La experiencia gastron¨®mica: una vivencia no exenta del exhibicionismo en las redes
Compartir online lo que saborea nuestra boca puede parecer un tanto antag¨®nico, teniendo en cuenta que comer es, ante todo, algo f¨ªsico, sensorial
Compartir en las redes sociales lo que saborea nuestra boca puede parecer un tanto antag¨®nico, teniendo en cuenta que comer es, ante todo, algo f¨ªsico, sensorial. Sin embargo, el t¨¦rmino compartir significa hacer part¨ªcipe a otra persona de lo propio, que, en t¨¦rminos de p¨ªxeles y pantallas t¨¢ctiles, ser¨ªa poner a disposici¨®n de otro sujeto un contenido digital. Descubrir abiertamente los restaurantes que se visitan y los productos que se disfrutan es un arma de doble filo si, por encima de la finalidad explicativa, se juzga desde el otro lado como un ejercicio de alardeo que despierta recelos y envidias. Nada queda fuera de la mirada disfuncional del temperamento agraviado; poco escapa a la presi¨®n de las tempestades que soplan en las redes sociales, donde, por otra parte, hay quien piensa que, si no se est¨¢ mostrando, no ha pasado. En el mundo representado de las audiencias, pesa, tanto o m¨¢s que lo ver¨ªdico, lo tenido en cuenta, incluso en aquellos a?os cincuenta del siglo pasado sin grupos de WhatsApp, Instagram o Twitter, sin filtros, pero s¨ª de papel cuch¨¦ y rumorolog¨ªa p¨²blica. Ah¨ª queda para la historia del c¨¦lebre chisme entre el matador de toros Luis Miguel Domingu¨ªn y Ava Gardner que cuenta c¨®mo, tras rematarse la faena amorosa entre ambos, el torero se levanta de la cama y se prepara para salir. La actriz le pregunta que ad¨®nde va y ¨¦l, abriendo la puerta, responde: ¡°Pues d¨®nde voy a ir¡ ?A contarlo!¡±.
¡°Hay que dejar la vanidad a los que no tienen otra cosa que exhibir¡±, sosten¨ªa un Honor¨¦ de Balzac que desconoc¨ªa que, siglo y medio m¨¢s adelante, un significativo n¨²mero de ciudadanos juzgar¨ªan que el mundo real no les brinda lo suficiente y completar¨ªan su autodefinici¨®n con el recurso de distintivos de identidad externos o apoy¨¢ndose en la muleta de la exageraci¨®n de logros y cualidades a fin de compensar la cojera de sus flaquezas.
No cabe duda de que las redes sociales posibilitan mantener un entramado de contactos que ser¨ªa imposible preservar de otra forma, al mismo tiempo que fortalecen, definen y transmiten la manera de ser, poniendo de manifiesto las preferencias y opiniones de cada cual. La divulgaci¨®n cautelosa de detalles personales contribuye a situar a los usuarios social, cultural y hasta pol¨ªticamente como transcriptores online de esa biograf¨ªa de anhelos urgentes que es la existencia. La vida paralela de lo virtual, m¨¢s all¨¢ de soterrar ese intr¨ªnseco deseo inherente de vincularse con los dem¨¢s, facilita, en el mejor de los casos, mostrar una cara favorable. Se tiende a mostrar para demostrar, hecho que favorece al mundo aspiracional de los productos poco comunes donde se sit¨²a todo aquello que rebasa las l¨ªneas de la urgencia.
Lo superfluo, ¡°esa cosa tan necesaria¡±, que dir¨ªa Voltaire, convierte lo ostentoso en necesidad cuando, adem¨¢s de un esfuerzo detallado, ampara relevancia, satisfacci¨®n art¨ªstica y una complejidad t¨¦cnica que entusiasme y establezca un v¨ªnculo emocional. Sin embargo, para una parte no menor de la clientela, por a?adidura, debe lisonjear su amor propio y, por qu¨¦ no, brindarle un mayor estatus. La cuesti¨®n ser¨ªa conocer lo siguiente: si el disfrute ¨²nico de la gastronom¨ªa no se pudiera exhibir, ?a qu¨¦ n¨²mero de comensales apear¨ªa de las mesas? Vivir momentos ¨²nicos y aut¨¦nticos, sin el rastro de la evidencia, sin poder sostenerse en el tiempo cont¨¢ndose, probablemente disuadir¨ªa a buena parte de esa multitud de influencers gastron¨®micos que tienen en el testimonio centelleante de su colecci¨®n de experiencias culinarias un arn¨¦s de seguridad con el que salvaguardar su reputaci¨®n.
Tal vez, que la idea de distinci¨®n haya mutado de la discreci¨®n, de la exhibici¨®n contenida y la relaci¨®n sensible con la vivencia al testimonio de la haza?a y la demostraci¨®n, nos guste o no, sea uno de los puntales que han soportado y soportan la alta cocina y todo el sector de art¨ªculos de alta gama. Por m¨¢s que sea compatible con esa opini¨®n del dise?ador italiano Raffaele Borriello, que apuntaba que el lujo se puede comprar, pero el buen gusto, no.
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