Sangre en la comisar¨ªa: la jueza desmonta un suicidio y apunta como asesinos a dos polic¨ªas gemelos
Una magistrada de Ourense aboca a dos hermanos a un juicio con jurado popular como presuntos autores de la muerte de un compa?ero en su despacho, en medio de una trama de robo de armas, an¨®nimos, narcotr¨¢fico y confidentes de los bajos fondos
¡°Puedo estar en un error, pero soy as¨ª... Por mi hermano lo doy todo: muero y mato por ¨¦l, y no es una frase de Bel¨¦n Esteban¡±. El 9 de octubre de 2015, seis meses antes de que el polic¨ªa nacional Celso Blanco fuera hallado muerto de un tiro en su despacho ¡ªsupuestamente suicidado, acuciado por el peso de una culpa¡ª el agente Roi D. L. conversaba de esta manera con una compa?era de trabajo.
Ese hermano que Roi ama tanto se llama Bernardo. Son gemelos univitelinos; tan unidos desde la gestaci¨®n, tan iguales, que tienen las mismas aficiones, la misma profesi¨®n, la misma forma de hablar, las mismas amistades y hasta la misma ropa. Presuntamente, seg¨²n la jueza de Ourense que los tiene en el punto de mira desde hace siete a?os, los gemelos tambi¨¦n comparten el mismo secreto. En su ¨²ltimo auto, recurrido en la Audiencia por la Fiscal¨ªa y la defensa (que blanden distintos informes que apuntan a una muerte suicida), la instructora atribuye la muerte de Celso Blanco a los hermanos y acuerda transformar las pesquisas en un procedimiento ante el jurado popular. ¡°No hay caso en Galicia m¨¢s digno de una novela negra¡±, avisa un veterano funcionario que ha trabajado en la investigaci¨®n.
Cuando estall¨® el trepidante thriller en el seno del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa, los gemelos prestaban servicio en la Comisar¨ªa de Ourense, y un cambio de mandos en la jefatura los hab¨ªa apartado de sus puestos y de sus aspiraciones a favor de otros compa?eros. A finales de 2015, en Ourense revent¨® la que fue bautizada como Operaci¨®n Zamburi?a, despu¨¦s de que una serie de an¨®nimos enviados desde la propia polic¨ªa llegasen a medios de comunicaci¨®n, al juzgado y a Asuntos Internos entre noviembre de 2014 y el siguiente mes de febrero. En los correos se destapaba, por una parte, el robo de armas reglamentarias custodiadas en el b¨²nker de la comisar¨ªa, y por otra, la existencia de ¡°un grupo de polic¨ªas totalmente corruptos¡± en el equipo de Estupefacientes, relacionados con traficantes a los que dejaban vender droga a sus anchas a cambio de chivatazos.
Cuando la tarde del s¨¢bado 9 de abril de 2016 fue descubierto el cad¨¢ver de Celso Blanco tirado boca abajo en el suelo sobre un charco de sangre, con un disparo en el lado izquierdo de la cabeza y salpicaduras por todas partes, a los pies de la mesa de su despacho de la quinta planta, la autopsia ofreci¨® como hip¨®tesis ¡°m¨¢s probable¡± el suicidio. En su mano izquierda, este instructor de tiro y artes marciales zurdo sujetaba una pistola Heckler & Koch USP Compact. Era una de las armas robadas. En el registro del despacho fueron halladas otras dos de las seis desaparecidas, curiosamente ninguna con sus huellas.
En otra charla, grabada el 19 de abril de 2016, que recoge el sumario de 56 tomos que trata de desentra?ar c¨®mo perdi¨® la vida el agente, el otro gemelo, Bernardo, contaba a su pareja que al d¨ªa siguiente iba a testificar en las diligencias previas por la muerte de su amigo y compa?ero en el ¨¢rea de prensa: ¡°A las cuatro tengo que estar en el juzgado. Llam¨® la jueza a Roi para tomarnos declaraci¨®n... la jueza que lleva el tema del homici¡ deeeel...suicidio¡±. En su auto de 158 folios en el que desgrana el suceso, esa misma magistrada, Eva Armesto, subraya que ¡°en caso de que Celso hubiera sido v¨ªctima de un homicidio, en ese momento solo lo podr¨ªa saber la persona que lo hubiera hecho¡±. La titular del Juzgado de Instrucci¨®n 3 hilvana 26 ¡°un¨ªvocos indicios¡± cosechados en meticulosos informes cient¨ªficos que abarcan desde la composici¨®n de la p¨®lvora, o la direcci¨®n cambiante de los chorros de sangre en la cabeza, hasta el estudio del lenguaje corporal de los sospechosos o las mil¨¦simas de segundo que una bala tarda en atravesar un cr¨¢neo. Ella est¨¢ convencida de que esas dos gotas de agua llamadas Bernardo y Roi, que no ha sido posible diferenciar por su ADN, planificaron y llevaron a cabo de forma conjunta el crimen. Tambi¨¦n el env¨ªo de los an¨®nimos y, con o sin el compa?ero que result¨® fallecido, el robo de las armas.
Celso Blanco era su supuesto aliado en la intriga, y tan asiduo a la galer¨ªa de tiro como ellos mismos, en un momento en que presumiblemente sus celos profesionales contra los nuevos mandos que los hab¨ªan apartado de cargos que anhelaban hab¨ªan desatado la guerra en la comisar¨ªa. En contra del criterio que a¨²n mantiene la fiscal, que pidi¨® el archivo por falta de pruebas, y de diversos informes periciales que apuntaron desde el principio al suicidio por arrepentimiento, Armesto no duda de que el agente fue asesinado por estos hermanos para echarle la culpa al muerto. Seg¨²n ella, tem¨ªan que acabase delat¨¢ndolos, y con su muerte pondr¨ªan fin a la mara?a creciente que ellos mismos habr¨ªan urdido para hundir la reputaci¨®n de sus rivales. Si el caso llega a juicio, en el lado de la acusaci¨®n estar¨¢n el hermano del agente muerto, la Abogac¨ªa del Estado, el Sindicato Unificado de Polic¨ªa y dos agentes muy perjudicados por los an¨®nimos: el exjefe de drogas que acab¨® detenido y procesado ¡ªpero absuelto porque en el juicio se anularon las escuchas¡ª en la Operaci¨®n Zamburi?a que investigaba los tratos entre polic¨ªas y confidentes, y el armero responsable del b¨²nker cuando se esfumaron las armas.
El diagn¨®stico forense que planteaba la posibilidad de que el agente se hubiera quitado la vida se ve¨ªa apuntalado por varios mensajes que supuestamente hab¨ªa redactado, minutos antes de dispararse, la v¨ªctima de 48 a?os, un polic¨ªa de imagen cordial y muy conocido en Ourense por ser el encargado de prensa. En un correo con varios destinatarios, lanzado en la tarde en que muri¨® desde su ordenador del trabajo, se confesaba autor del robo de las armas y de los an¨®nimos que hab¨ªan desbaratado los intestinos de la comisar¨ªa: ¡°Siento mucho lo sucedido. Siento haber sacado las armas del b¨²nker y los an¨®nimos que envi¨¦. Han hecho mucho da?o a mucha gente, sobre todo a un gran amigo y exjefe. Lo Siento. Celso¡±. Y en un wasap dirigido a los amigos de una sociedad gastron¨®mica desde su m¨®vil, presuntamente el fallecido tambi¨¦n escrib¨ªa: ¡°Alg¨²n d¨ªa lo entender¨¦is¡±.
La jueza cree que Bernardo fue el autor material del disparo. Que entr¨® en el edificio oculto en el maletero del Volvo que conduc¨ªa su hermano, y que desde el garaje, evitando ser detectado por las c¨¢maras, accedi¨® por una portezuela de un metro de altura, que pocos agentes conoc¨ªan y que daba a un conducto de aire. Desde este pasadizo lograr¨ªa alcanzar el ascensor para subir a la quinta planta. A las 15.51, la cabina subi¨®. Nadie, entre los cinco funcionarios que estaban aquel s¨¢bado a la sobremesa us¨® el ascensor, pero una c¨¢mara permite ver que se mueve. El hombre que iba a morir esa tarde lleg¨® en su moto a continuaci¨®n. Una c¨¢mara lo capta llamando el ascensor, con un pantal¨®n de artes marciales en la mano, casi a las 15.55. Es su ¨²ltima imagen vivo. Tuvo que esperar a que el elevador bajase hasta el garaje unos 29 segundos, el tiempo que la reconstrucci¨®n comprob¨® que tarda desde el quinto. Cuando entr¨® al despacho no hubo forcejeo: la jueza recuerda que exist¨ªa una relaci¨®n de confianza.
La trayectoria del reguero de sangre seca desde su sien, la total ausencia de heridas o de marcas de la ca¨ªda del cuerpo muerto, incluso los frunces no coherentes del pantal¨®n se?alan a la magistrada que la persona que le quit¨® la vida fue quien lo deposit¨® en el suelo. La trayectoria del tiro, ligeramente de atr¨¢s adelante y de arriba abajo del cr¨¢neo, le parece muy forzada para un suicida. El disparo ni siquiera fue a bocajarro, sino que se realiz¨® a una distancia de unos 10 cent¨ªmetros, algo que tampoco encaja con la autolisis.
Los an¨¢lisis de distintos laboratorios de la Guardia Civil y la polic¨ªa concluyeron que hab¨ªa p¨®lvora y residuos de disparo en lugares inveros¨ªmiles y ¡°en cantidades muy superiores¡± a las que corresponden a un solo fogonazo. La escena del crimen fue supuestamente manipulada. El auto judicial, ya recurrido por la defensa, sostiene que mientras un hermano lo hac¨ªa todo, el otro se mov¨ªa lentamente entre la calle y la comisar¨ªa, y se giraba hacia las c¨¢maras de videovigilancia con la ¡°intenci¨®n¡± de dejarse ver. El terminal m¨®vil de Bernardo aquella tarde lo sit¨²a, no obstante, en unas instalaciones deportivas de la ciudad. Recibe llamadas y wasaps, incluso de Roi, que le propone comprarse la misma sudadera, pero seg¨²n el auto no contesta ninguno.
Eva Armesto reconoce que fue ¡°extraordinariamente dificultoso¡± despojar el crimen del disfraz de suicidio con el que supuestamente lo vistieron estos dos profesionales ¡°inteligentes¡± y con experiencia en inspecci¨®n ocular. Y para ello selecciona de cada informe recibido durante estos a?os determinadas piezas que luego encaja para escribir su relato. Entre los indicios, la instructora ve ¡°singular potencia acreditativa¡± en el hallazgo de ADN de los hermanos en un papel con p¨®lvora aparecido bajo el cad¨¢ver o en el hecho de que la vaina del escenario del crimen fuera id¨¦ntica a otra incautada en la taquilla de los investigados. Tambi¨¦n destaca que uno de los gemelos comprara en MediaMarkt la c¨¢mara Nikon que se us¨® luego para tomar la foto que acompa?aba un an¨®nimo de 2014 sobre el robo de las armas.
Una mano viva tras la muerte cerebral
Una de las mayores inc¨®gnitas del caso tuvo que despejarse con simulacros de tiradores, informes de la Guardia Civil y la polic¨ªa y datos del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas. Hab¨ªa que comprobar si era posible que Celso Blanco, ¡°con la cabeza destrozada¡±, pudiera realizar un acto ya tan absurdo para ¨¦l como retirar el cargador del arma suicida (que hab¨ªa sido robada sin ¨¦l) o bien, si dispar¨® sin cargador, accionar voluntariamente con el dedo la palanca para que la corredera de la ventana de expulsi¨®n quedase abierta. El auto defiende que ninguna de las dos opciones es posible. En ¡°este tipo de arma, si se dispara sin cargador, la ventana de expulsi¨®n quedar¨¢ siempre cerrada¡±, zanjan los informes. Una bala ¡°tarda 1,066 milisegundos¡± en atravesar 26 cent¨ªmetros (los 10 cent¨ªmetros de distancia del disparo m¨¢s la cabeza) y ¡°es en ese momento en el que se produce la lesi¨®n craneal de gran entidad¡±, explica la jueza. Pero ¡°las conexiones nerviosas entre el cerebro y las extremidades superiores¡± precisan ¡°un tiempo m¨ªnimo de 10,37 milisegundos¡±.
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