¡°El chico gallego¡±
Hay un tipo de decepci¨®n muy profunda; la que se siente cuando descubres que alguien que siempre te dio la raz¨®n en realidad solo estaba esperando a encontrar una audiencia favorable para ridiculizarte
En el clima de confrontaci¨®n salvaje que estamos viviendo no s¨¦ si se puede resignificar ya la bandera de Espa?a, como propon¨ªa cierta izquierda bienpensante hace tiempo. S¨ª s¨¦ que algunos de mis mejores amigos hab¨ªan conseguido resignificar la palabra ¡°maric¨®n¡±, tanto que incluso en su vertiente positiva, ya les parec¨ªa antigua. En un tiempo lejano hab¨ªa sido exclusivamente un insulto, pero ellos se la apropiaron como una especie de ep¨ªteto tribal y cari?oso que, en ciertos c¨ªrculos, significa solo cosas buenas: alegr¨ªa, despreocupaci¨®n, identidad, Orgullo. ¡°?Ay, maric¨®n!¡±.
Uno de estos amigos llevaba tiempo quej¨¢ndose de que cada vez que escrib¨ªa el vocablo para dirigirse a los suyos con su habitual desparpajo en esa red social a¨²n poderosa llamada Facebook, Mark Zuckerberg le cancelaba la cuenta una temporada. El algoritmo, con su frialdad de m¨¢quina, ya era capaz de intuir algo que ¨¦l, con la perplejidad del que da por sentado que en un pa¨ªs pac¨ªfico hay cosas superadas, se resist¨ªa a aceptar: que todav¨ªa hay quien cree que ser homosexual es como el coronavirus, una enfermedad (¡°gente con LGTBI¡±, dijo Dancausa).
Es posible que ¡°tolerancia¡±, esa otra palabra, ¨²ltimamente para algunos no haya estado significando respeto hacia lo que es diferente de lo propio sino solamente acto de indulgencia ante algo que no se puede impedir.
El pasado jueves discut¨ª amargamente con este amigo, al que quiero como se quiere a los que forman parte de tu familia elegida. Nos enzarzamos a cuenta del debate sobre la muerte de Samuel (¡°el chico gallego¡±, como le llam¨® Ayuso), no porque no estuvi¨¦semos de acuerdo en que fue un crimen hom¨®fobo, que lo est¨¢bamos sin fisuras, sino porque a veces cuesta mucho aceptar el desprecio.
Espa?a hab¨ªa conseguido ser un pa¨ªs tolerante y Madrid un referente mundial de la defensa de los derechos LGTBIQ; pero resulta que en un giro imprevisto nos hemos dado cuenta de que es posible que ¡°tolerancia¡±, esa otra palabra, ¨²ltimamente para algunos no haya estado significando respeto hacia lo que es diferente de lo propio sino solamente acto de indulgencia ante algo que no se puede impedir. Algunas mujeres, gays y heterosexuales, reconocemos muy bien esta segunda acepci¨®n. Estamos muy familiarizadas con esos ojos en blanco que ponen algunos cuando se?alas un indicio de machismo, que, no lo olvidemos, es el todo en el que se engloba la homofobia, y con esa decepci¨®n profunda que se siente cuando descubres que alguien que siempre te dio la raz¨®n en realidad solo estaba esperando a encontrar una audiencia favorable para ridiculizarte.
El domingo pasado mucha gente sali¨® a las plazas de toda Espa?a a gritar de dolor: son los que comprendieron r¨¢pidamente que una muerte absurda puede significar muchas m¨¢s. Las calles de Madrid, que en muchos aspectos sigue siendo una de las ciudades m¨¢s abiertas del mundo, se cubrieron de las banderas multicolores. Los que se resistieron a ponerlas en sus fachadas cuando tocaba, guardaron un silencio escandaloso y miraron hacia otro lado o pusieron excusas de mal pagador. Y ahora que el verano est¨¢ herido de muerte, habr¨¢ que pasar este duelo horrible, aceptar el desenga?o y prepararse para vivir una buena temporada sin decir ¡°maric¨®n¡± con alegr¨ªa y escuchar los argumentos faltones de quienes no entienden que los derechos humanos, y no el consumo de cerveza, son la verdadera libertad.
Suscr¨ªbete aqu¨ª a nuestra nueva newsletter sobre Madrid.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.