La revoluci¨®n de los tractores: contradicciones y dobleces
La revuelta agraria es una cuesti¨®n gastron¨®mica, tanto como el desayuno, la comida, la merienda y la cena de hoy, de todos los d¨ªas que he vivido y de todos los que, con suerte, est¨¢n por venir
Hace cuatro d¨ªas hab¨ªa tractores aparcados en la avenida Diagonal de Barcelona cortando el tr¨¢fico, y parrillas con butifarras y alcachofas as¨¢ndose a ritmo de ska en plena calle, para asombro de expatriados y turistas, que contemplaban la escena a una distancia prudencial, y se relam¨ªan ante tanto material pintoresco de primera para alimentar sus stories de Instagram, subido desde la seguridad de los balcones de alquiler de Airbnb, que son tierra de nadie, con permiso de Ikea.
No se puede tener un espacio para escribir de gastronom¨ªa y no hablar del elefante en la habitaci¨®n. Porque la revuelta de los tractores es una cuesti¨®n gastron¨®mica, tanto como el desayuno, la comida, la merienda y la cena de hoy, de todos los d¨ªas que he vivido y de todos los que, con suerte, est¨¢n por venir. M¨ªos, y de todo hijo de vecino que necesite comer para seguir vivo.
Pero es imposible juntar tres palabras para hacer una frase sobre esta cuesti¨®n y no caer en un abismo de interrogantes, dilemas y contradicciones. En las movilizaciones se juntaron, bajo la bandera del pay¨¦s, tanto el due?o de una granja de engorde de miles de cerdos en r¨¦gimen intensivo, como el propietario de una plantaci¨®n de monocultivo de nectarinas y paraguayos, pasando por el agricultor que labra cuatro hect¨¢reas de tierra usando caballos como fuerza motriz, el que practica agricultura regenerativa y est¨¢ en contra de la acci¨®n misma de labrar, y la pastora que cuida un reba?o de 40 cabras y (mal) vive de vender queso. Los grandes latifundistas de este pa¨ªs no se presentaron. Ellos, m¨¢s que de tomar las calles, son de solucionar sus temas a golpe de llamada de tel¨¦fono desde el despacho.
Y no s¨¦ si el pescador se siente pay¨¦s y tambi¨¦n estaba all¨ª de cuerpo o esp¨ªritu, como tampoco s¨¦ cu¨¢l fue la presencia ni la postura al respecto de las proclamas de las manifestaciones de las grandes masas de temporeros e inmigrantes que trabajan el campo espa?ol.
Aun as¨ª, la imagen magn¨ªfica de los tractores entrando en sincron¨ªa por las grandes arterias de la metr¨®polis pon¨ªa la piel de gallina. La comitiva fue recibida por los aplausos un¨¢nimes de la ciudadan¨ªa, cualquiera que fuese su color u orientaci¨®n pol¨ªtica o alimentaria. Si en algo est¨¢n de acuerdo tanto omn¨ªvoros, como veganos, tanto grandes terratenientes como peque?os labradores, es en que el sistema alimentario sostenido por el campo, tal y como est¨¢ ahora mismo, pese a tomar formas diferentes en cada comunidad aut¨®noma y cada parcela, es fallido.
Unos, desesperados al ver c¨®mo d¨ªa tras d¨ªa amanecen con las cosechas destrozadas por animales salvajes, piden acci¨®n armada contra plagas de conejos, jabal¨ªes y corzos. Otros abogan por la abolici¨®n de la ganader¨ªa en su totalidad y por el rewilding, la reconquista de lo salvaje por lo salvaje, y la eliminaci¨®n del consumo de carne en el mundo, sin tener en cuenta que a d¨ªa de hoy s¨®lo un 10¡ä8% de la tierra del planeta es cultivable, y que s¨®lo existe por ahora una m¨¢quina capaz de transformar ciertos tipos de vegetaci¨®n en prote¨ªna asimilable por el organismo humano: el reba?o, dando la espalda al mundo que vive m¨¢s all¨¢ del ombligo occidental privilegiado, y que necesita del pastoreo para nutrirse. Mientras tanto, los telediarios aparecen diariamente moteados de noticias de accidentes terribles o de ataques a ganado fruto de la colisi¨®n entre quienes viven el medio natural como un lugar de trabajo y quienes lo visitan con esp¨ªritu festivo.
Hay quienes defienden otro tipo de salvajismo, uno de talante neoliberal, una hiper tecnificaci¨®n de la producci¨®n agraria s¨®lo al alcance de grandes fondos de inversi¨®n, y una limitaci¨®n de la producci¨®n mundial de alimentos, en un contexto de p¨¦rdida de biodiversidad galopante, a esas tres o cuatro variedades m¨¢s productivas y eficientes de cada especie, debidamente modificadas y mejoradas gen¨¦ticamente, en manos de las diez o doce corporaciones de turno, due?as tanto de semillas como de patentes de pesticidas y de f¨¢rmacos.
Muchos aplaudieron la recogida de cable de la presidenta de la Comisi¨®n Europea, Ursula Von der Leyen, que a la vista de las protestas anunci¨® la retirada del proyecto legislativo destinado a reducir a la mitad el uso de pesticidas en la agricultura, para que la producci¨®n agraria comunitaria no tenga que competir en el mercado con productos extracomunitarios que no est¨¢n sujetos a normativas tan estrictas. Me pregunto si el siguiente paso ser¨¢ seguir ¡°igualando por abajo¡± y eliminar convenios colectivos, sindicatos y derechos laborales, para seguir en la senda de la competencia empresarial en igualdad de condiciones.
Ante la postura proteccionista, que pide la regulaci¨®n del mercado comunitario con aranceles y peajes a la importaci¨®n, habr¨¢ que ver c¨®mo responden los pa¨ªses a los que exportamos a la imposici¨®n de esas barreras ¡ªuna de nuestras exportaciones estrella a ?frica y Am¨¦rica, por cierto, son los mismos pesticidas que aqu¨ª est¨¢n prohibidos¡ª.
El sector agrario clama por una reducci¨®n de la burocracia, por prenderle fuego al papeleo exagerado impuesto por una administraci¨®n ineficiente y de un garantismo obsesivo, y est¨¢ de acuerdo de forma un¨¢nime en promover entre la ciudadan¨ªa el consumo de proximidad. Hay quien en esa proximidad incluye el arte de invocar selvas tropicales en pleno secano, desertizando a base de sorber de los acu¨ªferos para plantar aguacates y mangos, o de implantar regad¨ªos donde antes hab¨ªan crecido almendros y algarrobos, para poder seguir exportando fruta dulce al norte de Europa. La proximidad para nosotros, no para los dem¨¢s.
Tambi¨¦n es proximidad, entiendo, el cerdo de las macro granjas, rey de la comarca en la que vivo. Yo tengo m¨¢s vecinos cerdos que humanos. Si decimos que s¨ª a eso tenemos que pensar qu¨¦ hacemos con la contaminaci¨®n brutal que arrasa el territorio. Si decimos que no a la explotaci¨®n intensiva del sector porcino, entonces debemos preguntarnos qu¨¦ pasa con el 35,9% de la producci¨®n agraria catalana (ese es su peso), con su impacto en el PIB y con todos los puestos de trabajo que genera, que en Espa?a son cerca de 415.000.
Todas y cada una de las hebras con las que est¨¢ tejida la inmensa red de factores y eventos que participan del mundo agrario incluyen, en su interior, otra infinidad de hilos hechos de perspectivas diferentes, debates, posiciones enfrentadas, da?os colaterales y, sobre todo, conversaciones pendientes que afectan y conectan con cada uno de los alimentos que nos llevamos a la boca, todos nosotros, cada d¨ªa del mundo.
Necesitamos no uno, sino tantos grandes debates como sean precisos, con la vista puesta en el largo plazo y no en las siguientes elecciones, para tomar decisiones de alcance largo, ancho y hondo. No es tiempo de parches ni de decisiones cortoplacistas ni de lavados de cara, sino de afrontar todos y cada uno de los elefantes en la habitaci¨®n, invitando a voces y autoridades reputadas, considerando todos los afectados e implicados, en pos de un futuro esperanzador para todos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.