Sucios, sin comida caliente y sin cole: la vida de los ni?os de la Ca?ada Real tras tres semanas sin luz
Los cortes de electricidad afectan a los cerca de 2.000 menores en edad escolar del asentamiento ilegal de Madrid, que deben superar m¨¢s obst¨¢culos de lo normal para asistir a clase

El fr¨ªo le pone las cosas dif¨ªciles por la ma?ana a Ossama Rbib, 11 a?os. Saca un pie de la doble manta y le cuesta horrores ponerlo en el suelo. No quiere ir a clase. M¨¢s bien no quiere salir del ¨²nico sitio caliente de su casa a las 8 de la ma?ana. Pero sus padres y su hermana Zakia, de 16 a?os, le medio obligan a salir de su cueva montada con ropa y cubrecamas para enfrentarse a un desayuno desangelado: nada caliente que llevarse a la boca. Son los efectos colaterales del d¨ªa a d¨ªa sin luz en un asentamiento ilegal donde lo cotidiano ya era que la humedad y el helor matinal se colaran por las grietas de las casas. Los ni?os de la Ca?ada Real Galiana ya hab¨ªan empezado a dejar atr¨¢s la muesca del absentismo escolar, seg¨²n Irene P¨¦rez, una de las coordinadoras de la asociaci¨®n El Fanal, que trabaja con familias en riesgo de exclusi¨®n all¨ª mismo. Pero la ausencia de luz supone, lamentablemente, aflojar varias tuercas de una maquinaria que ya hab¨ªa empezado a rodar con mucho esfuerzo, aunque necesitara numerosos retoques.
¡ªVoy al cole porque mis padres dicen que tengo que estudiar y porque ah¨ª al menos puedo comer algo caliente.
La nevera no funciona en ninguna casa y la de la familia Rbib no es excepci¨®n. No pueden cocinar ni calentar nada. Tampoco se pueden asear por la ma?ana, con agua helada. As¨ª que Ossama vive su peque?o infierno particular desde que sale de la cama hasta las nueve menos cuarto, cuando la ruta de su autob¨²s, una de las 22 que pasan por el sector seis, le lleva a su colegio, el Blas de Otero, en Vallecas, donde estudia 6? de Primaria. Ah¨ª se re¨²ne con sus primos Rida, Am¨ªn y Il¨ªas, todos vecinos y con los mismos problemas, seg¨²n narran en la calle con desparpajo, rob¨¢ndose palabras unos a otros. Rida, el ¨²nico de ellos que no ha repetido ning¨²n curso y que no tiene 11 a?os ¡ª"pero s¨ª 10 y medio, ?eh?"¡ª, quiere ser algo importante en el mundo, pero no sabe qu¨¦. Lo piensa un momento y, con su mascarilla del Real Madrid puesta, sonr¨ªe con los ojos: ¡°Algo que nos d¨¦ luz. ?Luzologista!¡±, responde mientras todos los dem¨¢s se echan a re¨ªr y le empujan con sorna.
La broma del ni?o esconde zonas oscuras relacionadas con una econ¨®mica precaria en un sector de la poblaci¨®n que le cuesta salir de la exclusi¨®n. All¨ª las familias viven de mercados ambulantes, de la chatarra, el cart¨®n, el empleo en negro o las ayudas y subsidios. Zakia, la hermana de Ossama, estudia en el instituto Santa Eugenia y se considera buena estudiante, aunque ahora le hayan puesto un palo m¨¢s en la rueda. ¡°Cuando me tocan clases semipresenciales lo paso mal. No tengo donde cargar el iPad y le he puesto una tarjeta de datos de 25 euros que se agota a la semana¡±, explica. As¨ª que cuando no puede ir a clase, su vida se congela.
Ellos pertenecen al grupo de menores que va a clase, pese a todo. Pero la luz tambi¨¦n se ha apagado en lo referente a lo educativo para algunas familias. ¡°Yo a mis ni?os sin asear no los mando a clase¡±, explica Pastora Gim¨¦nez, de 34 a?os, y madre de cuatro menores, de 2, 9, 12 y 16 a?os. Recalca que sin luz tampoco pueden hacer uso de la lavadora, as¨ª que lavan a mano cuanto pueden, aunque reconoce que la ropa sucia se le amontona. Su marido, Ram¨®n Fern¨¢ndez, de 40, a?ade al tema de limpieza el del miedo que se ha generalizado por el sector, el que provoca un virus ¡°que no entienden ni los cient¨ªficos¡±.
¡ªMira que si no llevas los ni?os a clase pueden arremeter contigo con la Seguridad Social.
El aviso le llega de su vecino Jonathan, de 33 a?os, pastor evangelista que explica que su hijo de 14 se ha quedado sin ir a clase pero no porque ¨¦l quisiera, sino porque en el momento de hacer la matr¨ªcula les pill¨® a todos enfermos por coronavirus y en el hospital. ¡°Aqu¨ª pagamos justos por pecadores¡±, lamenta ¨¦l, que asegura que, en su barrio, ¡°la mayor¨ªa¡± son trabajadores de bien. ¡°El sector seis tiene seis kil¨®metros y medio, ?no?, pues solo medio kil¨®metro se dedica a la mala vida¡±.

A la hora de comer los menores que s¨ª han hecho el esfuerzo de ir a clase empiezan a bajar de su autob¨²s, que va parando en diferentes puntos de la calle principal. Pero es imposible cuantificar cu¨¢ntos son y cu¨¢ntos se han quedado en casa despu¨¦s de tres semanas sin luz. Ni el comisionado de la Comunidad de Madrid ni el del Ayuntamiento atinan a dar una estimaci¨®n y se pasan la pelota uno al otro. S¨ª se sabe que el sector seis tiene al menos 2.000 menores que se encuentran en edad escolar obligatoria.
La asociaci¨®n El Fanal, que ocupa un espacio en la antigua f¨¢brica de muebles, en medio de un descampado, es la ¨²nica, junto a C¨¢ritas, que puede dar alguna pista de la realidad. All¨ª atienden a unos 150 menores de 6 a 18 a?os para hacer refuerzo escolar y a 24 beb¨¦s, entre 0 y 3 a?os. Viven dentro del problema. Conocen a ni?os que se hicieron adultos y los vieron perderse. O encontrarse. ¡°El problema del absentismo de los m¨¢s peque?os estaba casi solucionado, ahora peleamos para que no abandonen en secundaria¡±, explica Irene P¨¦rez, unas de las coordinadoras, desde 2005, de la asociaci¨®n. Para ella, es vital que solucionen el problema de la luz porque ¡°sin medidas higienicosanitarias m¨ªnimas¡± es imposible sacar adelante al barrio.
Cuando comienza a anochecer, los menores que no est¨¢n en la calle encienden las linternas del m¨®vil ¡ªque han cargado en los coches¡ª para hacer los deberes. Los que aguantan, se dejan los ojos. Salud, de 60 a?os, rodeada de nietos y sobrinos nietos, ense?a la oscuridad de su chabola y se queja de su ¡°malvivir¡± y levanta los brazos: ¡°Ahora vemos que la luz es la ni?a bonita de la casa¡±.
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