La noche madrile?a, un mar de dudas
La hosteler¨ªa es conservadora en sus horarios y no se arriesga en medio del caos normativo
Una se?ora entraba este jueves en la taberna San Mam¨¦s, en el n¨²mero 88 de la calle Bravo Murillo, cerca de las nueve de la noche. ¡°?Me puedo sentar en la terraza?¡±, pregunta a Jorge Garc¨ªa, de 46 a?os. ¡°Claro, claro, elija la mesa que usted quiera¡±, responde ¨¦l, el due?o de un peque?o restaurante que abri¨® su abuelo en 1952 y ya lleva tres generaciones sirviendo comida casera. Solo tiene dos mesas ocupadas fuera, en el interior ninguna. La cosa pinta mal pero este peque?o negocio familiar sobrevive ¡°en el 80%¡± gracias a su clientela habitual, la de toda la vida. Garc¨ªa, dice, seguir¨¢ con los horarios marcados por el Gobierno central durante la ¨²ltima semana y echar¨¢ el cierre a las 23.00. ¡°Yo solo me f¨ªo de lo que ponga el Bolet¨ªn de la Comunidad de Madrid y el BOE. Ni lo que digan los vecinos, ni lo que digan los medios¡±, asegura, consciente de que lo que hay que hacer para salir adelante es acabar con el virus. ¡°No entro en qui¨¦n tiene la culpa, solo s¨¦ que entre el miedo que hay y que no hay dinero, cuesta salir adelante y lo estamos pasando mal¡±.
Las restricciones que se pusieron en marcha por orden ministerial el viernes pasado obligaban a los restaurantes a seguir dos horas a rajatabla: hasta las 22.00 pod¨ªan admitir a clientes, a las 23.00 deb¨ªan bajar las persianas. Este jueves, despu¨¦s de que el TSJM anulara parte de la normativa que afectaba a la movilidad, todo eran dudas, pero pocos osaron a saltarse las normas que les hab¨ªan marcado desde hac¨ªa una semana. Hicieron bien, aunque no lo supieran, porque la administraci¨®n regional confirm¨® anoche que la normativa solo afecta a las restricciones de la movilidad, por lo que la restauraci¨®n deber¨¢ mantener los horarios impuestos hace una semana.
¡°Con una o dos horas m¨¢s ya nos ir¨ªa mejor¡±, cuenta Rodrigo, de 39 a?os, encargado del restaurante Lizarr¨¢n, justo enfrente de la taberna San Mam¨¦s, mientras prepara un par de mojitos. Tambi¨¦n cerrar¨¢ como el d¨ªa anterior pero la situaci¨®n es nefasta. ¡°La gente no se acostumbra a venir a cenar antes y adem¨¢s hay miedo. Normal, ya ni nosotros mismos lo tenemos claro, que si por las gotas, que si por el aire¡¡±, lamenta. Queda una hora y va a toda prisa. A esa hora hay nueve de diez mesas ocupadas en la terraza y la vida fuera aparenta una normalidad enga?osa. Hay vida, pero queda poco.
La plaza de San Ildefonso, en el coraz¨®n de Malasa?a, no ha perdido su ajetreo. La iglesia sigue abierta y las terrazas se ven bulliciosas en torno a las nueve. Carolina, una vecina del barrio de 40 a?os, toma unas cervezas con un grupo de amigos a pesar de haberse quedado en el paro durante la pandemia. Reconoce que no tiene mucho que celebrar, pero la vida sigue. Se han sentado en el restaurante Conache sin tener ni idea de a qu¨¦ hora iba a cerrar y se lo han tenido que preguntar al camarero. A las 23.00. Todav¨ªa tienen por delante casi un par de horas. En las piernas de Asier, el perro Lupo disfruta de la velada mirando el cuenco de frutos secos pero sin llegar a hincarles el diente.
La terraza rebosa bullicio. Pocas mesas por ocupar, mucha ca?a compartida, risas y gente que ha aprovechado el buen tiempo. En el Conache el camarero que sirve las cervezas bromea con ¡°el capit¨¢n Andr¨¦s¡±, el encargado, ¡°el futuro jefe de este barco¡±. ¡°Me tendr¨ªan que tocar tres loter¨ªas seguidas¡±, se r¨ªe ¨¦l, de 38 a?os. Andr¨¦s, sin el capit¨¢n delante, coge la bandeja mientras habla para que ning¨²n cliente espere m¨¢s de la cuenta. Es vital que nadie se quede insatisfecho. Como le ha dicho a Carolina, mantendr¨¢ el mismo horario que el d¨ªa anterior, pero lo cierto es que espera que la Comunidad de Madrid flexibilice este viernes los horarios. ¡°Hay mucha desinformaci¨®n ahora¡±, lamenta. El barrio vive de los vecinos y de un turismo que lleva tiempo sin pisar Madrid. Por eso los locales visualizan el invierno con cierto temor.
El virus tambi¨¦n ha cambiado eso para algunos. Precisamente el fr¨ªo sol¨ªa ser la mejor ¨¦poca para la m¨ªtica taberna Ardosa, en la calle Col¨®n, abierta desde 1892. Ah¨ª los clientes de toda la vida aplacaban las inclemencias del invierno con verm¨²s caseros, ca?itas, anchoas o boquerones en vinagre. Pero si la covid no desaparece, el fr¨ªo se convertir¨¢ en su peor enemigo. Este jueves mismo, a pocos minutos de cerrar, 13 personas disfrutaban de las delicias de un lugar con solera que tambi¨¦n lo est¨¢ pasando mal. Juan, el encargado, de 49 a?os, cuenta que en este momento hay seis trabajadores y dos en ERTE. Temen que en breve se sume alguno m¨¢s. ¡°Ya est¨¢bamos de capa ca¨ªda antes, ahora ha sido la estocada¡±, lamenta. Entre una normativa y la nueva, y un posible estado de alarma, solo queda apretar los dientes y surfear entre las dudas. Que llega el invierno y se avecina fr¨ªo de verdad.
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