Vidas perdidas en la Terminal 4: ¡°El coronavirus nos ha jodido la boda¡±
Decenas de personas sin hogar se refugian en el aeropuerto durante el estado de alarma
Carmen vive en el aeropuerto pero nunca ha viajado en avi¨®n a sus 46 a?os. La megafon¨ªa es la banda sonora de su despertar: ¡°Ding, dong, ding. Por su propio inter¨¦s, rogamos mantengan sus pertenencias controladas en todo momento¡±. Mientras esta mujer huesuda se atusa la coleta, las pantallas, como si fueran la tele de su sal¨®n, anuncian destinos a los que seguramente nunca ir¨¢. ¡°Siempre he sido una pobrecita de la vida¡±, se lamenta esta mujer que prefiere no publicar su nombre real.
Decenas de personas se refugian en las terminales durante las restricciones impuestas por el estado de alarma. Jes¨²s, de 44 a?os, es la pareja de Carmen. Recoge los sacos de dormir de la puerta de una cafeter¨ªa y le da ¨¢nimos. ?l si ha volado. ¡°La ¨²ltima vez fue cuando mi hija de 13 a?os ten¨ªa uno y medio. Fuimos a Disneyland Par¨ªs¡±, rememora este camarero a d¨ªas sueltos en una terraza de El Retiro. No tiene problemas en que vean c¨®mo vive hoy. Echan lo poco que tienen en el carrito portaequipajes y, aseados y limpios, se ponen a funcionar. Antes, conscientes de la pandemia, se enjuagan las manos con alcohol. ¡°Encontramos este bote en una papelera. Suele haber comida y de todo¡±, explica ¨¦l.
Durante dos jornadas hicieron cola la semana pasada para el nuevo albergue del Ayuntamiento para personas sin hogar en Ifema. Estaban de los primeros y ten¨ªan a tiro dos de las 150 plazas, pero es solo para hombres y no quieren separarse. Est¨¢n en negociaciones para que una casera les alquile una habitaci¨®n por 370 euros, que es pr¨¢cticamente lo que ingresan en subsidios.
Rosa dormita sobre una silla escudada tras sus gafas de sol y rodeada de maletas. Junto a esta mujer, en la silla contigua, su perro. ¡°Lleva mucho tiempo, a?os, viviendo en el aeropuerto¡±, explican Jes¨²s y Carmen. Las terminales del Adolfo Su¨¢rez-Madrid Barajas han sido tradicionalmente un recurso habitual para los que no disponen de techo, que son cerca de 3.000 en la ciudad de Madrid.
Rol¨¢n Montilla, venezolano de 50 a?os, cuenta que lleg¨® hace siete meses a Espa?a enga?ado con una oferta de trabajo. No sabe si invertir los dos euros que tiene encima, y que un pasajero le dio el domingo, en ir a pedir ayuda al Consulado de su pa¨ªs. ¡°Quiero regresar no pedir asilo¡±.
¡°En qu¨¦ puta hora me volv¨ª a Espa?a¡±, maldice Jos¨¦ Miguel, de 46 a?os, sentado junto a sus maletas y cubierto con una capucha. Ha pasado los ¨²ltimos siete a?os en Rep¨²blica Dominicana. All¨ª es due?o de un colmado en Hig¨¹ey y tiene una pareja local que le ha hecho ya bisabuelo, ¡°aunque no sea de sangre¡±. Regres¨® a Madrid para arreglar la herencia de una hermana de su madre. Pero su t¨ªa sigue viva en Miranda de Ebro y ¨¦l est¨¢ tirado desde diciembre en el aeropuerto. El remate ha sido que por el robo de sus papeles en Rep¨²blica Dominicana al aterrizar en Madrid la Polic¨ªa le quit¨® su pasaporte. Se aferra a la denuncia que lleva bien doblada. Mientras tanto es un sin papeles en su propio pa¨ªs.
Los peruanos ?lvaro y Gabriela, de 20 y 23 a?os, tambi¨¦n quieren seguir unidos. A primera hora de la ma?ana, todav¨ªa bajo el mismo edred¨®n y sobre el suelo, echan una partida de damas en la pantalla del m¨®vil. ¡°No voy a dejarla sola¡±, asegura este joven que no vuelve al hogar familiar en Carabanchel porque lleva varios a?os emancipado. Adem¨¢s, ¡°si llevo el contagio encima es jodido¡±. Solo si son obligados entrar¨¢n cada uno por su lado en las instalaciones municipales porque ¡°ah¨ª dentro habr¨¢ de todo¡±. Mientras tanto, seguir¨¢n al amparo de su amor millennial en la T4.
Llevan cinco meses en la calle y siguen sacando el abono transporte, pero la cuarentena ha acabado con sus paseos. En todo este tiempo no dejan de consultar la web de ofertas laborales Infojobs, a trav¨¦s de la que env¨ªan sus curriculum. ?l es t¨¦cnico en sistemas y busca trabajo en el sector de la ciberseguridad o la telefon¨ªa. Pero consciente de la situaci¨®n, en las ¨²ltimas semanas se ha postulado para enterrador o vigilante de cementerio. ¡°Limpiar portales o lo que haga falta¡±, a?ade Gabriela, que ha estudiado Marketing. Incluso, a trav¨¦s de una amiga, se han enterado de que buscan personal para el nuevo hospital de emergencia que se acaba de abrir por la crisis del coronavirus en Ifema. All¨ª tambi¨¦n han echado la ca?a ya, cuentan.
Mientras dan con un trabajo, Gabriela mata parte de los eternos ratos libres decorando su troley con los lugares por los que han pasado estos meses. Su maleta es un atlas de la geograf¨ªa madrile?a. Galapagar, Humanes, Aranjuez, Fuenlabrada, Navalcarnero, M¨¦ndez ?lvaro... y en el centro, en grande, la T4.
El 2020 iba a ser su a?o. ?lvaro se lamenta de que ya lleva dos peticiones de mano. Una en Galapagar y otra en Delicias. Gabriela se incorpora y muestra el anillo de prometida. Entre los dos juntan unos 300 euros al mes. ¡°El coronavirus nos ha jodido la boda¡±, se queja ¨¦l.
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