El coronavirus mata al Galo do Vento, un refugio de la m¨²sica en el coraz¨®n de Vigo
Siete meses de cierre y las restricciones que vinieron luego dan el golpe definitivo al local que sucedi¨® al m¨ªtico Alma de los ochenta y en el que surgieron incontables bandas a partir de las ¡®jam sessions¡¯
El de O Galo do Vento era un nido de libertad art¨ªstica que palpitaba en pleno Casco Vello de Vigo. As¨ª lo hab¨ªa so?ado siempre su due?o, Armando G¨®mez, un hostelero que lleva cosechando amigos detr¨¢s de la barra desde hace m¨¢s de 40 a?os, cuando fund¨® su primer bar, el m¨ªtico Alma, a principios de los 80. En la feliz era precoronavirus, lo normal en este refugio de la m¨²sica, el teatro, el cabar¨¦ y la literatura que representaba O Galo, eran los llenos totales. Los mi¨¦rcoles, los viernes, los fines de semana, el local ¡°estaba a reventar¡±, recuerda el propietario. Durante las jam sessions, las sillas se ocupaban al vuelo y la gente acababa sent¨¢ndose en las escaleras de bajada a este bar sumergido como un batiscafo en la calle San Vicente. Pero lleg¨® marzo de 2020 y, como a muchos otros establecimientos de hosteler¨ªa, al Galo lo arras¨® el viento g¨¦lido de una calamidad planetaria. Su caso no es m¨¢s que una arista en un inmenso iceberg de crisis.
Siete meses con su reja roja bajada y las restricciones que vinieron luego son la principal causa del desastre. A esto se sumaron las fara¨®nicas obras que han convertido el centro de Vigo en un escenario de guerra y el miedo a los espacios cerrados de un p¨²blico que hasta entonces era incondicional. La sentencia de muerte acab¨® por firmarse para un local en el que desde su fundaci¨®n, en el a?o 2000, eclosionaron tantos grupos que el propietario es incapaz de enumerar si no se sienta una ma?ana a escribirlos.
Despu¨¦s de muchos meses luchando por salir a flote en un mar de facturas y tras una campa?a de crowfunding, organizada en Verkami por amigos y devotos, que no alcanz¨® su objetivo, Armando G¨®mez anunci¨® la semana pasada a sus clientes el adi¨®s definitivo: ¡°Despedida y cierre. Hasta aqu¨ª hemos llegado. Gracias por todo lo que me hab¨¦is dado¡±. El s¨¢bado 15 de enero ser¨¢ el ¨²ltimo d¨ªa de O Galo, y se despedir¨¢, c¨®mo no, con un concierto, el ¡°rock macarra 100% vigu¨¦s¡± de Hero¨ªnas! y una jam a partir de las ocho de la tarde, porque ¡°los s¨¢bados¡±, por las ¨²ltimas medidas acordadas en la sexta ola, ¡°hay que acabar a la una¡±. ¡°Eso es todo, amigos¡±, reza el cartel anunciador, como dec¨ªa el cerdito Porky al acabar los dibujos animados.
¡°?Qu¨¦ menos que cerrar con dignidad!¡±, exclama el hostelero y m¨²sico, que a corto plazo se plantea la jubilaci¨®n pero confiesa que alberga el deseo de volver. ?l no quiere decir nunca jam¨¢s: O Galo podr¨ªa resurgir de sus cenizas, dice, si alg¨²n d¨ªa se diesen las condiciones sanitarias y econ¨®micas y encontrase un local de renta razonable, con ese espacio exterior que ahora le faltaba. Quiz¨¢s con ese fin, para reutilizarla en un incierto futuro, se llevar¨¢ su querida barra ¡°de madera de haya, de siete metros de largo y seis de espesor¡±, el piano, la colecci¨®n de vinilos y un mont¨®n de recuerdos que se fueron acumulando en el bar. Su proveedor de cervezas se ha ofrecido a llev¨¢rselo todo en sus camiones de reparto, y guardarlo en su almac¨¦n con la esperanza de que vuelvan los buenos tiempos para la l¨ªrica.
Armando G¨®mez, un vigu¨¦s que vivi¨® emigrado y embarcado, amante de la m¨²sica, el mar y la cocina, regres¨® a su ciudad desde Barcelona cuando en Vigo ya hab¨ªa un buen pu?ado de grupos emergentes que, en su mayor¨ªa, ¡°tocaban de o¨ªdo¡±. A lo largo de cuatro d¨¦cadas, desde sus barras ha presenciado y participado de la evoluci¨®n de los m¨²sicos. ¡°El panorama vigu¨¦s ha ido a mejor. Hay mucho m¨¢s nivel. Todo el mundo va al conservatorio, a cursos de jazz...¡±, celebra. Y cita seg¨²n le van viniendo a la cabeza ejemplos de esos artistas que vio crecer musicalmente en Alma y O Galo do Vento, un lugar que se caldeaba a ritmo de jazz, de blues, de rock, de folk, de tango y de todas las ecl¨¦cticas m¨²sicas que puedan significar un estado de ¨¢nimo.
As¨ª, precisamente, como estado de ¨¢nimo, definen algunos clientes este peque?o santuario de la improvisaci¨®n que Armando G¨®mez calific¨® en ocasiones de ¡°irreverente y alternativo¡±. All¨ª, con el prop¨®sito ¨²nico de alimentar la cultura desde sus ra¨ªces y de ¡°dar cobertura al talento¡±, reconoce que se ha enfrentado a las autoridades por ¡°cruzar la l¨ªnea roja¡±. O la barrera del sonido. ¡°No fue f¨¢cil combinar m¨²sica y vecinos¡±, admite el padre de O Galo, ¡°dejamos de utilizar percusiones y controlamos el ruido, pero... siempre hab¨ªa quien se molestaba¡±. Pese a esto, cuando mira hacia atr¨¢s no se arrepiente de casi nada.
El predecesor de O Galo, Alma Jazz, se inaugur¨® en 1981 en la calle Poboadores, donde antes ya hab¨ªa un bar, La Luna, con ¡°actuaciones espor¨¢dicas¡±. G¨®mez Caballero asist¨ªa a esas veladas, y un d¨ªa se enter¨® de que el negocio se traspasaba. En aquellos efervescentes tiempos apenas hab¨ªa locales en Vigo con programaci¨®n de m¨²sica en directo, recuerda: ¡°Estaban el Satchmo, el Charango y luego el Manteca¡±, que logr¨® traer a la ciudad a m¨²sicos de fama mundial, pone como ejemplo. El Alma se especializ¨® desde el principio en jazz y dio cobijo a formaciones como Clunia y Baio Ensemble (nombre de la primera escuela de jazz de Galicia, tambi¨¦n nacida en los a?os 80). As¨ª fue como pasaron por el local los ¡°pioneros¡± de esta m¨²sica en la comunidad, ¡°como Nani Garc¨ªa, Baldo Mart¨ªnez, Fernando Llorca, Alberto Conde o Cuch¨²s Pimentel, entre otros¡±.
¡°Nunca sabes a qui¨¦n tienes al lado¡±
Tanto en el Alma como en O Galo, un local que Armando G¨®mez mont¨® desde cero, ¡°sin paredes ni techos, sin ba?o, sin electricidad¡±, los m¨²sicos m¨¢s ambiciosos del panorama gallego compartieron siempre sesiones con artistas callejeros y con el propio hostelero. Se acuerda bien de una noche en la que hab¨ªa una jam de las que protagonizaba Mani Moure y desde la barra observaba un desconocido mientras ¡°disfrutaba de las Estrella 1906¡å. ¡°Despu¨¦s de atender a los clientes, yo montaba la flauta y sal¨ªa a los pocos a participar¡±, cuenta el propietario de O Galo, ¡°y en una de estas, al volver a la barra, el hombre de las 1906 me pidi¨® la flauta para tocar en la jam¡±. ¡°Me qued¨¦ un tanto perplejo, porque es un instrumento delicado, pero le ped¨ª permiso a Mani y ¨¦l le pregunt¨® al sujeto si les pod¨ªa seguir... cuando empez¨® a tocar, ?qu¨¦ bien sonaba aquello!¡±, relata. ¡°Result¨® que era Ramy Maalouf¡±, que ahora viaja dando conciertos de flauta con orquestas de medio mundo. ¡°Nunca sabes a qui¨¦n tienes al lado¡±, sentencia maravillado el vigu¨¦s.
En la atm¨®sfera de los locales de G¨®mez ¡°se estren¨® el guitarrista Israel Ruiz, Indy Tumbita, y se conocieron m¨²sicos que hoy forman bandas como Maldito Murphy o los Phantom¡±, apunta a medida que va ordenando sus recuerdos. ¡°Alexis, Xabier Cereixo, Alejandro Tajes, Leo el trompetista del Bronx, Manolito Pereyra, Tono Alcalde, Enrique Maglariani, Den¨ªs Carballa, V¨ªctor de las Heras, Ra¨²l Maya, los miembros del Centro Dram¨¢tico Clandestino... No puedo citar a toda la gente que me ha marcado por su generosidad en estas d¨¦cadas¡±, lamenta el hostelero.
Su plan hab¨ªa sido hacer de su segundo local no solo un pub de conciertos, sino una ¡°cava restaurante de jazz¡±. Eso le queda a¨²n en el tintero, pero en la mochila lleva otras vivencias sorprendentes para fascinar a su peque?o nieto. ¡°Los j¨®venes rockeros dejaron siempre huella¡±, reflexiona: ¡°Hab¨ªa un grupo, Los Suzukas, que ten¨ªan mucha, mucha potencia... ?tanta que reventaron el escenario del Alma!¡±. ¡°El cantante qued¨® por debajo, la bater¨ªa se desmont¨®, pero reprogramaron los instrumentos y siguieron con su alocado concierto hasta el final¡±, rememora Armando G¨®mez. ¡°Por supuesto, luego construimos un nuevo escenario, esta vez antisuzukas, y cuando estuvo terminado convoqu¨¦ al grupo a ver si la estructura pasaba la prueba de fuego. ?Nunca m¨¢s se rompi¨®!¡±.
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