Contra la fiebre de las hamburguesas
?Hace falta una hamburgueser¨ªa m¨¢s? ?Comer hamburguesas sin parar nos convierte en gourmets? ?Nos estamos volviendo locos con tanta carne picada?
A nadie se le escapa, supongo, que en los ¨²ltimos a?os hemos vivido una fiebre por las hamburguesas y las hamburgueser¨ªas. Una fiebre tifoidea, dir¨ªa yo.
En una d¨¦cada hemos pasado de McDonald¡¯s o Burger King a un hist¨¦rico abanico de opciones. La oferta, hoy, abarca desde la nostalgia norteamericana de los 50 a lugares firmados por aristochefs, pasando por alternativas org¨¢nicas y hipster de todo pelaje.
Nada que objetar a que les crezcan enanos a las dos grandes y deplorables cadenas que asolan el mundo con sus bazofias. Tampoco le pongo pegas a una buena y jugosa hamburguesa de vez en cuando. El motivo de esta pataleta es otro, lo que me est¨¢ derritiendo el cheddar es la ¡®burguerizaci¨®n¡¯ de nuestra sociedad.
Entiendo por ¡®burguerizaci¨®n¡¯ este quedarse en lo superficial, este profundizar en lo banal, como si haci¨¦ndolo dot¨¢semos de mayor significado a la tonter¨ªa en cuesti¨®n.
La proliferaci¨®n de las hamburgueser¨ªas va pareja a la aparici¨®n de foodies ¨Cperd¨®n, comidistas¨C un tanto ¡®burguerizados¡¯. Nada que chistar a los comidistas. Pero s¨ª, en cambio, a la subclase coleccionista de carne picada entre bollos. Necesitamos tanto otra hamburgueser¨ªa en nuestras calles como otro instagramazo de queso fundi¨¦ndose sobre ciento cincuenta gramos de Angus. Estimados caza-burguers: otra hamburguesa en vuestra vida os acercar¨¢ a un colapso arterial, pero no al cielo de los gastron¨®mos. Frenad un poco, que sois carne de Danacol.
Tampoco se libran los empresarios de la restauraci¨®n cortos de ideas. ?Parad, ya! No hace falta inventar el mundo cada d¨ªa pero repetir modelos hasta su extenuaci¨®n es muy cansino. Ellos, los que abren una hamburgueser¨ªa tras otra, son los mismos que clonan cartas de croqueta, ensaladilla y huevo a baja.
El inter¨¦s gastron¨®mico de este tipo de propuestas tiende a nulo. Seamos sinceros, ?qui¨¦n distingue entre una hamburguesa buena y una hamburguesa gourmet? La frontera entre una hamburguesa del McDonald¡¯s y una buena hamburguesa es di¨¢fana pero ?qu¨¦ diferencia una? de 8 euros de otra que cuesta 20? Las hamburguesas premium no existen, s¨®lo son hamburguesas caras.
Comerse una hamburguesa es como mirar Gran Hermano. Lo haces cuando no tienes muchas ganas de pensar y quieres sentirte un poco sucio. Cuando m¨¢s que alimentarte necesitas disfrutar saciando un instinto primario. Pero no pretendas nada m¨¢s. Tan s¨®lo est¨¢s ¡®burgueriz¨¢ndote¡¯, rascando la superf¨ªcie de la experiencia gastron¨®mica. Qued¨¢ndote en lo banal.
Por supuesto que es satisfactorio zamparte una hamburguesa de vez en cuando. Pero hay m¨¢s comida ah¨ª afuera. Y se come con cubiertos.
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