Ensalada de garbanzos, bacalao y pimiento rojo

En Espa?a, los garbanzos han sido vistos hist¨®ricamente como un s¨ªmbolo de ordinariez. La perra (dicho en sentido cari?oso) de Valle-Incl¨¢n llamaba ¡°Don Benito el garbancero¡± a P¨¦rez Gald¨®s, porque le resultaba demasiado prosaico y rampl¨®n para su exquisito gusto de estilista. No le deb¨ªan de oler muy bien las escenas de cocido que el escritor realista met¨ªa de vez en cuando en sus novelas para describir la Espa?a popular del siglo XIX.

Supongo que la mala fama de esta legumbre -hasta la RAE describe "garbancero" como "persona o cosa vulgar"- se debe a un c¨²mulo de factores: es barata, ergo comida de pobre; mal acompa?ada se convierte en una masa pastosa en la boca, y si est¨¢ dura s¨®lo se la puede tragar un muerto de hambre. Adem¨¢s, el esfuerzo digestivo que requiere, sumado a los gasecillos que puede generar en nuestro interior y que acaban como el amor, en el aire, le ha restado posibilidades como alimento favorito de damiselas y finolis.

A pesar de los pesares, a m¨ª los garbanzos me vuelven loco. Me gustan como me gustan los libros de Don Benito, en los que encuentro verdad e inteligencia, no zafiedad. Con permiso de las lentejas y las alubias, son mi legumbre seca favorita. Dame unos garbanzos bien cocidos, y que se quite el foie.

La receta de hoy hermana estas peque?as bolitas m¨¢gicas con un mont¨®n de ingredientes con los que se lleva fenomenal: el pimiento, el huevo cocido, el bacalao o el perejil, ¨¦ste ¨²ltimo usado m¨¢s como un componente de pleno derecho que como una simple hierbecita decorativa. Se trata de un plato fr¨ªo y nada pesado porque no incluye ning¨²n tipo de grasa caliente y en el que el bacalao no est¨¢ cocido, sino simplemente desalado. Adem¨¢s, admite dos versiones: una artesanal para los que les vaya la comida lenta, cociendo los garbanzos y asando los pimientos, y una fast food comprando estos ingredientes envasados.