250 a?os maravillados con la vida
El Museo Nacional de Ciencias Naturales celebra sus dos siglos y medio con exposiciones y libros
Hab¨ªa sed de conocimiento. Eran tiempos de descubrimientos y exploraciones, del capit¨¢n Cook y de Alejandro Malaspina, de naturalistas como Linneo o Lamarck, tiempos en los que el planeta en toda su extra?eza y diversidad se abr¨ªa como un libro ante los at¨®nitos ojos de los investigadores y curiosos. Estaban de moda las colecciones, los gabinetes de curiosidades, las c¨¢maras de las maravillas: las personas acaudaladas recopilaban seres naturales y objetos art¨ªsticos o t¨¦cnicos procedentes de todas las esquinas del mundo con los que asombrar a sus amistades y difundir los saberes que iban creciendo tumultuosamente.
En este contexto, en 1771, el rey Carlos III funda el Real Gabinete de Historia Natural. ¡°Hab¨ªa personas ilustradas de todo tipo, como el bot¨¢nico Celestino Mutis, que estaban calentando los o¨ªdos al rey porque juzgaban necesario que en Madrid hubiera un gabinete de este tipo¡±, dice Javier S¨¢nchez Almaz¨¢n, conservador del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN), instituci¨®n heredera del gabinete, que ahora celebra su 250 aniversario, lo que le convierte en uno de los museos m¨¢s antiguos del mundo. Esta fundaci¨®n era un movimiento en pro de la ciencia, pero tambi¨¦n una muestra del poder real y un ejercicio de oportunidad: el gabinete pod¨ªa dar cuenta de las vastedades del Imperio Espa?ol, repleto de lejanos prodigios. La historia del museo se relata en la exposici¨®n Un viaje fascinante de 250 a?os, que se puede ver hasta septiembre de 2022. Otra exposici¨®n paralela, El museo en la Ant¨¢rtida, ahonda en la actividad del museo en el continente helado, que comenz¨® hace 30 a?os para indagar en el ecosistema ant¨¢rtico y su interacci¨®n con la actividad humana.
La instituci¨®n abri¨® sus puertas en la calle de Alcal¨¢ donde compart¨ªa espacio, en el palacio de Goyeneche, con la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, que a¨²n permanece en ese lugar. Fue una de las primeras del mundo de sus caracter¨ªsticas que permitieron el acceso a la ciudadan¨ªa. Las primeras colecciones fueron las de Pedro Franco D¨¢vila, un criollo nacido en lo que hoy es Ecuador, cuya familia hab¨ªa hecho fortuna comerciando con cacao, y que fue director del gabinete hasta su muerte en 1786. ¡°Los mandatarios de todo el Imperio ten¨ªan que mandar aportaciones de sus territorios para el gabinete, de modo que pronto se qued¨® sin espacio¡±, cuenta S¨¢nchez Almaz¨¢n. El edificio que hoy alberga el Paseo del Prado, de hecho, fue ideado para un museo de ciencias naturales, pero, por diversas razones, acab¨® albergando la pinacoteca. El gabinete tuvo un destino m¨¢s humilde: fue trasladado a los bajos de lo que ahora es la Biblioteca Nacional, en el Paseo de Recoletos, un lugar que tampoco era del todo satisfactorio. Los problemas de infraestructura han acompa?ado al museo durante toda su historia y persisten hoy en d¨ªa.
¡°El MNCN ha estado fuertemente relacionado con el desarrollo de las ciencias naturales en Espa?a¡±, dice la bi¨®loga Carolina Mart¨ªn, conservadora del museo y coordinadora de un grupo de investigaci¨®n sobre su historia, porque el museo es un profundo objeto de estudio en s¨ª mismo, ¡°todos los grandes naturalistas han estado vinculados de un modo u otro a este centro¡±. A trav¨¦s del tiempo ha conocido diferentes etapas, asociadas a directores como Ignacio Bol¨ªvar, que, desde 1901 rescat¨® al museo moribundo de sus cenizas y le dio gran esplendor, mejorando las colecciones en cantidad y calidad. ¡°Antes de la Guerra Civil el museo viv¨ªa una Edad de Plata, como la que viv¨ªa la cultura espa?ola, y que fue cortada por la guerra. Despu¨¦s muchos cient¨ªficos se exiliaron y el museo queda apagado¡±, dice la bi¨®loga. Tras la contienda, el museo fue dividido en tres diferentes instituciones y luego vuelto a reunir en 1984, cuando comenz¨® su modernizaci¨®n. Sobre toda esta peripecia se ha publicado un libro divulgativo y profusamente ilustrado, Una historia de Museo Nacional de Ciencias Naturales, elaborado por Mart¨ªn junto con Andr¨¦s Galera y Soraya Pe?a.
Algunas de las piezas m¨¢s notorias que se pueden encontrar son el elefante africano que caz¨® el Duque de Alba en 1913 (y que subieron en un remolque por toda la Castellana), los restos f¨®siles de un megaterio, procedente del Pleistoceno, el esqueleto de ballena de 20 metros, el calamar gigante o el meteorito que cay¨® en 1969 en Allende (M¨¦xico), elegida como pieza del este mes de diciembre, entre much¨ªsimos otros ejemplos para todos los gustos.
A principios del s. XX, el museo se traslada al Palacio de las Artes y la Industria, en el alto del Hip¨®dromo, donde contin¨²a, desde 1913 adquiere su nombre actual despu¨¦s de numerosos cambios. Hoy, bajo el paraguas del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC), se dedica a tres tareas fundamentales: la investigaci¨®n cient¨ªfica, el cuidado de los fondos patrimoniales y la organizaci¨®n de exposiciones para el p¨²blico. Recibe unas 300.000 visitas al a?o, re¨²ne a unos 80 investigadores (que investigan en torno a asuntos como el Cambio Clim¨¢tico, los ¨¢caros acu¨¢ticos, los terremotos, la vida en la oscuridad o la adaptaci¨®n de los seres vivos a las ciudades) y guarda en sus colecciones 10 millones de ejemplares. El espacio sigue siendo un problema, el gran problema del museo, ya que comparte edificio con la Escuela de Ingenieros Industriales. Desde la instituci¨®n llevan a?os denunciando las estrecheces, reclamando un espacio amplio y propio para que el Museo pueda desplegar todo su potencial. ¡°Dudo que lo veamos en un futuro pr¨®ximo¡±, lamenta Mart¨ªn.
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