La marihuana deja sin luz a 4.000 vecinos de la Ca?ada Real
Las autoridades reconocen que no hay soluci¨®n a corto plazo ante las protestas en el mayor poblado marginal de Europa, que lleva tres semanas a oscuras
M¨¢s de 36 horas despu¨¦s de que el temporal derribara varios ¨¢rboles en la Ca?ada Real, los Bomberos no han acudido. Algunos han ca¨ªdo sobre entradas a viviendas o encima de veh¨ªculos. Es la realidad de un barrio con problemas enquistados que a nadie le gustar¨ªa tener en su ciudad. Estos d¨ªas, adem¨¢s, su poblaci¨®n se alza en protestas porque lleva tres semanas sin luz. Conscientes de que hay heridas m¨¢s graves que las de la tormenta, los propios vecinos son los que acaban retirando ramas y cortando troncos. ¡°La motosierra la hemos comprado esta ma?ana en el Mediamarkt¡±, explica Mohamed, un marroqu¨ª de 48 a?os originario de Larache. En otros casos, es imposible. El ¨¢rbol bajo el que qued¨® el Volkswagen Golf de la familia Rbib es tan grande que no pueden con ¨¦l. Ah¨ª permanece, como un monumento a la furia de la madre naturaleza ante el que todos se paran al pasar. [Fotogaler¨ªa: Arde en protestas la Ca?ada, el mayor poblado marginal de Europa]
Mientras, un nutrido grupo de personas se afana en las tareas de dejar libre el acceso al terreno donde tienen su chabola Mohamed y otras tres familias. Vecinos de etnia gitana acuden al socorro de sus ¡°compadres¡± y ¡°primos¡± inmigrantes marroqu¨ªes. El estruendo del corte de las ramas se entrecruza con el de las motos de trial que varios ni?os y adolescentes conducen de manera acelerada camino arriba, camino abajo antes de que los autobuses traigan de vuelta a los que han ido al colegio. Otros hacen derrapes con la bicicleta. El vendaval les ha tra¨ªdo este mi¨¦rcoles una madrugada de miedo, insomnio y llamadas de emergencia. La tala accidental, eso s¨ª, les obsequia con algo de le?a que almacenan para combatir el fr¨ªo y la humedad, que en estas casuchas se multiplica ya avanzado el oto?o.
El ¨¢rbol derribado sobre la entrada de la parcela se ha tronchado a unos tres metros de la altura, justo donde todos los que viven alrededor tienen enganchados de forma irregular los cables de la luz. Nadie en este sector seis de la Ca?ada, el m¨¢s conflictivo y precario, paga recibo porque nadie tiene contrato. Pero el apag¨®n no es consecuencia del temporal. El suministro de luz se esfum¨® a principios de octubre. Sus aproximadamente 4.000 vecinos, la mitad ni?os y menores, han de tirar de generador, que muchos no disponen, o de la bater¨ªa del coche para usar los electrodom¨¦sticos o cargar los tel¨¦fonos.
A la luz del m¨®vil, Ibilya rebusca los papeles de la muerte de su marido, que fue atropellado por un cami¨®n en Collado Mediano en 2007. Hace las veces de archivo una caja de cart¨®n de Cruz Roja de las que suelen utilizarse para distribuir alimentos a familias necesitadas. La mujer, que tiene ¡°56 a?os o as¨ª¡±, se ha quedado sola en una chabola llena de trastos y cochambre en la que hace las veces de recibidor una alfombra con un escudo del Real Madrid. Hace un mes que perdi¨® la compa?¨ªa de su hijo peque?o, Yas¨ªn, de 18 a?os. Tiene otros dos de cuyo rumbo no sabe o no cuenta mucho. Rememora una pelea en Vallecas con alcohol y el robo de una cartera de por medio. El chaval est¨¢ ahora prisi¨®n. Ibilya no trata de justificar nada ni de exculpar a su hijo. Ahora va a visitar a Yas¨ªn de vez en cuando a la c¨¢rcel de Alcal¨¢ Meco. En medio de la penumbra, habla de su soledad sin dolor aparente, casi agradeciendo no tener que compartir su miseria amortiguada por una ayuda de 500 euros.
Todos -instituciones, pol¨ªticos, ONG y los propios habitantes- dan la misma respuesta al ser preguntados por el motivo de la falta de luz. ¡°La causa est¨¢ clara¡±, reconoce el comisionado para la Ca?ada Real de la Comunidad de Madrid, Jos¨¦ Tortosa. ¡°Una sobrecarga muy grande¡± de la red que ¡°no viene por un uso dom¨¦stico, sino por un uso extraordinario que no es el otro que el derivado de una proliferaci¨®n, cada vez mayor en este ¨²ltimo a?o, de las plantaciones de marihuana¡±. Fuentes conocedoras de lo que est¨¢ ocurriendo en el poblado estiman que la red se cae por un aumento en la carga de un 400 o un 500%. En efecto, la Polic¨ªa Nacional ha desmantelado solo este mes siete puntos en los que se cultiva esa droga. Este mismo lunes un cami¨®n trat¨® de introducir un gran generador con el que trataban de sortear el desplome del suministro y mantener vivas las plantas.
La Ca?ada Real, nombrada as¨ª por levantarse en una hist¨®rica v¨ªa pecuaria, cuenta con unos 7.500 habitantes a lo largo una quincena de kil¨®metros de varios municipios. Villa de Vallecas, un distrito de la capital, acoge al sector seis. El ambiente est¨¢ m¨¢s caldeado desde que no hay luz y las protestas se multiplican. Unas 200 personas se manifiestan en la tarde del mi¨¦rcoles para reclamar la vuelta del suministro. Un importante despliegue de antidisturbios, con una decena de furgonetas y agentes a caballo, impide que corten el tr¨¢fico en la rotonda del vertedero de Valdeming¨®mez.
¡°A d¨ªa de hoy la soluci¨®n no est¨¢ encima de la mesa¡±, sentencia Tortosa, consciente de que no es sencillo acabar con el problema de la droga y tambi¨¦n de que Naturgy no es responsable de los enganches ilegales. ¡°Los cortes de suministro en la red se producen por sobrecarga de la misma y en ning¨²n caso por cortes de la distribuidora¡±, explican fuentes de la compa?¨ªa. ¡°A pesar de que intentamos activar la red de manera permanente, el exceso de carga provoca nuevos cortes. Estamos colaborando plenamente con las fuerzas de seguridad¡±, a?aden. Es habitual que los picos de consumo fuera de lo com¨²n detectados por las empresas el¨¦ctricas sean el camino que siguen los agentes para detectar las plantaciones de marihuana. Un grupo de vecinos protest¨® pancarta en mano ayer delante de una oficina de Naturgy.
Mientras, M¨¢s Madrid se reun¨ªa con el comisionado regional y con la responsable del comisionado municipal de la Ca?ada, Laura Casta?os. Esta formaci¨®n entiende que, m¨¢s all¨¢ de seguir con la v¨ªa policial, el problema supone una ¡°vulneraci¨®n de los derechos humanos¡± de ¡°extraordinaria urgencia¡± que requiere de medidas de ¡°emergencia humanitaria¡±. Piden repartir m¨¢s generadores adem¨¢s de seguir con los realojos de familias, seg¨²n la concejal Mar¨ªa Pilar S¨¢nchez. Los planes de Comunidad y Ayuntamiento es que a lo largo de 2020 sean realojadas 150 familias del sector seis.
Simulando que la protesta del mi¨¦rcoles se evapora, los manifestantes atraviesan el poblado para tratar de cortar la autov¨ªa A3. Cuando al grito de ¡°?Queremos luz!¡± aparecen ya hay un muro de antidisturbios. Muchachas y algunos jovencitos, espoleados por adultos, tratan de franquear la barrera de hier¨¢ticos robots. Tras los empujones, algunos vuelcan su frustraci¨®n en insultos y provocaciones hacia los polic¨ªas. Pero no hay manera de que salte la chista que ilumine el atardecer. La Ca?ada sigue viviendo a oscuras.
El submundo de un mundo marginal
¡°Los de abajo se dedican a la droga y lo pagamos nosotros¡±, se queja un vecino que reside m¨¢s arriba del cruce de la mezquita del sector seis de la Ca?ada Real, la frontera que marcan entre ¡°los de abajo¡± y ¡°nosotros¡±. Este sector seis, con una gran poblaci¨®n vulnerable, cuenta con dos partes bien diferenciadas. La primera, la zona baja y m¨¢s pr¨®xima a la carretera de Valencia, es en la que se ha hecho fuerte el negocio y el submundo de la droga. Clanes como el de Los Gordos o el recientemente desmantelado de Los Kikos controlaban el mercado. Ahora pujan tambi¨¦n las plantaciones de marihuana. La explanada que rodea la parroquia de Santo Domingo de la Calzada sigue acogiendo a la intemperie o en tiendas de campa?a a yonkis que son atendidos en las dependencias adyacentes al tempo.
En la carretera principal, un hombre de edad dif¨ªcil de calcular que se est¨¢ metiendo un pico sentado en el suelo confunde a los reporteros con un cliente. ¡°Pasa ah¨ª dentro¡±. Y sin dejar la jeringa, llama la atenci¨®n de su compa?ero, al otro lado del camino: ¡°Quiqui, ens¨¦?ale a este que tenemos buen material¡±. Junto al tal Quiqui, tambi¨¦n consumido y demacrado, varios ni?os viven en directo la realidad cotidiana del tr¨¢fico y el consumo de drogas mientras enfrente queman puertas de madera para calentarse. Ah¨ª est¨¢n todos juntos, en el zagu¨¢n de la casa de esquina. Como el que despacha gominolas.
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