al Negro de Banyoles
El antiguo Museu Martorell del parque de la Ciutadella, uno de los lugares prendidos a la memoria de los barceloneses (era el viejo Museo de Geolog¨ªa), ha reabierto hoy oficialmente sus puertas tras una laboriosa rehabilitaci¨®n y reconvertido en flamante Centre Martorell d¡¯Exposicions. Dependiente del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona (NAT), del que es una de sus sedes, y pieza esencial del programa para convertir el parque en polo cient¨ªfico y ¡°Ciutadella del Coneixement¡±, el centro se ha inaugurado con dos exposiciones temporales, Natura o cultura?, una visi¨® des del museu de ci¨¨ncies naturals, producida por el propio museo y que revisa su historia (y esboza su futuro), y Wow, animals de museu: ci¨¨ncia, t¨¨cnica i art, en colaboraci¨®n con el Parque de las ciencias de Granada, que exhibe una espectacular colecci¨®n de fauna salvaje taxidermizada.
La restauraci¨®n y adecuaci¨®n del edificio, que han financiado el Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat de Catalu?a y ha costado 6,2 millones de euros, preserva la configuraci¨®n original de las salas, con la galer¨ªa abalconada, pero ha incluido, adem¨¢s de rampas por la entrada del parque, la creaci¨®n de un luminoso segundo acceso por el paseo Picasso, lo que permite conectar la Ciutadella con el barrio de Sant Pere, Santa Caterina y la Ribera. Se han mantenido la p¨¦trea colecci¨®n geol¨®gica ante la fachada (eso si es una colecci¨®n permanente) y la columnata d¨®rica flanqueada por las estatuas del bot¨¢nico barcelon¨¦s Jaime Salvador y el militar, explorador y naturalista de Barbu?ales (Huesca) F¨¦lix de Azara (con su papagayo muerto), se?as de identidad del museo. El Museo Martorell (por Francesc Martorell, que leg¨® en 1878 a la ciudad sus colecciones de ciencias naturales y arqueolog¨ªa y fondos para construir un museo que las alojara) fue el primer edificio dise?ado como museo p¨²blico en Barcelona (y Catalu?a). Inaugurado en 1882, se lo reconvirti¨® en Museo de Geolog¨ªa en 1924 hasta que cerr¨® al p¨²blico en 2010.
El nuevo museo se presenta ¨Cy as¨ª lo han recalcado las autoridades en la inauguraci¨®n¡ª como un centro moderno e inclusivo, abierto a todos y todas, que ofrece una propuesta de ¡°conocimiento riguroso, accesible y transformador¡± (seg¨²n ha expresado en el acto la consejera de Cultura, Nat¨¤lia Garriga, que ha enfatizado la importancia de ¡°articular una visi¨®n de pa¨ªs¡± a trav¨¦s de la naturaleza). Y es a la vez ejemplo del ¡°renacimiento cultural y cient¨ªfico de Barcelona¡± (como ha subrayado el alcalde Jaume Collboni, se?alando entusi¨¢sticamente un ¡°florecimiento¡± que se adelanta a la primavera). El alcalde ha animado a la ciudad a creer en s¨ª misma como anta?o, echando pelillos a la mar de los recientes sinsabores pol¨ªticos; ha llamado a combatir con conocimiento, desde el Martorell, el negacionismo clim¨¢tico y las fake news ambientales, y a ¡°llenar de ni?os y ni?as¡± el museo para explicarles c¨®mo pasan las cosas desde la ciencia, la raz¨®n y los valores de la Ilustraci¨®n. Ha acabado citando la frase de Descartes con la que se abre el recorrido expositivo del museo (hay otras, de Ralph Waldo Emerson o, sorprendentemente, de Rosa Luxemburgo): ¡°La admiraci¨®n es la primera de todas las pasiones¡±.
El director del Nat (que incluye el nuevo Martorell), el bi¨®logo Carles Lalueza, ha subrayado que el museo se integra en la modernidad ¡ªconservando elementos patrimoniales¡ª con la voluntad de hacer investigaciones en temas acuciantes como el cambio clim¨¢tico, la biodiversidad, la sequ¨ªa o las especies invasoras (ha se?alado con un gui?o a las cotorras argentinas que coreaban su parlamento desde un pino). Lalueza ha recordado de manera entra?able las visitas que, vecino de la calle del Rec, hac¨ªa al Martorell de ni?o cada domingo con su padre. ¡°Ha pasado medio siglo y los ni?os de ayer tenemos hoy la responsabilidad de ofrecer herramientas cient¨ªficas para hacer frente a los grandes retos de nuestra ¨¦poca¡±, ha dicho, para expresar su deseo de que el Martorell vincule ¡°ciencia y ciudadan¨ªa¡±. El museo, ha recalcado, ha de enfocarse en ofrecer ¡°exposiciones cient¨ªficas sobre tem¨¢ticas de fuerte impacto social¡±.
No obstante, y pese a todas las grandes palabras, buenas intenciones y expresiones de correcci¨®n pol¨ªtica (se aborda el tema de la descolonizaci¨®n de los museos y a la salida hay un cuestionario en el que puedes especificar tu g¨¦nero como ¡°no binario¡± o negarte a concretarlo), el Martorell abre enredado en el propio debate al que alude ¨¦l mismo. Es algo parecido a lo que ocurre en otros museos de ra¨ªz decimon¨®nica obligados a lidiar con sus propios or¨ªgenes (y fantasmas).
Para explicar su historia (y la de otros centros similares), el Centre Martorell, que hace un totum revolutum o poti-poti con documentos, viejas y rom¨¢nticas cajas de espec¨ªmenes, mobiliario antiguo (el despacho del director en el siglo XX), un trozo del meteorito de Terrassa, fotos de leones del zoo abatidos en la Guerra Civil, la historia de la estatua de mamut del parque (1907), la presencia pionera de mujeres en el museo, la investigaci¨®n sobre escarabajos cavern¨ªcolas e incluso un robot, no duda en echar mano de elementos de sus colecciones que pueden resultar desconcertantes o hasta inc¨®modos para alguna sensibilidad actual. Como el esqueleto del popular elefante del zoo Avi (que se llamaba Baby cuando lleg¨® en 1892), un gran cocodrilo disecado ¡ªprobablemente el que caz¨® en el r¨ªo Ugalla y cedi¨® al museo Armand Basi: es dif¨ªcil identificar con certeza un cocodrilo disecado, aunque lo hayas conocido de cerca¡ª , un gatito metido en un frasco, o un cr¨¢neo humano (afortunadamente no se dice que sea de un negro).
Aunque se habla ampliamente de los casos de seres humanos exhibidos en museos (Angelo Soliman, que se mostraba disecado en el Museo de Historia Natural de Viena, o Saartije Baartman, la llamada Venus Hotentote, cuyo esqueleto, cerebro y genitales con macroninfia se guardaban en el Muse¨¦ de l¡¯Homme de Par¨ªs), el Martorell se guarda la jugosa informaci¨®n de que el famoso Negro de Banyoles residi¨® una temporada en el museo (en 1887, en dep¨®sito de su propietario Francesc Darder), como acredita su propio archivo.
Por otro lado, la segunda exposici¨®n inaugural, presentada bajo el anglicismo Wow (que alguien considerar¨¢ desafortunado colonialismo ling¨¹¨ªstico), consiste en un conjunto realmente espectacular de animales salvajes disecados, un absoluto despliegue de taxidermia ¡°en movimiento¡± que, en una ¨¦poca en la que, para no herir susceptibilidades, se opta en algunos museos por reproducciones en material artificial, no deja de sorprender tambi¨¦n. Es cierto que esa exposici¨®n ¡ªque llena de fauna naturalizada una de las dos grandes salas del museo e incluye dioramas de leones cazando cebras, una asombrosa estampida de cabras salvajes voladoras, jirafas que rozan el techo, ciervos combatiendo o ?ues en fuga¡ª es muy llamativa y, con sus inmensas posibilidades para el selfie, va a ser muy visitada. As¨ª que, aunque Lalueza aspiraba a abrir con una de dinosaurios, a partir de un tiranosaurio, es una muy buena opci¨®n para dar a conocer el nuevo museo y colocarlo en el mapa.
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