Placas solares sobre el mar de chabolas de la Ca?ada Real
Tras medio a?o sin suministro el¨¦ctrico ni soluciones, los vecinos se han instalado las placas fotovoltaicas que recogen la energ¨ªa que llega del cielo
Sobre el mar de chabolas de la Ca?ada Real Galiana proliferan de manera novedosa las placas solares. Imploran la energ¨ªa que llega del cielo en nombre de los que habitan debajo. El pr¨®ximo d¨ªa 2 de abril, Viernes Santo, el sector seis de la Ca?ada Real Galiana cumplir¨¢ medio a?o sin suministro el¨¦ctrico. La nueva fisonom¨ªa en torno a esta v¨ªa dolorosa de Madrid es apreciable desde las alturas del particular Calvario aut¨®ctono, la monta?a erigida con los a?os a base de restos del vecino vertedero de Valdeming¨®mez. La ausencia de soluci¨®n por parte de las Administraciones al problema ha llevado a los vecinos a realizar inversiones que rondan los 800 o 1.000 euros para instalar esa placas fotovoltaicas, seg¨²n el testimonio de las familias. Pero muchas no se lo pueden permitir en una zona que se halla a la cola de la renta per c¨¢pita del pa¨ªs con 10.000 euros anuales por hogar.
El conflicto el¨¦ctrico ha elevado en los ¨²ltimos meses el protagonismo del tramo m¨¢s deprimido de este asentamiento irregular de 14 kil¨®metros crecido en las ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas. Un problema que ha llenado de promesas las campa?as electorales desde entonces. Y que tendr¨¢ su propio espacio ante la convocatoria de elecciones del pr¨®ximo 4 de mayo. Alguno de los candidatos ya tiene previsto acudir a la Ca?ada, pese a que el sector seis es el mayor erial participativo de Espa?a, con una abstenci¨®n que ronda el 90%.
En una de las parcelas donde se levanta una decena de chabolas viven varias familias del clan de los Manzano. Ninguno de los adultos reconoce haber votado nunca. No saben qu¨¦ es el censo electoral y si forman parte de ¨¦l. Tampoco est¨¢n al tanto de que hay convocadas elecciones, ni qui¨¦n es la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel D¨ªaz Ayuso. ¡°Aqu¨ª no nos enteramos de n¨¢¡±, zanja Carmen Manzano, de 40 a?os, que vive en la Ca?ada desde que se cas¨® a los 16 a?os con Antonio, un primo suyo de la misma edad que aprovecha la conversaci¨®n para dar un meneo a los troncos en la chimenea. ¡°Los gitanos no sabemos n¨¢ de eso¡±, insiste la mujer.
Un agujero negro que se hereda
Respuestas similares expresaron la treintena de personas interpeladas. ¡°Es un tipo de poblaci¨®n con poca integraci¨®n social, bajo nivel de estudios y que ni se entera muchas veces de lo que est¨¢ pasando en lo pol¨ªtico. Hacen falta niveles muy altos de participaci¨®n electoral para que ellos se movilicen¡±, explica Narciso Michavila, soci¨®logo que preside la consultora Gad3. La cifra oficial de habitantes del sector seis de la Ca?ada era en 2017 de 3.000, pero el censo electoral es de apenas 1.500. No es por tanto un gran caladero de votos por el que los partidos vayan a plantear batalla.
Pero llevar por bandera la denuncia de la precariedad en la que viven estos ciudadanos puede servir para conquistar apoyos en otras zonas de Madrid, se?ala Braulio G¨®mez, director del Deustobar¨®metro. ¡°Tocar la Ca?ada puede movilizar una parte de la clase media de izquierdas desencantada, urbanita y universitaria¡± que da m¨¢s importancia al ¡°feminismo, al ecologismo, a la inmigraci¨®n o a la inclusi¨®n¡±, entiende este investigador en Ciencias Pol¨ªticas. ¡°Durante a?os estos agujeros negros suelen ser los mismos. No solo se hereda la pobreza de padre a hijo, sino tambi¨¦n la falta de participaci¨®n pol¨ªtica. Todo va hered¨¢ndose. Padres sin estudios, padres pobres, padres que no votan¡ La pol¨ªtica para ellos pasa a un segundo plano¡±.
Las autoridades apuntan a las plantaciones de marihuana que tienen lugar en la Ca?ada como responsables de las subidas de tensi¨®n que tumban el suministro el¨¦ctrico. Agust¨ªn Rodr¨ªguez es el p¨¢rroco de Santo Domingo de la Calzada, el templo ubicado en la zona cero del narcotr¨¢fico y el consumo. Sabe de lo que habla cuando comenta que los intereses de los que manejan el negocio de la droga siguen pesando mucho, a pesar de las operaciones de desmantelamiento llevadas a cabo por la polic¨ªa. ¡°El problema de ra¨ªz no se est¨¢ atajando. Pueden quitarle la fiebre al enfermo, pero volver¨¢ a aparecer porque la enfermedad perdura¡±, afirma.
El problema de ra¨ªz no se est¨¢ atajando. Pueden quitarle la fiebre al enfermo, pero volver¨¢ a aparecer porque la enfermedad perduraAgust¨ªn Rodr¨ªguez, p¨¢rroco de Santo Domingo de la Calzada
M¨¢s Madrid es la primera fuerza pol¨ªtica en la capital y la que m¨¢s ha denunciado el apag¨®n, al que se sum¨® en noviembre el sector cinco. Fuentes de esta formaci¨®n han confirmado que mantendr¨¢n su estrategia estas semanas y la candidata a la presidencia regional, M¨®nica Garc¨ªa, acudir¨¢ durante la campa?a electoral a la Ca?ada.
¡°No s¨¦ c¨®mo se puede llegar a seis meses, pero s¨¦ que se trata de un asunto pol¨ªtico. Tenemos claro que esto est¨¢ pasando porque es aqu¨ª, en la Ca?ada¡±, lamenta Laura Gil, representante de la Fundaci¨®n Secretariado Gitano en el asentamiento. Su inquietud y pesimismo aumenta ante la posibilidad de que el par¨®n pol¨ªtico por las elecciones afecte a la resoluci¨®n del problema del suministro.
El antiguo toldo de la Peluquer¨ªa Lorena Style, recuperado por los Manzano, asegura algo de sombra en los meses de verano a la entrada de una de las barracas del clan. Cualquier cosa se aprovecha para tratar de mantenerlas m¨¢s habitables. Pero ninguna dispone de placas fotovoltaicas o generador para afrontar la desconexi¨®n permanente que sufren desde el pasado 2 de octubre. Por el terreno regado de chatarra y escombros se ve, como por el resto del poblado, a los ni?os corretear y jugar como si no fuera un jueves lectivo de colegio.
En la mesa que ocupa una estancia que hace las veces de cocina y sal¨®n desayuna Jes¨²s, de 11 a?os, el hijo m¨¢s peque?o de los tres que tienen Carmen y Antonio. Detr¨¢s del menor, colgado en la puerta del ba?o, est¨¢ el termo inutilizado. Desde los primeros d¨ªas de octubre la familia se asea con agua que calientan con butano. Ese es el principal motivo que esgrimen los mayores para justificar que los ni?os no vayan al colegio muchos de los d¨ªas. El problema, denunciado en varias ocasiones por la ONU, afecta a unos 1.800 escolares, seg¨²n las organizaciones humanitarias que trabajan en el asentamiento.
Un par de kil¨®metros m¨¢s all¨¢ de la parcela de los Manzano, un grupo de personas conversa a pie de camino. Algunos ya han recibido el visto bueno por parte de la Comunidad de Madrid para ser realojados. Ninguno de los presentes quiere que se publique su nombre. Prefieren no remover en la esfera p¨²blica lo que consideran una victoria. V¨ªa pecuaria adelante, en direcci¨®n a Perales del R¨ªo, excavadoras y camiones avanzan en los trabajos de un parque forestal. Las monta?as de tierra, cual dunas m¨®viles, amenazan la chabola de Teresa Vargas. La mujer no tiene noticias sin embargo de si le van a conceder el realojo. Est¨¢ previsto que la zona se integre en el futuro Bosque Metropolitano de la capital.
Cerca de all¨ª espera la firma de entrega de llaves Deborah Jim¨¦nez, una mujer de 26 a?os separada y que vive gracias a la renta m¨ªnima junto a sus dos ni?os de tres y seis a?os. En el exterior de su casa levantada con tablones, se lee: ¡°Fuera el coronavirus de esta xabola¡±. Jim¨¦nez afirma que lleg¨® a la Ca?ada en 2011, justo el a?o que las autoridades marcan como frontera para acceder al realojo. Mois¨¦s, otro vecino, carga chatarra con medida profesionalidad para que lo imposible tenga hueco en su furgoneta. Junto a una gran jaula que en tiempos acogi¨® a palomos o gallos van tambi¨¦n restos de la casucha que habit¨® su hijo mayor, que ya vol¨® hacia la civilizaci¨®n.
Es aqu¨ª donde la Ca?ada lanza sus ¨²ltimos estertores. Salpicadas por el arc¨¦n, aparecen diseminadas infraviviendas junto a los cascotes de otras que fueron derruidas una vez se efectu¨® el realojo de sus vecinos. Alguna parece resistirse con mensaje amenazante incluido en la puerta cerrada con cadena y candado: ¡°Sus muertos quien entre¡±.
La ocupaci¨®n de un espacio p¨²blico sin resolver
La Ca?ada es un caso ¡°complejo¡± de ¡°ocupaci¨®n de un espacio p¨²blico¡±, que hoy en d¨ªa ¡°no se puede abordar con la excavadora, ni dando piso a todo el mundo, ni solo con criterio policial¡±, explica Jos¨¦ Mar¨ªa Ezquiaga, reputado arquitecto que trabaj¨® en gobiernos regionales y locales de Madrid entre las d¨¦cadas de los ochenta y los noventa. Los actuales problemas que representa la Ca?ada Real Galiana entiende que son herencia de la permisividad ante la parcelaci¨®n ilegal que tuvo lugar hace medio siglo. Es m¨¢s, se muestra sorprendido de que en un caso similar como el de la ocupaci¨®n de espacios en el litoral haya m¨¢s consenso p¨²blico a la hora de plantarle cara como un asunto de ¡°abuso¡± o ¡°especulaci¨®n¡±. Con la Ca?ada ¡°se ha acabando mitificando el entorno y santificando a los vecinos¡±, concluye.
La poblaci¨®n empez¨® a asentarse en los terrenos que rodean esta v¨ªa pecuaria que atraviesa terrenos p¨²blicos de Madrid, Coslada y Rivas Vaciamadrid. El tiempo pas¨®, nadie los desaloj¨® y eso sirvi¨® de efecto llamada, mientras algunos amasaban dinero facilitando enganches a la luz y el agua.
Tras aquellos primeros pobladores aparecieron los mercenarios de la droga expulsados de otros poblados como La Celsa, La Rosilla o Las Barranquillas. Los traficantes y vendedores hab¨ªan conseguido que el metro cuadrado de narcochabola costara lo mismo que en el paseo de la Castellana, explica Ezquiaga, que sit¨²a una tercera oleada de llegadas a estos asentamientos con los inmigrantes extracomunitarios. Ahora que el problema no es ¨²nicamente urban¨ªstico y ocupa una parte social, a?ade, hay que discernir entre los que tienen derecho a recibir una vivienda y los que no.
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