El Palacio de la Prensa de Madrid busca sus or¨ªgenes arquitect¨®nicos
La reforma del inmueble protegido recupera el cinemat¨®grafo, incluye en la fachada una r¨¦plica de la cartela original y clausura la sala de fiestas
El Palacio de la Prensa recuperar¨¢ su segundo chafl¨¢n. El Plan Especial aprobado por el Ayuntamiento de Madrid a finales del pasado a?o dio carta de naturaleza legal a una reforma que restituir¨¢ esa entrada y ciertos usos originales del inmueble, cuya estructura est¨¢ protegida. La intervenci¨®n, por tanto, no afecta a todo un conjunto donde a¨²n pueden apreciarse se?ales de los a?os treinta, sino a esos locales que se alargan en su parte trasera. All¨ª se encuentra el cuerpo menor de la edificaci¨®n, donde las calles de Tudescos y de Miguel Moya dibujan una arista infrautilizada como mera salida de emergencias. Este per¨ªmetro ha sufrido numerosas transformaciones que acabaron con las primeras soluciones arquitect¨®nicas y ahora se pondr¨¢ en valor mediante accesos directos a una nueva sala consagrada al s¨¦ptimo arte. Sobre la entrada, adem¨¢s, campear¨¢ una r¨¦plica de la cartela original labrada en piedra.
M¨¢s all¨¢ del nuevo cine, la reforma cerrar¨¢ la discoteca y en su local dispondr¨¢ un espacio recreativo de uso polivalente destinado a 1.690 personas. Las tres fases de la intervenci¨®n ascender¨¢n a casi ocho millones de euros. A saber, las demoliciones, el trazado de una nueva estructura y finalmente la instalaci¨®n de carpinter¨ªas, cerrajer¨ªas o ascensores. El ¨¢rea reformulada supone una cuarta parte del conjunto, erigido en 1925 por la Asociaci¨®n de la Prensa de Madrid y que abocet¨® el flamante Pedro Muguruza tras ser rechazados m¨²ltiples proyectos. Este so?¨® con un edificio multifuncional en el que, adem¨¢s de las propias oficinas y salones de recreo destinados a redactores o fot¨®grafos, se proyectaron viviendas de alquiler, dependencias para fiestas, oficinas en alquiler, cafeter¨ªas, restaurantes y una excepcional sala de proyecciones cinematogr¨¢ficas.
Todo ello como forma de sostener las cuentas de una entidad que deseaba cuidar a sus socios desde una destacada posici¨®n en la sociedad civil. De ah¨ª que durante los primeros compases de los a?os treinta este fuera el edificio m¨¢s alto de la Gran V¨ªa. Hasta que se levant¨® el de Telef¨®nica. Cerraba la manzana el chafl¨¢n entre la calle de Tudescos y de Miguel Moya con un segundo cuerpo de mucha menor envergadura, ahora en plena transformaci¨®n, adosado a un volumen prominente con entrada desde la Plaza de Callao. Fue un a?adido muy respetuoso con el principal, pero de traza austera que contrastaba con la sofisticaci¨®n del cuerpo mayor. Bajo el inmueble secundario, se dispuso la m¨¢s famosa sala de proyecciones y teatro en la ciudad. Con acceso a un gran caf¨¦ en la planta baja, colindante a su vez al local de fiestas.
Camerinos
Hab¨ªa all¨ª camerinos donde las mejores artistas de la ¨¦poca empolvaron su nariz, vestuarios y ba?os rococ¨®. A dicha sala de cine se acced¨ªa mediante escaleras y ascensores desde las calles de Tudescos y Miguel Moya. Tambi¨¦n a trav¨¦s de la puerta que el gran caf¨¦ ten¨ªa abierta hacia la Plaza de Callao. Dicen los documentos de entonces, consultados por este peri¨®dico, que los interiores se decoraron con exquisito gusto. ¡°Detalles realizados en molduras de escayola, motivos g¨®ticos pintados al fresco y elaborados huecos para puertas o miradores¡±, puede leerse.
Al escenario se incorpor¨® una plataforma giratoria que durante las funciones automatizaba cambios en el decorado. Su aforo se fijaba entonces en unos 750 espectadores, pero el ¨¦xito de los cinemat¨®grafos hizo que en 1941 la propiedad impulsase una gran reforma para redibujar por completo el sistema de estancias. El conjunto qued¨® as¨ª unificado bajo el nombre de Cines Callao y con ello se perdieron para siempre los primeros tratamientos del espacio y su ornato, logrando, en todo caso, triplicar las butacas y acoger los mejores estrenos de cine negro que atestiguaron el albor de Hollywood. Asimismo, abri¨® la sala de fiestas JJ.
Pero el ¨¦xito se fue con la misma rotundidad con la que lleg¨®. Los cines entraron en quiebra a principios de los noventa, propiciando un cambio de propietarios y, con ¨¦l, la pr¨¢ctica de nuevos esquemas empresariales. El espacio volvi¨® a dividirse, aunque esta vez para acoger tres minicines que permitieran diversificar la cartelera. La sala m¨¢s grande contaba con 581 localidades. Bajo ella se alargaba tambi¨¦n la discoteca Palacio de la Prensa, que sepultar¨¢ la nueva reforma ya en proceso. Esta pen¨²ltima etapa del palacio contaba con una licencia para 1.360 personas, excepci¨®n hecha de la otra ala del edificio, donde usos hoteleros conviven con oficinas y comercios. Recuperando el edificio anterior, el nuevo proyecto mira hacia la ¨¦poca dorada de una Gran V¨ªa que, a ojos de los madrile?os, constitu¨ªa el centro mismo del mundo.
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