Madrid rico, Madrid pobre: la ciudad vista desde las terrazas de la fase 1
Una ma?ana en Vallecas y Valdemar¨ªn, barrios del norte y del sur, separados por una circunvalaci¨®n y 80.000 euros de renta media por hogar
Valdemar¨ªn, norte de Madrid. 10.25 horas.
Suena el tel¨¦fono fijo del restaurante Bamboleo. Lo descuelga el due?o, Tito Dancausa:
¡ª?Bamboleo, buenos d¨ªas? S¨ª, hay que reservar... Muy bien...Lo ¨²nico es que igual ma?ana llueve... 27 grados de media, al menos... ?Nombre?... S¨ª, tenemos WiFi... De 6 a 8, perfecto...D¨¦jeme un tel¨¦fono... Muy bien, gracias.
Tito lleva toda la ma?ana haciendo reservas. Madrid ha llegado por fin a la fase 1 y los vecinos de Valdemar¨ªn, uno de los barrios m¨¢s ricos de Madrid, quieren asegurarse un sitio en las terrazas de los mejores locales. Ya no queda lugar para todo el fin de semana que viene. Completo. Full. Plein du monde.
En el patio de Bamboleo, un espacio agradable de c¨¦sped artificial, sof¨¢s beiges y sillas de jard¨ªn verdes, caben unas 40 personas, la mitad de su aforo normal. El propietario pod¨ªa haber rascado algo m¨¢s, pero prefiere curarse en salud. Si resulta que son dos los metros que hay que guardar entre cliente y cliente, ¨¦l pone cuatro. ¡°No quiero l¨ªos¡±.
Por si acaso, ha limpiado los aires acondicionados, ha higienizado todo el jard¨ªn, ha colocado mamparas entre las mesas y ha pedido a todo su equipo que sea muy escrupuloso con las normas. ¡°Te gastas un pastizal para abrir. No s¨¦ calcular cu¨¢nto, pero mucho¡±.
En ese momento, entra por la puerta una mujer radiante, que abre los brazos y exclama: ¡°?Tienes la mejor terraza de todo Madrid!¡±.
No es otra que su prima Carmen, una de sus mejores clientas. El optimismo de Carmen choca con la obsesi¨®n de Tito: el tiempo.
¡ªA ver, es que dicen que ma?ana llueve.
¡ªLos presentadores del tiempo no tienen ni idea.
Carmen cumple 70 a?os en unos d¨ªas. Para celebrarlo, iba a reservar para el mismo d¨ªa tres mesas de 10 personas, el m¨¢ximo permitido. El problema es que ella, como anfitriona, como cumplea?era, no podr¨ªa pasearse por las mesas agasajando a sus invitados y a la vez recibiendo el halago de ellos. Estar¨ªa incumpliendo las normas. As¨ª que har¨¢ tres peque?as fiestas en d¨ªas consecutivos. ¡°Yo quiero presidir todas las mesas. Quiero una el viernes, otra el s¨¢bado y otra el domingo¡±. Tito toma nota. A Carmen se le lleg¨® a pasar por la cabeza organizarlo en su terraza de 280 metros cuadrados, pero despu¨¦s se lo pens¨® mejor: ¡°Era un l¨ªo¡±.
Valdemar¨ªn es un barrio residencial de las afueras de Madrid, junto al hip¨®dromo. Es un conjunto de chal¨¦s, parques y avenidas amplias por las que circulan cochazos. La renta media por hogar supera los 110.000 euros. Cinco y hasta seis veces m¨¢s que en otros puntos de la ciudad. La derecha acapar¨® aqu¨ª, durante las ¨²ltimas elecciones, el 94% de los votos.
Bamboleo, por supuesto, no es el ¨²nico que abre hoy. Carmen, creadora de una marca de ropa de beb¨¦, asegura que merece la pena echar un vistazo en los bajos del hotel Aravaca Village, donde el grupo Larrumba, uno de cuyos due?os es Alonso Aznar, hijo del expresidente del Gobierno, tiene abiertos cinco restaurantes. ¡°Todos mon¨ªsimos, ideales¡±. All¨ª, los trabajadores se afanan en limpiar mesas, cristales, suelos. El futuro de la hosteler¨ªa pasa por la asepsia.
Carmen camina resulta por Valdemar¨ªn. Es una gu¨ªa estupenda, que conoce todo los secretos del lugar. El barrio huele a libertad. Las banderas de Espa?a ondean aqu¨ª y all¨¢ sin complejo. Se nota que el encierro ya no es tan severo. Una terraza lo cambia todo. El blanco pajizo de los enclaustrados poco a poco desaparecer¨¢, ser¨¢ historia. De repente, recibe una llamada en el m¨®vil. Contesta: ¡°Por supuesto, tomemos el aperitivo en el bar de Tito. Hay que hacerle gasto¡±. ?Qui¨¦n es? ¡°Chelo, una amiga de la infancia. Era azafata. Est¨¢ casada con un expresidente de Antena 3¡±.
En Valdemar¨ªn, levantas una piedra y te encuentras a alguien conocido.
La mujer llega a la puerta del Copa de Bal¨®n, un bar de noche. Misma escena: trabajadores preparando todo a horas de la apertura. Se ve la tensi¨®n en la cara de los encargados. Se juegan mucho. Quiz¨¢ hasta la supervivencia. El n¨²mero de locales que van a aguantar el tsunami que ha supuesto la pandemia es todav¨ªa una inc¨®gnita. Carmen dice que ella no frecuenta mucho este garito que tenemos ante nuestros ojos, un lugar de ventanales, con calefacci¨®n y riego en la calle, donde apetece tomarse un gin tonic ahora que aprieta el sol. ¡°Esto es m¨¢s de chicos estupendos seniors que buscan chicas estupendas maduritas. Y viceversa¡±.
A continuaci¨®n, la ostreria Barbillon, ya abierta. Se intuye de lejos porque en la puerta hay aparcado un Lamborghini en segunda fila. Como no hay aparcachoches en esta fase, hay cierto descontrol. ¡°Ambiente estupendo de gente s¨²per guay¡±, opina Carmen. En la entrada hay una ma?tre que provee de mascarilla y un kit sellado de cubiertos, mantel y servilletas a todos los clientes que traspasan el umbral. Al encuentro sale Curro S¨¢nchez del Amo, el propietario. ¡°Lo llevamos en familia y le ponemos mucho amor, cari?o, pasi¨®n. Hemos estado mes y medio sirviendo a domicilio, pero ahora empieza el tema de verdad. Hacemos una cocina de mercado cl¨¢sica, a la vez moderna, japonesa pero llevada a lo espa?ol¡±.
Mientras habla, dos empleados recorren las mesas, que ya ocupan clientes que desayunan a media ma?ana, por lo que podemos decir sin miedo a equivocarnos que est¨¢n tomando un brunch. Los empleados, en otro contexto, parecer¨ªan amenazantes: llevan fumigadores en las manos. Aplican una soluci¨®n de agua y lej¨ªa (un litro de agua, un tap¨®n de lej¨ªa). ¡°Hemos acotado toda la zona para que solo haya una puerta de acceso. Hay una persona desinfectando sillas, suelo, etc. Los camareros han sido sometidos a un test. Solo uno ha dado positivo y lo hemos mandado a casa. El resto ha dado negativo¡±, explica Del Amo.
Un rato antes, Carmen hab¨ªa se?alado unas mesas y unas sillas. ¡°De noche es una terraza para morirte". Y a?adi¨®:
¡ªTeniendo todo esto aqu¨ª, nadie va a Madrid.
¡ª Se genera entonces un ambiente endog¨¢mico.
¡ªEndogamia total. Hay una cantidad de pijos por metro cuadrado... Yo no, eh. Yo no tengo edad para eso.
Vallecas, sur de Madrid. 9:35 horas.
Un bar en silencio en Madrid es como un gigantesco socav¨®n en la Puerta del Sol. Bienvenidos a la fase 1 vallecana. El 13 de marzo Manuel Ruiz puso 400 desayunos. El 25 de mayo no llega a 20. El Caf¨¦ Santander es toda instituci¨®n en Vallecas. Casi 40 a?os perfumando de caf¨¦ el inicio de la avenida de la Albufera, la arteria comercial del barrio. En el inicio de este nuevo lunes de rutinas ni el mejor olfato del reino animal detectar¨ªa el aroma. ¡°Esto es un desastre¡±. Ruiz ha subido la persiana a las 6.00 de la ma?ana tras casi tres meses. ¡°Esto no es viable¡±, niega a sus 60 a?os con la mascarilla puesta. ¡°Toda una vida aqu¨ª y ahora esto¡±. Ten¨ªa a 14 empleados en plantilla. Todos han sufrido un ERTE.
¨D ?Un cafetito?
La puerta est¨¢ abierta. El camarero Ruiz solo atiende a un cliente por turno. Ni rastro del correveidile al cocinero de hace 70 d¨ªas. Ahora el bar Santander es como la recepci¨®n de un hotel. Como no tiene terraza, ha colocado dos mesas para impedir el paso de la gente a las zonas comunes. Luz tenue, dos m¨¢quinas tragaperras apagadas, mesas recogidas, taburetes vac¨ªos. Ruiz tras la barra.
Aqu¨ª el cliente solo tiene una opci¨®n. Pedir caf¨¦ para llevar junto a unas tostadas con un cruas¨¢n o unos deliciosos churros. A un camarero curtido en mil comandas al d¨ªa esto le afecta desde primera hora. Ruiz no est¨¢ dicharachero, no es el de antes. De hecho, un cliente se acaba de ir sin pagar con el caf¨¦ en la mano y ni se ha enterado. Un minuto despu¨¦s, el se?or aparece de nuevo por la puerta asomando el cuello como una jirafa:
¡ª Uy, uy, que me voy sin pagar. Vamos mal as¨ª, ?eh?
Ruiz le concede una mueca. ¡°Yo he reabierto, pero voy a perder dinero¡±. La fase 1 ha entrado en el distrito de Puente de Vallecas con la mayor¨ªa de bares abiertos. Solo en este punto de Madrid existen 11.000 locales. De ellos, 939 son cafeter¨ªas y restaurantes. Este per¨ªmetro obrero de la capital ha sido uno de los m¨¢s golpeados por la pandemia. Las crisis, como casi siempre, golpean a los de siempre.
Aqu¨ª viven 240.000 vecinos con una renta media de 22.000 euros, la m¨¢s baja de la capital. Miles de ellos est¨¢n en paro o en ERTE. Otros no han encontrado un trabajo fijo nunca y otros pedir¨¢n la renta m¨ªnima vital el mes que viene. O dicho de otra manera: aqu¨ª cientos de vecinos hacen cola para echar comida a la cacerola. Apenas hay banderas de Espa?a en los balcones.
Pese a todo, se respira una nueva era. Vallecas siempre ser¨¢ Vallecas. Hay, al fin, ambiente de barrio. Ruido de clax¨®n, de obras, florister¨ªas abiertas, jugueter¨ªas que financian bicicletas por 11 euros al mes, ultramarinos, zapater¨ªas, mercer¨ªas con aforos limitados. Colas de jubilados en el banco para cobrar la pensi¨®n. E incluso unas hileras de vecinos que sue?an con ser millonarios en las administraciones de loter¨ªa.
Jos¨¦ Sinaus¨ªa est¨¢ con el pa?o y el cubo de lej¨ªa. Limpia con esmero las cinco mesas que expondr¨¢ en la acera de su terraza, la mitad que antes. ¡°Ya era hora, Jos¨¦¡±, le saluda alegre un vecino. ¡°Seg¨²n se vaya sentando la gente le ir¨¦ colocando un botecito de gel con alcohol¡±, explica. ¡°Ahora no lo pongo porque me desaparece en un minuto¡±. Aparece otro vecino: ¡°?Y la discoteca pa? cuando, Jos¨¦?¡±.
Jos¨¦ tiene dos negocios. Su bar y la sala Mam¨¢ Pachanga, una instituci¨®n nocturna de la zona desde los a?os 90. ¡°Fue uno que dijo: ¡®?Ponemos este nombre?¡¯. Y as¨ª se puso¡±. Francisco N¨²?ez, de 70 a?os, es el vecino que quiere que se abra ya y, a ser posible, esta misma noche. ¡°Me encanta esa discoteca. Me gusta mucho la cumbia colombiana¡±.
¨D ?Se liga mucho ah¨ª?
¨D Yo voy ligado ya.
Al lado del estadio de Vallecas, donde miles de hinchas se reun¨ªan para beber cervezas antes de los partidos, una sombra de un ¨¢rbol da cobijo a cinco mesas perfectamente separadas. Yolanda y su hija han quedado aqu¨ª para desayunar con su t¨ªa Ana. Tres meses despu¨¦s, la videollamada ser¨¢ real. ¡°Por fin nos hemos visto y sin besarnos ni nada¡±, como si hubiera dudas.
La nueva normalidad tambi¨¦n es aclarar que uno no se abraza, no se besa, no se toca. ¡°Ha sido muy raro¡±, cuenta Ana, de 58 a?os, que luego aprovechar¨¢ e ir¨¢ a ver a sus nietos. ¡°Pero tampoco s¨¦ muy bien si me puedo acercar mucho". El problema de las terrazas es d¨®nde se colocan las mascarillas si se est¨¢ desayunando.
¨D ?Tiene un servilletero?, pregunta al camarero.
¨D No, no ponemos. Por la ley nos han dicho que no pongamos.
Ante todo, limpieza.
Los reportajes que cuentan la metamorfosis del Madrid en alerta
¡°Madrid no parece Madrid¡± ha sido una de las frases m¨¢s repetidas por sus vecinos durante la cuarentena por el coronavirus. La pandemia de la covid-19 en la Comunidad de Madrid, retratada por los reporteros de EL PA?S
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