Las colas del hambre siguen los s¨¢bados en Aluche
Las asociaciones de vecinos siguen atendiendo a familias sin los recursos m¨¢s elementales y se quejan de la insuficiente acci¨®n municipal
En pleno confinamiento, en marzo de 2020, algunos miembros de la Asociaci¨®n de Vecinos de Aluche se movilizaron para ayudar a unos cuantos ancianos localizados, llev¨¢ndoles comida porque los ancianos no pod¨ªan salir de casa. La noticia de que una asociaci¨®n entregaba alimentos gratis corri¨® por el barrio y, a los pocos d¨ªas, ya hab¨ªa varias personas esperando en la puerta del local de la agrupaci¨®n diciendo que no ten¨ªan para comer. Algunos bajaban con gorros y con bufandas, tap¨¢ndose la boca y la cara porque les daba verg¨¹enza que les reconocieran sus propios vecinos. Pronto eran centenares los que, en un parque cercano, hac¨ªan cola con el carrito vac¨ªo de la compra. Un v¨ªdeo viral les mostraba esperando en fila india. Hab¨ªan nacido ¡°Las colas del hambre¡±, la expresi¨®n que a partir de entonces simboliza a los expulsados repentinamente a la miseria debido a la par¨¢lisis total de la econom¨ªa. Llegaron a ser 100.000, seg¨²n la Federaci¨®n Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM).
Este s¨¢bado, la Red de Apoyo Mutuo Sociocultural Solidaria de Aluche, heredera de la asociaci¨®n, atendi¨® a 300 familias. Tiene en lista a 600. ¡°Esto no ha remitido. A lo mejor hay menos gente, pero con problemas peores¡±, dice Rogelio Poveda, presidente del colectivo. ¡°Desde entonces no hemos parado. Todos los s¨¢bados hay entrega de comida. Ni siquiera el d¨ªa de la nieve se par¨®¡±, recuerda Enrique Serrano, tesorero. Aquella ma?ana de s¨¢bado, mientras Madrid amanec¨ªa aterido y paralizado, el grupo de voluntarios de Aluche se abri¨® paso hasta el local y bajo la nevada del siglo reparti¨® las bolsas de la semana. Serrano describe que a sus puertas han llamado camareros en paro, obreros de la construcci¨®n, cocineros, empleados de tiendas sin trabajo y empleadas del hogar despedidas. ¡°Pero tambi¨¦n ingenieros, y dos pilotos que no ten¨ªan qu¨¦ comer¡±, a?ade.
Un pelot¨®n de ocho voluntarios organiza la cola. Otros tres, sentados a tres mesas peque?as, anotan en los port¨¢tiles a los solicitantes, les piden algunos datos ¡ªpocos¡ª, les dan un vale verde en el que se apunta el n¨²mero de personas que viven en casa. Otro grupo les entrega las bolsas de comida: fruta y verdura en las bolsas rojas; latas, pasta y arroz en las blancas y azules. El ritmo es incesante. S¨®lo en leche se distribuyen 1.200 litros semanales. La historia de F¨¢tima El Masoudi, de 39 a?os, sirve para ejemplificar el perfil que puebla estas colas: gente que de un d¨ªa para otro ve que su mundo se viene abajo. ¡°Mi marido hab¨ªa dejado de trabajar en el Vips en febrero de 2020 para hacer un curso y ponerse a llevar un taxi. ?Estaba tan contento¡! Yo era camarera. Tenemos dos hijas peque?as, de tres y cinco a?os. Llevamos 15 a?os en Espa?a. Nos iba bien. En marzo, el curso se suspendi¨®. Mi marido se qued¨® en el paro y yo, en ERTE. Ahora tengo media jornada. Cobro 450 euros. ?se es todo el dinero que entra en casa, aparte de algunas chapuzas de mi marido. Y tenemos que pagar el alquiler, que es de 600. Las ni?as van a un comedor social. Hemos tenido mala suerte, pero conf¨ªo en salir adelante¡¡±
Un estudio del Ayuntamiento de Madrid revela que antes de 2020, s¨®lo el 4,8% de la poblaci¨®n hab¨ªa acudido a los servicios sociales
Un estudio del Ayuntamiento de Madrid revela que antes de 2020, s¨®lo el 4,8% de la poblaci¨®n hab¨ªa acudido a los servicios sociales. En octubre del a?o pasado, un 20% respond¨ªa que, si la econom¨ªa no mejoraba, no descartaban tener que acudir a alg¨²n tipo de instituci¨®n para pedir socorro. Casi el 28% de los solicitantes de ayudas p¨²blicas municipales del segundo semestre del a?o pasado lo hicieron por primera vez. Antes, el principal grupo que se atend¨ªa en muchos barrios era el de ancianos solos y pobres; ahora es el de familias j¨®venes con hijos peque?os. Y entre ellas, las familias monoparentales. Una de cada diez familias compuestas solo por una madre y sus hijos ha tenido ya dificultades graves para pagar el alquiler, la luz o el agua. Es decir, se encuentra a un paso de la pobreza absoluta.
En el coraz¨®n de Orcasitas, Nieves Garc¨ªa Moreno, de 64 a?os, miembro de la asociaci¨®n de vecinos, deja su puesto y sale a la puerta del local a fumarse un Marlboro. A descansar un poco. Solo un poco. Al principio de la pandemia la asociaci¨®n se encargaba de procurar comida a las cuatro o cinco familias de siempre del barrio. Ahora, Nieves tiene en la cabeza a 200. Y hace m¨¢s cuentas que un asesor fiscal y m¨¢s llamadas que un ministro para casar el n¨²mero de men¨²s que le donan a la semana, con las necesidades de cada una de las familias, a las que avisa una por una cuando les toca.
Hoy ha llamado a Mercedes Gonz¨¢lez, de 65 a?os, que cobra una ayuda estatal de 450 euros de la que viven todos en su casa: ¡°Mi hijo, que es cantante en el metro y que lo ha tenido que dejar; mi hija, que trabajaba en un restaurante y a la que han despedido; y mi ex, al que hemos recogido. Hasta lo del confinamiento ¨ªbamos tirando. Pero ahora, si no es por los paquetes de comida¡¡±.
De siete familias a 200
En Carabanchel ocurre lo mismo: la despensa de comida de la asociaci¨®n de vecinos atend¨ªa a siete familias en marzo de 2020. Hoy atiende una vez por semana a de 200 familias. Y han decidido plantarse ah¨ª porque no dan abasto. El resto se encuentra en lista de espera. Todas estas organizaciones se quejan de la inacci¨®n del Ayuntamiento. Un portavoz municipal admite que al principio del confinamiento se vieron desbordados pero asegura que desde entonces se han dado 91.000 ayudas para comida y que cada mes distribuyen unas 800 tarjetas Familia, un m¨¦todo que permite comprar a cr¨¦dito en un supermercado, a ra¨ªz de unos 370 euros para familias de tres miembros. Las agrupaciones vecinales aseguran que es insuficiente y se se ponen a ellos mismos como prueba. ¡°Si el Ayuntamiento hiciera su trabajo nosotros no existir¨ªamos¡±, asegura Rogelio Poveda, de Aluche.
En un local de C¨¢ritas, en Alcobendas, reconocen que suplen al Ayuntamiento, sobre todo, al parar un primer golpe. ¡°Las instituciones arrastran una burocracia que es inevitable pero hay familias que no pueden esperar un mes a que les tramites el expediente. Necesitan comer ya¡±, explica David Jorge, de C¨¢ritas. En este local no hay colas. Se convoca a la gente muy espaciadamente. Y se ha establecido un sistema de vales y puntos por el cual el solicitante, con un n¨²mero de puntos determinado, pide lo que se le ofrece en los estantes. Todo est¨¢ tasado. Es lo m¨¢s parecido a una tienda que puede concebir un local caritativo. Y se ha hecho as¨ª, eliminando las colas, seg¨²n explica Jorge, ¡°para dar dignidad a las personas que vienen¡±. Lo consiguen. Pero esto no evita que se produzcan situaciones embarazosas: hace unos meses, una voluntaria que acababa de empezar a atender y a dar paquetes de pasta (un punto) y latas de at¨²n (dos puntos) se encontr¨® frente a frente con su camarero de toda la vida, despedido del trabajo, sin nada que comer.
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