Carlos, el quiosquero de Aluche que muri¨® en casa mientras su madre Rosa descansaba en otra habitaci¨®n
Los bomberos hallan en el interior de una vivienda en Madrid a un hijo y a su madre dependiente fallecidos desde hace semanas despu¨¦s de que los vecinos dieran la voz de alarma por el olor

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Hace dos semanas Amelia y la prima de su marido estaban tendiendo la ropa de los ni?os en el balc¨®n de su casa de Aluche, en el distrito de Latina de Madrid, cuando comenzaron a notar un olor desagradable muy intenso. Como en esa zona de la casa hay una despensa, pensaron que se habr¨ªa podrido algo de comida, as¨ª que vaciaron todo e hicieron limpieza. Pero nada cambi¨®, de hecho, el hedor iba en aumento. Se lo comentaron a Jorge, el marido de Amelia. ¡°Como yo he trabajado en el mar, tengo la costumbre de chuparme el dedo para saber de donde viene el viento y dije que el olor ven¨ªa de izquierda a derecha¡±, cuenta haciendo el gesto en el sal¨®n de su casa. Es decir, del piso del vecino, un antiguo quiosquero que viv¨ªa junto a su madre anciana, Carlos M. G. y Rosa G. M. Se lo comentaron a su otro vecino de planta, Alfredo. Ese d¨ªa, cuando por fin se abri¨® la puerta de esa casa, descubrieron el cad¨¢ver del antiguo quiosquero y el de su madre, fallecidos desde hac¨ªa semanas.
Carlos, que ten¨ªa 56 a?os cuando muri¨®, hab¨ªa sido quiosquero toda su vida, hasta que hace siete u ocho a?os sufri¨® un percance en el trabajo que propici¨® una jubilaci¨®n anticipada. Su puesto se encontraba cerca del campo de La Mina, el estadio m¨¢s antiguo de Madrid, a escasos minutos de su vivienda. Un d¨ªa, ayudando a un proveedor a sacar unos pal¨¦s de la furgoneta, se le vino uno de ellos encima y le da?¨® la rodilla. Desde su retirada laboral, se hab¨ªa dedicado a llevar una vida de lo m¨¢s rutinaria. Viv¨ªa en su piso, en el n¨²mero 56 de la calle Oca?a, donde cuidaba de su madre, de 87 a?os y que ten¨ªa serias dificultades de movilidad desde hac¨ªa varios a?os.
Su mayor afici¨®n eran los deportes. Le gustaba ver todo tipo de competiciones y, por eso, hac¨ªa unos meses se hab¨ªa permitido el peque?o lujo de comprarse una televisi¨®n nueva para disfrutar m¨¢s. Como era un aparato moderno, le hab¨ªa pedido a Alfredo, su vecino de enfrente, que le ayudara a conectarla y configurarla. ?ltimamente, Carlos se hab¨ªa aficionado al campeonato de UFC, un deporte de combates de artes marciales, y segu¨ªa el progreso del espa?ol Ilia Topuria. Tampoco se perd¨ªa los partidos de f¨²tbol, en especial los del Atl¨¦tico de Madrid, su equipo. ¡°Nos est¨¢ metiendo bien el Madrid¡±, fue uno de los ¨²ltimos comentarios que recuerda Alfredo, seguidor del equipo blanco.
Madre e hijo ten¨ªan un perro de raza bobtail, al que los vecinos dejaron de ver hace unos a?os. Suponen que muri¨®. Hace tiempo s¨ª era habitual ver a la mujer salir a pasear a veces con el can, pero las salidas de la anciana cada vez eran m¨¢s excepcionales. ¡°Carlos, ya no veo a tu madre salir a la calle¡±, le coment¨® hace un tiempo Alfredo. ¡°Ya, ya, se lo digo, pero no le apetece, no tiene ganas¡±, le respondi¨® ¨¦l. El hombre contaba con ayuda puntual de una trabajadora para cuidar a su madre, como comenta Jorge, el vecino de al lado, que recuerda haberla visto paseando con ella.
El 4 de enero, los propietarios tuvieron su ¨²ltima reuni¨®n de la comunidad. All¨ª estuvo Carlos, que adem¨¢s era presidente de turno. Otros vecinos se?alan haberlo visto en el ascensor o el portal despu¨¦s del d¨ªa de Reyes. El propio Alfredo recuerda que sobre el d¨ªa 8 de enero coincidi¨® con ¨¦l en el rellano. Carlos le coment¨® que hab¨ªa perdido las llaves o que se las hab¨ªa dejado en casa. Su vecino entonces cay¨® en que ¨¦l se acababa de encontrar un juego en el supermercado y se lo hab¨ªa dejado a la cajera. Result¨® ser el de Carlos. Lo ¨²ltimo que supo su vecino de enfrente es que, en esos d¨ªas, el hombre se hab¨ªa ca¨ªdo y ten¨ªa magulladuras en la cara.
Este s¨¢bado temprano, sobre las nueve de la ma?ana, Jorge y Amelia llamaron al timbre de Alfredo para decirle que sospechaban que le hab¨ªa pasado algo a su compa?ero de rellano. Llamaron a los servicios de emergencias. Los primeros en llegar fueron los bomberos, despu¨¦s el Samur y, en cuesti¨®n de minutos, apareci¨® la Polic¨ªa Nacional. Entonces, los primeros accedieron a la vivienda a trav¨¦s del balc¨®n. En la terraza de Carlos y Rosa hab¨ªa algunos cubos de pl¨¢stico y un par de cajas de zapatos del n¨²mero 42. Los bomberos corrieron la ventana, apartaron una cortina tipo visillo blanca y, al lado de los sof¨¢s, en el suelo y junto a una mesita, encontraron el cad¨¢ver de Carlos, en avanzado estado de descomposici¨®n. Su madre, tambi¨¦n fallecida, se hallaba en su cama. La mesa al lado del cuerpo del hombre estaba hecha a?icos.
La hip¨®tesis principal es que el hombre tuvo un accidente dom¨¦stico y muri¨®, y su madre, al quedar desatendida y no poder pedir ayuda, falleci¨® de inanici¨®n. A falta de las pruebas definitivas, los cuerpos de la madre y el hijo llevaban ah¨ª desde mediados de enero. La misma ma?ana del hallazgo, los servicios funerarios trasladaron los cad¨¢veres al Instituto de Medicina Legal, donde permanecen a la espera de que alguien los reclame. La comunidad de vecinos trata de dar con un hermano de Carlos o su sobrino, pero, por el momento, no han tenido ¨¦xito.
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