Maguy Marin llega a Matadero con ¡®May B¡¯, su coreograf¨ªa m¨¢s emblem¨¢tica
Cencientos, perdidos, desorientados¡ una coreograf¨ªa que cumple el requisito indispensable de no perder vigencia, lo que la convierte en un cl¨¢sico del siglo XX
No importa si en su noche de estreno fue abucheada, rechazada, incomprendida. Si fue ovacionada o alabada. Si tuvo buenas o malas cr¨ªticas. Si se entendi¨® o no su mensaje. Lo que verdaderamente hace que una coreograf¨ªa se transforme en un cl¨¢sico es la universalidad de su propuesta, su permanencia en el tiempo, su capacidad de conectar con gente del futuro que no la vivi¨® en su momento. May B (1981), de Maguy Marin, demostr¨® el mi¨¦rcoles, en su reposici¨®n en Matadero Madrid, que cumple el requisito indispensable de no perder vigencia, lo que la convierte por derecho en un cl¨¢sico del siglo XX.
Volvieron del pasado esos diez bailarines cenicientos, perdidos y desorientados, que no sabemos si huyen de la guerra. Quiz¨¢ acaban de vivir una hecatombe apocal¨ªptica. ?Est¨¢n vivos o son fantasmas? A lo mejor es gente que todav¨ªa no sabe que est¨¢ muerta. Cabe la posibilidad tambi¨¦n de que est¨¦n en tr¨¢nsito por el Purgatorio intentando revivir una y otra vez los pocos momentos felices de una vida miserable, bailes y verbenas que una vez fueron coloridos, pero hoy lucen tristes y grises. Decadentes, en definitiva.
En la forma, acusa la coreograf¨ªa una est¨¦tica que es muy de los setenta y ochenta, trae adosado el look de un cierto teatro pol¨ªtico europeo en boga aquellos a?os que, principalmente vino del este, con creadores como el polaco Tadeusz Kantor (algo de su obra cumbre, La clase muerta, hay en May B) o el yugoslavo Joseph Nadj, que fueron adorados y reverenciados justamente en Par¨ªs, donde Maguy Marin, artista de vanguardia, cre¨® su pieza m¨¢s emblem¨¢tica.
El inicio de May B desconcierta. Producen rechazo esos personajillos grotescos. Pero muy lentamente, como todo en esta pieza, va cayendo la ceniza de sus rostros y se va descubriendo su humanidad y vulnerabilidad. Entonces, nos conmueven. Empezamos a quererlos. La belleza y la emoci¨®n tambi¨¦n pueden emanar de lo grotesco. Marin parece querer decirnos ¡°no te f¨ªes de las apariencias¡±, una idea muy arraigada en su pensamiento art¨ªstico, que lleva d¨¦cadas trabajando sobre el cuerpo pol¨ªtico a contracorriente del modelo de cuerpo bello y esculpido que nos vende la publicidad, la moda y, c¨®mo no, la danza convencional. El ballet trae consigo, adem¨¢s, sus guardianes de la belleza, los mismos que en su momento recriminaron fealdad, ordinariez y vulgaridad a los cuerpos de May B.
El ¡®tempo¡¯ de la acci¨®n
Maguy Marin parti¨® de Samuel Beckett para crear su coreograf¨ªa m¨¢s famosa. Se mueve, entonces, en el reino del absurdo pero no del sinsentido. Descubrimos situaciones, identificamos reacciones. A la larga, sabemos muchas cosas de estos 10 personajes. No son glamurosos, eso est¨¢ claro. Tienen hambre. Una mujer muerde el brazo de otra y la voracidad con la que todos se zampan una tarta de cumplea?os, mientras se guardan trozos embadurnados de nata en los bolsillos, delata sus necesidades. Pero tambi¨¦n son solidarios y serviciales, amables e ingenuos. Maguy Marin apuesta por la generosidad del ser humano, dejando bastante sitio a la bondad.
May B es una pieza obstinada. Los bailarines repiten y repiten las acciones. Tardan mucho en pasar de una a otra. Requiere la complicidad del espectador entrar a ese mundo. Tiene la obra un falso final, que debi¨® ser el verdadero, unos quince minutos antes de que termine la representaci¨®n, lo que la hace innecesariamente larga. Pero no importa. Pesan m¨¢s las emociones y la manera ritual, lenta y parsimoniosa en que nos ha ido metiendo en este universo fascinante.
Esta relaci¨®n tan particular con el tempo de la representaci¨®n la va a desarrollar Maguy Marin hasta sus ¨²ltimas consecuencias en trabajos posteriores. La creadora, despu¨¦s de May B, fue avanzando en la indagaci¨®n de sus ideas m¨¢s radicales y paulatinamente fue diluyendo la danza en un sentido convencional. Umwelt (2004) se desarroll¨® a la manera de vi?etas sucesivas, y propuestas m¨¢s recientes, como Salves (2010) o Turba (2017), aparecen ya dispuestas como cuadros en una exhibici¨®n de museo. Los inquietos personajes de May B se le han ido quedando quietos, hasta llegar a la inmovilidad, pero aun as¨ª, Maguy Marin sigue habl¨¢ndonos del cuerpo pol¨ªtico en contraposici¨®n al cuerpo apol¨ªneo que todav¨ªa hoy, es dominante en casi toda la danza que se hace.
May B podr¨¢ verse hasta el pr¨®ximo s¨¢bado 18 de septiembre en Naves del Espa?ol, Matadero Madrid.
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