Nat Simons, dulce fiera de u?as afiladas
Lleg¨® a grabar con Gary Louris, pero ha mudado la piel. ¡®Felina¡¯ es el grito de rabia de una mujer que lo ha pasado mal y ahora sale reforzada del envite
A Natalia Garc¨ªa Poza nunca le produjeron v¨¦rtigo los grandes cambios. Al contrario, alberga la ¨ªntima sensaci¨®n de que acaban sent¨¢ndole bien. En plena adolescencia, cuando sus padres decidieron el s¨²bito traslado de la residencia familiar de Madrid a M¨¢laga, se volvi¨® una chica responsable y hasta comenz¨® a escribir versos libres de una madurez y profundidad ins¨®litas. Y a los veintipocos, cuando incurri¨® en esa repentina locura de mudarse a Vigo por un arrebato amoroso, acabar¨ªa descubriendo que nada, absolutamente nada, le hac¨ªa m¨¢s feliz que escribir canciones y subirse a un escenario a defenderlas. Por mucho que hasta ese momento no hubiera esbozado ni un t¨ªmido estribillo en las notas de voz de su tel¨¦fono.
Hoy, apenas a un mes de alcanzar el cumplea?os n¨²mero 37, la muchacha a la que todos conocen con el apelativo art¨ªstico de Nat Simons acaba de culminar su tercera gran metamorfosis. Pero esta vez no ha necesitado hacer maletas ni alquilar furgonetas para cambiar de piel. En 2018 la dejamos como firmante de Lights, un disco grabado en Carolina del Norte que la retrataba como una chica dulce, sensible, delicada y parsimoniosa, una nueva musa internacional para los amantes del americana y los sonidos campestres. Su nombre ahora renace en la portada de un tercer ¨¢lbum titulado Felina, con letras en castellano, sonido crudo y guitarrero, rabia a duras penas contenida, anhelo por saldar cuentas pendientes. Y unas u?as largu¨ªsimas, esmaltadas en rojo intenso y afiladas como pu?ales inquietantes.
?Evoluci¨®n o crisis personal? Simons clava su intensa mirada en el interlocutor, traga saliva y responde: ¡°Probablemente una intersecci¨®n de ambas cosas. Transformarme era un reto, pero tambi¨¦n una necesidad. Una parte de mi car¨¢cter permanec¨ªa escondido y por fin ha salido a plena luz. Ten¨ªa que ense?ar las garras, ara?ar a mi alrededor. Ahora me escuchan muchas m¨¢s chicas, agradecidas de que me haya desmelenado. Sorprendidas y enganchadas a esa rabia que tanto nos une a las mujeres¡±.
Llam¨¦moslo catarsis, si se quiere, aunque algunos lo tengan por un t¨¦rmino manoseado. Pensemos en Bowie, si queremos comprenderlo mejor: nadie m¨¢s inspirador que ¨¦l para una artista de aspiraciones camale¨®nicas; empoderada a partir de esa Felina que es personaje pero tambi¨¦n bandera y autorretrato. Y a?adamos a la coctelera sonora el glam con gruesa capa de maquillaje de Marc Bolan, el rock chirriante y noventero de Nine Inch Nails, la femineidad honda y torturada de P.J. Harvey, el empe?o de nuestra Zahara por llamar a las cosas por su nombre. Al pan, pan. En este listado confluyen todas las claves de esta mutaci¨®n sumar¨ªsima.
Gary Louris, el l¨ªder de los venerados The Jayhawks y productor hace cuatro temporadas de Lights, escuch¨® las primeras maquetas de las nuevas composiciones y apenas pudo disimular su desconcierto. De ah¨ª que Felina haya acabado grab¨¢ndolo Edu Baos, el bajista de Le¨®n Benavente, en sus estudios de Mozota, un pueblito zaragozano de apenas 120 habitantes. Un remanso de paz en lo peor del confinamiento, aunque Natalia conserva de ¨¦l un recuerdo solo agridulce. ¡°Una se?ora mayor se puso a charlar con nosotros en la plaza y acab¨® dici¨¦ndonos: ¡®Vosotros, los m¨²sicos, no trabaj¨¢is. Solo os dedic¨¢is a pas¨¢roslo bien¡¯. Fue un comentario inocente, pero confirm¨® mi sospecha de que la cultura apenas se valora en este pa¨ªs. Somos un cero a la izquierda para mucha gente¡±.
Hay dos senderos muy marcados en el ADN de Nat. Su padre y su hermano, ?lvaro, ambos inform¨¢ticos, encarnan el car¨¢cter serio y met¨®dico, el rigor sobrio. Son los concienzudos. Pero en los Poza, ay, las cosas siempre fueron muy distintas. Simons recuerda con nitidez las clases extraescolares de baile moderno que su madre les impart¨ªa en el cole, con Stevie Wonder y Michael Jackson atronando por los altavoces. Sus t¨ªas integran una banda dulzainera tradicional de Segovia, Valle Folk, mientras que su t¨ªo, Paco Poza, suma tres d¨¦cadas al frente de Los Imposibles, uno de esos inconfundibles grupos malasa?eros con reminiscencias de rock cl¨¢sico. La gen¨¦tica femenina gan¨® por goleada el pulso en el caso de la mayor de los Garc¨ªa Poza, que ya pintaba fenomenal desde bien canija y a partir de los 10 a?os comenz¨® a frecuentar los parques de la Alameda de Osuna, ese barrio que sirve como ins¨®lita cantera musical en la ciudad.
¡°Yo era de la pandilla de Manu Sol¨ªs, el primer guitarrista de Sidecars, mientras que Leiva era del grupito de mi prima Diana. Nos baj¨¢bamos a la calle y nos pon¨ªamos a berrear lo de ¡®Litros de alcohol corren por mis venas, mujer¡¯ y otros temazos punkis. Est¨¢bamos todo el d¨ªa danzando de aqu¨ª para all¨¢, ¨¦ramos unos trastos traviesos que no par¨¢bamos de hacer el mal¡¡±. Y su risotada llega hasta el ¨²ltimo rinc¨®n del Gato, el m¨ªtico bar en la Plaza del Dos de Mayo donde Nat nunca resiste la tentaci¨®n de pedirse unos churros tremebundos.
Inquietudes musicales
Nuestra reina felina acabar¨ªa corrigiendo aquella tendencia adolescente a la dispersi¨®n y concluy¨® Publicidad y Relaciones P¨²blicas con un expediente intachable. Era brillante en el dise?o gr¨¢fico, pero el veneno de la vida creativa ya le corr¨ªa por el cuerpo. Y en esas se enamor¨® de un m¨²sico vigu¨¦s, Samuel Lev¨ª, y no le tembl¨® el pulso a la hora de comprar un billete con destino a las R¨ªas Baixas. ¡°Yo ni siquiera era consciente de mis inquietudes musicales¡±, confiesa, ¡°pero la convivencia con un cantautor me abri¨® los ojos. Fue una revelaci¨®n tard¨ªa, pero tambi¨¦n una explosi¨®n, un big bang. De pronto me vi escribiendo Real boy, un homenaje a mi gran ¨ªdolo de entonces, Bob Dylan, y pensando: ¡®?Ostras, si esto es una canci¨®n de verdad!¡¯. Debut¨¦ sobre un escenario en A Casa de Arriba, el pub vigu¨¦s, y mi vida cambi¨® para siempre esa misma noche¡¡±.
Ahora nos la encontramos algo moh¨ªna porque su ¨²ltima actuaci¨®n en p¨²blico al 30 de enero de 2020 en el hotel Barcel¨® de la Torre de Madrid, cuando casi nadie barruntaba a¨²n las dimensiones de la tormenta que se hab¨ªa desatado en Wuhan. Este s¨ªndrome de abstinencia severo remitir¨¢ a partir de marzo, en cuanto las canciones de Felina se abalancen desde las tablas sobre sus seguidores. Ser¨¢ el momento de corear estribillos como ¡°No nac¨ª para seguirte el juego / Solo entiendo una ley, y es la ley animal¡± o ¡°Somos dos piezas de un macabro plan / No vine aqu¨ª para dejarme llevar¡±, entre otros muchos ejemplos de que aquella Simons m¨¢s modosita ni est¨¢ ni se la espera.
Felina se erige as¨ª en grito furibundo, pero sobre todo en el triunfo de la perseverancia. ¡°He sido capaz de todo, del mayor esfuerzo f¨ªsico, emocional y econ¨®mico, para llegar al momento presente. Componer es ahora un pensamiento que me acompa?a durante las 24 horas al d¨ªa y los siete d¨ªas de la semana. Llevo un par de a?os a dos velas, porque el par¨®n me sorprendi¨® en pleno despegue, pero no me rindo¡±, recapitula Natalia. Y los antecedentes invitan a creerla.
En 2013 financi¨® su primer elep¨¦, Home on high, remang¨¢ndose como dependienta en El Lobo Feliz, una jugueter¨ªa de Malasa?a. A¨²n m¨¢s sorprendente: parte de los ahorros con los que ha sobrevivido al naufragio provienen de sus pinitos como espigada modelo, sobre los que el pudor le hab¨ªa impedido hablar hasta ahora. ¡°Sal¨ª en cat¨¢logos de moda y llegu¨¦ a participar en un desfile en Valencia para el canal Fashion TV, pero ese mundo no era para m¨ª. La directora de una agencia lleg¨® a decirme, con mi talla 36, que estaba demasiado gorda para el oficio. Y yo soy demasiado punk como para que me anden diciendo lo perfecta que tengo que estar¡±.
Ahora ya ha propinado el gran golpe sobre la mesa. Estas nueve canciones ¡ªen castellano por vez primera, para que se la entienda mejor¡ª han sido su manera de revolverse frente a las adversidades: una separaci¨®n traum¨¢tica, incertidumbres infinitas y, sobre todo, ¡°esa condescendencia y paternalismo rancios que las mujeres a¨²n tenemos que soportar¡±. Y va a ser que no. ¡°Empec¨¦ a ir al psic¨®logo, pero comprob¨¦ que solo escribir y cantar me proporcionan la estabilidad que necesito¡±. As¨ª que no descarten futuras reinvenciones: Nat ha perdido el miedo y el esp¨ªritu de Bowie, el Gran Camale¨®n, la protege desde las alturas.
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