Vinilos de cante jondo y botellas de cloro: arqueolog¨ªa en la ¡®Pompeya de Entrev¨ªas¡¯ para rescatar la vida en las chabolas de los sesenta
Una excavaci¨®n en la zona en la que Robert Capa retrat¨® los bombardeos de la Guerra Civil en Madrid reconstruye el d¨ªa a d¨ªa de los inmigrantes del sur que hicieron sus casas con los escombros
Un simple movimiento con los pies bast¨® para que salieran a la luz unas polvorientas baldosas hidr¨¢ulicas en el solar abandonado. No era un terreno cualquiera, sino que se ubicaba frente a la casa del distrito madrile?o de Vallecas que el fot¨®grafo Robert Capa retrat¨® en 1936 tras un bombardeo de la Guerra Civil. Una instant¨¢nea que se public¨® en todo el mundo y logr¨® poner el foco de atenci¨®n internacional en la contienda espa?ola. A pesar de su valor hist¨®rico, el propietario del inmueble amenaz¨® con derribarlo hace cinco a?os y se cre¨® una plataforma para salvar la casa de la calle de Peironcely, 10. Lo lograron. Fruto de tantas horas frente a esa casa, Jos¨¦ Mar¨ªa Ur¨ªa Fern¨¢ndez, coordinador de ese movimiento ciudadano, vio las baldosas y se decidi¨® a responder a una pregunta: ?Qu¨¦ esconde ese solar?
La respuesta se encuentra ahora ante los ojos de los vecinos que se paran a menudo a mirar al grupo de arque¨®logos que excava sin descanso bajo el sol de octubre. A muchos les extra?a que pueda haber algo de inter¨¦s en un descampado que ha servido como aparcamiento y que ha acumulado basura durante d¨¦cadas. Lo que buscan los arque¨®logos con tanto ah¨ªnco son los cimientos de otra casa que retrat¨® Capa en su recorrido por los desastres de la guerra en la capital y que qued¨® arrasada. Sobre sus restos, los inmigrantes del sur de Espa?a llegados a Madrid en busca de mejores oportunidades levantaron una segunda vida que ahora esta excavaci¨®n est¨¢ reconstruyendo. La Pompeya de Entrev¨ªas, as¨ª es como la han bautizado.
¡°Lo que tenemos ante nuestros ojos es el a?o 1975 fosilizado¡±, afirma Alfredo Gonz¨¢lez Ruibal, arque¨®logo e investigador del CSIC que, junto con su equipo, est¨¢ especializado en proyectos sobre la Guerra Civil y la posguerra. ¡°Fue a partir del a?o 1955 cuando esto se convirti¨® en un asentamiento de chabolas y ya a mediados de los setenta comenzaron los realojos y los derribos. Aqu¨ª se instalaron inmigrantes sobre todo del sur, sabemos que vinieron de Martos (Ja¨¦n), La L¨ªnea de la Concepci¨®n (C¨¢diz) ... Utilizaron los restos de las casas abandonadas en la guerra para construir sus pavimentos y paredes¡±, detalla Gonz¨¢lez Ruibal. ¡°Despu¨¦s lo sellaron y todos los objetos quedaron tal cual los dejaron¡±, explica.
Cada peque?o objeto, por muy insignificante que parezca, habla del cambio de toda una sociedad en los 20 a?os en los que los habitantes poblaron estas infraviviendas. De la oscuridad de los a?os cincuenta a la llegada de la democracia. Una de las caracter¨ªsticas que transpira entre los objetos hallados es la obsesi¨®n por la limpieza. Botellas de cloro para desinfectar el agua, cremas y ambientadores de ¡°aire puro¡± han emergido entre el polvo. Vinilos de cante jondo, botes de pl¨¢stico, restos de botellas de gaseosa de La Revoltosa, una figurita de la serie Kung Fu... Todo cuenta para reconstruir la historia contempor¨¢nea. La abundante cantidad de pl¨¢sticos habla de los cambios de usos en un momento en el que todo empezaba a estar hecho de este material. Un frasco de un estimulador del apetito para ni?os les traslada a una ¨¦poca en la que todo un pueblo pasaba del hambre de una posguerra a estos remedios para que los ni?os no dejaran comida en el plato. Un par de zapatos con taconazo y plataforma recrea la entrada de la cultura pop en la moda de la ¨¦poca. Cu¨¢ntas juergas vivir¨ªa la due?a de esos zapatos en el Madrid de los setenta.
El proyecto est¨¢ impulsado por la Fundaci¨®n Anastasio Gracia, que consigui¨® una subvenci¨®n de 10.000 euros de la Secretar¨ªa de Estado de la Memoria Democr¨¢tica. As¨²n Rubio, vecina de Vallecas, se acerca al yacimiento junto a su nieto. ¡°El chaval tiene que verlo, esto es historia¡±, recalca. Antes de irse, comenta a los responsables del proyecto que ojal¨¢ lo mantengan para visitas y la gente lo respete. Esa es la idea que todos tienen en mente. ¡°En las reuniones que hemos mantenido con representantes municipales hay predisposici¨®n a mantener esto como un complejo muse¨ªstico al aire libre sobre la Guerra Civil en Madrid, junto con el centro Robert Capa en el edificio que fotografi¨®¡±, apunta Ur¨ªa Fern¨¢ndez, que fue el que coordin¨® la plataforma para salvar la casa de Capa en Peironcely, 10 y es el director de la fundaci¨®n. Ur¨ªa Fern¨¢ndez asegura que el gasto que supondr¨ªa dentro del enorme presupuesto que tiene un Consistorio como el madrile?o ser¨ªa m¨ªnimo. Para reproducir el pasado de este solar, los investigadores de la fundaci¨®n tuvieron que bucear en las hojas de contacto de Robert Capa depositadas en los Archivos Nacionales Franceses.
Lo que m¨¢s abunda son los juguetes. Una minibombona de butano, un madelman, una mu?eca con chupete, un cromo de Chaves, jugador del Salamanca entre el 73 y el 76. ¡°Es la ¨¦poca del baby boom, estas eran casas en las que pod¨ªan acumularse familias con seis o siete hijos en 20 metros cuadrados¡±, a?ade el cient¨ªfico. ¡°Aunque se pueden apreciar los usos de cada habitaci¨®n, la realidad es que eran viviendas tan peque?as que no existe tal diferenciaci¨®n. Por ejemplo, los juguetes han aparecido en todas partes, eso nos indica que las cosas de los ni?os estaban en todas las estancias¡±, apunta Luis Antonio Ruiz Casero, otro de los arque¨®logos del equipo mientras excava una zona en la que hay un mont¨®n de c¨¢scaras de pipas. Ah¨ª, petrificadas, como si los moradores de estas viviendas acabaran de vaciar la bolsa ayer mismo.
Carlos Posada, de 75 a?os, de los que 74 han transcurrido en esta misma manzana. Hasta los 18 viv¨ªa junto a cinco familiares en una de las chabolas que levantaron aqu¨ª. Cuando cumpli¨® esa edad, su madre, bailarina, hab¨ªa logrado reunir el dinero suficiente como para comprar un primer piso en uno de los bloques que ya se hab¨ªan levantado alrededor del asentamiento. Y all¨ª sigue viviendo ¨¦l con su mujer Carmela, que saluda desde la ventana con desparpajo antes de meterse a la casa para acabar de darle de comer a su nieta. ¡°En una habitaci¨®n y poco m¨¢s viv¨ªamos mi abuela, mis t¨ªos y mi hermano. Mi madre estaba siempre de viaje. Y dorm¨ªamos todos en la misma cama. Cuando llov¨ªa nos junt¨¢bamos y nos pon¨ªamos en el colch¨®n debajo de un paraguas, porque se colaba el agua¡±, rememora Posada. ¡°Cuando nos mudamos aqu¨ª¡±, dice se?alando su bloque de pisos, ¡°¨¦ramos los reyes de Madagascar¡±. Su familia era originaria de Sevilla, aunque ¨¦l naci¨® ya en Madrid. ¡°Mi padre era gitano, ?dec¨ªan que era el m¨¢s guapo de todo Vallecas!¡±, bromea el vecino, que ha trabajado gran parte de su vida como encargado de bingo.
¡°Esto es un lujo, en otras excavaciones, no puedo hablar con los muertos. Pero aqu¨ª s¨ª que hay antiguos habitantes que vienen a hablar contigo. Uno me cont¨® que su padre era peluquero, otro d¨®nde iban a coger agua las mujeres...¡±, explica Sof¨ªa L¨®pez Velasco, antrop¨®loga del proyecto. Cuando acaba en el solar, queda con los vecinos para entrevistarles en profundidad y as¨ª documentar la vida en los asentamientos. ¡°Para ellos es una historia de superaci¨®n que sus hijos puedan tener la educaci¨®n que ellos no tuvieron, que acabaran teniendo una casa. Estas son sus ra¨ªces y lo viven con emoci¨®n¡±, indica Gonz¨¢lez Ruibal. Los antiguos ocupantes del asentamiento tambi¨¦n les han contado que aqu¨ª tambi¨¦n hab¨ªa clases, que algunas chabolas llegaron a disponer de electricidad y que tambi¨¦n hubo compraventa de propiedades.
Hace apenas un a?o consiguieron mantener la casa fotografiada por Capa. Despu¨¦s de una expropiaci¨®n del Ayuntamiento, ahora es de propiedad municipal. El siguiente paso ha sido desempolvar la vida que hubo a su alrededor. Si uno se pasa un minuto entre todos los elementos desenterrados no cuesta mucho escuchar de fondo el flamenco como banda sonora, imaginar a decenas de ni?os correteando en los suelos de tierra, a los mayores pasando el rato comiendo pipas y a las mujeres tratando de mantener la limpieza con los nuevos productos que emerg¨ªan de un nuevo mercado de consumo. Fue la vida que emergi¨® despu¨¦s del desastre.
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