Sujetar la puerta
Asumo nuestras diferencias y confieso que el recelo inicial existi¨®, pero esta pandemia me ha ense?ado que la crispaci¨®n y la confrontaci¨®n no sirven de nada
Me gustan mis vecinos. En general, es gente amable. Sonr¨ªen cuando entran al ascensor y no se molestan cuando mis perros alteran el silencio del edificio. El d¨ªa que se estrope¨® la puerta del garaje estuvimos all¨ª de comitiva, intentando aportar soluciones. Mientras una llamaba al servicio t¨¦cnico, otro sub¨ªa a casa a rebuscar entre sus cosas para encontrar la llave manual. Finalmente, otro se qued¨® aguantando la puerta mientras sal¨ªamos uno detr¨¢s de otro.
Yo no pienso dejar que los enfrentamientos que llevan a cabo nuestros representantes pol¨ªticos se trasladen a mi edificio, con mis vecinos
Durante este confinamiento, nos hemos conocido un poco m¨¢s. La del segundo estuvo amenizando los aplausos con canciones diversas y ahora pone a cantar a John para opacar el ruido de las cacerolas. Nos mira y alza el pu?o con una sonrisa que no espera nada. Ana, Sof¨ªa y Laura (nombres ficticios) viven en el tercero. Las conocemos un poco m¨¢s porque la habitaci¨®n de Sof¨ªa da al despacho y la vemos estudiar todos los d¨ªas. Laura saca a la perra todas las tardes y nos deja pasar antes cuando llegamos a la vez porque nuestras perras se llevan regular, pero no parece que le cueste hacerlo. Ana estuvo en casa una vez por un tema de goteras y me recuerda tanto a la Miranda del futuro que le abrir¨ªa las puertas todos los d¨ªas.
Nos hemos enterado, por sus hijas, de que Ana es la due?a de una residencia y no ha parado de trabajar durante estos meses. Despu¨¦s de aplaudir, nos qued¨¢bamos un rato charlando sobre la situaci¨®n, pero ella tampoco perd¨ªa nunca la sonrisa. Un d¨ªa, colgaron una bandera de Espa?a con un cresp¨®n negro en su ventana, la misma que llevan en la mu?eca desde que las vi por primera vez. La otra tarde, despu¨¦s de aplaudir, salieron a la ventana a protestar con cazuelas. No sustituyeron una cosa por la otra. Con ruido, pero sin insultos. Con voz, pero desde casa, no en las calles salt¨¢ndose las medidas de seguridad. Intuyo, por los gestos, su ideolog¨ªa.
Asumo que no coincidimos en nada pol¨ªtico, que seguramente ellas est¨¦n a favor de cosas que puedo sentir en mi contra, que probablemente ellas no est¨¦n de acuerdo algunos de mis pensamientos y no los comprendan. Asumo nuestras diferencias y confieso que el recelo inicial existi¨®, pero esta pandemia me ha ense?ado que la crispaci¨®n y la confrontaci¨®n no sirven de nada. Vivimos en un pa¨ªs diverso, con ideolog¨ªas nada afines, con bandos f¨¢cilmente destacables, ?por qu¨¦ no lo asumimos de una vez? Yo no pienso dejar que los enfrentamientos que llevan a cabo nuestros representantes pol¨ªticos se trasladen a mi edificio, con mis vecinos, los mismos con los que me he emocionado estas semanas, con quienes me he sentido en la misma direcci¨®n, los mismos que nos hemos ayudado y acompa?ado, que sonr¨ªen a mis perros aunque estos los ladren, a los que sujeto la puerta si vienen cargados, a quienes ofrecemos nuestra ayuda y recibimos la suya.
Creo que en la tolerancia se encuentra la paz. Quiz¨¢ s¨ª que estemos a tiempo de aprender algo de nuestro pasado.
Madrid me mata.
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