Los ricos tambi¨¦n luchan (y no se les da mal)
Aunque la conciencia de clase se asocie a las masas trabajadoras, a las clases altas no les falta: act¨²an de forma cohesionada y eficiente en la defensa de sus intereses
Sabemos que la lucha de clases existe. Existe tanto que el inversor Warren Buffett, uno de los ricos m¨¢s ricos del mundo, afirm¨® en c¨¦lebre cita no solo su existencia sino la victoria incontestable de su clase. Los ricos van ganando. Aunque la conciencia de clase se haya asociado tradicionalmente a las masas trabajadoras de pu?o en alto, a las clases altas no les falta: act¨²an de forma cohesionada y eficiente, quiz¨¢s m¨¢s discreta, en defensa de sus intereses. El eminente soci¨®logo Richard Sennett me cont¨® en una entrevista que, aunque vivamos en tiempos de individualismo exacerbado, las ¨¦lites siguen siendo tremendamente corporativas: eso de la competici¨®n feroz se lo dejan a las clases medias y bajas, que se pelean por sus migajas.
Estos d¨ªas hablamos no tanto de la lucha de clases, sino de c¨®mo lucha cada clase en pos de sus asuntos vecinales: el Real Madrid ha anunciado la cancelaci¨®n temporal de los conciertos en el Santiago Bernab¨¦u por las protestas en Chamart¨ªn, uno de los distritos m¨¢s ricos de Espa?a, donde se levanta el estadio. Es de celebrar, porque, tanto en la riqueza como en la pobreza, la ciudad deber¨ªa ser un artefacto para la convivencia y no para el lucro y el desfase de unos y la desesperaci¨®n de otros. A los vecinos se les hac¨ªa la vida imposible al ritmo de Taylor Swift, Karol G o Romeo Santos con su grupo Aventura, los reyes de la bachata. Unos conciertos populares, por cierto, destinados a un p¨²blico nada elitista.
M¨¢s all¨¢ de la legitimidad de la protesta, algunos se han sorprendido por su eficacia, no tan com¨²n cuando los que protestan son vecindarios currantes: se ha puesto como ejemplo a los vecinos de San Ferm¨ªn, en Usera, que llevan a?os amargados por la actividad de la Caja M¨¢gica. Abriendo el foco se ve que los movimientos vecinales no tienen f¨¢cil que se les haga caso, ya sea cuando piden que se detenga la tala de ¨¢rboles, que se persiga a los pisos tur¨ªsticos ilegales o que se mantengan las calles limpias. Este verano, tambi¨¦n en Usera, los vecinos celebraron La Ruta de la Caca para denunciar ¡°desde las monta?as de basura hasta charcos de misteriosa procedencia¡± que se extienden por tantos barrios de Madrid. Estos movimientos tienen posibilidad de ¨¦xito cuando amasan el suficiente respaldo popular, es decir, cuando ignorarlos puede implicar un grave coste pol¨ªtico.
Desde su llegada el alcalde Almeida entabl¨® una guerra con los movimientos vecinales, a los que consideraba poco menos que c¨¦lulas anarquistas o peque?os soviets carmenitas. As¨ª cerr¨® espacios asociativos, deslocaliz¨® lugares de participaci¨®n como Medialab o cerr¨® la radio municipal M21; el ¨²ltimo caso podr¨ªa ser el fin de los espacios de valiosas asociaciones como Valiente Bangla o la Asociaci¨®n de Senegaleses en Espa?a, justo cuando cunde el odio nazi a las personas migrantes. Es una forma de profundizar en la vecinofobia contempor¨¢nea: los alcaldes compiten por albergar los m¨¢s pintones macroeventos, ocupar los primeros puestos de los rankings tur¨ªsticos o atraer las m¨¢s jugosas inversiones, pero muy dif¨ªcilmente por crear el mejor lugar para la vida vecinal.
¡°La ciudad es nuestra¡±
El caso del vecindario del Bernab¨¦u tambi¨¦n llam¨® la atenci¨®n porque cuando pensamos en movimientos vecinales lo primero que viene a la cabeza son los barrios obreros, como en las fotograf¨ªas de Javier Campano de la exposici¨®n Barrios, recientemente clausurada. Ni?os jugando en descampados, ropa tendida en las ventanas, un carro tirado por un burro que surca la M30, pancartas por la vivienda digna (en esas seguimos todav¨ªa). El heroico movimiento que iniciaron las familias del ?xodo Rural, dejando atr¨¢s la Espa?a despoblada para asentarse en las periferias de las grandes urbes, montando chabolas sobre barrizales en Vallecas, San Blas, Carabanchel o Usera. Con su lucha consiguieron crear ciudad all¨ª donde, a finales del s. XX, a¨²n se viv¨ªa en condiciones medievales, sin luz o agua corriente. Uno de sus lemas hoy suena ingenuo: ¡°La ciudad es nuestra¡±, porque ahora ya sabemos que la ciudad es de algunos pocos.
Pero la naturaleza de los movimientos vecinales, seg¨²n su nivel de renta, se explica muy bien en un articulo del compa?ero Fernando Peinado titulado Activismo burgu¨¦s vs. activismo obrero: por qu¨¦ los vecinos de barrios acomodados son m¨¢s combativos contra Almeida. Ah¨ª se relata c¨®mo, por ejemplo, en la lucha contra la instalaci¨®n de los cantones de basura, los barrios acomodados hab¨ªan sido m¨¢s efectivos. Los barrios ricos tienen mayor m¨²sculo econ¨®mico para sostener la protesta y tambi¨¦n los contactos y los saberes (de abogados, periodistas, soci¨®logos, etc) para orquestar la lucha administrativa y judicial, para lidiar con la mara?a burocr¨¢tica. M¨¢s gr¨¢ficamente, sus pancartas suelen ser serigrafiadas y no s¨¢banas pintadas. La lucha contra los aparcamientos y el t¨²nel del Bernab¨¦u costaron a los vecinos ¡°un dineral¡±, seg¨²n se relata en el texto. ¡°He pensado mucho sobre esto y desgraciadamente veo que la justicia no es para pobres¡±, cuenta uno de los l¨ªderes vecinales.
Aunque no todo en la protesta son contactos, licenciaturas y billetes. El movimiento vecinal, me cuenta un destacado militante, aun falto de recambio generacional, es tradicionalmente m¨¢s s¨®lido y sostenido en los barrios de rentas bajas, ladrillo visto y toldo verde botella, donde el apoyo mutuo y los servicios p¨²blicos son m¨¢s necesarios, y donde, hist¨®ricamente, menos se ha invertido y m¨¢s se ha tenido que reivindicar. Por el contrario, en los barrios ricos el movimiento, m¨¢s instrumental, suele surgir puntualmente para ocuparse de problemas concretos. Puede que en los barrios obreros no haya tantos recursos, pero s¨ª una asentada tradici¨®n que sabe c¨®mo plantear un conflicto pol¨ªtico. Hay gente por ah¨ª que todav¨ªa piensa que la ciudad es nuestra.
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